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martes, 23 de septiembre de 2025

ATARDECER

Entré al agua una tarde de otoño, descendiendo del lecho áspero del río, entre guijarros y arbustos, hasta donde, ya blando por el limo, el río lame la orilla. El agua fría relaja los músculos y despierta a los nervios, ansiosos por encontrar algo de calor mientras el corazón bombea sangre a los miembros para que sigan funcionando. Como un gato en un saco, mi cuerpo se hunde. Es una rendición. Y mi tiempo se ve cegado por un remolino de dolor. Ven, amor, y recíbeme en tu abrazo líquido, y en el silencioso vaivén me arrullas, suavemente. Finalmente, es una pausa. Y sueño. Tu cama es descanso.

Sobre la superficie del río hay un lecho arrugado de hojas y ramas, como un nido desgastado, que se arremolina suavemente.Debajo está el lecho de arena suave que recorro, siguiendo mis pasos en la bruma de un cielo neblinoso. El color oscuro y verde del agua se aferra a mi escasa ropa.

Me refugio en tus abrazos, abrazos que me proporcionan calor y sustento. Los días, las horas y los minutos siguen pasando para todos, pero no para nosotros, prisioneros de este momento donde la imaginación se desata, con el corazón en un torbellino, tocando el cielo y el infierno, la alegría y la desesperación, sin saber qué nos espera al final de un viaje suspendido entre las nubes. ¿Caeremos? ¿Ascenderemos a las estrellas? todo da igual porque me siento seguro abrazado a ti, con mi cabeza descansando sobre tu pecho y tus suaves brazos rodeando mi fatigado cuerpo.

Ser de luz. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes, fuegos pequeños, y fuegos de todos los colores. Hay personas con un fuego sereno, a quienes no les importa el viento, y personas con un fuego loco, que llenan el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos necios, ni encienden ni queman. Pero otros queman la vida con tal pasión que es imposible mirarlos sin entrecerrar los ojos; y quien se acerca, arde en llamas. He visto pasar a mujeres, el presente y el futuro, los paisajes y los postes de telégrafo,he visto el día y la noche transcurrir en silencio.Iré a alguna estación loco por estos cambios de color y línea para comunicarme contigo que al quincuagésimo kilómetro del amarte amé como la primera vez.

Naciste mujer. No lo pediste, te dieron una orden de expulsión intachable, marcada con el rojo del pecado, pero eres tú, más allá de los pechos y el sexo. Serías mujer, aunque estuvieras moldeada y articulada en el nudo de una corbata. Hija de la contradicción, niña despótica, adolescente modesta, adulta dulcemente erótica, en noches de luna, tiernamente sádica. En la disputa de fuerzas, no tienes género, declinas como dicta la naturaleza. Solo tienes un defecto: no puedes permanecer desnuda sin querer reducir a cenizas a quien se demore demasiado en mirar bajo las madejas de piel, inmune al engaño de los sentidos, el laberinto de mi verdadera belleza.

Mientras tanto, los relojes envejecen, los calendarios se rompen, los años pasan, ajenos a nuestra ausencia, y como un clavo oxidado y obsesivo, el objeto de nuestra espera parece cada vez más lejano e inalcanzable. Hasta que un día se presenta, y después de tanto tiempo imaginándolo, nos encontramos sin estar preparados para aceptarlo. Nunca es como deseábamos; a veces es más feo y decepcionante, otras veces magnífico y sorprendente. La vida, de una forma u otra, demuestra ser una guionista suprema, más allá de nuestras capacidades, capaz de inventar mejores conclusiones, quizás más dolorosas, pero decididamente más interesantes. Escribe sus extraordinarios guiones mientras creemos no estar presentes, mientras nos consumimos en la ausencia presente, en la emoción de tocar nuestros sueños, solo para luego, con un golpe maestro, hacernos descubrir que nunca hemos estado tan vivos como cuando creíamos no estarlo.

El tiempo de espera, el tiempo en que estuvimos suspendidos entre el cielo y la tierra, es lo único que recordamos, a menudo con nostalgia y ternura. El tiempo en que todo aún podía ser y llegar a ser es el único atisbo de eternidad que se nos concede. Aquí hay átomos que nacen en el cielo, espontáneamente;
y se reúnen: entonces, muchas figuras se alzan y sus rostros se transforman, adaptándose.

Así es como crecen y oscurecen la serenidad del mundo cuando soplan en el aire; y parecen gigantes volando sobre sombras densas o grandes montañas con picos escarpados que se extienden más allá de los rayos del sol, o tal vez otros monstruos colgantes. Apoyo mi cabeza en tu hombro: acariciame con un gesto lento, como si tu mano recorriera un largo pergamino invisible. No solo sobre mi cabeza: en todos los frentes. Qué dolor de tormento y fatiga en estas ciegas caricias, como hojas amarillas de otoño en un charco que refleja el cielo.

La diafanidad del ambiente nos iba acercando, aquella tarde los montes oscuros y los cielos descoloridos, mientras el lejano ánsar nos enviaba, susurrante y distinta, la canción de sus últimas hojas: Podíamos tocar con las manos la majestad de las cumbres, la tristeza del celaje y el coloquio del río con la fronda moribunda. Entrelazados, como un único ser, una unión irrompible, un eterno y duradero nudo gordiano, un eslabón irrompible, símbolo de nosotros.

lunes, 22 de septiembre de 2025

LA COLUMNA DE LOS OCHO MIL

En septiembre de 1936 los últimos enclaves del suroeste extremeño estaban a punto de ser tomados por tropas del ejército sublevado. Ante esta situación, un grupo formado por miles de personas intenta escapar del terror y la muerte huyendo de manera organizada hacia zona republicana. Muchos huían de sus pueblos por sus ideas políticas. Otros simplemente por miedo. No sabían el terrible final que les esperaba.

La huida de la represión y de la guerra

Las guerras no solo enfrentan a militares en el campo de batalla. La mayoría de las víctimas de los conflictos bélicos no caen con las armas en la mano. Muchas de ellas muere no penan sin poder defenderse. Forman parte de la población civil: ancianos, niños y niñas, mujeres y hombres que intentan sobrevivir a la barbarie escondiéndose o huyendo de los soldados.

Durante la Guerra Civil Española de 1936 a 1939 hubo muchos episodios de huidas masivas. Los pueblos y ciudades quedaban despoblados ante el avance de los militares, ante la ocupación de los enemigos. Los dos desplazamientos de población civil más renombrados fueron el éxodo final de los republicanos hacia la frontera francesa en el norte de Cataluña (febrero de 1939) y la huida de Málaga a Almería de febrero de 1937 tras la entrada de las tropas franquistas en la ciudad andaluza.

Centenares de miles de personas integraron esos éxodos, pero hubo otro más modesto y más temprano: la huida de ocho mil personas desde el suroeste de la provincia de Badajoz hacia el noreste republicano de La Serena a mediados de septiembre de 1936, huyendo del avance de las tropas sublevadas. La llamada Columna de los ocho mil fue diezmada en las inmediaciones de Fuente del Arco (Badajoz) por fuerzas militares franquistas tras dos días de marcha. Aunque muchos pudieron proseguir su huida, al menos dos mil fueron apresados, trasladados a sus localidades de origen y asesinados


Los éxodos desde el sur de Extremadura

La columna de los ocho mil y los refugiados de Barrancos

La ocupación de la provincia de Huelva por los militares sublevados y su avance durante el mes de agosto desde Sevilla a Badajoz, vía Mérida, provocó el acorralamiento a comienzos de septiembre de 1936 de miles de personas en el suroeste de la provincia de Badajoz. Estaban rodeados por territorios al norte y al sur ya en manos franquistas, con la frontera portuguesa al oeste y con las poblaciones situadas en la Vía de la Plata tomadas por los militares.

La única opción era escapar campo a través. Varios centenares lo intentaron hacia occidente, hacia Portugal y acabaron refugiados en fincas cercanas a Barrancos, para luego ser trasladados a Lisboa y en barco regresar a territorio republicano por Tarragona. Y otros tantos miles integraron varias columnas quea mediados de septiembre se atrevieron a atravesar hacia oriente la carretera general Sevilla-Mérida a la altura de Fuente de Cantos buscando los extremos de la Campiña Sur y de La Serena.

Si los primeros son conocidos hoy como los refugiados de Barrancos, los que fueron hacia el este formaron parte de la columna de los ocho mil. 

Las columnas del Ejército de África avanzan por la carretera nacional desde Sevilla en dirección a Mérida y luego a Badajoz, ocupando los pueblo a su paso: Monesterio, Fuentes de Cantos, Zafra,Almendralejo, Lobón, Talavera… Buena parte del vecindario abandona las localidades y va de un lugara otro, buscando refugio. Las operaciones de los sublevados en esta zona, una vez ocupada Badajoz,obligan a los huidos a desplazarse hacia el sur durante la segunda quincena de agosto y la primera de septiembre de 1936

La ocupación militar de los pueblos de la carretera se amplía con otras operaciones secundarias de conquistas de localidades alejadas de las vías principales. El acoso se convierte en acorralamiento.


Los sublevados siguen avanzando y los republicanos retroceden. Miles de personas se concentran en Jerez De los Caballeros y Fregenal de la Sierra. El 14 de septiembre se toma Burguillos del Cerro. La cabeza de puente de la huida republicana se establece en Valencia del Ventoso, donde se concentran dirigentes republicanos y socialistas, que organizan la huida.

Mientras que algunos centenares optan por ir hacia el oeste y se atreven a cruzar la frontera con Portugal, varias columnas de huidos buscan el 16 de septiembre la salida hacia zona republicana a través de la Campiña Sur. Son unas ocho mil personas, agrupadas en varias columnas que se unen y separan al ritmo de la marcha. Sobre todo, mujeres y hombres indefensos, niños y niñas, ancianos y ancianas andando y cargados con algunos enseres en carros y animales. Pocos van armados. Atraviesan la carretera a la altura de Fuente de Cantos hacia Azuaga. 

En el trayecto entre Reina y Fuente del Arco, posiblemente al anochecer del 17 de septiembre de 1936, son interceptados en una emboscada por militares dirigidos por el comandante Gómez Cobián.

Habían apostado ametralladoras en los montes cercanos en la zona de La Arconocosa y dispararon contra la columna de paisanos huidos. Una gran confusión se generó entre los refugiados. Unos lograron pasar, otros retrocedieron y se dispersaron y alrededor de un centenar murió y sus cadáveres quedaron en medio del campo

Al día siguiente, 18 de septiembre, el capitán Tassara le monta una trampa a otro tramo de la columna, que sigue pasando por las inmediaciones de Fuente del Arco. Haciéndose pasar por un miliciano, desarma a los pocos huidos que iban armados con la esperanza de darles mejores armas y los conduce con engaños al pueblo, donde son detenidos. En trenes especiales, seguidos de los animales requisados, son trasladados más de 2.000 prisioneros a Llerena, donde los encierran en locales como La Maltería y la Plaza de Toros

En Llerena los presos son identificados y agrupados por pueblos. Se cursan telegramas a las localidades de origen que han sido ocupadas y van a buscarlos guardias civiles y falangistas que, en camiones, los llevan de vuelta a sus pueblos. Aunque algunos logran salvar la vida por la mediación de amigos y familiares, otros muchos son fusilados nada más llegar. Decenas de personas ni siquiera sufren este último traslado y son acribillados a balazos en el cementerio de Llerena sin ser inscritos en registro alguno.

Mientras otras miles de personas han logrado proseguir su camino y acaban llegando a zona republicana. Algunas participarán en la defensa de Madrid, en noviembre de ese mismo año, integrando unidades militares de extremeños como Los Castúos.

Otros regresan a la región, a la denominada Bolsa de La Serena, o se integran en el ejército republicano.
Además, quienes habían optado por el oeste, tras permanecer un tiempo en campos de refugiados cerca de Barrancos, son trasladados a Lisboa y embarcan en el buque Nyassa rumbo a Tarragona


El avance de las tropas franquistas por la provincia de Badajoz

Nada más celebrarse las elecciones de febrero de 1936, con el triunfo de la coalición de izquierdas del Frente Popular, comenzó la conspiración de las fuerzas reaccionarias, bajo la dirección técnica del general Mola, para derribar la República. En la tarde del 17 de julio de 1936 se inició la sublevación en Melilla. Legionarios y regulares controlaron con facilidad las posesiones españolas del Magreb. El general Franco se trasladó desde Canarias a Marruecos el día 18 de julio para encabezar la insurrección en el sur mientras el general Queipo de Llano sublevaba Sevilla. El golpe triunfó también en algunas capitales españolas, pero la mayoría del territorio nacional se mantuvo fiel a la República. El fracaso del golpe de Estado trajo consigo la Guerra Civil.

La Columna de la Muerte

Con ayuda de la aviación alemana e italiana, varios miles de soldados profesionales que integraban el Ejército de África, el mejor preparado de la milicia española, fueron trasladados a la Península. Gracias a estos legionarios y regulares, muchos de ellos magrebíes, Queipo de Llano dominó Andalucía Occidental y Franco formó una columna, una parte de la cual salió de Sevilla hacia Extremadura el 2 de agosto, al mando del teniente coronel Asensio Cabanillas, y otra al día siguiente, mandada por el comandante Castejón. La Columna Madrid, conocida después como «Columna de la Muerte», a la que unos días después se incorporaron las tropas de Tella y que acabó bajo la dirección del teniente coronel Juan Yagüe Blanco, irá ocupando los pueblos sin más oposición que la batalla de Los Santos de Maimona el 5 de agosto y la efímera resistencia de la capital de la provincia.

La columna fue tomando todas las localidades importantes de la carretera general, como Monesterio (4 de agosto), Fuente de Cantos (5), Zafra, Villafranca de los Barros y Almendralejo (7), Mérida (11), Montijo (13) y Badajoz (14), desviándose solo en alguna ocasión, como cuando fue ocupada Llerena el 5 de agosto.
Juan Yagüe

Fueron centenares los huidos de cada pueblo ocupado, que deambulaban por el campo o buscaban el amparo de localidades cercanas aún no conquistadas por los sublevados. En ocasiones, acosados, iban trasladándose de un pueblo a otro, a medida que el Ejército avanzaba. Hubo concentraciones de huidos en zonas como la Sierra de Monsalud, cerca de Almendral y Torre de Miguel Sesmero

Las columnas de Castejón, Asensio y Tella ascienden por la Vía de la Plata sembrando el terror. Las órdenes eran claras: subvertir la democracia republicana y neutralizar a los responsables de sindicatos, partidos y organizaciones de izquierda. El procedimiento era siempre el mismo tras la ocupación militar de cada pueblo: con ayuda de los falangistas y otros partidarios locales de los sublevados, se destituía a las autoridades republicanas, se nombraba una gestora integrada por personas de extrema derecha, se detenía a los dirigentes de izquierdas y, sin formación de causa judicial alguna, se los fusilaba. El terror era parte de la estrategia militar de ocupación.

Concentración de huidos y organización de las columnas en el suroeste extremeño

Tras la toma de Badajoz, el número de los huidos se incrementó muy notablemente. Durante algunos días se concentraron en Olivenza, pero la ocupación de ésta y de La Albuera el 17 de agosto, de Almendral y Torre de Miguel Sesmero el 19 y de Feria y Fuente del Maestre el 20, provocaron nuevas huidas hacia el sur. Durante la primera quincena de agosto los golpistas se habían hecho, además, con el control de Almendral, Torre de Miguel Sesmero, Feria, Santa Marta de los Barros, Villalba de los Barros, Solana de los Barros, Valverde de Leganés, Cheles, Corte de Peleas, Alconchel, Barcarrota, Higuera de Vargas, Villanueva del Fresno, Salvaleón y Salvatierra de los Barros. Estas conquistas dificultaban más aún los movimientos de los huidos, que tuvieron que buscar como refugio las localidades más meridionales de Burguillos del Cerro, Fregenal de la Sierra y Jerez de los Caballeros


La ocupación de la serranía onubense

Durante la segunda quincena de agosto y primera de septiembre fueron ocupados la mayoría de los pueblos de la serranía de Huelva. Berrocal cayó el 14 de septiembre; al día siguiente, Cañaveral de León; el 19, Hinojales y Cumbres Mayores... La ocupación de estos pueblos tuvo dos consecuencias: se incrementó el número de huidos y se cerró por el sur la bolsa suroeste extremeña

A partir del 14 de septiembre cayeron definitivamente las localidades restantes del sur de Badajoz: Burguillos del Cerro, Valverde de Burguillos, Segura de León, Fuentes de León, Valencia del Ventoso, Bodonal de la Sierra, Fregenal de la Sierra, Higuera la Real, Jerez de los Caballeros, Oliva de la Frontera, Valencia del Mombuey, Zahínos y Cabeza la Vaca.

La ocupación de estos núcleos cerraba la bolsa en la zona occidental de la provincia

Alrededor del 14 de septiembre hubo una reunión en Valencia del Ventoso de algunos dirigentes de izquierdas, como José Sosa Hormigo, diputado socialista natural de Barcarrota y los también socialistas José González Barrero y José Lorenzana, alcaldes de Zafra y Fuente de Cantos, respectivamente. A punto de ser tomada la población, que lo sería el 16 de septiembre, organizaron la huida definitiva de la bolsa donde estaban atrapados. Utilizando los caminos y veredas, cruzarían la Vía de la Plata e intentarían llegar al sureste de la provincia, aún territorio republicano

HUIDOS

Las numerosísimas personas acorraladas en los últimos pueblos republicanos del suroeste de la provincia de Badajoz solo tenían dos opciones de huida y ambas con riesgo: o iban hacia el este, para intentar llegar al territorio republicano de la zona de Azuaga y de La Serena, arriesgándose a pasar por lugares ya tomados por los sublevados y ser capturados, o iban hacia el oeste y atravesaban la frontera portuguesa, arriesgándose también a ser capturados y devueltos a España.

La primera opción fue la primera y la mayoritaria, elegida por siete u ocho mil vecinos a partir del 13 y 14 de septiembre, a medida que eran tomados pueblos como Burguillos del Cerro, Valverde de Burguillos, Fuentes de León y Segura de León. Formaron lo que conocemos como la columna de los ocho mil.

La segunda opción, la de Portugal, más tardía y minoritaria, la eligieron a partir del 20 de septiembre unas mil personas, vecinas de los pueblos pegados a la frontera, como Jerez, Oliva y Villanueva del Fresno, que acabaron siendo conocidos como los refugiados de Barrancos



Hacia el oeste: Portugal

La solidaridad de un carabinero y de un pueblo portugués

El responsable de la acogida de los españoles fue un teniente de carabineros portugués, Augusto de Seixas (1891-1958), que desde el mes de agosto había venido controlando el paso a Portugal de muchos refugiados derechistas,organizando la solidaridad en Barrancos, y que ya en septiembre preparó la estancia de los centenares de huidos izquierdistas e incluso ocultó a sus superiores la existencia de otras doscientas personas para protegerlas. Ayudado por sus hijos evitó cacerías de refugiados por incursiones de fascistas desde España, devoluciones y represalias. Su bondad le costó la apertura de un expediente disciplinario, la prisión durante dos meses en Elvas y el retiro forzoso 

Augusto de Seixas (1891-1958)

Junto al Castillo de Noudar

Nada más cruzar la frontera, en ese cuerno que penetra en el mapa de España desde Portugal está el Castillo De Noudar. Y en sus proximidades,cerca del municipio de Barrancos, en las heredades de Coitadinha y Russianas, se concentraban el 21 de septiembre 340hombres de Jerez de los Caballeros, 294de Oliva de la Frontera y 68 de Villanueva del Fresno, además de 54 mujeres y niños y 32 carabineros españoles. Las autoridades portuguesas, desbordadas,permitieron en un primer momento el paso, pero acabaron cerrando la frontera e impidiendo a disparos la entrada demás refugiado

Castillo de Noudar

El buque Nyassa y regreso por mar a la España republicana

Para resolver el enorme problema de abastecimiento que estaba provocando la presencia de los españoles en la cercanía de Barrancos, Portugal decidió trasladarlos a Lisboa y sacarlos del país. Más de mil personas fueron llevadas a Moura, donde hicieron noche en la plaza de toros, y de ahí al puerto de Lisboa para embarcar en el buque Nyassa. El día 10 de octubre de 1936, tras una travesía que rodeó la península Ibérica por el estrecho de Gibraltar, llegaron a la Tarragona republicana 1435 personas salvadas del horror en que se había convertido Extremadura

buque Nyassa


Hacia el este: la España republicana

Inicio de la marcha hacia Azuaga

La partida hacia el este se produjo desde varios sitios. Por esa razón, aunque hablemos de «la columna de los ocho mil», realmente fueron varias columnas que totalizaron esa cifra de huidos. Desde Fregenal de la Sierra partió el grueso. Unas seis mil personas se agolparon en el pueblo, y la situación llegó a ser caótica. De Bodonal de la Sierra salió otro núcleo importante compuesto por gente de la cuenca minera onubense. En Valencia del Ventoso se formó el tercer núcleo de la marcha.

Seguramente, cada una de estas columnas salió en fechas distintas. Valencia del Ventoso fue ocupada el miércoles 16 de septiembre, mientras que Fregenal y Bodonal no cayeron hasta el 18 y 19. 

De Valencia del Ventoso quizá salieran el día 15 de septiembre. Al principio la columna se dirigió a Llerena, pero al enterarse los dirigentes que ya había sido ocupada, cambiaron la trayectoria hacia Fuente del Arco y Azuaga. Hombres mujeres, niños, ancianos y muchos animales marchaban con los enseres más preciados y esenciales. La columna estaba encabezada por miembros que conocían el terreno. Entre ellos, Peñas, un minero de Río Tinto, y Juan Francisco Gómez Rodríguez, antiguo secretario del Ayuntamiento de Almendralejo. El alcalde de Zafra, José González Barrero, se quedó un día más en Valencia del Ventoso para dejar organizado el pueblo tras la salida

No era una columna militar. Se sabía que contaban con poco armamento. Unos cuantos fusiles, escopetas de caza y bombas de fabricación casera era todo lo que llevaban. Desde la capitanía de la Segunda División sabían  cuánto armamento llevaban. Las armas que tenían eran las que faltaban en los distintos cuarteles de la Guardia Civil. El avance de la columna era conocido en todo momento por los sublevados gracias a los aviones que sobrevolaban la zona. La columna no suponía una amenaza para los militares sublevados, aunque el número de personas que la integraban dificultaban su control

ATACADOS

En el cerro de La Alcornocosa de Fuente del Arco

La marcha de la columna

Aunque la primera intención había sido llegar a Llerena, la columna de huidos supo que esa localidad ya estaba tomada por los sublevados y decidió dirigirse a Azuaga, con la intención de atravesar la vía del tren a la altura de Fuente del Arco. La marcha de la columna era controlada desde su arranque por el Ejército sublevado. Era imposible ocultar a miles de personas caminando por el campo durante dos días. Un avión de reconocimiento hizo varias pasadas durante el trayecto y, además de los avistadores a pie, no hay que descartar que algún espía estuviera mezclado entre los huido


Los atacantes

Los sublevados decidieron atacar a la columna antes de que atravesara la vía férrea. La operación se encomendó al Regimiento Granada, destinado en Llerena al mando del teniente coronel Alfonso Gómez Cobián, reforzado con guardias civiles y falangistas, Los hombres armados movilizados para la operación fueron unos quinientos. Aunque los huidos eran miles, no eran militares, eran civiles, y estaban indefensos, con apenas un centenar de fusiles y escopetas en la vanguardia

La encerrona

Al atardecer del 17 de septiembre de 1936 la columna fue atacada desde lo alto del paraje de la Alcornocosa, cerca de Reina y Fuente del Arco. Habían dejado la Senda y se internaban en la cañada real del Pencón, pasada la sierra de la Jayona. El lugar elegido para acometerlos fue el cerro de La Alcornocosa, a apenas dos kilómetros y medio de la vía férrea de Fuente del Arco a Llerena, tras la cual comenzaba el terreno aún fiel a la República en las inmediaciones de Valverde de Llerena. Los militares habían apostado en los cerros cercanos varias ametralladoras. A una señal, comenzaron a disparar.
Una lluvia de fuego diezmó la comitiva

El jefe de la operación

El teniente coronel Alfonso Gómez Cobián (Sevilla, 1891-1970) había pasado por diversos empleos como militar profesional en África antes de ser destinado al Regimiento Granada. En agosto de 1932, ya comandante de Infantería, se sublevó por primera vez contra la II República. El jefe de la conspiración de Sevilla, general Sanjurjo, le encargó el mando de las fuerzas de Asalto. Fue detenido, procesado y absuelto después de pasar dos años en prisiones militares. El 30 de abril de 1936 fue destinado a la Caja de Reclutas nº 12 y tras el golpe de Estado los sublevados le encargaron el mando del cuarto batallón del Regimiento Granada como teniente coronel

Los cadáveres

Según las cifras oficiales anunciadas en prensa, los muertos en el ataque fueron unos ochenta, pero no hay que descartar que fueran muchos más. Como vestigios de la tragedia quedaron numerosos cadáveres esparcidos por el campo que, durante los días siguientes, fueron devorados por los animales. Los propietarios de tierras cercanas apilaron algunos restos y les dieron fuego o echaron los cuerpos en pozos mineros. Se conservan algunos enterramientos, como uno a los pies de una encina en la que se grabaron dos cruces en su tronco.

La desbandada

La gente huyó en desbandada, La columna se disgregó. Algunos —en solitario o en pequeños grupos— consiguieron pasar, aunque dos kilómetros más adelante, en la vía del tren, también había apostados soldados, que les disparaban. Otros dieron marcha atrás, volvieron a sus pueblos o fueron capturados o abatidos por partidas de guardias civiles y falangistas. Y muchos se ocultaron en las sierras vecinas, donde hubo algunos incendios provocados por la refriega.



APRESADOS

Dos mil prisioneros en Llerena

El apresor

El capitán Gabriel Tassara Buiza (Sevilla, 1901-1992). era uno de los principales ayudantes de Gómez Cobián en Llerena. Era un militar “africanista” que se había posicionado contra la República en el golpe militar.

El 18 de septiembre de 1936 ideó una celada a la “columna de los ocho mil”, por la que consiguió una medalla militar individual. En 1939, conseguiría otra medalla por una acción en Córdoba. Terminó la guerra como comandante y luego fue ascendido a coronel y a general

 Gabriel Tassara Buiza

El engaño

El apresamiento posiblemente ocurriera al día siguiente del ataque. El hambre, el calor y la sed, junto al miedo a volver ser atacados, convirtieron a la columna en una masa de personas sensibles a ser engañadas. Los militares querían neutralizar al mayor número de personas, capturarlas y conducirlas a Fuente del Arco. El 18 de septiembre de 1936 se presentó al paso de la columna vestido como un miliciano y con una bandera de la República.

El capitán convenció a parte de la columna con guiarla en su huida y dotarla de mejores armas en Fuente del Arco, que decía que no había sido ocupada todavía.

La captura

Aunque no todos se fiaban, más de dos mil integrantes de la columna siguieron hasta Fuente del Arco al capitán Tassara. De camino, en el cortijo “La Castora”, desarmó a todos ellos, convenciéndoles de que les iba a facilitar mejores armas. Tassara los condujo hasta Fuente del Arco, donde fueron recibidos con banderas tricolores republicanas. Tras los primeros momentos, las banderas fueron sustituidas por rojigualdas y los gritos de los sublevados llenaron la plaza. La estratagema surtió efecto, y consiguió capturar a unas dos mil personas. Aunque ese mismo día, algunos fueron fusilados en Fuente del Arco, la mayoría fue trasladada en tren a Llerena, al mismo paso que los numerosos animales que iban atados al convoy

El encarcelamiento

En Llerena, La Maltería, la Plaza de Toros y varias casas particulares sirvieron para alojar de manera temporal a todos los prisioneros. El propio Queipo de Llano informó esa noche por radio: Según las últimas noticias se han recogido más de 50 caballos y una gran cantidad de armas y municiones que no pueden detallarse todavía porque se está procediendo a clasificarlas. A los prisioneros se les está alojando en los corrales de las casas y se procede a darles de comer, pues se hayan extenuados y en situación lastimosa. Entre ellos hay diversos heridos, como consecuencia de la confusión que se promovió en sus filas. Hay varias mujeres, algunos maestros de escuela y otros hombres de carrera.

La identificación y el traslado

Los centenares de prisioneros que llegaron a Llerena fueron identificados y clasificados por pueblos. Se solicitó información a cada una de las localidades de origen y de estas llegaron emisarios y autoridades para recogerlos. La mayoría no estuvo encerrada más de dos días en Llerena. O bien eran recogidos por los enviados desde su pueblo o, con la información suministrada, se les fusilaba en el cementerio de Llerena

ASESINADOS

Trasladados a sus poblaciones de origen, muchos de los cautivos son fusilados

Todas las personas que formaron la columna de los ocho mil fueron víctimas, bien porque o acabaron muertas o heridas o bien porque sufrieron las penalidades de la huida o el destierro. Ahora bien, entre las varios centenares, quizá hasta miles, que murieron hubo cinco tipos, según el momento y las circunstancias en que perdieron la vida: quienes abandonaron la columna y regresaron a sus pueblos con la esperanza de que no les pasara nada, quienes fueron acribillados en medio del campo, quienes fueron fusilados en Llerena, quienes fueron trasladados a sus pueblos y allí fusilados y, finalmente, quienes acabaron en el barco-prisión Cabo Carvoeiro de Sevilla

Los que abandonaron

Este grupo lo forman quienes abandonaron la columna y regresaron a sus pueblos antes del 17 de septiembre, cuando aún la columna no había sido atacada, o tras serlo el mismo 17, y fueron fusilados al llegar a sus localidades.

Quizá el caso más famoso de estos fue el de José Modesto Lorenzana Macarro, alcalde de Fuente de Cantos. Dejó su pueblo el 5 de agosto de 1936 y se mantuvo hasta mediados de septiembre en la bolsa del suroeste de la provincia. En la reunión de Valencia del Ventoso de principios de septiembre fue uno de los dirigentes que organizó la columna y se integró en ella. Pero, al enterarse de que su mujer y sus hijos habían sido capturados en su pueblo, decidió regresar y, al entregarse, fue atado a la cola de un caballo, salvajemente torturado y fusilado en una silla en la plaza de Fuente de Canto

Los que fueron acribillados

Quienes murieron bajo el fuego de las ametralladoras o en medio del desbarajuste del ataque del 17 de septiembre al pie del Cerro de la Alcornocosa. Estos son de los únicos que hay una cifra más o menos oficiosa: 80 dicen las fuentes, aunque posiblemente fueran más. Uno de esos casos, aunque al parecer asesinado por sus propios compañeros, fue el de Juan Antonio Flores Gordillo, de Burguillos del Cerro, que según testimonio de su hija fue muerto por los milicianos al negarse a seguir avanzando, por querer buscar a sus hijos, a quienes había perdido en el ataque

Los capturados y fusilados en Llerena

Quienes, una vez capturados tras el engaño del capitán Tassara el 18 de septiembre, fueron fusilados en Fuente del Arco o en Llerena antes de ser devueltos a sus pueblos.

Ya en Fuente del Arco hay testimonios de fusilamientos ejemplificadores, con exposición pública, en la misma plaza.

Después, en Llerena, durante varios días y semanas salieron los camiones todas las noches desde La Maltería o la Plaza de Toros hasta el cementerio, donde eran ametrallados los prisioneros tras ser obligados a cavar sus propias tumbas.

Nunca fueron inscritos en el Registro Civil


Los capturados y trasladados al barco-prisión Cabo Carvoeiro de Sevilla

La oligarquía sevillana puso a disposición de la sublevación un vapor de 80 metros de eslora y 12 de manga llamado Cabo Carvoeiro, fondeado en el muelle de Sevilla y cuyas bodegas albergaron a centenares de detenidos de izquierdas. Era conocido como “el barco de la muerte”. Allí fueron trasladados muchos de los apresados en Llerena. Según el historiador Francisco Espinosa, los destinados al barco fueron especialmente los andaluces y los dirigentes y personalidades relevantes de la izquierda local detenidos. Uno de ellos, aunque no es seguro que perteneciera a la columna, fue el antiguo alcalde de Maguilla, Aurelio Urbano Vera Dávila.

Cabo Carvoeiro

Los capturados y fusilados en sus pueblos

Quienes, a partir del 18 de septiembre y de los días posteriores, tras ser trasladados a sus localidades de origen, fueron asesinados por sus paisanos. A muchos se les llevó en camiones a sus pueblos de origen. Los que cayeron en la trampa de Gabriel Tasara fueron repatriados a sus lugares de origen en camiones. Muchos de ellos tuvieron la mala suerte de ser fusilados en sus propios pueblos. No se conoce el número exacto de víctimas

SUPERVIVIENTES

En Valverde de Llerena

De las miles de personas que habían logrado pasar tras el ataque de La Alcornocosa y la trampa de Tassara, la mayoría ni paró en Valverde de Llerena por miedo a que estuviera en manos fascistas. Solo unos centenares se atrevieron a entrar y descansaron durante unos días en la iglesia. Según algunos testimonios se mataron veinte ovejas para darles de comer. A los tres días, el alcalde de Valverde, Miguel Doñoro, encomendó a un joven, Juan Durán Cerrato, que los llevara por caminos seguros a Azuaga. Debemos suponer que, si llegaron a Valverde el mismo 18 de septiembre, no se fueron a Azuaga hasta el 20 de septiembre, tras descansar un día completo. Tres  días después, el 23 de septiembre, Valverde de Llerena era ocupada por los militares

En Azuaga

Por Azuaga pasaba la vía férrea Fuente del Arco-Peñarroya. Las miles de personas que se concentraron en Azuaga, unas provenientes de Valverde de Llerena y otras directamente de Fuente del Arco, acabaron en trenes fletados especialmente para trasladarlas hacia el centro de la Península, vía Almorchón. A partir del 21 de septiembre saldrían los trenes hasta Peñarroya y de ahí subirían por la línea Córdoba-Almorchón hasta esta última estación, desde donde saldrían hacia el centro. El 24 de septiembre de 1936 Azuaga fue ocupada por los sublevado

En Valdepeñas

A medida que avanzaba la evacuación, la gente iría quedándose en estaciones intermedias, según posibilidades y preferencias, pero sabemos que una buena parte de los huidos llegaron a Valdepeñas, posiblemente a través de Puertollano y Ciudad Real. En muchas localidades de esa provincia hubo numerosos problemas provocados por el hacinamiento de miles de refugiados.
Se conservan fragmentos de dos fotografías propiedad de uno de los huidos de Valencia del Ventoso, Julián Indiano. En ellas se ve a más de un centenar de personas (adultos, ancianos y niños), con los puños en alto delante de un arboleda, alrededor de unos calderos con comida. Algunos llevan armas en la mano y otros enarbolan periódicos, como si su hazaña hubiera sido publicada en alguna prensa

En Madrid

Madrid estaban llegando desde hace más de un mes un goteo de refugiados extremeños que a principios de septiembre habían formado un llamado Batallón de los Castúos Esta unidad militar se engrosó considerablemente con voluntarios salidos de los centenares de personas salidas de las columnas que a mediados de septiembre habían huido de Extremadura. Muchos de ellos participaron en la defensa de Madrid de noviembre de 1936. 



Seguid caminando, corred, seguid adelante, sin mirar atrás, 
huid de la matanza y la muerte que siembran aquellos traidores
que riegan de sangre nuestras tierras, campos y llanuras
dejando tras de si un cementerio eterno de llantos silenciosos

¡Huid, escapad si podéis! Seguid caminando huyendo de tan cruel destino
mientras los cuervos festejan tan reciente banquete de cuerpos en la tierra
regados y esparcidos por doquier mientras los lamentos se enmudecen
y los ojos se quedan secos después de tanto llanto

Ocho mil almas escapamos de tan cruel destino, sin saber que pasará
en busca de esperanza y salvación,huyendo de la muerte y los horrores
que dejan a su paso militares traidores en Extremadura
mientras el pueblo sufre en sus carnes la huella de militares facciosos

¡Huid, escapad! !No miréis atrás! ¡No os desvieis del camino!
ocho mil almas huyendo de los horrores de la guerra
que les persigue en su caballo mientras la tierra agoniza y perece
la vida a su paso, mientras enmudecen las voces y los cantos

martes, 16 de septiembre de 2025

LUCHA DE CLASES

Dicen que la lucha de clases es algo desfasado
algo olvidado, algo del pasado, algo lejano
algo antiguo, algo arcaico, ecos de otra época

y veo en televisión a ricos burgueses ostentado su nivel de vida
veo sus mansiones
veo sus negocios
veo su prepotencia
veo sus aires de grandeza
veo cómo miran por encima del hombro

y veo por la ventana como la lluvia y el frío aparecen
y recuerdo a trabajadores camino a la fábrica y la oficina
veo las largas caminatas 
veo la humedad y el frío calando sus cuerpos
veo una bolsa de la compra cada vez más vacía
veo más horas extras en una nómina que agoniza

y entonces me hierve la sangre
mientras observo todo esto
mientras el odio y la rabia van creciendo


lunes, 8 de septiembre de 2025

JUNTOS

Respiro en el borde de tus párpados
Y entre tus dedos corres por mis días brillantes
Lejos de ti mi voz es tu fuente
Y en mi sueño tu sangre fluye a través de mí
Gran sombra blanca en mi rostro
Que nadie puede ver y que abre mi vista
Mi presencia es mi alegría solo en tu luz
Recuesta la cabeza en tu hombro:
Te acaricio con un gesto lento,
como si mi mano recorriera
un largo pergamino invisible.
No solo sobre tu cabeza: en todos los frentes
Qué dolor de tormento y fatiga
en estas ciegas caricias mías,
como hojas amarillas de otoño
en un charco que refleja el cielo.

domingo, 7 de septiembre de 2025

EL EJÉRCITO ETERNO

Los enemigos en vida siguen incluso después de haber cruzado el umbral de la muerte. Los apenas trescientos hombres que se agazapan en la cumbre, empapados hasta los huesos y contraídos por la tensión, tiemblan ante el sonido de los más de veinte mil hombres que les vienen encima. Algunos murmuran los que pueden ser sus últimos rezos para así preparar su espíritu antes de dar cuentas ante Dios. Otros, al borde del colapso psicológico, se acuerdan de los cálidos abrazos de sus mujeres y las palabras de despedida ofrecidas a sus hijos.

La leyendas cuentan que hace siglos hubo un feroz batalla en una tierra lejana. Ejércitos se enfrentaron durante varios días con sus noches, en una contienda sin fin. Los días se convirtieron en en semanas, las semanas en meses y la moción del tiempo se perdió en la vorágines de espadas y sangre derramada. La batalla había sido feroz. Los combatientes apenas podían mantenerse en pie. Los hombres estaban heridos y contusionados en brazos y piernas, sus uniformes hechos jirones y sus monturas encabritadas y deseosas de huir de aquel purgatorio, sin embargo, si algo  hace percatarse de que aquello es una tragedia, es el rostro confuso y aterrorizado de esos hombres. La derrota había llegado por fin.

El ejército mantuvo durante largos días su honor y notoriedad con constantes hazañas heroicas. El gran deber que se habían encomendado y que constituía el propósito principal de su institución, a saber, la defensa de los santos lugares contra los paganos, al menos pudieron desempeñarlo con un valor y una devoción ejemplares. Durante la dilatada e inestable contienda entre los dos imperios, vertían su generosa sangre, bien en la brecha, bien en el campo de batalla. Sencillamente vestidos y cubiertos de polvo,  presentan un semblante quemado por los rayos del sol, y sus miradas son arrogantes y severas: al aproximarse el momento de la lucha, envuelven de fe su ánima y de hierro su cuerpo; sus armas son sus únicas galas, y las emplean con valentía en los mayores peligros, sin temer el número ni la fuerza de los infieles: tienen puesta toda su fe en el Dios de los ejércitos, y al batallar por su causa buscan una victoria segura, o una santa y digna muerte. ¡Oh, bienaventurada forma de vivir, gracias a la cual se espera sin miedo la muerte, anhelándola con alegría y aceptándola con la certeza de la salvación eterna!

La batalla duró días, semanas, el tiempo se dilató y expandió hasta límites desconocidos mientras ambos ejércitos seguían luchando. las leyendas dicen que el polvo y la tierra se mezcló con la sangre derramada de los combatientes, uniéndose a su cuerpo. Lentamente, la rigidez fue apoderándose de los soldados de ambos bandos hasta convertirse en inmóviles estatuas dispuestas a la batalla. Pasado el tiempo, solo quedaban una escena de lucha de dos ejércitos inmóviles en un campo regado por sangre entremezclada con el barro. El tiempo pasó,  las civilizaciones e imperios se derrumbaron y la historia se convirtió en leyenda. Nadie recuerda ya por qué combatían ni los nombre de los reyes a los que servían y los viandantes y visitantes solo se encontraron unas estatuas de soldados en posición de batalla, dispuesto a morir por sus señores y enarbolar sus estandartes ahora cubiertos por el lodo y el polvo del tiempo, ecos de una pasado violento y una época conflictiva.