La revolución científica
Se habla de revolución en el sentido de que los cambios del s. XVI y XVII (iniciados ya en el Renacimiento) significaron una forma radicalmente diferente de analizar la realidad material e interpretar el mundo, poniendo las bases para unos conocimientos que eran realmente ciencia, pues eran susceptibles de ser demostrados. Se trataba de cambios irreversibles, que han ido constituyendo la base de la ciencia y los conocimientos técnicos hasta la aparición de los nuevos planteamientos de Einstein en el s. XX.
El cuestionamiento de la ciencia heredada de la Antigüedad se inició ya en el Renacimiento, e incluso antes, si bien no se trató sino de posturas aisladas, de escasa resonancia, frente a la aceptación general de las explicaciones clásicas en los terrenos de la física, la astronomía, las matemáticas o la medicina, que fueron los 4 en los que habría de iniciarse la nueva ciencia del siglo XVII.
Los conocimientos heredados en astronomía, física y medicina
La base del conocimiento físico era Aristóteles, y la de la dinámica de los astros, Ptolomeo; complementarias entre sí y complementadas ambas por la teoría de los 4 elementos de Empédocles.
En la Edad Media se sacralizaron las teorías aristotélicas, al hallar correspondencias en la Biblia. La Tierra era el centro del universo y en torno a ella giraban el sol y los planetas. Había dos mundos: el lunar, constituido por los planetas, que se movían en ondas circulares y compuestos de un elemento incorruptible (quinto elemento, quintaesencia o éter), y el sublunar, la Tierra, cuya característica permanente era el cambio y donde la materia se componía de los 4 elementos, que servían para explicar la física y la química.
El movimiento del mundo sublunar era rectilíneo y se explicaba por la tendencia natural de cada elemento, según la teoría aristotélica de la causa final. Por ello la tierra, el más pesado, tendía a buscar el estado de reposo hacia el centro del universo, por encima el agua, mientras que la tendencia del aire y el fuego era alcanzar estado de reposo sobre los anteriores, todo ello en busca de un equilibrio en 4 esferas concéntricas. La realidad era una intensa mezcla de los 4 que servía para explicar todo. Esa tendencia natural hacia el reposo hacía que el movimiento sólo se pudiera explicar por una causa que lo provocase; cesada esta, cesaba el movimiento. La aceleración se explicaba porque a medida que se acercaba a su sitio natural el objeto sentía la cercanía de este. Era una explicación sencilla,
incompatible con el avance científico, por lo que se buscarán explicaciones alternativas para las incongruencias.
La química nunca formó parte de las disciplinas clásicas, ya que entraba en el campo de la alquimia, muy desarrollada en el mundo árabe y en la Edad Media, y muy mezclada con la astrología.
En medicina apenas se había avanzado desde Galeno e Hipócrates y se continuaba aplicando la teoría de los humores, cuyo desequilibrio causaba la enfermedad. Así, el diagnóstico se basaba en la inspección de orina, sangre, esputos y excrementos, y los remedios buscaban restablecer el equilibrio de los humores con sangrías, dietas, purgas o el uso de drogas y preparados, indicando la astrología los mejores días y horas para los tratamientos. La cirugía era elemental y estaba separada de la medicina; la practicaba gente que, como los barberos, la había aprendido por la práctica, sin pasar por las universidades.
En la interpretación del mundo y la naturaleza existían 3 importantes tradiciones intelectuales:
- EL ORGANICISMO: explicaba el universo por analogía con el mundo de los seres vivos.
- EL MAGICISMO: vinculado a las tradiciones pitagórica, neoplatónica, cabalística o hermética, entendía la naturaleza como una obra de arte cuyas claves misteriosas había que desentrañar a través de las matemáticas, vinculadas a los números claves y al esoterismo.
- EL MECANICISMO: consideraba que el universo funciona como un reloj cuya exactitud se regía por leyes matemáticas.
Esta última sería la predominante entre los protagonistas de la revolución científica, pasando a la Ilustración y al mundo contemporáneo.
Protagonistas y centros de la renovación científica
La Revolución científica propició y fue estimulada por la creación de sociedades dedicadas a la ciencia y su divulgación, principalmente en las Provincias Unidas, Inglaterra, Francia e Italia, territorios en su mayoría libres del freno al pensamiento que suponía normalmente la Iglesia católica de la Contrarreforma. El crecimiento económico y la modernización de la estructura social, con el desarrollo de sectores burgueses y clases medias, fueron el mejor caldo de cultivo. Las universidades, ligadas al pensamiento escolástico, fueron también un freno más que un foco de divulgación científica, por lo que muchos de los protagonistas de la renovación científica desarrollaron su actividad fuera de ellas Algunas de las excepciones fueron Galileo, profesor en Pisa y Padua, o Newton, profesor del Trinity College de Cambridge desde 1669 a 1696. Las gentes dedicadas a la ciencia actuaron con menos individualismo que en el Renacimiento: se incrementaron los viajes y contactos entre los científicos, tanto epistolares como por medio de tertulias, entre las que destacó la que reunía el franciscano Marin Mersenne, quien, en su celda de París, realizó entre 1620 y 1648 una extraordinaria labor de relación entre los científicos y difusión de sus doctrinas. El francés o el inglés fueron sustituyendo poco a poco al latín en las publicaciones y en la correspondencia entre las gentes dedicadas a la ciencia.
Fueron de capital importancia los mecenas (Federico II de Dinamarca, los emperadores, el duque de Toscana…) y los viajes y contactos entre científicos, especialmente en las mencionadas academias y sociedades científicas. De especial relevancia fue la Royal Society londinense (1660-62), de carácter privado y en la que participaron la mayoría de los científicos ingleses. En Francia, Colbert creó la Académie Royale des Sciences (1666), con financiación asegurada, pero con menor libertad de actuación que la inglesa.
En la segunda mitad del s. XVII aumentó el número de traducciones de obras científicas (la divulgación era uno de los principales objetivos) y se comenzaron a aplicar las novedades a la técnica. En realidad, la revolución científica se basaba en toda una serie de instrumentos como los diversos telescopios, el barómetro, el microscopio o el termómetro, inventados y perfeccionados en el siglo XVII. Gran importancia tuvieron las mejoras del reloj en las Provincias Unidas o los avances en el trabajo del vidrio en Italia y en las Provincias Unidas.
Los inicios del empirismo. Galileo y Bacon
Ticho Brahe (1546-1601)
Danés, uno de los primeros renovadores en astronomía, mejoró los instrumentos de observación (cuadrantes, sextantes, teodolitos, etc.), con ayuda de las matemáticas. El resultado de sus observaciones son las Tabulae Rudolphinae (1627) obra póstuma completada por su discípulo Kepler, a quien permitirían perfeccionar la descripción copernicana del mundo de los astros desde una concepción geométrica.
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Ticho Brahe (1546-1601) |
Johannes Kepler (1571-1630)
Luterano alemán, desarrolló su actividad en Graz y Praga, donde sustituyó a Brahe, como matemático de Rodolfo II. Buscando la razón del universo basada en los números clave pitagóricos, publicó Astronomia Nova en 1609, el segundo gran libro de astronomía moderna tras el de Copérnico, con conclusiones acertadas a través de la matematización de gran cantidad de datos suyos y de Brahe. Pese a su creencia en la astrología, fue el iniciador de la astronomía moderna. Entre todas sus teorías y modelos destacan sus leyes sobre el movimiento de los planetas (órbitas elípticas), la culminación de la teoría heliocéntrica y la eliminación de la división aristotélica entre mundo lunar y sublunar, demostrando que la física era la misma para la tierra y los cielos. Al afirmar que los planetas eran inertes con movimientos que responden a causas físicas acabó con la creencia en un movimiento natural intrínseco a ellos y puso las bases del que sería el gran objetivo de astrónomos y físicos: la dinámica o estudio del movimiento.
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Johannes Kepler (1571-1630) |
Trató de aportar una base física al heliocentrismo, para lo que perfeccionó el telescopio astronómico, descubriendo los satélites de Júpiter y observando las fases de la Luna, Venus y Marte o las manchas solares. En 1632 publicó su obra principal, Dialogo sopra i due massimi sistema del mondo, en la que trataba los sistemas de Ptolomeo y Copérnico. Mecanicista, aportó leyes explicativas al movimiento de los cuerpos celestes y terrestres, formulando las leyes del péndulo, de caída libre de los cuerpos con un movimiento uniformemente acelerado o de trayectoria de proyectiles.
Su mayor aportación fue proponer un nuevo método científico. En Il Saggiatore (1623) enunció una naturaleza escrita en lenguaje matemático (aunque alejándose de la tradición magicista y el misterio), identificando la única vía posible para el conocimiento científico.
Su primera gran aportación metodológica de la nueva ciencia fue la defensa de que en la observación de la naturaleza había que buscar las magnitudes susceptibles de ser cuantificadas (medida, peso, forma, movimiento, etc.), desdeñando percepciones como color, sabor, tacto… Rechazaba así la idea aristotélica de la imposibilidad de tratar de explicar la naturaleza con formulaciones abstractas, defendiendo en cambio el acuerdo entre pensamiento y realidad, afirmando que el resultado cognoscitivo alcanzado por la mente tiene el mismo carácter de necesario que en la naturaleza. Defendía la autonomía de razón y ciencia, sin que la naturaleza pudiera ponerles obstáculos.
Los dos pasos para llegar al conocimiento son la experiencia sensata, (observación de un fenómeno, extrayendo los elementos cuantitativos que permitan realizar una hipótesis explicativa, correcta o no) y la demostración necesaria (comprobación de dicha hipótesis forzando la naturaleza a través del experimento, que constituye el intermedio entre naturaleza y razón). El método combina inducción y deducción y permite pasar de la observación de la realidad concreta a una explicación expresada en leyes matemáticas, cuya certeza vendrá avalada por la posibilidad de repetir el experimento indefinidamente. Puso así las bases del empirismo; para Galileo el objeto de la ciencia era la materia y no la generalización de la forma aristotélica.
Galileo tuvo problemas con la Iglesia, que en 1616 ya había condenado el heliocentrismo; pero siguió investigando y finalmente en 1633 fue condenado a confinamiento perpetuo y obligado a retractarse.
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Galileo Galilei |
Francis Bacon (1561-1626)
Más filósofo que científico, aunque contribuyó al método empírico iniciado por Galileo. Se planteó cómo saber que un conocimiento es verdadero y en Novum Organum (1620) señaló la necesidad para ello de eliminar prejuicios y actitudes preconcebidas (ídolos), para, a continuación, llevar a cabo observaciones críticas sobre las que elaborar explicaciones que permitan llegar a conclusiones generales o leyes, mediante la experimentación. Es un método inductivo, de lo particular a lo general, que introduce como prueba la experimentación. Un solo caso negativo bastaría para anular la hipótesis. Bacon preconizaba la creación de una comunidad científica organizada, creándose la Royal Society tras su muerte. Su creencia en el progreso indefinido de las ciencias, cuyo objetivo debe ser el
dominio de la naturaleza y la mejora de la vida del hombre, lo convierte en un precursor de la Ilustración.
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Francis Bacon |
Pierre Gassendi (1592-1655)
Sacerdote, filósofo, matemático y astrónomo francés, principal pensador materialista. Defensor del atomismo y el sensualismo de Demócrito y Epicuro (a los que supo incorporar los avances científicos), así como del método experimental de Galileo. Sus átomos eran partículas con masa, dotadas de inercia, que se movían en el vacío, aportando una explicación más convincente que el universo de Descartes.
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Pierre Gassendi |
Descartes y el racionalismo
Junto a la corriente de renovación científica empirista de Galileo, centrada en la materia y lo cuantitativo, surge la racionalista de Descartes que, usando también las matemáticas, no renuncia a la búsqueda del ser y su esencia a partir de la observación de la naturaleza y conserva la pretensión de construir una ciencia tanto física como metafísica. Para los empiristas la función de las matemáticas es hallar las leyes de la naturaleza a partir de las percepciones sensoriales, mientras para los racionalistas es asegurar la exactitud de los procesos lógicos de su filosofía partiendo de la razón.
Consiguió construir un sistema científico universal basado en la razón. A mediados del s. XVII el racionalismo mecanicista cartesiano se impuso como la gran aportación de la nueva ciencia.
En Discurso del método (1637), su gran obra, expresa su duda sobre la realidad del mundo exterior, que podría ser una ilusión de los sentidos → duda metódica, forma de buscar los fundamentos del pensamiento y la ciencia. El punto de partida es una intuición (“cogito, ergo sum”) que le permite llegar a una evidencia clara y distinta desde la que iniciar el conocimiento del mundo exterior, en el que los sucesivos eslabones del conocimiento han de tener siempre el mismo grado de evidencia. Así, introduce la metafísica al basarse en la mente para explicar la realidad, con las matemáticas como modelo, cuya verdad se basa en la razón (autónoma y criterio seguro de verdad) y no en la experiencia.
Aportó el método analítico, consistente en dividir un todo, descomponiéndolo en el mayor número de partes posibles, para observar causas, naturaleza y efectos y proceder a su comprensión y rearticulación. De lo general a lo particular en dos fases: el análisis y la síntesis. Propone cuatro pasos metodológicos:
- No dar como cierta cualquier cosa que no sea evidente.
- Dividir cada una de las dificultades a examinar en tantas partes como sea posible.
- Realizar las reflexiones por orden, comenzando por los objetos más sencillos de comprender para ascender gradualmente a los más complejos.
- Hacer recuentos tan completos y revisiones tan amplias como para estar seguros de no omitir nada.
Las ideas innatas, presentes en el alma, nos hacen ver tres sustancias; una infinita, Dios, y dos finitas, espíritu (cuyo atributo es la conciencia), y materia (cuyo atributo es la extensión). El universo es una máquina perfecta creada por Dios, que dictó sus leyes físicas (necesarias) y le confirió el movimiento, que se conserva eternamente.
Su mecánica desarrollará el conocimiento del mundo por medio de un método que combina intuición y deducción, dando a la experimentación un simple valor auxiliar; un sistema encadenado que lo explica todo, pero que queda lastrado por su rigidez, ya que el fallo de un eslabón puede arruinar el conjunto. El racionalismo cartesiano logra un sistema explicativo sobre el hombre y el mundo que superó la escolástica medieval, aunque la Iglesia consideró que la mecánica cartesiana se acercaba al ateísmo, y su obra fue incluida en el índice de libros prohibidos en 1663.
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Descartes |
Blaise Pascal (1632–62)
Seguidor de Descartes, consideró que el universo del racionalismo cartesiano era tan perfecto que podía prescindir de Dios y rechazaba entender a Dios y la religión por la razón, defendiendo la existencia de verdades del corazón.
El racionalismo se expandió durante la 2ª mitad del XVII, aunque se dieron desviaciones de algunos autores hacia posturas sensualistas, al considerar que las ideas innatas eran producto de las sensaciones. Las tres principales figuras racionalistas de esos años fueron Nicolas Malebranche, Baruch Spinoza y Gottfried Leibniz.
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Pascal |
Newton y la consolidación de la nueva ciencia
Frente a la expansión del racionalismo y su método inductivo, el empirismo resurge a finales del XVII, especialmente con Newton, creador de la física moderna, quien sintetizaría los avances precedentes de la física y la astronomía, tanto de las investigaciones empíricas como de las racionalistas.
Intentaba conciliar su visión del mundo físico y sus creencias religiosas. Pese al rigor de sus planteamientos científicos, no siempre fue capaz de separarlos de la religión y la metafísica, hacia la que se desliza al afirmar el carácter absoluto del tiempo, el espacio y el movimiento (los tres habrían sido creados por un ser todopoderoso), hipótesis no demostrables, lo que contradecía su método científico. Para Newton las leyes físicas no eran necesarias, como afirmaba Descartes.
Sus aportaciones son numerosas y en múltiples campos: desarrolló el cálculo infinitesimal, formuló el concepto de masa, enunció con claridad el concepto de inercia, creó instrumentos técnicos como el primer telescopio reflector y consagró el método empírico como el único que permitía llegar a la verdad científica. Pero fue en Philisophae naturalis Principia Mathematica (1686), donde realizó su principal aportación al establecer las leyes fundamentales del movimiento, formulando la ley de gravitación universal: “todos los cuerpos se atraen en razón directa de sus masas y en razón inversa del cuadrado de sus distancias”.
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Newton |
John Locke (1632–1704)
Influyó en la consolidación del método empírico. En An Essay Concerning Human Understanding (1689), base del empirismo, rechazaba la existencia de las ideas innatas de Descartes, afirmando que todo conocimiento procede de la experiencia derivada de la percepción sensorial. Propuso un sistema inductivo que pasa de ideas simples a generales y rechazó las especulaciones abstractas, tratando así de sumar la filosofía al avance de las ciencias y poniendo las bases de la filosofía pragmática de la Ilustración.
La física newtoniana acabó por imponerse, estableciendo definitivamente la visión dinámica del universo, en lugar de la estática de los antiguos. Con su aportación, el universo se hacía comprensible y previsible. El racionalismo quedó relegado a la filosofía, de la que la ciencia se va apartando. El método experimental se impone a los sistemas deductivos, el dogmatismo y el principio de autoridad, si bien Newton adopta partes esenciales del método cartesiano, estableciendo las bases del método hipotético-deductivo, que combina experimentación con procedimientos inductivos y deductivos (propios de operaciones mentales). El avance de la ciencia sobre bases seguras iniciaba una progresiva especialización en el conocimiento, ya que los avances continuos hacían cada vez más difícil abarcar más de un campo.
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Locke |
Avances en distintos campos del saber
- EVANGELISTA TORRICELLI (1608-47): discípulo de Galileo, continúa sus trabajos en la trayectoria de los proyectiles y estudió la mecánica de fluidos. Inventó el barómetro en 1643, gracias a lo cual demostró la existencia del vacío y la presión atmosférica.
- CHRISTIAN HUYGENS (1629-95): estudió el cálculo de probabilidades y estableció las bases para el desarrollo del cronómetro. Estudió el anillo de Saturno y la rotación de Marte.
- GIOVANI DOMENICO CASSINI (1625-1712): publicó diversos trabajos sobre Venus, Marte y Júpiter, calculó la distancia Tierra-Sol y descubrió varios satélites de Saturno.
- ROBERT HOOKE (1635-1703): miembro destacado de la Royal Society. Trabajó sobre la presión de los gases, el vacío o la elasticidad de los cuerpos (ley de Hooke). Planteó una primera versión de la gravitación universal, que Newton desarrollaría.
OTROS EJEMPLOS:
- Robert Boyle y Edme Mariotte estudiaron la compresión de los gases, llegando cada uno por su cuenta a la ley que lleva su nombre.
- Avances en matemáticas por parte de Napier, Fermat, Pascal, Descartes o Desargues (logaritmos, álgebra, geometría, análisis infinitesimal…).
- William Harvey completó el análisis de la circulación sanguínea.
- Ole Romer midió la velocidad de la luz.
La cultura del barroco
El concepto de Barroco
El término “Barroco” fue acuñado en el s. XVIII para definir de forma un tanto despectiva las tendencias artísticas dominantes del periodo anterior, pasando a definir más adelante en su sentido más amplio la cultura específica de una época que va de 1580 hasta bien entrado el s. XVIII, con su fase culminante entre 1600 y 1680, coincidiendo con la crisis del s. XVII. Ello no excluye que haya ejemplos que trasciendan estos límites, como Calderón en España o Fenelon en Francia, ni que los elementos expresivos barrocos se prolonguen durante buena parte del s. XVIII o incluso que evolucione en otros estilos como el Rococó, pero ya en un contexto histórico muy distinto.
Surge esencialmente en Italia y se constituye como forma de expresión dominante en Europa y parte de sus colonias. Su mayor intensidad se da en los países de la Europa monárquico-absolutista, eclesiástica, señorial y campesina, especialmente Italia y España; hay posiciones intermedias como los territorios de los Habsburgo o Francia.
Constituye la respuesta cultural desplegada por un poder que se siente amenazado desde los múltiples frentes de la crisis. No es pues, una cultura espontánea y popular, sino claramente inducida desde el poder. Los caracteres sociales del Barroco serían los de una cultura dirigida, masiva, urbana y conservadora. Se le asocian tres vinculaciones esenciales:
- LA CONTRARREFORMA CATÓLICA: Es evidente su origen y máximo esplendor en Roma, así como su desarrollo esencialmente en el ámbito católico frente a la escasa incidencia en terreno protestante. El Concilio de Trento no sólo definió el dogma católico, sino todo el conjunto de la religiosidad, imponiendo cánones artísticos como forma de comunicación ante unos fieles mayoritariamente analfabetos. Para oponerse a la doctrina protestante proliferaron las imágenes de vírgenes, santos y mártires, prohibiéndose las escenas paganas y las imágenes impúdicas. Todo ello explica la sustitución de las formas clásicas y reposadas —humanizadas— del Renacimiento por otras en agitado movimiento; el abandono de la belleza serena de inspiración neoplatónica por la necesidad de representar una religión basada en el esfuerzo del hombre por lograr la salvación; una idea agónica que se plasma artísticamente en la obsesión por el movimiento, la ruptura de las formas en la búsqueda de los contrastes.
- AUGE DEL MUNDO CORTESANO: La cultura cortesana imperante también necesitaba transmitir una serie de valores a través del espectáculo: potencia política y social, esplendor, identificación con la Iglesia (recurso a las mismas formas artísticas), necesidad de sumisión de los vasallos y grupos sociales inferiores, etc.
- UN PERÍODO DE CRISIS: el Barroco no puede entenderse sin las diversas crisis del s. XVII, como respuesta a una época atormentada. No solo la recesión y las dificultades económicas, sino también las grandes guerras o las revueltas, sublevaciones y guerras civiles.
Características de la cultura barroca
Frente a la armonía precedente, el mundo está ahora dominado por el pesimismo, la incerteza, la angustia, el desengaño, la contradicción y la tensión entre fuerzas opuestas, aunque complementarias: bien-mal,razón-instinto, materia-espíritu, realidad-apariencia, luz-sombra… Ello se refleja en la temática y forma literaria (moralizante), y en general, en la exaltación de lo excesivo, lo patético y lo irracional.
Nos encontramos ante una cultura urbana. Ahora se produce por primera vez una cultura vulgar para las masas anónimas, como lo prueban los miles de comedias de consumo o el inicio de la producción en serie de objetos de arte. En este sentido la urbe es el marco privilegiado como gran concentración de artistas y poderosos amantes de la ostentación.
Hay un Barroco brillante y triunfante, especialmente reflejado en la Iglesia romana: el de los triunfos de la fe, el de Bernini y Borromini. Sin embargo, la barroca no es exclusivamente una cultura eclesiástica o religiosa, sino que continúa y acentúa la secularización iniciada por el Renacimiento. También hay un Barroco negro y pesimista, el de Caravaggio y Ribera, bien como expresión de un poder que busca deliberadamente difundir sentimientos de violencia o infundir tanta admiración como temor entre la masa, bien como una de las escasas manifestaciones de escape o protesta individual.
La religión, la cultura y la posición social se demostraban en la vida cotidiana de unas ciudades que contaban con un centenar de días feriados; la celebración siempre incluía una ceremonia litúrgica que recordaba el maridaje entre el Trono y el Altar y en el que cada individuo ocupaba el lugar que le correspondía por su categoría. Foco en las ceremonias religiosas (Corpus Christi, autos sacramentales).
La visión crítica propia del Barroco y el desengaño del mundo provocan y explican reacciones diversas, desde el hedonismo y epicureísmo, al escepticismo de los libertinos, o el refugio religioso o místico. Tal vez la salida más interesante fuera el recurso a la moral estoica iniciado en los años del cambio de siglo y que alcanzó un gran desarrollo entre las élites europeas por su atractivo para sobrellevar tiempos difíciles. Basada en Séneca y en las obras de autores contemporáneos como Justo Lipsio, la ética estoica proponía el repliegue interior y una orgullosa reivindicación del yo frente a la maldad del mundo. Algunos aspectos, como su capacidad para adaptarse a cualquier ambiente religioso, situándose por encima de las diferencias confesionales, o la concepción del poder como una realidad siempre externa y extraña al individuo, hacen del estoicismo uno de los pilares de la modernidad.
El arte barroco
Tremendamente teatral, especialmente la arquitectura civil y religiosa, donde prima la apariencia sobre los elementos constructivos: formas en agitado movimiento, abandono de la belleza serena, obsesión por el movimiento, ruptura de formas y la búsqueda de los contrastes. Abunda la decoración fastuosa y detallista, curvas, contracurvas, columnas salomónicas, fachadas ondulantes y salientes, juegos de luces y sombras, trampantojos.
El mejor ejemplo se halla en los templos, que debían transmitir a los fieles los conocimientos esenciales del dogma y nada mejor para ello que impresionar los sentidos y emocionar con imágenes impactantes, donde transmitir la potencia y el triunfo de la Iglesia sobre la herejía. Grandes ejemplos se hallan en la basílica y la plaza de San Pedro en Roma, donde el papado inicia un urbanismo esplendoroso. También la pintura (retablos, bodegones, Caravaggio) y la escultura (Bernini) se enmarcan en estas características visuales. En el arte civil se plasma la suntuosidad de la sociedad cortesana, encabezada por los monarcas: palacios y villas con parques, jardines, grutas artificiales y fuentes, fastuosas ceremonias y celebraciones.
Las formas artísticas debían evidenciar la ideología de los grupos de poder, conscientes de la capacidad de la obra artística para impactar y "convencer" mediante imágenes. Las artes plásticas fueron un instrumento de las élites para subyugar a las masas con su impacto visual. No se puede explicar sociológicamente el arte barroco sino a partir de tres elementos esenciales: la lucha confesional entre católicos y reformados, el absolutismo monárquico y la sensibilidad de los distintos y opuestos grupos sociales que producían y recibían los mensajes artísticos. Los Estados se llenaron de construcciones oficiales que mostraban al pueblo su poder.
Modelos europeos
- En la ARQUITECTURA religiosa el modelo específico fue la iglesia jesuítica del Gesú de Vignola. Hay que destacar las obras romanas de Bernini y Borromini, que dan muestra del patronato de la Iglesia, que en España financiaba a Alonso Cano. En Francia, paradigma de la monarquía absoluta, Luis XIV impuso el estilo clasicista, plasmado en los palacios de Versalles y el Louvre, sin el rebuscamiento barroco, aunque en el interior la decoración asumía toda su potencia visual.
- En PINTURA, la Monarquía Hispánica dio figuras geniales que reflejaban la religiosidad que impregnaba la vida cotidiana; el tenebrismo de José Ribera, el realismo del mundo monástico pintado por Zurbarán, el colorismo preciosista de las vírgenes de Murillo, hasta la figura de Velázquez, quizá el mejor retratista de la época y pintor de Felipe IV. En Italia Carracci y Caravaggio pintaron fundamentalmente para la Iglesia y los cardenales, mientras que en Flandes destacó Rubens, en Inglaterra Van Dyck, en los Países Bajos Rembrandt, Vermeer y Van Dyck, y en Francia (donde la huella del Barroco fue escasa) Poussin y Claudio de Lorena.
- La ESCULTURA hispana está llena de retablos policromados e imágenes de vestir, destacando los talleres de Gregorio Fernández, Martínez Montañés, Pedro de Mena y Alonso Cano.
- La OBRA LITERARIA fue un artificio de las minorías para convencer intelectualmente a otras minorías. La obsesión didáctica en lo político y social de la obra escrita se evidencia en Quevedo, cuya obra refleja el desencanto espiritual, la violencia vital y lo grotesco de la actuación social. La poesía barroca se divide entre el Culteranismo de Luis de Góngora frente al Concepcionismo de Quevedo. La literatura profundizó en la novela picaresca con Mateo Alemán y Quevedo, culminando en el genial Miguel de Cervantes y el Quijote.
- El TEATRO se constituyó en el gran instrumento de dicha didaxis político-social. Los ejemplos máximos serían Lope de Vega, quien perfeccionó la "nueva comedia española", y Calderón de la Barca, donde la supeditación total al designio supremo, el honor personal y la sumisión al rey manifiestan una ética social basada en el honor del hacendado labriego. Los autos sacramentales eran dramas religiosos que se utilizaban para inculcar valores espirituales. Una de las grandes aportaciones del Barroco fue la ÓPERA, mezcla de música y teatro que se inicia en Italia con el Orfeo de Monteverdi.
El arte reformado producía una arquitectura simple y estática, desprovista de ornato y de imágenes, y una pintura interiorista y profesional. La simplicidad de líneas y la ausencia de iconografía de las iglesias reformadas, orientadas a la palabra, la música y el canto, era un poco propicias a las complicaciones artísticas.
La sociedad barroca
El s. XVII se presenta como un siglo crítico, lleno de problemas vitales, económicos, políticos, sociales e ideológicos.
La "Trilogía Moderna" (hambre-peste-guerra) asoló con frecuencia y violencia a la sociedad europea de esta centuria, por lo que se hacía imprescindible contar con alguna esperanza, algo que sólo podía proporcionar la religiosidad, mucho más sentida que pensada. Los distintos estamentos y grupos sociales gestaron formas diferentes para manifestar sus esperanzas, terrores y anhelos. Hay también recursos de tipo pagano (hedonismo, epicureísmo, escepticismo y, especialmente, el estoicismo, muy popular entre las élites).
La pequeña nobleza y la burguesía ligaron su existencia como grupo social a la política de las monarquías absolutistas, desarrollando nuevos saberes filosóficos y jurídicos. En el Barroco se iba a profundizar en la esencia del pensamiento, en la epistemología y en el método, desligando estos procesos de unos designios divinos.
La Iglesia católica intentaba desterrar las prácticas más desgarradas de religiosidad popular, dotando a los sacerdotes de un mayor conocimiento dogmático y disciplinario. En cada una de las cúpulas jerárquicas de las dos creencias en lucha (católicos y reformados) se enfrentaban unas concepciones laxistas, basadas en la misericordia de un paternal Dios-amor, contra las opciones que exigían la más rígida observancia fundada en un terrible Diosjusticia. Y aunque ambos credos sufrían los mismos problemas internos, no se acabaron las luchas confesionales, por lo que cada iglesia se dotó de instituciones y buscó a las personas más idóneas para rebatir los argumentos del contrario.
La nobleza y el clero tenían un interés común en cimentar su rango y su estatus, al mismo tiempo que luchaban entre ellos por conseguir y mantener la posición más elevada dentro de la pirámide social. Entre estas minorías rectoras se manifestaron dos tendencias opuestas: los que buscaban nuevas respuestas a la insatisfacción intelectual y quienes pensaban que sólo en la tradición y en la seguridad del dogma religioso radicaba la fuerza del sistema social privilegiado. La precariedad de la vida de los grupos populares también se manifestó en dos direcciones distintas. La mayoría de la población asumió con fatalismo sus inciertas condiciones de vida; por otro lado, nunca faltaron los motines y las rebeliones masivas, en general dirigidos por elementos no populares. En ocasiones reaparecieron las ideas milenaristas anarquizantes y utópicamente esperanzadoras. La religiosidad siempre estaba presente en la mentalidad colectiva y en las preocupaciones diarias; de ahí que se produjeran en la misma época las persecuciones más salvajes contra la brujería y las manifestaciones de fervor popular llenas de mortificación y gusto por lo macabro. Un Auto de Fe inquisitorial, la decapitación pública de un criminal o los excesos del carnaval eran actos sociales.
Respecto al sistema educativo, todo estaba supeditado a las ideas, los intereses y el poder relativo de cada uno de los grupos sociales; los diferentes niveles y grados de conocimiento eran una fuente de prestigio social y de acceso a una determinada cuota de poder. El pueblo se contentaba con unos rudimentos de doctrina cristiana y el conocimiento pragmático de las técnicas artesanales para los varones y las habilidades precisas para el gobierno de la casa en el caso de las niñas. La lectura, escritura y las 4 reglas aritméticas básicas implicaban cierta preeminencia dentro del grupo popular. Este nivel inferior de enseñanza estaba a cargo de los maestros de primeras letras, mientras que las destrezas profesionales las transmitían los maestros gremiales. La pequeña burguesía tenía acceso a un grado de conocimiento bastante superior, impartido por preceptores privados y las cátedras de latinidad.
Esta "enseñanza media" les suministraba toda la instrucción necesaria para sus negocios y, a veces, de la preparación imprescindible para acceder a los estudios universitarios. Se ha dicho que la Ciencia Moderna nació al margen de y en ocasiones enfrentada a la Universidad. Pero hay que distinguir entre "conocimiento", que sólo podía ser adquirido dentro del ámbito universitario, e "innovación", que se tenía que realizar fuera del entorno académico oficial.
El Clasicismo y la querella entre antiguos y modernos
El Clasicismo es el estilo francés que florece entre 1660-85, caracterizado por el culto a la Antigüedad, el imperio de las normas, las líneas rectas y los volúmenes definidos, aunque incorpora también elementos del Barroco. Fue impulsado por Luis XIV y su corte, a cuyo servicio se ponen las artes y la cultura en aras de la afirmación de la Francia de su reinado. El palacio de Versalles o la Iglesia de los Inválidos son sus principales ejemplos, pero su máximo esplendor se alcanza en la literatura, especialmente el teatro (Corneille, Racine, Molière), junto con otros autores como La Fontaine o Perrault. Defiende el ideal del hombre honesto, que opone a la moral caballeresca valores como la mesura, la razón y el autodominio.
Precisamente la Francia de Luis XIV, especialmente a partir de 1687, fue el epicentro de la llamada querella entre antiguos y modernos, alrededor de las fuentes y modelos culturales, artísticos y humanos. ¿Era superior la Antigüedad redescubierta en el Renacimiento, o el mundo actual con sus avances en todos los campos? El enfrentamiento, que dio lugar a numerosos escritos y tratados, traslucía también posturas contrapuestas en cuanto a la libertad creadora y la búsqueda de la verdad y la belleza.
- “ANTIGUOS”: Montaigne, Racine, La Fontaine, Boileau, Boccalini, Tassoni, Swift, Rousseau.
- “MODERNOS”: Perrault, Fontenelle, Lancellotti.
En esta época destacaron también algunos autores considerados como precedentes de la Ilustración por su actitud crítica y afán divulgativo: Pierre Bayle, Bernard le Bouyer de Fontenelle, Jean Leclerc, Henri Basnage de Beauval. Y fuera de Francia, Spinoza, Locke, Newton, Leibniz o Pufendorf.
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Versalles |
La religión en el Barroco
El mundo católico avanzará hacia la imposición de la Contrarreforma. Será en este siglo cuando, siguiendo los acuerdos del Concilio de Trento, se comiencen a notar los resultados de las iniciativas destinadas a difundir y consolidar la Reforma católica. La Iglesia cuenta ya con un cuerpo de doctrina definido y articulado que le permite hacer frente a las doctrinas protestantes. Su estructura jurídica e institucional está fuertemente jerarquizada, con el Papa a la cabeza, y lo suficientemente organizada como para garantizar una mejor atención pastoral.
La religión es motivo de diversos conflictos en este siglo:
- Convivencia de las religiones salidas de la reforma, especialmente difícil en Alemania → Guerra de los Treinta Años. En Francia, la solución del relativamente tolerante Edicto de Nantes irá evolucionando a una imposición católica hasta concluir con la expulsión de los Hugonotes en 1685. En España, se expulsa definitivamente a los moriscos en 1609.
- Querellas doctrinales entre rigorismo y laxismo.
- Se agudizan las tensiones Iglesia-Estado; el regalismo (deseo del príncipe de gobernar la Iglesia de su reino sin injerencias exteriores) había sido ya motivo de la separación de la Iglesia de Inglaterra respecto de Roma y ahora volverá a manifestarse sobre todo en Francia, donde se conocerá como galicanismo.
- Disputas teológicas en torno al problema de la Gracia.
La aplicación de las reformas religiosas
Los países pioneros en la imposición de la Reforma habían sido España y buena parte de Italia en la segunda mitad del s. XVI. En Francia, Alemania, Países Bajos, Bohemia y Polonia no se realizó hasta el s. XVII, con Francia ahora a la cabeza.
En el s. XVII continúa la rigidez combativa de la Contrarreforma, que va debilitándose hacia final de siglo, con el inicio, lento y localizado, de la descristianización. Se da una evidente renovación en la Iglesia católica, pero al mismo tiempo se establecen nuevos límites a su influencia. En el protestantismo se inicia un proceso de división interna, sobre todo en el mundo luterano y en Inglaterra.
Una de las finalidades básicas del Concilio de Trento era la recristianización mediante la fijación del Corpus doctrinal, que una vez elaborado había que desarrollar y explicar, lo que requirió un intenso trabajo en la formación del clero y de los miembros de las órdenes religiosas y la catequización de las masas urbanas y rurales. Tras el concilio y durante todo el siglo se insistió en el primado del Papa, en la mejora del funcionamiento de las autoridades curiales, territoriales y de las órdenes religiosas. Esta acentuación del poder universal del pontífice tenía como finalidad el establecimiento definitivo de su autoridad dentro de la propia Iglesia. Frente al sacerdocio universal protestante, se reforzó el peso de la jerarquía y se configuró la Iglesia con un carácter más clerical.
El mapa religioso no cambió con respecto al siglo anterior. Las zonas de influencia se mantuvieron estables, a excepción de hechos como la expulsión de los hugonotes de Francia (1685).
Este siglo fue una época dorada para las ediciones religiosas: vidas de santos, sermones, textos litúrgicos, meditaciones místicas, etc., al tiempo que se revitalizaban en las universidades los estudios de teología y derecho canónico. Aumentó la importancia del sermón a cargo de predicadores populares y el confesionario.
En el aspecto disciplinario hubo una reorganización claramente jerarquizada de la iglesia y una intensa labor de reforma de los eclesiásticos que encontró resistencias de todo tipo, sobre todo, en las noblezas que tenían algún miembro en los obispados y no querían perder privilegios y eran reacios a vivir en las diócesis y a cumplir sus obligaciones pastorales, y también monarcas y gobernantes temerosos del incremento del poder de Roma. Pero poco a poco había un clero mejor formado, y una actuación muy intensa del clero regular: los jesuitas, la orden más dinámica surgida de la Reforma, con una gran actividad de la enseñanza; o los capuchinos, predicadores muy activos en el cuidado de apestosos e incurables. Entre las órdenes femeninas se extendieron las carmelitas descalzas fundadas por Teresa de Jesús en el siglo anterior y las ursulinas dedicadas a la enseñanza de niñas. La enseñanza y la asistencia fueron los dos capítulos esenciales de las nuevas órdenes, destacando las Escuelas Pías, la Compañía de María, etc. Los fundadores de nuevas órdenes, habitualmente canonizados, se convertirían en el modelo de santidad. Pero el espíritu renovador también afectó a las órdenes antiguas, como los benedictinos.
Tanto católicos como las protestantes hicieron un considerable esfuerzo por extender entre las masas la instrucción y la práctica religiosa. Para la Iglesia católica el centro de actuación fue la parroquia, donde entre otras medidas se impuso un gran control en la práctica de confesar y comulgar por Pascua Florida. Las misiones periódicas dirigidas a las clases populares y al mundo rural creaban unos días de exaltación religiosa con sermones, escenificaciones de la Biblia y de vidas de santos, comulgaciones masivas, etc. Destacó el papel de jesuitas y capuchinos y del arte barroco a configurar la piedad barroca (templos, esculturas, retablos, autos sacramentales…). También las cofradías contribuyeron a la intensificación de la vida religiosa católica, destacando en Francia la Compagnie du SaintSacrement, que se convirtió en una poderosa organización política y social.
Entre los protestantes, la parroquia o iglesia fue también el centro de la vida comunitaria con sermones, salmos, la obligatoriedad de asistir a misa respaldada por sanciones, amonestaciones públicas e incluso tribunales eclesiásticos que castigaban otros comportamientos como la inmoralidad o la herejía. Los más estrictos eran los calvinistas y los puritanos.
Pese a esta amplia labor adoctrinadora y de control subsistían restos de paganismo: supersticiones, exorcismos, rituales propiciatorios, brujería. Esta última fue muy perseguida entre 1580-1650, especialmente por los protestantes, estimándose más de 60.000 víctimas quemadas en la hoguera, sobre todo en Suiza, Países Bajos, y Francia.
Divisiones en el protestantismo
El gran problema del luteranismo era hacer frente a las divisiones internas surgidas ya a la muerte de Lutero. Para evitarlas, los príncipes impulsaron el establecimiento de una línea ortodoxa mediante la Concordia de Wittenberg en 1580, basada en diversos acuerdos en la doctrina.
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Concordia de Wittenberg 1580 |
La gran novedad fue el pietismo iniciado por Philip Jacob Spener, defensor de la necesidad de la renovación religiosa tanto en conocimientos como en la práctica de una religión de corazón. Se trataba de sustituir la rigidez del luteranismo ortodoxo por una fe más viva y una práctica más revitalizada. Dentro de su gran difusión en Alemania (pese a los ataques de la ortodoxia) su recepción fue diversa, siendo perseguida en algunos estados y universidades (Wittenberg) y protegida en otros como en el Brandeburgo de Federico III.
Se desarrollaron también corrientes o sectas que fueron generalmente perseguidas:
- Los baptistas en Provincias Unidas y en Inglaterra, partidarios del bautismo adulto por inmersión.
- Los husitas provenientes de la predicación del bohemio Jan Huss sobrevivieron en el exilio gracias al moravo Jan Amos Komenski, que recorrió numerosos países difundiendo su creencia en la bondad del hombre y el progreso vinculado a la educación, la ciencia y la caridad.
- Los menonitas, seguidores del anabaptista Menno Simons, que defendían la separación de Iglesia y Estado, y que en su huida se establecieron en la Europa Oriental y en Pensilvania.
- Más radical fue el socinianismo fundado por Fausto Sozzini que negaba la Trinidad y la divinidad de Cristo al tiempo que revalorizaba el libre arbitrio y las buenas obras con una religión tolerante, razonable y sencilla.
- Los socinianistas se extendieron por Provincias Unidas y más tarde por América del Norte, llegando a tener a finales de siglo bastante influencia en algunos sectores cultos, como el propio Newton.
- Inglaterra fue el lugar en el que se multiplicaron las sectas también con cambios sociales y políticos. Además de los baptistas destacaron los cuáqueros o Sociedad de Amigos, fundados por George Fox, insistiendo en la luz interior, el Cristo inmediato presente en todo hombre, predicando al mismo tiempo el amor fraterno y las buenas obras. Durante la guerra civil y la época de Cromwell se desarrollaron los independientes o congregacionistas, que rechazaban cualquier control eclesiástico más allá de la congregación local y abogaban por una completa tolerancia; los más radicales, los partidarios de la Quinta Monarquía, consideraban inmediata la segunda venida de Cristo; u otras sectas minoritarias como los seekers o los ranter.
Los principales problemas religiosos en Inglaterra se derivaron de la lucha entre la Iglesia oficial anglicana y los puritanos de orientación calvinista y contrarios a la existencia de obispos. La represión antipuritana se recrudeció en el reinado de Carlos I. Tras la Revolución Inglesa, el régimen puritano de Cromwell suprimió los obispos y el Prayer Book, adoptando una nueva confesión de fe presbiteriana. El anglicanismo se volvió a imponer en todo el territorio con la Restauración de Guillermo III, que incrementó la tolerancia, excepto para los católicos, considerados enemigos del estado.
Regalismo y galicanismo
El refuerzo del poder real en la línea del absolutismo y del poder papal tras el Concilio de Trento produjo un incremento de los conflictos regalistas. Las Iglesias nacionales, deseosas también de limitar las injerencias de Roma, apoyaron a sus príncipes, como también hicieron otras instituciones.
El caso paradigmático es el de Francia, donde el galicanismo estaba fuertemente enraizado en los antiguos privilegios de la Galia cristiana. Ya en 1614 los Estados Generales se negaron a ratificar los decretos del Concilio de Trento, pero fue Luis XIV quien en 1673 extendió a todo el reino la regalía temporal de la que gozaba para las sedes episcopales vacantes, además de intentar conseguir para estas el derecho de presentación de candidatos (regalía espiritual), lo que inició un largo conflicto con Inocencio XI, que llevó a la vacancia de múltiples diócesis, e incluso a la ocupación del enclave pontificio de Aviñón por parte de las tropas francesas. La tensión disminuyó con los papas Alejandro VIII e Inocencio XII. Este último confirmó en sus sedes a todos los obispos franceses, conservando Luis XIV la regalía temporal.
Otros casos de regalismo se dieron en Portugal, tras la rebelión que llevaría a su independencia (el papa se negó a nombrar obispos por temor a la reacción de Felipe IV, y Juan IV los nombró directamente), y durante la Guerra de Sucesión de España, debiendo Clemente XI optar por alguno de los príncipes pretendientes al trono.
Las querellas sobre la Gracia
Tanto el catolicismo como las diferentes confesiones protestantes se vieron afectados por las disputas en torno a la Gracia necesaria para la salvación. Frente al pesimismo antropológico que había inspirado la Reforma protestante, la restauración católica estaba más cerca del Humanismo (confianza en la capacidad del hombre para contribuir a su salvación y visión más positiva del mundo). No obstante, en ambos ámbitos hubo tendencias más o menos pesimistas que acercaban su posicionamiento en este tema a la postura general de la otra parte.
El gran problema de fondo era la dificultad de conciliar la libertad humana con la potencia infinita de Dios y su omnisciencia, que le permitía conocer quién había de salvarse. Es decir, ¿era la Gracia divina una concesión genérica de Dios que el hombre podía aprovechar libremente, o por el contrario una concesión limitada a quienes Dios eligiera para salvarse (predestinación)? La Iglesia Católica defendía que la Gracia era un don gratuito, concedido a todos los bautizados en virtud de los méritos de Cristo. El hombre, con su libre albedrío, podría rechazarla o aceptarla, colaborando a su salvación con las buenas obras y la práctica de los sacramentos. Distinguía así entre una gracia suficiente, que se otorga a todo creyente, y una gracia eficaz, que requiere la colaboración del individuo. Los protestantes creían en la justificación únicamente por los méritos de Cristo, llegando hasta la postura más radical del calvinismo, defensor de la predestinación.
Las distintas interpretaciones dieron lugar en el seno de la iglesia católica a la polémica De auxilis, que se desarrolló a finales de s. XVI y primeros del s. XVII, enfrentando a los jesuitas, que se inclinaban más a la libertad humana, con los dominicos. En 1607 Paulo V aceptó que tanto unos como otros pudieran defender sus doctrinas sin calificar la contraria como herética.
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Paulo V |
El jansenismo
Años después resurgió la polémica con el jansenismo. Cornelius Jansen (Jansenius) sostenía que Dios quiso salvar a toda la humanidad, pero después del pecado original solo salvó a los predestinados; por lo tanto, Cristo no murió por todos y la práctica religiosa no es más que un camino para descubrir la pertenencia a ese grupo selecto. Se extendió por los Países Bajos del sur y sobre todo por Francia, donde pese a la condena de la jerarquía, tuvo defensores, en especial entre la nobleza de robe y la burguesía de los oficios, con su núcleo en la abadía femenina y los caballeros de Port Royal.
La postura de la Iglesia y los católicos franceses distó de ser unánime, habiendo diferentes persecuciones y castigos a sus seguidores. En 1668 se firmó la Paz de la Iglesia o Paz Clementina (por el respaldo de Clemente IX), solución de compromiso que dio lugar a una relativa tranquilidad. Lo único cierto es que el jansenismo dividió profundamente la Iglesia y la sociedad francesa del siglo XVII.
Los protestantes también se vieron afectados por el problema de la Gracia, siendo la polémica especialmente viva en el calvinismo. Dos teólogos de la Universidad de Leiden, Jacobus Arminius y Franz Gomar, dieron nombre a cada una de las dos tendencias. Armenius se acercó a la doctrina del catolicismo más optimista sobre la capacidad del hombre de contribuir a su salvación y Gomar defendió el calvinismo estricto. En el trasfondo de la posición doctrinal se mezclaban intereses políticos y sociales, además de rivalidades internas. Alineándose con el gomarismo los orangistas, muchos nobles, la mayoría de pastores y numerosos trabajadores urbanos, mientras que las teorías de Arminius encontraban respaldo entre la burguesía mercantil y los gobiernos municipales de las principales
ciudades, mayoritariamente republicanos. Los gomaristas trataron de expulsar a sus enemigos de pulpitos y cátedras, siendo condenadas finalmente las doctrinas arminianas en el Sínodo de Dordrecht (1618-19). El enfrentamiento teológico surgido en el seno del calvinismo agudizó en la Inglaterra de la primera mitad del siglo las tensiones entre anglicanos, que se acercaban al arminianismo, y puritanos, que defendían las posturas calvinistas estrictas.
La mística
Otra de las reacciones frente a la omnipotencia divina fue la mística, el deseo de lograr una experiencia directa con Dios, puesta de moda en Europa en la segunda mitad del s. XVII.
En el mundo católico, Miguel de Molinos creó el quietismo, cuyos antecedentes son los alumbrados del s. XVI. Su Guía Espiritual se extendió por Italia y Francia entre una élite de clérigos y laicos deseosos de las formas más elevadas de religiosidad. Se trata de una mística que establecía la contraposición entre la naturaleza (mundo de las criaturas) y el Dios creador, al que solo se podía llegar mediante un camino de aniquilación, incluido el yo personal.
Hay que abandonarse pasivamente a la voluntad divina en forma de oración contemplativa, para llegar a la unión íntima con Dios, sin necesidad de dogmas ni practicas piadosas. El término quietismo alude a la actitud del dejamiento o abandono que preconiza. En 1687 Inocencio XI condenó 68 proposiciones de Molinos, que fue obligado a abjurar y condenado a reclusión de por vida.
También en el campo luterano hubo sectores que acudieron a la mística: Johan Arndt, precursor del pietismo, o Johann Valentín Andreae, vinculado al esoterismo. Entre los disidentes ingleses, los cuáqueros, con su búsqueda de la iluminación interior, se acercaban también a las tendencias místicas.
Las misiones
Llevadas a cabo principalmente por España y Portugal, que gracias a las concesiones pontificias (Patronato y Padroado), controlaban la organización eclesiástica en sus dominios coloniales, quedando fuera del control de la congregación De Propaganda Fide, creada por Gregorio XV y cuyo objetivo era precisamente controlar la actividad misional en el mundo.
El método típico de evangelización era la tabula rasa, que prescindía de la cultura previa de los pueblos.
Frente a ella tuvieron particular importancia los intentos de aculturación desarrollados sobre todo por los jesuitas, que contaban con las iniciativas previas de Francisco Javier en Japón y Matteo Ricci en China. El procedimiento de la aculturación llevó a la adaptación de los ritos cristianos a las culturas de los adoctrinados. Este hecho provocó la llamada querella de los ritos (1645-1744), cuando Inocencio X condenó los ritos chinos practicados por los jesuitas según acusaciones dominicas; en el trasfondo estaba la lucha jesuitas-España contra dominicos-Roma. Finalmente, Benedicto XIV condenaría los ritos chinos en 1742 y los malabares (hindúes) en 1744.
De especial relevancia fueron las misiones establecidas por los jesuitas con los indios guaraníes, que llegaron a tener condición de territorio separado del resto de las posesiones hispanas, en forma de régimen comunitario y economía de autoabastecimiento. En 1649 Felipe IV reconoció dichas misiones como un territorio separado del resto de sus posesiones, que pagaba tributos al rey, pero dependía exclusivamente de los religiosos, los cuales lo gobernaban asistidos por consejos de notables sin la presencia de representantes del Rey. Los jesuitas instalaron un sistema comunitario, sin dinero ni diferencias sociales, basado en una economía de autoabastecimiento que se extendió también a poblados indígenas del territorio brasileño.
La actividad misionera protestante fue escasa, dado que la expansión colonial dependía de compañías comerciales, no de los gobiernos. Pero los neerlandeses sí expulsaron a los misioneros católicos de los territorios de Asia que lograron controlar, sustituyéndolos por misioneros protestantes. Los ingleses en Norteamérica no se interesaron por la evangelización de los indígenas y la Society for promotion of Christian Knowledge no se creó en Inglaterra hasta 1699.
Los comienzos de la descristianización
En ambos ámbitos del cristianismo aparecieron los movimientos libertinos en el s. XVII, caracterizados por el escepticismo ante la revelación, el rechazo de dogmas cristianos y la adopción de actitudes paganas como el estoicismo y, en especial, el epicureísmo. Son herederos de los críticos racionalistas del siglo anterior como Pomponazzi, Maquiavelo o Montaigne, y defienden la libertad del pensamiento en el ámbito religioso, cultural y científico. Comenzaban asimismo a surgir planteamientos que, aun aceptando el hecho religioso, tratan de sujetarlo a la razón, tendencia que llevaría al deísmo, desarrollado sobre todo en el siglo XVIII. El racionalismo aplicado a la religión anunciaba la Ilustración del s. XVIII.
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