POEMAS, CUENTOS Y ESCRITOS REVOLUCIONARIOS DE DANIEL FERNÁNDEZ ABELLA is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License. Para utilizar primero y siempre sin ánimo de lucro ha de consultar al autor. Daniel Fernández Abella todos los derechos reservados.
Hasta 35.000 niños se exiliaron en total de nuestro país. Los principales destinos fueron: Francia, Bélgica, Reino Unido, Méjico y Rusia. Estos niños salieron en diferentes expediciones organizadas en su mayoría desde el norte de España. Vascos y asturianos eran los más numerosos. Una de las expediciones en las que se evacuaron a más niños salió desde el Musel de Gijón la madrugada del 23 de septiembre de 1937.
Fue un viaje complicado. La armada franquista, con el crucero Cervera, controlaba las aguas del norte y los rusos no eran bienvenidos. Hasta Saint-Nazaire viajaron en un carguero francés llamado “Dairiguerrme”, donde les esperaba el barco ruso que les llevaría hasta Leningrado, el Kooperatssia y después, en Londres, el “Felix Dzerzhinsky”. Fueron días de largo viaje hasta llegar a la actual San Petersburgo, donde una marea de gente les esperaba en el puerto para darles una cálida acogida. Las mujeres besaban y abrazaban a los más pequeños, y los hombres vitoreaban a los niños haciéndoles sentirse los héroes en los que se habían convertido. Para todos ellos, la temprana separación de sus familias fue un hecho traumático que marcaría sus personalidades de por vida. Según el testimonio de Raúl Morales que viajaba en ese barco junto con su hermano Mariano: “Para ellos, éramos hijos de un pueblo heroico que estaba sufriendo una agresión fascista”.
Para situar el espacio-tiempo de estos niños evacuados, se debe desglosar su experiencia en la antigua URSS en diferentes etapas, todas ellas condicionadas por el contexto político y social de cada momento:
1ª.- De 1.937 a 1.941. Hay una coincidencia general de una etapa feliz en la que se sienten cuidados y protegidos.
2ª.- De septiembre de 1.941, con la invasión alemana a la URSS hasta el final de la guerra en 1.945. Algunos de los jóvenes combaten como voluntarios en el Ejército Rojo y padecen los rigores de la guerra. Se calcula que murieron unos 400 españoles de los cuales la mayor parte fueron de la generación de “los mayores” que llegaron a Rusia en 1.939 tras haber combatido en la Guerra Civil española.
Unos 80 de los caídos fueron de los que llegaron siendo niños, según recoge el libro Memoria de la Fundación Nostalgia entre otros.
Se denomina indistintamente «Niños de Rusia» o «Niños de la Guerra» al colectivo de evacuados, mayoritariamente niños, que partieron hacia la antigua U.R.S.S. desde los puertos de Gijón, Bilbao o Valencia, entre otros lugares de origen. La evacuación fue el resultado de un acuerdo entre el gobierno de la República Española y el de la U.R.S.S. destinado a proporcionar refugio a los niños durante el desarrollo de la guerra civil. La etapa, cuya duración se estimó en un principio de unos meses, se extendió veinte años, pues la repatriación de la mayor parte del colectivo no tuvo lugar hasta 1956-1957.
Los menores que no combatieron fueron evacuados mayoritariamente a la zona llamada de los “alemanes del Volga” y a Samarkanda. De estos niños murieron de hambre y enfermedad más de 200, muchos de ellos en el cerco de Leningrado antes de que consiguieran evacuarlos por el “camino de la vida”, que estaba trazado sobre el hielo del Lago Ladoga, perfectamente relatado en el libro de Nieves Cuesta, Simplemente mi vida.
Los más pequeños de los niños ubicados en la Casa Nº1 de Pravda, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en Rusia, fueron evacuados a la región de Nemtsi Poboltsie, situada a las orillas del río Volga, a un pueblo llamado Kukus donde pudieron seguir estudiando, según el testimonio de Raúl Morales, que se encontraba en dicho grupo.
3ª.- De 1.945 a 1.956-57. Es una etapa en la que las experiencias son muy diversas y antagónicas. Se produce una diáspora, aunque la mayoría reside en la zona de Moscú y en Ucrania. En esta etapa, la mayor parte de los protagonistas son críticos con muchos aspectos de la vida en el llamado “socialismo real”. En 1.953, al morir Stalin, se produce un fuerte movimiento entre muchos jóvenes españoles para retornar, cosa que logran a través de un convenio intermediado por la Cruz Roja. En un promedio del 50%, unos vuelven y otros se quedan.
4ª.- De 1.958 en adelante. De los que volvieron a España en los siguientes dos años, retornaron a la URSS varios cientos que no se afincaron en España por rechazo de sus familias de aquí o añoranzas de personas de allí, y sobre todo por dificultades laborales, falta de convalidaciones de titulaciones y problemas de vivienda. A partir de 1.957 se interrumpieron las expediciones y no se permitieron retornos individuales por parte de España hasta el restablecimiento de la democracia y de las relaciones diplomáticas entre ambos países en 1.977, en el que hubo nuevos retornos, sobre todo cerca de los años noventa, una vez jubilados.
Paradójicamente, el punto de partida de todos estos niños evacuados fue el mismo. Sin embargo, los diferentes acontecimientos que se produjeron y las elecciones de cada uno de ellos, una vez se hicieron mayores, les haría vivir vidas muy diferentes, a pesar de contar con un mismo origen. Entre ellos hay futbolistas, médicos, traductores, profesores, escritores, pintores y un largo etc.
Traicionados y olvidados, os obligaron a huir de vuestra tierra frente al silencio cómplice de las democracias occidentales. Ceguera selectiva de aquellos que miraron hacia otro lado mientras padecíais los horrores de la guerra que los fascistas llevaron a vuestra puerta. Silencio cómplice que ahonda en la herida
De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas, con los brazos abiertos y extendidos
de un pueblo que siempre estuvo allí salió una voz profunda de máquinas y manos
a aquellos que tanto sufrieron y fueron olvidados, aquellos que todo lo habían perdido
y fueron denostados: Rusia y su pueblo los acogieron como al hijo pródigo, como a un hermano
Dos patrias llevaron desde entonces consigo: aquella añorada y pérdida, siempre recordada
y aquella que les acogió sin rechistar, las dos en el corazón, las dos en llamas de amor
una siempre en la memoria, recuerdos tristes y dolorosos de lo que se perdió
la otra, tierra que pisaban al andar, tierra de los soviets, tierra de acogida frente a la abandonada
Esperadme porque volveré. Esperad cuando os invada la pena, mientras la lluvia cae y la nieve cubre los caminos
Esperadme cuando los vientos barran la nieve y los amigos se sienten junto al fuego para brindar por mi persona, recuerdos tristes, canciones sin gloria
Cuando creáis que ya no existo, ¡Nunca olvidéis! recordad a viandantes sucios y olvidados, lo mejor de España, garabatos en la historia actual y en la memoria
Nunca entenderán que en medio de la muerte, vosotros, Rusia, soviéticos, con vuestra espera, nos salvasteis de tan cruel destino
Una de las principales figuras históricas que nos ha dejado la Segunda República es la figura del maestro y uno de sus logros (que pudo llevarse a cabo) es el intento de llevar la educación al pueblo. El intento de alfabetizar un pueblo ignorante, rompiendo por primera vez el monopolio educativo que estaba en manos de la iglesia, fue una de las grandes proezas que trajo la proclamación de la II República.
La II República se inspiró en el programa educativo de la Institución Libre de Enseñanza, y pese a las circunstancias históricas, su estilo ha permanecido y se puede apreciar en la labor de centros e instituciones sociales en España y América Latina.
LA EDUCACIÓN DURANTE LA REPÚBLICA
La Constitución republicana de 1931 no consagró un capítulo expresamente a ello pero fue el texto que más extensamente se ocupó de los problemas de la educación. Proclamaba la escuela única, la gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza primaria, la libertad de cátedra y la laicidad de la enseñanza. Igualmente, establece que los maestros, profesores y catedráticos de la enseñanza oficial serán funcionarios y que se legislará en el sentido de facilitar a los españoles económicamente necesitados el acceso a todos los grados de enseñanza, a fin de que no se hallen condicionados más que por la aptitud y la vocación.
Poco después de la proclamación de la república, el gobierno republicano-socialista comenzó la tarea de reforma del sistema educativo con los primeros decretos aprobados.
En primer lugar se abordó el tema del bilingüismo en Cataluña, poniendo fin a la política represiva contra el catalán de Primo de Rivera. En segundo lugar, se comenzó con la reorganización del Consejo de Instrucción Pública, presidido por Miguel de Unamuno, asumiendo un modelo de escuela unificada, desde la educación infantil hasta la universitaria. La religión dejó de ser una materia obligatoria.
Los maestros vieron en la República la oportunidad de ejercer su labor como docentes, una labor vilipendiada hasta entonces. Decenas de maestros apoyaron las labores educativas republicanas viendo como su profesión era dignificada socialmente: Gracias a una labor ardua y entusiasta fue posible la alfabetización del pueblo. Esta labor sería cruelmente reprimida por el franquismo, quien realizaría un castigo cruel, sistemático y ordenado contra los maestros.
Las Misiones Pedagógicas
Durante la Segunda República se proyectó la construcción de 15000 escuelas, se triplicaron los institutos de secundaria, se crearon Misiones Pedagógicas, en las que participarían intelectuales como Lorca o Max Aub a través de compañías itinerantes de teatro (la Barraca) que llevarían la educación a los pueblos profundos y aislados de España.
Como recoge el Decreto de Creación del Patronato de Misiones Pedagógicas el propósito era "llevar a las
gentes, con preferencia a las que habitan en localidades rurales, el aliento del progreso y los medios de participar en él, en sus estímulos morales y en los ejemplos del avance universal, de modo que los pueblos todos de España, aún los apartados, participen de las ventajas y goces nobles reservados hoy a los centros urbanos".
Dicho Patronato estableció bibliotecas y organizó sesiones cinematográficas, audiciones radiofónicas y discográficas, representaciones teatrales, exposiciones reducidas de obras de arte y museos circulantes. Otra de las funciones del Patronato era favorecer la formación del magisterio organizando cursos de perfeccionamiento destinados a los maestros de la zona, además de organizar conferencias y lecturas en las que se afirmasen los principios democráticos y se analizaran cuestiones relativas a la estructura del Estado y sus poderes, a la participación ciudadana, a la actividad política, es decir, conferencias que enseñaran a la gente valores cívicos y políticos, reivindicando la figura del ciudadano frente al súbdito.
El primer propósito de las Misiones era que el pueblo gozase contemplando la belleza de las creaciones humanas, que se divirtiese con la visita de aquellos modernos juglares y valorasen aquellas cosas que no están en función de un aprovechamiento utilitario inmediato.
El Museo del Pueblo era un conjunto circulante de copias de cuadros casi todas del Museo del Prado, hechas por pintores entonces muy jóvenes como Ramón Gaya, Juan Bonafé y Eduardo Vicente. En la organización de esta colección es donde Cossío consagró más energías porque si hay algo original en sus ideas pedagógicas es en su concepción de la educación estética.
El Patronato también organizaba cursos para maestros, especialmente con la colaboración de Pablo Gutiérrez Moreno, director de las Misiones de Arte, el inspector Vicente Valls Anglés y la maestra Elisa López Velasco.
LA FIGURA DE LOS MAESTROS
La labor del personal docente durante la II República fue encomiable y en concreto la de los miles de maestros y maestras que desarrollaron su labor en pueblos y ciudades. Su labor de ser, durante todos estos años, la vanguardia de la cultura y los valores republicanos les supuso un gran coste personal. Cientos fueron asesinados por los secuaces del golpe militar de 1936, y decenas de miles fueron expedientados y/o apartados durante décadas de su profesión. Los más afortunados sufrieron el exilio.
Como bien retrata Josefina Aldecoa en su obra Historia de una maestra, los maestros tenían una clara convicción en la enseñanza y la educación del pueblo: Es natural que queráis saber, antes de empezar, quiénes somos y a qué venimos. No tengáis miedo. No vamos a pediros nada. Al contrario; venimos a daros de balde algunas cosas. Somos una escuela ambulante y que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela ambulante donde no hay libros ni matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde no se necesita hacer novillos. Porque el Gobierno de la República que nos envía, nos ha dicho que vengamos ante todo a las aldeas, a las más pobres, a las más abandonadas y que vengamos a enseñaros algo, algo de lo que no sabéis por estar siempre tan solos y tan lejos de donde otros lo aprenden y porque nadie, hasta ahora, ha venido a enseñároslo; pero que vengamos también, y lo primero, a divertiros. Y nosotros quisiéramos alegraros, divertiros casi tanto como os alegran y os divierten los cómicos y titiriteros…
Finalizada la Guerra Civil, Franco y sus seguidores comenzaron una depuración de profesores y maestros: desde el triunfo del franquismo, las cátedras y puestos docentes son ocupadas sistemáticamente por miembros del Opus Dei y falangistas. Miles de maestros se vieron forzados al exilio, otros muchos fueron apartados de la docencia y otros fueron fusilados.
Como bien dijo Julio Anguita: "Alguien dijo que la Guerra Civil la ganaron los curas y
la perdieron los maestros. Acertaron plenamente con el aforismo."
Los Maestros en el exilio. la labor pedagógica tras la Guerra Civil
El exilio de 1939 fue un hecho de suma relevancia histórica. Aunque no existen censos cerrados, las cifras nos indican que cerca de medio millón de españoles cruzaron la frontera tras el triunfo delas fuerzas franquistas. En bastantes ocasiones huyeron familias al completo, incluidos niños en edad escolar, lo que supuso a bastantes exiliados tener que añadir a sus múltiples preocupaciones la inquietud por la formación de sus hijos. El destino de la mayoría fue Francia, aunque algunos grupos relativamente numerosos pudieron embarcarse rumbo a naciones iberoamericanas o se instalaron en otros países europeos como Rusia, Bélgica o Gran Bretaña. Pese a lo que pudieran parecer, las posibilidades de continuidad de la actividad pedagógica de los docentes no guardaron relación con esas cifras. Tuvo mucha mayor importancia, prácticamente decisiva, el idioma del país de adopción. Los que permanecieron en territorios no hispanoparlantes debieron plantearse perentoriamente el aprendizaje de otra lengua, imprescindible para alcanzar la mínima integración laboral y social. A ello debemos sumar que la mayor parte de esos países contaban con sólidos y eficaces sistemas educativos,cuya misión primordial consistía precisamente en la socialización de nuevas generaciones.
Dentro del contexto europeo, el único caso de actividad educativa amplia y consolidada fue la efectuada con«los niños de la guerra»
en la URSS. Pero la iniciativa duró poco al truncarse en junio de 1941
con la invasión de Rusia por las tropas alemanas. Tras el armisticio,
las actividades pedagógicas con esos niños, que ya comenzaban a
pasar a la edad adulta, se asemejaron mucho a las que se llevaron a
cabo en otros países europeos. Todas ellas tuvieron como meta
preferente el mantenimiento de los referentes culturales y de las
señas de identidad grupales.
Dentro de las propuestas que llevaron a cabo las maestras y los maestros republicanos, ocupan un lugar destacado los «colegios del exilio». Bajo esa denominación se agrupan los centros docentes creados por la propia colectividad republicana con la doble finalidad de proporcionar trabajo a los maestros y profesores y facilitar la escolarización de los niños y jóvenes que habían escapado junto con sus familiares. Casi todos estuvieron ubicados en México, aunque el elenco podría incluir algún otro sito en la República Dominicana o Venezuela. Pero sólo en tierras mexicanas concurrieron una serie de especiales circunstancias, que posibilitaron la creación de tan peculiares instituciones. En primer término, como ya se indicó, a tierras mexicanas llegó un amplio colectivo de republicanos, cifrado en torno a los veinte mil, entre los que se encontraban un buen número de niños en edad escolar. A ello debe sumarse que el sistema educativo de ese país no contaba, pese a los notorios avances efectuados durante la presidencia de Cárdenas, con capacidad suficiente para atender a la totalidad de población infantil. El déficit era especialmente importante en la capital, en donde se establecieron la mayoría de los refugiados y que ya se había convertido por aquel entonces en un importante foco de atracción de la emigración interna.
A ello se sumaba que entre los recién llegados se encontraban no pocos maestros y profesores a los que las organizaciones del exilio debían buscar empleo, según los acuerdos establecidos con las autoridades cardenistas. Además, desde la perspectiva del exilio, allí se instalaron algunos de los más destacados líderes republicanos, se reorganizaron los partidos y sindicatos españoles y se constituyó el gobierno de la república española en el exilio, hasta que se trasladó a París en 1946. Y, lo que a la larga influyó más en la vida cotidiana de todos los exiliados, se establecieron las sedes principales del Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles (SERE) y de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE). Estos organismos resultaron claves para el desarrollo de gran número de iniciativas, ya que hasta finales de la década de los cuarenta manejaron los fondos que las autoridades españolas habían situado en el extranjero. A todo ello debemos sumar que el colectivo republicano, con sus líderes a la cabeza, contó siempre con el apoyo político de los sucesivos gobiernos mexicanos, lo cual le permitió afrontar proyectos inviables de todo punto sin tal respaldo.
Básicamente, la iniciativa de los «colegios del exilio»puede diferenciarse en dos bloques. De una parte, en los primeros meses de 1940 se fundaron en diversas ciudades de provincias varios centros con la común denominación de Colegios Cervantes. Todos contaron con la ayuda del Patronato Cervantes, creado por el SERE y cuya finalidad consistió en«promover la creación de centros de enseñanza privados en todo el territorio de la República, ajustándose a la legislación al efecto vigente en el país». Su junta directiva estuvo presidida por Juan Roura Parella y comenzó sus actividades en diciembre de 1939. El primero en recibir un encargo concreto fue el maestro alicantino José María Sánchez Sansano, residente en Veracruz, quien alquiló un edificio en una de las calles más céntricas de la ciudad. Así comenzó su andadura en los primeros días de febrero de 1940 el Instituto Cervantes de Veracruz, con un claustro formado casi exclusivamente por profesores exiliados. Le siguieron otros que fueron abriendo sus puertas pocos días después: el Grupo Escolar Cervantes de Córdoba, el Colegio Cervantes de Torreón y el Instituto-Escuela Cervantes de Tampico. También existen referencias difusas sobre el funcionamiento de otros Colegios Cervantes en Jalapa, Cuernavaca y Tapachula (Chiapas).
En su conjunto estas entidades, a diferencia de los colegios de la capital, se desenvolvieron desde sus inicios en un ambiente y con un alumnado netamente mexicano, sin apenas presencia de escolares españoles. Su tarea pedagógica les llevó a realizar un interesante y eficaz proceso de mestizaje cultural y educativo que resultó clave para que la mayoría de ellos pudiera estar en activo durante décadas, hasta el punto de que los de Córdoba y Torreón todavía continúan abiertos en la actualidad, ochenta años después de su fundación.
El otro grupo de «colegios del exilio» estuvo radicado en la Ciudad de México. El primero que abrió sus puertas, en agosto de 1939, fue el Instituto Luis Vives. A éste se le unieron, pocos meses después, el Instituto Hispano-Mexicano Ruiz de Alarcón y la Academia Hispano-Mexicana. Los claustros de los tres estuvieron formados por maestros y profesores exiliados y los hijos de los refugiados, con contadísimas excepciones, conformaron su alumnado. El panorama se modificó en 1941 cuando el Ruiz de Alarcón se vio obligado a cerrar sus puertas debido a problemas económicos. La JARE, para hacerse cargo del alumnado y de los docentes que quedaban en situación bien precaria, creó en los primeros meses de ese año el Colegio Madrid. Con esos tres centros, el Vives, la Academia y el Madrid, quedó fijado el panorama de los colegios de exilio en la capital, que no se vio alterado hasta la década de los sesenta, con la aparición de las escuelas de los maestros freinetistas citadas con anterioridad.
Todas las entidades citadas implantaron el modelo pedagógico republicano, por lo que no puede extrañar la denominación «colegios del exilio». Lógicamente, la trayectoria particular de cada uno, los de la capital y los de provincias, presenta elementos de gran interés, merecedores de un análisis detallado. Ninguno escapó a las complicaciones, que superaron con gran esfuerzo, y también pasaron por etapas más prósperas y tranquilas. Tras unos inicios delicados, debido en gran medida al desconocimiento del hábitat en el que debían desenvolverse, la gran mayoría se consolidó. Como señas comunes de identidad presentaron un modelo educativo de calidad, que podría calificarse incluso de excelencia, definición laica y la puesta en práctica de avanzadas metodologías didácticas.
Todo ello aderezado con referencias constantes al ideario político y educativo de la Segunda República. El resultado de tal esfuerzo fue que, a partir de mediados de la década de los cuarenta y con la salvedad de las dos escuelas freinetistas capitalinas que se incorporaron décadas después, existió esparcida por la república mexicana una pequeña constelación de centros docentes que, surgida de un tronco educativo común, fue desarrollando una paulatina adaptación a la sociedad en la que se encontraban. Se trató de un pequeño foco de saber pedagógico y de práctica educativa del que se beneficiaron los niños exiliados y miles de escolares mexicanos y que alcanza su especial significación cuando se lo compara con los sombríos trazos ideológicos y la retrógrada mentalidad educativa que regía las aulas de la España franquista.
La consolidación de los «colegios del exilio» no resultó sencilla.
De una parte, los maestros y profesores tuvieron que realizar ímprobos esfuerzos. También resultó crucial el apoyo de los organismos de la República en el exilio, aunque éste no llegó a todos por igual. Los colegios ubicados en el Distrito Federal recibieron de la JARE o del SERE significativas cantidades. Especialmente destacado fue el caso del Colegio Madrid, tutelado por la JARE, que fue el único que contó con un inmueble en propiedad desde sus inicios, mientras que los restantes tardarían años en conseguir locales propios. El compromiso de la JARE resultó tan intenso que sufragó prácticamente en su totalidad la oferta educativa de ese colegio en los primeros años, oferta que, en ese periodo, incluyó enseñanza reglada, atención médica y odontológica, comedor escolar y talleres con actividades formativas por las tardes. Por su parte, la Academia Hispano-Mexicana se caracterizó por mantener un talante algo diferente. Aun situándose dentro del universo político, social y educativo del exilio republicano español en México, sus directores establecieron desde sus inicios vínculos estrechos con personalidades mexicanas y manifestaron su intención de no ser exclusivamente un reducto de refugiados. La misma denominación de la institución simboliza tal voluntad. El Vives, por último, mantuvo intensas relaciones con la SERE y, pese a contar con una matrícula más reducida, siempre tuvo a gala realizar una fiel aplicación del modelo educativo republicano.