Respiro en el borde de tus párpados
Y entre tus dedos corres por mis días brillantes
Lejos de ti mi voz es tu fuente
Y en mi sueño tu sangre fluye a través de mí
Gran sombra blanca en mi rostro
Que nadie puede ver y que abre mi vista
Mi presencia es mi alegría solo en tu luz
Recuesta la cabeza en tu hombro:
Te acaricio con un gesto lento,
como si mi mano recorriera
un largo pergamino invisible.
No solo sobre tu cabeza: en todos los frentes
Qué dolor de tormento y fatiga
en estas ciegas caricias mías,
como hojas amarillas de otoño
en un charco que refleja el cielo.