Las lágrimas amargas que manan de mis ojos se juntan con los
ríos de sangre de mis entrañas, creando una tinta roja cuyos afluentes
desembocan en el del delta de tu cuerpo., mientras me desnudas con tus ojos
color esmeralda dejándome indefenso como un cachorro que busca el calor de su
madre.
No sé si es por algo que he dicho, algo que en un pasado
hice y sufro el cruel castigo por mis pecados. Mas, ¿ qué puedo hacer yo como
ser humano, como mortal que soy, como un grano de fina arena en el inmenso
desierto del tiempo, donde las negras sombras proyectadas por las alas de los
buitres crean una atmósfera de depresión y de temor al mismo tiempo?
Suplico de rodillas tu perdón. ¿Por qué me lo niegas? Puedo
cambiar, soy humano: por eso tengo mis fallos; claro que tú, ser inmortal,
blanca paloma del cielo que atraviesas las negras nubes como un cuchillo
traspasa la fina tela, no comprendes qué es el dolor, qué es el sufrimiento
pues eres inmune a todo, pero te pido compasión.
Pero te niegas. Sigue en tus trece. Eres un ser caprichoso y
cruel que juegas con los amores y desamores de los hombres. Sólo somos piezas
de tu tablón de ajedrez en esa partida que juegas con el dios del tiempo, donde
remplazas aquellas que están más gastadas y las dejas caer en el vacío
infinito.
¿Me obligas a seguir tus dictámenes? ¿Crees que soy parte de
tu propiedad? No, te equivocas. Noto como las lágrimas desaparecen de mi rostro
y una sonrisa cruza mi cara. No soy tu esclavo. Sólo clamo tu perdón.
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