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POEMAS, CUENTOS Y ESCRITOS REVOLUCIONARIOS DE DANIEL FERNÁNDEZ ABELLA is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License. Para utilizar primero y siempre sin ánimo de lucro ha de consultar al autor. Daniel Fernández Abella todos los derechos reservados.

jueves, 27 de marzo de 2025

VIEJAS PALABRAS

Siempre había querido palabras, le encantaban, se había criado con ellas. Las palabras le daban claridad, le aportaban razón y forma. En cambio, yo pensaba que las palabras deformaban los sentimientos, como ocurre con los bastones, al introducirlos en el agua. 

Las palabras son buenas. Las palabras son malas. Las palabras ofenden. Las palabras piden disculpas. Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras se dan, se intercambian, se ofrecen, se venden y se inventan. Las palabras están ausentes. Algunas palabras nos absorben y no nos sueltan; Son como las garrapatas: anidan en libros, periódicos, papeles y carteles. Las palabras aconsejan, sugieren, insinúan, ordenan, imponen, segregan, eliminan. Son melifluos o ácidos. El mundo funciona con palabras lubricadas con el aceite de la paciencia. Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz con sus opuestos y enemigos. Por eso la gente hace lo contrario de lo que piensa, creyendo que piensa lo que hace. Hay muchas palabras.

Esas palabras se convierten y cristalizan en recuerdos en nuestra mente. ideas que toman forman rompiendo la abstracción, dejando una huella en nuestra memoria, una imagen nítida de nuestro pasado y nuestras vivencias. Hay que saber esperar y recoger, durante toda una vida, posiblemente larga, sentido y dulzura, y luego, justo al final, quizá se puedan escribir quince líneas o diez versos válidos. Porque las letras no son, como la gente cree, sentimientos (que se compran prematuramente), sino experiencias. Para escribir un verso hay que ver muchas ciudades, hombres y cosas, hay que conocer animales, hay que entender el vuelo de los pájaros y el gesto con el que nacen las florecillas por la mañana. Hay que saber recordar senderos en regiones desconocidas, encuentros inesperados y vacaciones largamente esperadas, días de infancia aún indescifrados, padres a los que nos vimos obligados a herir cuando nos trajeron una alegría y no la comprendimos (era una alegría para otra persona), enfermedades infantiles que empezaron así de extrañas, con transformaciones tan profundas y serias, días en habitaciones silenciosas, recogiendo y mañanas en el mar, sobre todo en el mar, en los mares, noches de viaje que pasaron entre ruidos fuertes y volaron junto a las estrellas, y aún no es suficiente. Pensar en todo esto. Es necesario tener recuerdos de muchas noches de amor, ninguna igual a la otra, de gritos de parto y de puérperas blancas y ligeras que regresan. Pero es necesario haber estado junto a los moribundos, es necesario haber permanecido junto a los muertos en la habitación con la ventana abierta y los ruidos a todo volumen. Y aún así tener recuerdos no basta. Es necesario saber olvidarlos, cuando son demasiados, y tener mucha paciencia para esperar a que regresen. Porque los recuerdos aún no están ahí. Solo cuando se convierten en sangre, mirada y gesto en nosotros, anónimos e indistinguibles de nosotros mismos, solo entonces es posible que en un instante muy raro te alejes de su centro y surja la primera palabra de un verso.

miércoles, 26 de marzo de 2025

FRANCIA, GRAN BRETAÑA Y LOS ESTADOS UNIDOS EN LA BAJA EDAD MODERNA

Francia y Gran Bretaña eran los dos grandes poderes europeos. La primera era el modelo más acabado del absolutismo y la segunda un régimen parlamentario que limitaba el poder real. En común tenían la solidez de sus economías, los intereses coloniales y el comercio mundial, la disputa por el papel hegemónico o la importancia del pensamiento y la cultura ilustrada. En el s. XVIII, Francia se vería abocada a la crisis del Antiguo Régimen y la Revolución, y Gran Bretaña perdería las colonias de Norteamérica y alcanzaría gran estabilidad política, respaldada en lo económico por el inicio de la Revolución Industrial. 

Francia después de Luis XIV 

La Regencia de Felipe de Orléans (1674-1723) 

Luis XIV murió en septiembre de 1715, tras 72 años de reinado. Heredó su biznieto Luis XV (1715-74), de 5 años, dado que tanto su abuelo, el gran delfín, como su padre, el duque de Borgoña (hermano del rey de España Felipe V), y sus dos hermanos mayores, habían muerto. La regencia le correspondió al duque Felipe de Orléans, sobrino del fallecido rey y primero de los príncipes de la sangre, y que consiguió que el Parlamento de París le otorgara plenos poderes. Le enfrentaba a Felipe V la ambición de poder reinar si el joven rey fallecía. 

Felipe de Orleans

En un inicio se apoyó en los descontentos de la política de Luis XIV, la noblesse d’epeé y de robe, trasladó la corte de Versalles a París, y prodigó el lujo y las fiestas, a pesar de la enorme deuda, superior a los 2.300 millones de libras, que causó varias bancarrotas durante la regencia. A instancias del duque de Saint Simon modificó la estructura administrativa, creando un sistema polisinodial, pero en 1718 empezó una regencia más autoritaria e inició la restauración de las secretarías de Luis XIV, acabada en 1723. El año 1718 significó en realidad el paso de una regencia más alegre y permisiva marcada por la relajación de las costumbres, a otra autoritaria, en la que la figura principal fue el abad Guillaume Dubois, secretario de Asuntos Exteriores. 

Dos asuntos enfrentaron al regente con el Parlamento: la lucha contra el jansenismo frente al galicanismo del Parlamento y la quiebra bancaria de John Law. 

Luis XIV había querido acabar con el peligro que representaban los jansenistas y arrancó de Clemente XI la Bula Unigenitus (1713), que condenaba 101 proposiciones de la obra del jansenista Pasquier de Quesnel. Al morir Luis XIV, el Parlamento, de mayoría galicana, se opuso a la bula por considerarla una intromisión del papa en la Iglesia de Francia. La tolerancia inicial del regente cambió, como toda su política, en 1718. En septiembre el papa excomulgó a quienes se opusieran a la bula → aumento de las protestas y petición de un concilio general, ya no solo por parte del Parlamento. La observancia de la bula fue ordenada en agosto de 1720 por declaración real. Las protestas fueron acalladas por el influjo del obispo preceptor de Luis XV André Hercule de Fleury, que hizo de la defensa de la bula una cuestión de principios, considerando a los jansenistas rebeldes frente a la autoridad real. 

Cuando las especulaciones del banquero escocés John Law causaron la quiebra de la Banque Royale en 1720, que causó grandes pérdidas a los inversores y dejó sin resolver la crisis de la deuda, el Parlamento puso fin a la Regencia adelantando la mayoría de edad del monarca. El regente reaccionó desterrando los diputados a Pontoise. La corte regresó a Versalles y Dubois, cardenal desde 1721, fue nombrado primer ministro en agosto de 1722. En octubre se coronó rey a Luis XV. Al morir Dubois en 1723, el duque volvió unos meses a la regencia hasta su muerte en diciembre. 

El reinado personal de Luis XV (1723-74) 

El gobierno de Condé (1723-26) 

El duque de Borbón y príncipe de Condé gobernó durante los primeros años de reinado, aunque el rey mantenía como consejero a su preceptor Fleury. 

  • Gestionó el matrimonio del rey con María Leczinska, hija del ex rey de Polonia Estanislao. 
  • Tomó impopulares decisiones contra la crisis financiera, como crear en 1725 la cinquantième, tributo directo que gravaba en un 2% la producción y las rentas sin excluir a los privilegiados. Su política tuvo resultados favorables, reduciendo la deuda y la carga anual de intereses. 
  • Se recrudeció la persecución a los protestantes → migraciones a las Provincias Unidas o Prusia. 

El gobierno de Fleury (1726-43)

En 1726 el duque de Borbón fue remplazado por Fleury, que dio gran estabilidad política, y aunque no pudo evitar guerras, buscó la paz para poder centrarse en los problemas interiores: 

  • SITUACIÓN DE LA HACIENDA REAL: Controló el gasto y siguió intentando estabilizar la moneda. Suprimió el cinquantième y, más que elevar los impuestos (excepto durante las guerras de sucesión de Polonia y Austria), exigió una mayor contribución a los arrendatarios de estos. Gracias a esto redujo significativamente la deuda. 
  • JANSENISMO Y GALICANISMO: Continuó el enfrentamiento respecto a la bula Unigenitus, que el Parlamento se resistía a registrar como ley del reino. En 1732 Fleury hizo que Luis XV les obligara a registrar una Declaración de Disciplina que restringía el derecho de los parlamentarios a oponerse a las disposiciones reales → El parlamento suspendió su actividad y 139 parlamentarios fueron castigados al exilio a Pontoise → Bloqueo institucional y presión de la opinión pública → El rey suspendió la Declaración de Disciplina. 

Este enfrentamiento parecía un contrasentido, pero el Parlamento utilizaba el galicanismo para reivindicar su papel constitucional frente al absolutismo, mientras la corona persiguió el jansenismo y el galicanismo por las consecuencias que estos podían tener sobre la Iglesia y la sociedad. Otra corriente perseguida fue el richerismo, que extendía la idea de la superioridad colectiva frente la individual, no solo de los concilios frente a los papas sino también de los sínodos diocesanos frente al obispo o las asambleas parroquiales frente a las parroquias → riesgo de que estas ideas se aplicaran al ámbito político. 

Los años de Fleury fueron positivos para la economía francesa, gracias a la fase expansiva de la economía, pero también gracias a la política mercantilista de Philibert d'Orry, que facilitó el auge de las manufacturas y el comercio. 

Fleury (1726-43)

El período sin ministro principal. La época de Madame Pompadour (1743-58)

Tras la muerte de Fleury, Luis XV quiso gobernar personalmente. Los problemas seguían siendo los mismos: 

  • SITUACIÓN DE LA HACIENDA REAL

 Tras la Guerra de Sucesión de Austria, la deuda era de 1200 millones de libras y el déficit anual de 100 millones. Se creó en 1749 el vingtième, que gravaba con un 5% todos los ingresos y rentas, incluido los privilegiados, y que se recuperaría durante la Guerra de los Siete Años en 1756. En su contra se desató una fuerte campaña anticlerical. La corona reaccionó con dureza contra la Asamblea del Clero, que fue disuelta, y contra los Estados del Languedoc y Bretaña, pero acabó cediendo y a finales de 1751 eximió al clero del nuevo tributo. 

  • JANSENISMO Y GALICANISMO

 Continuó el enfrentamiento antijansenista entre Parlamento y magistrados y Corona e Iglesia. La oposición del Parlamento al absolutismo se vio alentada por el auge de la Ilustración. Los obispos trataron de imponer su autoridad a los jansenistas, lo que llevó al Parlamento a publicar en 1753 las Grandes Remonstrances, reivindicando su papel de garante del orden constitucional y se atribuía la representación nacional en ausencia de los Estados Generales no convocados desde 1614 → El rey suspendió su actividad y desterró a los magistrados a Pontoise. 

A su regreso los miembros del Parlamento continuaron sus ataques hacia los obispos antijansenistas → Luis XV impuso en 1755 una ley del silencio sobre la bula Unigenitus, hizo publicar una nueva Declaración de Disciplina que limitaba aún más la capacidad del Parlamento a objetar sus disposiciones y prohibía la huelga de sus magistrados (muchos de los cuales dimitieron), e intentó evitar el Parlamento reforzando el Grand Conseil. Finalmente, el clima de tensión y la necesidad de financiar la guerra llevaron a un acuerdo: el rey suspendió la Declaración de Disciplina a cambio de que los magistrados que habían dimitido volvieran a sus puestos. 

 Madame Pompadour (1743-58)

El gobierno de Choiseul (1758-70)

Étienne François de Choiseul debió afrontar como ministro principal la Guerra de los Siete Años → nuevas tasas incluyendo una tercera vingtième de 1760-63. Sus grandes problemas fueron los ya anteriores: 

  • OPOSICIÓN DEL PARLAMENTO, extendida a la alta magistratura formada por dinastías de noblesse de robe, deseosa de intervenir en la política del reino. La oposición tenía que ver ahora con la fiscalidad. 
  • DIFICULTADES FINANCIERAS, agravadas por la deuda generada por la guerra, que además causó la pérdida de parte de sus colonias. Las iniciativas en el terreno financiero fueron muchas, algunas de ellas en línea con las propuestas de la fisiocracia de crear un impuesto territorial, pero fracasaron en su mayor parte por la oposición a pagar impuestos de los privilegiados, principales propietarios de la tierra, que contaron con frecuencia con el respaldo de los parlamentos. 

El clima antijesuítico, especialmente fuerte entre las mayorías galicanas y jansenistas del Parlamento, dieron lugar en 1762 a la expulsión de los jesuitas de París, decisión imitada por varios parlamentos provinciales → Triunfo de los magistrados frente a la Corona. 

Mientras tanto, el predominio del entorno de la amante del rey, madame Du Barry, debilitaba la posición de Choiseul, una de cuyas últimas gestiones fue el matrimonio del delfín con María Antonieta de Austria, siendo sustituido en 1770 por el duque de Aiguillon, el cual constituyó un triunvirato junto a Maupeou (enemigo de los parlamentos y canciller desde 1768) y el abate Terray (al frente de las finanzas desde 1769), ambos miembros del partido devoto al igual que madame Du Barry.

Choiseul (1758-70)

El Triunvirato (1770-74)

Los años del Triunvirato se caracterizaron por la reacción de la corona contra los parlamentos. En 1770 un nuevo reglamento de disciplina provocó la declaración en huelga del Parlamento de París → disolución de este y otros parlamentos díscolos. Maupeou inició una reforma con la intención de restar poder a estas instituciones, incluyendo la supresión de la Cour d’Aides y el Grand Conseil. 

En la Hacienda, Terray, aplicó también una política autoritaria, logrando una importante reducción del déficit. En la fiscalidad prorrogó las dos vingtièmes y creó algunos impuestos. Su liberalismo económico le llevó a suprimir la Compañía de las Indias Orientales y los bienes comunales. 

Las iniciativas del Triunvirato provocaron muchas críticas y descontentos (despotismo ministerial) → oposición de los magistrados tratando de frenar el absolutismo (como en Inglaterra). 

Luis XVI (1774-93) y el planteamiento de la crisis 

Nieto de Luis XV y último rey del Antiguo Régimen, Luis XVI, tuvo como principal cargo del gobierno al conde Jean￾Frederic de Maurepas, mientras Chales Gravier, conde de Vergennes, se encargaba de los Asuntos Exteriores y el fisiócrata Anne Robert Jacques Turgot de la Hacienda. El reinado comenzó conciliador → suspensión reforma de los parlamentos, siendo restablecidos, aunque con capacidad de huelga y oposición reducidas, debilitados → 1774-87 débil oposición a las iniciativas del gobierno. Los mayores problemas fueron los financieros, sobre todo a partir de 1778, con el inicio de una coyuntura negativa, con graves tensiones sociales. 

La fiscalidad seguía aplicándose básicamente al comercio y las manufacturas y poco a la tierra, a lo que se sumaba la exención de los privilegiados, la desigualdad entre los diversos territorios, las injusticias y abusos en los sistemas de recaudación, todo lo cual no sólo tenía unos efectos sociales negativos, sino que suponía un obstáculo para el crecimiento económico. La mayor recaudación provenía de un tributo directo (taille), seguido de la gabelle, impuesto indirecto sobre el consumo de sal. 

En 1774, Turgot liberalizó el comercio de cereales, pero la coincidencia con una mala cosecha favoreció la especulación → motines en abril de 1775 (“guerra de la harina”), duramente reprimidos. Su propuesta más ambiciosa fue un impuesto territorial pagadero por todos los propietarios rurales, excepto el clero → oposición de los parlamentos y sus enemigos de la corte → su caída en mayo de 1776. Su sucesor, Jacques Necker hubo de hacer frente a los gastos de la guerra de independencia de Norteamérica → créditos, sin nuevos impuestos. Proyectó crear asambleas consultivas provinciales con miembros de representación estamental (idea de que no cabe introducir un impuesto sin representación) inicialmente limitado a Berry (1778) y Guyena (1779); el intento de generalizarlas encontró la oposición del Parlamento de París → Necker presentó su dimisión en mayo de 1781 al no lograr que el rey ampliara sus poderes. 

En 1783, por los gastos de la guerra americana, se impone durante 3 años la tercera vingtième. Se encarga de la Hacienda Charles Alexandre de Calonne, que insiste en establecer un impuesto territorial en especie, liberalizar el comercio de grano o crear asambleas provinciales consultivas de propietarios. Para evitar la oposición del Parlamento recurrió a la Asamblea de Notables, que también rechazó sus propuestas → le sustituye el arzobispo Lomenie de Brienne, que mantuvo las propuestas de su antecesor, volviendo a chocar con la Asamblea de Notables. 

Ante el bloqueo, en agosto de 1787 el Parlamento indicó que sólo los Estados Generales podían corregir las decisiones de la Asamblea, en lo que insistieron cuando el rey les obligó a registrar los nuevos edictos fiscales →Inicio de la revolución de los privilegiados, que implicó a muchos nobles. Finalmente, el 8/8/1788, el rey convocó los Estados Generales para mayo de 1789. Unos días después declaró la bancarrota y volvió a poner a Necker al frente de la Hacienda. 

El endeudamiento de los estados de la época era muy elevado, pero no significa que estuvieran en quiebra ni les impedía nuevas guerras. En 1789 Francia destinaba el 60% de los ingresos a pagar deuda, aunque podía ser soportada al no superar el doble del PIB. Pero el problema estaba en su administración financiera, incoherente e ineficaz, y en el hecho de combinar la crisis financiera con una profunda crisis política. 

La crisis financiera y el desmoronamiento del Antiguo Régimen fueron el resultado de muchos factores: políticos, económicos, sociales, ideológicos, etc. El empeoramiento de la situación política que llevó a la revuelta de los privilegiados, y la mala coyuntura económica desde finales de los 70, contribuyeron a las posteriores propuestas revolucionarias. También influyó la Ilustración, la independencia americana y el aumento de la participación política entorno a la convocatoria de elecciones de los delegados a los Estados Generales de 1789. 

Maria Antonieta y Luis XVI

Gran Bretaña 

Consolidación del parlamentarismo británico 

El reinado de Ana I (1702-14)

A la muerte de Guillermo III subió al trono Ana I, hija del primer matrimonio de Jacobo II, con la que acabo la dinastía Estuardo, ya que ninguno de sus hijos sobrevivió. 

En 1707, los parlamentos británico y escocés firmaron sendos Acts of Union → unión política, Reino Unido de la Gran Bretaña (cuando en 1800 se unió Irlanda, seria Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda). Esta unión fue acordada: los escoceses, minoritarios en el nuevo parlamento común, deseaban participar en la prosperidad mercantil británica y en la aventura colonial, y los ingleses querían acabar con los problemas en las relaciones entre ambos reinos. 

Otro hecho importante de su reinado fue el triunfo internacional de Gran Bretaña en la Guerra de Sucesión española → paso hacia su hegemonía del s. XVIII: cesiones territoriales francesas en América, privilegios en el comercio con las Indias españolas, más el Tratado de Methuen con Portugal (1703). 

La política británica postrevolucionaria fue dominada más de medio siglo por los whigs, que representaban sobre todo los intereses mercantiles y propiciaron por ello las dos coaliciones contra Francia (1688-1697 y 1701-1713) para consolidar la implantación colonial y el dominio marítimo. Sólo en 1711 perdieron el gobierno en beneficio de Los toires, opuestos a la guerra y los gastos militares, que se mantendrían en el poder hasta 1714. Conviene tener en cuenta que la sociedad británica era la más evolucionada de Europa a comienzos del siglo XVIII, con una opinión pública cuyo peso influye en el Gobierno y en los cambios políticos. 

 Ana I (1702-14)

La nueva dinastía (Jorge I, 1714-27) 

Al final del reinado de Guillermo III, el Act of Settlement de 1701, que exigía que el rey fuera anglicano, había asignado la sucesión al duque elector de Hannover, Jorge. En los últimos años del reinado de Ana I cuando los tories tenían mayoría, hubo intentos de cambiar la ley sucesoria para favorecer a los Estuardo, por lo que una de las primeras medidas de Jorge I fue alejar del poder a los tories. En las siguientes elecciones ganarían de nuevo los whigs y nada más constituirse el nuevo parlamento en 1715, varios líderes tories fueron procesados por traición →protestas populares contra el proceso → la oposición a la nueva dinastía no se limitaba a un sector de los tories. 

Ese mismo año fracasó una rebelión jacobita en Escocia con el pretendiente Jacobo III al frente, llegado desde Francia. Para evitar más problemas, el gobierno decidió consolidar la mayoría que tenía en la Cámara de los Comunes consiguiendo que esta aprobara el Septennial Bill, que prolongaba a 7 años el plazo previsto en la Triennial Act para convocar nuevas elecciones. 

Jorge I, 1714-27

Jorge I viajaba mucho a su ducado alemán, apenas hablaba inglés y tenía poco interés en los asuntos británicos. 

Pese a ello, la nueva dinastía se consolidó frente a la opción de los Estuardo, cuya corte permanecía en la cercana Francia, debido a la amplia oposición al catolicismo de estos y por la intromisión de potencias extranjeras en la política británica que hubiera supuesto su reinado. 

Dentro de una sociedad con una opinión pública que influía en el gobierno y en los cambios políticos, era muy importante la difusión de la prensa. Whigs y tories tenían sus propias publicaciones y sus autores favoritos. Sin embargo, los partidos eran agrupaciones no estructuradas sin necesariamente una política común. La Cámara de los Comunes reflejaba los intereses de los propietarios de la tierra y del mundo urbano mercantil. Cada circunscripción elegía 2 diputados, y por lo obsoleto de la lista de dichas circunscripciones había poblaciones “podridas” casi despobladas con 2 diputados y otros importantes núcleos de población como Liverpool o Manchester, que no tenían representación. Por otra parte, las elecciones no eran limpias, había un alto grado de manipulación y corrupción. 

Menos importante era la Cámara de los Lores cuyos poderes eran más judiciales que políticos, al tratarse del máximo tribunal de apelación. 220 miembros, 26 obispos y el resto pares o altos nobles ingleses y 16 escoceses, cuyos puestos eran hereditarios. El poder de los grupos dirigentes se extendía al territorio, a través sobre todo de dos instituciones: el lord liutenant y los jueces de paz, controlados respectivamente por la aristocracia terrateniente y la gentry. 

James Stanhope controló el gobierno entre 1717 y 1720 basándolo en la buena relación con Francia. A ambos les interesaba la paz en un momento de inestabilidad política, IAE fuera en Gran Bretaña por la implantación de la nueva dinastía y la amenaza jacobita, hoy en Francia por la minoría de edad de Luis XV y las ambiciones sobre el trono del regente Felipe de Orleans. Más complicadas fueron las cosas en la política interior. En 1711 los tories habían aprobado la Occasional Conformity Act, que aplicaba de forma estricta la ley que reservaba los cargos públicos a los anglicanos. Stanhope fracasó en el intento de modificarla, como también en el Peerage Bill (1719), un proyecto que, al limitar la prerrogativa real de crear pares, hubiera garantizado la mayoría que tenían en ella los whigs. Le sucedió Robert Walpole (1721-42), coincidiendo con el cardenal Fleury en Francia, a quien le unía su inclinación a la paz. Ligado a Stanhope en los comienzos de su carrera política, desde el ascenso de aquel al poder encabezó la oposición dentro del partido whig, con el apoyo del heredero del trono, cuyas relaciones con el rey no eran buenas. La política de Walpole abandonó el tradicional belicismo de los whigs para centrarse en el desarrollo económico y social de Inglaterra, con el respaldo del sistema de paz y equilibrio europeo diseñado en Utrecht, que la alianza con Francia trataba de garantiza. 

El reinado de Jorge II (1727-60) 

Walpole mantuvo el poder con Jorge II, gracias sobre todo al apoyo de la reina consorte Carolina de Brandeburgo￾Ansbach, y a su capacidad de ganar elecciones con las alianzas con magnates locales, el clientelismo, la habilidad para controlar las mayorías o la corrupción. Abandonó el belicismo whig para centrarse en el desarrollo económico y social de Inglaterra. La inclinación de Walpole a la paz y la neutralidad supuso la pérdida de influencia en el continente. Sólo en 1739 no tuvo más remedio que declarar la guerra a España ante la reacción del Parlamento y la opinión pública tras los incidentes del comercio con América. En política interior tomó medidas para evitar una posible nueva conspiración jacobita, intentó reducir la deuda pública y los intereses, luchó contra el fraude y el contrabando, y mejoró el sistema fiscal basado en los impuestos indirectos sobre el comercio y en las aduanas. 

Bajo su mandato se dio un importante crecimiento manufacturero y mercantil gracias al cual Inglaterra vivía a mediados de siglo un extraordinario desarrollo comercial. Su habilidad para controlar la Cámara de los Comunes y las elecciones le permitió, no obstante, enfrentarse a ellos, como lo prueban sus victorias en las elecciones de 1727 y 1734, la última de las cuales hizo que Brolingbroke abandonara la lucha retirándose a Francia. Desde entonces su principal opositor fue William Pitt, quien representaba políticamente a los grupos más dinámicos del comercio y las finanzas, que defendía una política exterior más agresiva, sobre todo en las colonias. El descenso de apoyos en las elecciones de 1741 le hizo abandonar el poder en 1742 → Cambio en la política exterior, con mayor intervención en Europa a favor de los intereses de Hannover y en contra de Francia. 

En 1745, estando el rey en Hannover, se inició en Escocia un nuevo levantamiento jacobita encabezado por el hijo del pretendiente, Carlos Estuardo (conocido como Bonnie Prince Charlie), con apoyo de Francia. Tomaron Edimburgo y llegaron a invadir el norte de Inglaterra. Sin embargo, en abril de 1746 sufrieron una derrota ante el ejército del duque de Cumberland y el levantamiento se deshizo lentamente y la represión fue muy dura → El movimiento jacobita se extinguió prácticamente a finales de los 80 con la muerte de Carlos Estuardo, último descendiente de Jacobo II. 

Henry Pelham estuvo al frente del Gobierno hasta su muerte en 1754, sucediéndole su hermano mayor Thomas, duque de Newcastle. Ambos contaron con Pitt, que no sólo controlaba la mayoría whig en el Parlamento, sino que tenía un fuerte apoyo del mundo de negocios y la opinión pública. 

A finales del reinado de Jorge II ganó importancia en el gobierno la figura de William Pitt, que dirigió la política militar durante la Guerra de los Siete Años. 

 Jorge II (1727-60) 

El reinado de Jorge III (1760-1811) 

A la muerte de Jorge II le sucede su nieto Jorge III, ya que su padre Federico había muerto en 1751. Su reinado consolida la dinastía, no solo por la desarticulación del movimiento jacobita, si no por ser el primer monarca Hannover nacido y formado en Gran Bretaña. Intervino en política de forma más directa que sus antecesores. Su tendencia a reforzar las prerrogativas reales le inclinó hacia los tories, más cercanos a tales ideas → Se inmiscuyó en el control de las cámaras con sobornos y prebendas para acabar con la mayoría whig. En 1761 puso al frente del Gobierno al tory escocés John Stuart, conde de Bute, que había sido su preceptor. Con él se concluiría la Guerra de los Siete Años, que disgustó a los intereses mercantiles partidarios de continuarla (representados por Pitt y su gente), y a la opinión pública → dimisión de John Stuart (al frente del gobierno de la mano del rey) en abril de 1763 → años de gobiernos whigs inestables. 

Jorge III (1760-1811)

  •  El gobierno de North (1770-82) 

La guerra llevó a incrementar la presión fiscal sobre las colonias, agravando su descontento. En la vida política aparecían corrientes radicales, que no se sentían representadas por los partidos. En 1770 el rey puso al frente del gobierno al tory lord Frederick North (1732-92) que se mantuvo en el poder hasta 1782 → Estabilidad y saneamiento financiero que permite reducir momentáneamente los impuestos, hasta que la guerra con las colonias obligó a volver a subirlos → oposición en el Parlamento y la opinión pública, que además lo responsabilizaban a él y al rey de la pérdida de las colonias. 

Se trató de calmar el desarrollo del sentimiento nacionalista en Irlanda, sometida a un trato colonial, con medidas que concedían mayor autonomía política y tolerancia hacia los católicos, como la anulación de los Test Acts, la concesión de autonomía legislativa al Parlamento de Dublín (1782) o iniciativas para mejorar la situación legal de los católicos en Gran Bretaña (Papists Act, 1778), que provocaron en Londres los llamados Gordon's riots, a comienzos de junio de 1780, unos botines en contra de tales cambios organizados por el diputado escocés Lord George Gordon, presidente de la Protestant Association of London. 

North (1770-82)

  • El gobierno de William Pitt (1783-1801) 

La marcha negativa de la guerra contra las 13 colonias marcó el final del gobierno de lord North, que dimitió en marzo de 1782. La derrota definitiva supuso la vuelta de los whigs al gobierno, de la mano de William Pitt (1759-1806), conocido como el Joven para distinguirlo de su padre el Viejo. Controlará la política hasta 1801, huyendo de los whigs más radicales, que desean limitar el poder real, y favoreciendo la renovación de los tories. 

 William Pitt (1783-1801)

Se dedicó a reducir la enorme deuda causada por la guerra contra las colonias (232 M libras en 1783) creando impuestos indirectos sobre numerosos y variados artículos. Gran Bretaña contaba con un sistema de deuda respaldado por el Banco de Inglaterra, lo que garantizaba su devolución y permitía así pagar tipos de interés en préstamos más bajos a largo plazo. 

En estos años Gran Bretaña reafirmó su hegemonía marítima y colonial y se inició la Revolución Industrial. Desde finales de los ochenta la enfermedad mental del rey y las repercusiones de la Revolución Francesa reforzaron su gobierno. La decapitación de Luis XVI llevó a un sector tory a coaligarse con él en 1794 → giro conservador contra el radicalismo. En Irlanda, el ejemplo de Francia alentó el independentismo → revuelta en 1798 → En 1800 Pitt promovió la incorporación de Irlanda a la Unión, formándose el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. Intentó abolir las leyes contra los católicos, pero la oposición de Jorge III le llevó a dimitir en 1801. 

Estados Unidos. La independencia de las colonias de Norteamérica (1776-1783) 

El levantamiento de las colonias de Norteamérica, junto con la Revolución Francesa y la emancipación de Latinoamérica de España y Portugal inició la crisis del sistema del Antiguo Régimen. Las causas son complejas, aunque en el trasfondo está su dinamismo económico y su gran crecimiento demográfico: 

  • ECONÓMICAS: Presión fiscal y obligación de comercio con la metrópoli (materias primas por manufacturas). 
  • POLÍTICAS: Desarrollo de la conciencia política, de la propia identidad de una serie de personas que en muchos casos se vieron obligadas a huir de la metrópoli por diferencias religiosas o políticas. Dicha singularidad acabó vinculándose a valores como la libertad, la tolerancia o los derechos individuales, muy influenciados por la Ilustración, como también en la idea de progreso implícita en la aspiración a una sociedad basada en principios como el utilitarismo o el bienestar. 

Pese a sus anhelos compartidos, había importantes diferencias entre las colonias: 

Norte 

  • Connecticut, Massachussets, Rhode Island y New Hampshire. 
  • Puritanos ingleses dedicados a la agricultura, la madera y la pesca. Su ciudad más importante era Boston, con 20.000 habitantes. 

Centro 

  • Nueva York, Nueva Jersey, Pensilvania y Delaware. 
  • Ingleses, holandeses y alemanes dedicados a la agricultura de cereales y a la madera. Su ciudad más importante era Filadelfia, con 45.000 habitantes. 

Sur 

  • Maryland, Virginia, Georgia, Carolina del Norte y Carolina del Sur. 
  • Economías de plantación basadas en los esclavos africanos. 
  • Agricultura subtropical de algodón, tabaco o arroz. 

En las colonias del norte y el centro, el comercio aumentó constantemente a lo largo del siglo, pero la balanza comercial negativa y la exigencia de la metrópoli de que le pagaran en efectivo los artículos que enviaba llevaron a los colones a resarcirse en el comercio con el Caribe, al que exportaba cereales, carne y madera, a cambio de algodón, azúcar y, sobre todo, melazas, de las que obtenían el ron. Mayor era la dependencia de las colonias del sur, cuyos productos eran exportados en su totalidad a Gran Bretaña a cambio de manufacturas, cuyo precio superior generó un endeudamiento crónico de los colonos, que animó a muchos a la revuelta. 

Todas las colonias se regían políticamente por un gobernador (representante del rey) y una asamblea de propietarios. 

La Guerra de los Siete Años agrandó la brecha política entre colonias y metrópoli. Los colonos habían dado la victoria a Inglaterra contra Francia, pero en vez de ser recompensados con mayores tierras o poder colonizar más allá de los Apalaches, la metrópoli les subía los impuestos para paliar los gastos de la guerra. Ello aumentó el sentimiento común creado por la movilización y que se vería plasmado en el Congreso de las Siete Colonias, en el cual Benjamín Franklin propuso la creación de un Comité Federal en Albany en 1754. Los años de la posguerra pusieron en evidencia o crearon otros motivos de malestar, como la falta de tierras para los recién llegados, la promesa incumplida de concedérsela en el oeste a los veteranos americanos de la guerra, o la prohibición de los asentamientos más allá de los Apalaches, cuyas tierras fueron adscritas a la corona en 1763. 

Tras la guerra Inglaterra continúo con la asfixia económica con medidas como la Ley del Azúcar de 1764, el incremento de aranceles, o la Ley del Timbre de 1765 → Delegados de nueve colonias, reunidos en Nueva York, plantearon boicotear los productos británicos. Las primeras protestas surgieron efecto, con la caída del responsable del Tesoro y la abolición de las leyes del Timbre y el Azúcar en 1766. Pero un año después, las leyes Townshend gravaban la entrada de productos como el té, el papel o el vidrio en América → Nuevas protestas y nueva abolición, con la excepción del té. En 1773 se dictó la Tea Act, por la cual la Compañía de las Indias Orientales podía vender té a las 13 colonias sin pasar por Gran Bretaña, con la consiguiente disminución de precios, pero manteniendo el impuesto Townshend → reacción de las colonias, con el motín del té en Boston en diciembre de 1773, durante el cual se arrojó al mar el cargamento de un barco de las Indias Orientales → el parlamento británico sancionó al puerto de Boston, envió tropas y negó el derecho de reunión. 

En 1774, Benjamín Franklin convocó el primer Congreso Continental de Filadelfia, donde se impusieron los partidarios de la negociación con la metrópoli. Sin embargo, no se producían acercamientos y los colonos comenzaron a organizar milicias armadas. 

La guerra 

La guerra se inició por un pequeño incidente, cuando en abril de 1775 se produjo en Lexington un enfrentamiento no buscado entre las milicias y el Ejército del general Thomas Gage, que mandaba las tropas en Boston. Este y otro combate sangriento junto a dicha ciudad, en Bunker Hill, hicieron que Lord North, que encabezaba el Gobierno británico, tratara de evitar la guerra mediante la negociación, para lo que Franklin fue enviado a Londres como embajador, donde se reunió con Pitt. Pero en diciembre, el segundo Congreso Continental decidió organizar un ejército al mando de George Washington. El envío de tropas británicas llevó al Congreso de Filadelfia a aprobar la Declaración de Independencia el 4 de julio de 1776, redactada por Thomas Jefferson e inspirada en la Ilustración. 

Se inició entonces una guerra de casi siete años, en la que los colonos compensaban su ausencia de gobierno central e inferioridad militar (sin experiencia, industria ni fuerza naval), con su entusiasmo, luchar en su terreno y la capacidad militar de Washington. Además, Franklin buscó apoyos en Europa y consiguió de Francia financiación, armamento y voluntarios. 

En septiembre de 1776 un destacamento británico desembarcó en Nueva York (mayoritariamente realista), pero su avance pudo ser frenado. En 1777 los británicos atacaron con las tropas de Nueva York y otro ejército que bajaba de Canadá. Los primeros llegaron a conquistar la capital de las colonias, Filadelfia, pero el segundo, agotado, se rindió en Saratoga, lo que decidió a Francia a entrar en la guerra, imitada por España en 1779 y los Provincias Unidas en 1780, después de que Inglaterra les declarara la guerra. Deseoso de crear una gran coalición contra Gran Bretaña, Vergennes supo explotar el error británico de interferir en el comercio de algunos países que no intervenían en la guerra, lo que llevó a estos a la creación de una Liga en favor de la libertad de los mares, conocida como la Liga de los Neutrales (1780), en la que participaron las Provincias Unidas, Prusia, Rusia, Suecia, Dinamarca, Nápoles y Portugal. La guerra se trasladó también al mar en las Antillas y el Índico. 

La victoria de los colonos con ayuda francesa, en la batalla de Yorktown en octubre 1781, supuso prácticamente el fin de la guerra → Tratado de Versalles de 1783, donde Gran Bretaña reconocía la independencia de las trece colonias → Primera república independiente fuera de Europa. 

Tras la independencia las colonias hubieron de organizar un Estado, afrontar la deuda de la guerra, frenar la inflación, dotarse de moneda única, organizar la fiscalidad, organizar la expansión al oeste, etc. En mayo de 1787 se reunió en Filadelfia una Convención con poderes constituyentes, con 55 representantes de los estados → Primera constitución de los EE. UU., surgida como un compromiso entre federalistas y autonomistas. Dicha Constitución, aún vigente con las ligeras enmiendas introducidas desde entonces, distingue las competencias de los estados y del poder federal. En este último se establece una clara separación de poderes: legislativo (Cámara de Representantes y Senado), jurídico (Tribunal Supremo independiente), y el ejecutivo (un presidente que elige su gobierno). George Washington sería el primer presidente desde marzo de 1789. La Constitución, avanzada y con clara base ilustrada, será un modelo reivindicado en Europa por países en crisis político-sociales (Irlanda, Provincias Unidas e incluso Francia).

viernes, 21 de marzo de 2025

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (1939-1945)

La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto bélico más importante del siglo XX. Entre 1939 y 1945, Europa vivió el enfrentamiento de dos grandes alianzas: las potencias del Eje, con Alemania, Italia y Japón como principales protagonistas, y los Aliados, con Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Rusia, entre otros. Desde el comienzo de la guerra con la invasión de Polonia y las posteriores guerras relámpago desarrolladas por los nazis hasta el Día de la Victoria, tuvieron lugar batallas de relevancia como Dunkerque, Stalingrado, Iwo Jima o Berlín, así como asesinatos masivos como el Holocausto o el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. La pérdida en vidas humanas se cifra entre 50 y 70 millones de personas, al tiempo que el Viejo Continente quedó dividido en dos bloques antagónicos. Descubre cómo la mayor alianza militar de la historia fue capaz de frenar el ascenso del nazismo y el fascismo y aprende más sobre personajes decisivos como Churchill, Stalin, Hitler, Mussolini o Goebbels.


Guerra total, guerra mundial 

El 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán cruzaba la frontera con Polonia. El 3 GB y Francia declaraban la guerra a Alemania. Comenzaba la IIGM. Se originó en Europa y, en sus primeros compases, fue un conflicto interno, después extendió por todo el planeta y alcanzó a la mayoría de la población mundial. Fue una guerra de gran duración, en parte por las victorias iniciales alemanas y su control en toda Europa, lo que obligó a una larga etapa de recuperación. Fue una guerra total ya que afectó a soldados y población civil. Los bombardeos aéreos sobre ciudades y las actuaciones de los ejércitos de ocupación provocaron una sangría de la población civil sin precedentes. A diferencia de la anterior, puede ser considerada más una guerra ideológica que entre estados; en más de un país hubo fuertes divisiones y enfrentamientos internos, cuando no una guerra civil entre simpatizantes del fascismo y antifascistas, que agrupaban desde liberales a comunistas.


La guerra condicionó la economía de los países, cuyos recursos se emplearon con un objetivo bélico. Además, impulsó la investigación en la industria de guerra y en aquella cuyo objetivo era producir materiales para el frente, como los productos sintéticos. El Estado, de nuevo, tomó las riendas de la economía, y la mujer volvió a ocupar puestos de trabajo en fábricas y oficinas, esta vez sin la pretensión de abandonarlos luego. 

En innovaciones técnicas en materia militar, la más importante fue la aviación. Aparecieron los bombarderos cuatrimotores, capaces de transportar gran número de bombas. Antes de la guerra ya se pensaba en el uso de bombarderos para la destrucción de la industria enemiga o debilitar psicológicamente a la población. Alemania ya lo había probado en la Guerra Civil. Fue usado con cautela en los primeros momentos, pero con la Batalla de Inglaterra, ambos contendientes atacaron ciudades enemigas. En ataque de centros industriales, los bombardeos fueron ganando, según avanzaba el conflicto, en táctica y exactitud, aumentando los daños. La superioridad aliada se evidenció con los B-17, capaces de transportar bombas a gran distancia. Tanto las potencias del Eje como los aliados mantuvieron una carrera por conseguir la bomba atómica. Los primeros fueron los estadounidenses, con ayuda de científicos huidos de Alemania. 

En tierra lo más destacado fue el uso masivo de carros de combate. En principio Alemania utilizó los tanques en situaciones en las que había una superioridad del enemigo. Esta táctica fue clave en la guerra relámpago durante los primeros meses. En años siguientes los aliados perfeccionaron carros y su uso, y terminaron siendo superiores. Aparecieron armamentos individuales como armas anticarro y fusiles de asalto, que aumentaban la capacidad de fuego. 

Los alemanes continuaron fabricando cañones de grandes dimensiones, aunque sin efectividad. 

En el mar, los submarinos volvieron a destacar, al igual que los grandes buques. Más novedosos fueron los portaaviones. Otros barcos y lanchas para el traslado de tropas y desembarcos cumplieron una misión fundamental. El radar fue importante para la guerra aérea y marítima. Las armas químicas y bacteriológicas apenas se utilizaron a diferencia de la anterior contienda. 

El desarrollo de la contienda 

“Blitzkrieg” (1939-1941) 

El avance de las fuerzas armadas alemanas —Wehrmacht— en Polonia fue rápido. Las divisiones acorazadas con el apoyo de la aviación —Luftwaffe— facilitaron la penetración de los soldados alemanes que invadieron en poco más de un mes el territorio polaco. Era la guerra relámpago (Blitzkrieg). Alemania no podía permitirse una guerra de desgaste. El Estado nazi no pensaba entrar en guerra hasta 1944, por lo que al inicio del conflicto el ejército no estaba completamente preparado. 

Necesitaba una victoria rápida para ganar tiempo. A los pocos días del ataque alemán, el 17 de septiembre, la URSS había penetrado en la Polonia oriental, de acuerdo al pacto firmado en agosto. El 28 de septiembre Varsovia era ocupada y el 6 de octubre desaparecía la resistencia. Alemania se anexionaba Danzig, Posnania y Alta Silesia, y la URSS volvía a ocupar los territorios arrebatados el fin de la IGM. El estado polaco quedó como un pequeño territorio alrededor de Varsovia y Cracovia. A su frente se situó al nazi Hans Frank, como gobernador al servicio del Reich. 



Tras la derrota polaca, URSS pretendió establecer bases militares en los estados bálticos y Finlandia. Ésta se opuso. 

El 30 de noviembre de 1939, los soviéticos atacaban y los finlandeses se refugiaban tras la línea Mannerheim. URSS era expulsada de la Sociedad de Naciones en diciembre por ello. A pesar de la ayuda que ingleses y franceses enviaron a finlandeses, la guerra concluyó en marzo de 1940. Por el tratado de Moscú, URSS ocupaba Hango, las islas Åland, Carelia y Besarabia, aunque Finlandia mantenía su independencia. 



El frente occidental se había convertido en una guerra de posiciones. Los franceses detrás de la línea Maginot, mientras los alemanes tras la de Sigfrido. Ambas se consideraban seguras contra el ataque de carros de combate. 

Este estancamiento sin enfrentamientos supuso que se hablara de “guerra de pega” o “guerra en broma”. Todavía se pensaba que el conflicto se podía solucionar sin lucha. Hitler realizó una oferta de paz a las dos potencias occidentales que fue rechazada. Ambas partes intentaban ganar tiempo. 

Pasado el invierno los alemanes reiniciaron su política de expansión. El 9 de abril atacaban Noruega. Esgrimían que los ingleses intentaban cortar la llegada de hierro sueco a la industria alemana mediante minas en aguas noruegas. A principios de mayo el sur del país escandinavo estaba ocupado. El Rey Haakon huyó a Inglaterra, mientras se instauraba un gobierno provisional presidido por Vidkun Quisling, militar noruego fundador del partido nazi en su país. 

Al mismo tiempo, los alemanes invadían Dinamarca. 

El 10 de mayo, el ejército alemán atacaba el frente occidental. La guerra relámpago con ataque masivo de carros de combate combinado con bombardeos y paracaidistas surtió efecto demoledor. En dos días los alemanes ocupaban Países Bajos y Bélgica. Los holandeses capitularon. Los aliados esperaban el ataque por Bélgica, pero el avance se produjo en las Ardenas, que los franceses consideraban imposible de traspasar con carros de combate. El 27 el rey belga, Leopoldo III, pidió el armisticio. El ejército aliado quedaba en situación comprometida y se retiraron a Dunquerque para evacuar a Inglaterra el mayor número de soldados, embarcando más de 330.000 hombres, aunque 40.000 franceses que cubrían la retirada fueron hechos prisioneros. 

Las divisiones de carros blindados alemanes cruzaron la línea Maginot en el extremo noroccidental, donde no había terminado de construirse. Avanzaban hacia el sur de Francia, mientras el gobierno de Paul Reynaud se instalaba en Burdeos. El 13 de junio el ejército alemán desfilaba por París. Reynaud dimitió, sustituido por el mariscal Petain, que firmó el armisticio el 22 de junio. El III Reich ocupó 2/3 del territorio, quedando el restante en manos del gobierno colaboracionista ubicado en Vichy, bajo presidencia de Petain. 


Mussolini también atacó Francia, pero cuando las posibilidades de defensa eran mínimas. El 10 de junio invadía territorios fronterizos y luego se dirigió a Grecia y el norte de África. La entrada de Italia en la guerra implicaba que el Mediterráneo se convertía en lugar de conflicto. En este punto la ayuda de España era fundamental. Dos días después de la entrada de Italia, Franco abandonaba la neutralidad y se declaraba “no beligerante”. El 14 ocupaba la ciudad internacional de Tánger y planificaba invadir Gibraltar, lo que supondría la entrada de España en guerra. Pero el agotamiento de España por la guerra civil y la falta de buen equipamiento del ejército no lo facilitaba. 

En la reunión entre Hitler y Franco en Hendaya, el 23 de octubre de 1940, el Führer se mostró dispuesto a ayudar a España, y Franco expresó su interés por participar en la guerra al lado del Eje, convencido de la victoria fascista, y admitió la futura adhesión al Pacto Tripartito, pero no fijó el momento de la incorporación a las operaciones bélicas. En los meses siguientes, Hitler presionó para la incorporación de España a la guerra, pero entre los dirigentes franquistas se imponía la prudencia. 


La Batalla de Inglaterra 

Tras caer Francia, los alemanes consideraron invadir GB. Allí, el conservador Winston Churchill era primer ministro en un gobierno de Unidad Nacional tras la salida de Neville Chamberlain, quien continuó vacilando incluso tras la ocupación alemana de Noruega. Churchill en su primer discurso dijo que no tenía nada más que ofrecer que “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, y se comprometió a luchar hasta el final.

La Batalla comenzó el 10 de julio de 1940. Hitler, en un último intento de conseguir la desunión entre las potencias aliadas lanzó una proposición de paz a los ingleses el 19 de julio, que fue rechazada. La invasión no podría realizarse sin dominar antes el espacio aéreo, así que la Luftwaffe bombardeó intensamente ciudades y fábricas (Blitz). Pero los alemanes nunca controlaron el mar y el aire como para ocupar Inglaterra. Hitler decidió, a finales de octubre de 1940, posponer la invasión y avanzar hacia el este. 

La entrada de Italia en la guerra vaticinaba un enfrentamiento en el Norte de África. Los italianos, con sus colonias de Libia y Abisinia, entraron en colisión con los ingleses, asentados en Egipto y África Oriental. El 13 de septiembre, penetraron en Egipto con objetivo de avanzar al Canal de Suez, lo que implicaba el control del Mediterráneo. El ejército italiano contó con la ayuda del Afrika Korps alemán, dirigido por el mariscal Erwin Rommel, y con colaboracionistas franceses de Vichy, que aportaron suministros a través de Túnez. 

En el sur de Europa el avance italiano sobre Grecia coincidió con el ataque alemán sobre Yugoslavia, lo que provocó la retirada de más de 10.000 soldados ingleses hacia el mar. Países de la zona como Hungría, Rumanía y Bulgaria se adhirieron a la alianza militar de las potencias del Eje. En los meses siguientes nuevos países como Yugoslavia y Croacia entraban en la órbita de los dominadores de Europa. 

La “Operación Barbarroja”

El pacto germano-soviético de 1939 nunca fue entendido por las potencias occidentales y seguramente tampoco gozó de plena confianza entre los firmantes. El avance de la URSS hacia los Balcanes y los intereses alemanes en la zona, con la incorporación de parte de estos territorios, llenaba de interrogantes el mantenimiento del pacto. Hitler, consciente de las riquezas naturales de la URSS, inició el 22 de junio de 1941 el plan Barbarroja. Más de 3 millones de soldados atacaron la URSS. El avance fue espectacular. En otoño, los alemanes se habían apoderado de la Rusia Blanca, ocupaban parte de Ucrania, Leningrado estaba sitiado y sus tropas estaban a 35 km de Moscú. Pero el invierno y la resistencia rusa detuvieron el avance a principios de diciembre. 



Mientras, los japoneses bombardeaban la base norteamericana de Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941), en las Islas Hawái. Japón llevaba a cabo una política expansionista en Asia y reclamaba su “gran espacio oriental”. 

En China, había colocado un gobierno títere en Nan-Kin, en verano de 1937, y habían ocupado Indochina en julio de 1941. EE.UU. reaccionó embargando exportaciones de productos importantes para la economía japonesa (hierro y acero), y en noviembre de 1941 exigió el fin de ambas ocupaciones. 

A pesar de que los intereses de ambas naciones terminarían chocando en el Pacífico y que sus relaciones estaban deterioradas, el ataque a Pearl Harbor fue una sorpresa. Al día siguiente, EE.UU. y GB declaraban la guerra a Japón. El 11 de diciembre, Alemania e Italia hacían lo propio con EE.UU. 

1942, el dominio del Eje 

Las potencias del Eje consiguieron durante 1942 la máxima extensión de su dominio. Cuatro zonas van a marcar el fuerte empuje de sus ejércitos: el Pacífico, el Norte de África, el Atlántico y la Unión Soviética. 

En enero de 1942, 26 países, entre ellos las principales potencias, GB, URSS y EE.UU., decidieron no acabar la contienda hasta la derrota total del Eje. EE.UU. y GB coordinaron sus actuaciones bélicas en un Estado Mayor 

Combinado y dieron prioridad a la guerra en Europa postergando el Pacífico. Así, los japoneses lograron importantes avances tras Pearl Harbor. En los primeros 5 meses de 1942 ocuparon: Malasia, Indonesia, Filipinas, Birmania, Hong Kong, Guam, Nueva Guinea y amenazaban Australia. 

En el Norte de África, tras el avance italiano, los ingleses, a comienzos de 1941, habían entrado en Libia y Etiopía, poniendo fin al dominio italiano en la zona. El protagonismo pasó a manos del Afrika Korps de Rommel, que a mediados de 1942 había penetrado en Egipto. Los panzer alemanes lograron avanzar, a finales de agosto, hasta El Alamein, a 100km de Alejandría, con lo que la amenaza se cernía sobre el Canal de Suez. 

Los submarinos alemanes controlaban las aguas del Atlántico. A principios de 1942, EE.UU. no estaba completamente preparado para la guerra y pasaba por un momento de movilización y producción de material bélico. 

Así que buena parte de ese año, barcos ingleses y norteamericanos sufrieron ataques incluso cerca del continente americano, imposibilitando la salida de tropas estadounidenses a Europa. 


La ofensiva alemana en la URSS tuvo su punto álgido en 1942. Hitler destituyó al general Von Brauchtisch y tomó el mando de las operaciones. En mayo de 1942, intensificó el ataque sobre Crimea. En los meses siguientes dirigió sus fuerzas a los campos petrolíferos del Cáucaso y Stalingrado, donde más de 22 divisiones intentaron cruzar el Volga. 

Los rusos perdieron en esta batalla, la más atroz de toda la guerra, a más hombres que EE.UU. en toda la contienda. 

Igual de terrorífico fue el asedio de Leningrado que duró 900 días, de septiembre/1941 a enero/1944. La resistencia rusa en todos los frentes fue excepcional en unos momentos muy delicados: la cuenca industrial del Don estaba ocupada, al igual que la zona de Ucrania, lo que provocaba escasez de alimentos. Los soviéticos decidieron el traslado de la industria hacia el este. Con esta decisión se aseguraban la continuidad de una producción que, a pesar de todo, no había sido seriamente dañada. 


Todo comenzó a cambiar a finales de 1942. Los estadounidenses, al mando del general Douglas MacArthur, consiguieron victorias importantes liberando a Australia de la presión japonesa. Al final de año los americanos desembarcaban en Guadalcanal, en Islas Salomón, lo que suponía el fin del avance japonés y el inicio de la contraofensiva. La fuerza submarina alemana fue perdiendo efectividad en el Atlántico, con lo que los aliados empezaron a planificar la invasión de Europa desde Inglaterra. En el Norte de África las tropas inglesas de Montgomery lograron contener en octubre de 1942 a los alemanes en El Alamein; un mes más tarde, el general Eisenhower, al mando de tropas estadounidenses, desembarcaba desde el oeste. Ambos ejércitos vencieron en Túnez a Rommel en mayo de 1943. Por último, los soviéticos lograron la victoria en Stalingrado, en febrero de 1943, donde capitularon 330.000 alemanes. Los rusos comenzaron a avanzar hacia el oeste. 

La victoria aliada 

Desde África, las tropas aliadas cruzaron el Mediterráneo y en julio de 1943 entraron en Sicilia. Ante el avance aliado, Mussolini dimitió y fue detenido. Víctor Manuel II, nombró un gobierno que solicitó el armisticio —3 de septiembre— y declaró la guerra a Alemania. Italia fue admitida como “cobeligerante” por los aliados. Los alemanes invadieron el norte de Italia, mientras que Mussolini escapaba de su encierro ayudado por tropas alemanas el 22 de septiembre y se desplazaba al norte donde fundó la República Social Italiana —República de Saló— bajo protección alemana. El 4 de junio de 1944, los aliados entraban en Roma; y en abril de 1945, los partisanos detenían a Mussolini cuando intentaba huir. Fue fusilado y descuartizado. 

República de Saló

Dos días después de la entrada aliada en Roma, el 6 de junio de 1944, empezaba la operación Overlord: 100.000 hombres, principalmente ingleses y norteamericanos, desembarcaban al mando de Eisenhower en Normandía, el mayor desembarco de tropas por mar realizado en la historia. El avance fue más complicado que la entrada por el sur de Italia debido a las importantes fortificaciones construidas por el ejército alemán. Además, el mejor estado de las carreteras hacía que la comunicación entre las zonas de defensa fuera más fluida. París fue liberada el 25 de agosto. 


En el sur los aliados desembarcaron en Provence el 15 de agosto y ocuparon Marsella el 23. Ambos contingentes se unieron en la zona de Dijon a mediados de septiembre. A finales del mismo mes cruzaban la frontera con Alemania en dirección a Berlín. 

Normandía

En 1944, los rusos expulsaron a los alemanes de Ucrania, la Rusia Blanca, los Estados Bálticos y Polonia oriental. 

En agosto llegaban a Varsovia, y en los meses siguientes a Rumania, Bulgaria y Hungría. En febrero alcanzaban el Oder, a menos de 100km de Berlín, donde el general Zhukov reagrupó fuerzas. 

Mientras, los aliados se detuvieron en el oeste cerca de Berlín. Eisenhower permitió que fueran las tropas rusas las primeras en entrar en la capital, como reconocimiento al sacrificio realizado. Berlín fue ocupada entre el 25 de abril y el 2 de mayo. El 30 de abril, Hitler se suicidaba en el búnker de la Chancillería. Ocho días después el almirante Karl Dönitz, designado sucesor por el Fuhrer, firmaba la capitulación el 9 de mayo . La caída de Alemania era el fin de las acciones en Europa, pero no el de la guerra. 


En el Pacífico, las fuerzas americanas fueron ocupando entre enero de 1944 y marzo de 1945 Filipinas, las Marshall, las Carolinas y las Marianas. Pusieron bases en islas cerca de Japón. Desde ellas y portaaviones desencadenaron un intenso bombardeo sobre Japón desde mayo de 1945 que destruyó la flota y la industria nipona. 

A pesar de todo se pensaba que la rendición iba a ser larga y costosa. Truman, que había sustituido a Roosevelt fallecido el 12 de abril de 1945, decidió lanzar la primera bomba atómica de la historia. El 6 de agosto de 1945, el Enola Gay, bombardero cuatrimotor B-29, despegaba de Tinian y dejaba caer a «Litte Boy», bomba atómica de unos cuatro mil kilos, a las 8:15h en Hiroshima. La ciudad de 200.000 habitantes fue destruida, pereciendo más de 70.000 personas. Tres días más tarde lanzaban «Fat Man» sobre Nagasaki que mató a más de 80.000 personas. Los japoneses pidieron la paz inmediatamente. El 2 de septiembre de 1945 firmaban la rendición en el acorazado Missouri. Japón pasaba a ser ocupado por EE.UU., pero mantenía a su emperador, Hirohito, como jefe del Estado. 


Las retaguardias 

Las potencias combatientes 

La IIGM influyó en mayor medida en la población porque las acciones bélicas dejaron de circunscribirse exclusivamente al frente de batalla y los habitantes de ciudades y pueblos pasaron a ser un objetivo más. 

Las potencias democráticas anglosajonas exigieron un gran esfuerzo productivo a su población. Su fuerza estaba en el nivel de producción, y entendían que alargando la guerra aumentaban sus posibilidades de victoria. EE.UU. incrementó de forma excepcional su producción; al final de la guerra, alcanzaba 2/3 de la producción mundial. En el orden político, GB y EE.UU. mantuvieron el funcionamiento de sus instituciones. Las libertades y derechos ciudadanos fueron respetados. Los medios de comunicación pudieron ejercer su libertad de informar de forma amplia y mantuvieron una actitud crítica frente al poder. Aunque los ciudadanos británicos soportaron peores condiciones que los estadounidenses, hubo un ambiente de ayuda colectiva que facilitó la superación de dificultades. En este ambiente de sacrificio y unidad, Churchill fue elegido para conducir al país en la guerra, siendo relevado una vez finalizada. Los ingleses reconocían la actuación de su primer ministro durante la contienda, pero dudaban de su capacidad para gestionar los tiempos de paz, en que los avances sociales debían ser importantes. 

Uno de los problemas fundamentales a los que tuvo que enfrentarse GB fue la pérdida de control de sus colonias. Mientras que en algunos casos la guerra estrechó los lazos con la metrópolis, como con Australia y Canadá, en otros se vio la posibilidad de poner fin a años de sumisión. Dirigentes de países del Norte de África y asiáticos apoyaron a alemanes o japoneses con el objetivo de acabar con el imperialismo occidental. La defensa inglesa del colonialismo les separaba de su gran aliado, E.EU.U., que, a pesar de temer el contagio de las ideas alemanas en América Latina, mantuvo su oposición al control colonial. 

En EE.UU., en los primeros compases de la guerra, la opinión pública estaba dividida entre los que apoyaban la intervención y los que se oponían. Roosevelt era partidario de intervenir y su política facilitó la ayuda a los aliados. Si en los 30 el gobierno defendió la neutralidad, en noviembre de 1939 aprobaba la ley “Cash and Carry”, que permitía la venta de armas a los aliados al contado. Esta política se puso de manifiesto con el envío de armas a Inglaterra en verano de 1940. En marzo de 1941, Roosevelt aprobaba la ley de “Préstamo y Arriendo”, que permitía la compra de armas o materias primas y alimentos a crédito. El país se preparaba para la posible entrada en el conflicto, lo que incluía reorganización del ejército y ampliación de la fuerza aérea y la flota. Con el ataque a Pearl Harbor la opinión cambió. Algunas minorías, como la población negra, mejoró sus condiciones de vida por su participación en la guerra, mientras que los japoneses, en su mayoría ciudadanos norteamericanos, perdieron sus derechos y fueron internados en campos de concentración ante una posible colaboración con el enemigo. 

La Unión Soviética movilizó desde el principio todos sus efectivos. El sacrificio exigido a su población fue excepcional, y a pesar de que buena parte de sus recursos y territorios estuvieron en poder alemán, mantuvo una producción alta, consecuencia de la decisión de trasladar la industria al Este. La política de tierra quemada durante el avance alemán supuso una reducción considerable en su Renta Nacional. Además de los sacrificios derivados de un trabajo agotador para mantener el nivel productivo, lo que incluyó disminución de salarios, la brutal acción de tropas alemanas en suelo ruso castigó de forma especial a la población. Los dirigentes políticos y militares soviéticos y las autoridades en ciudades y pueblos tomaron medidas que crearon un sentimiento de resistencia y resiliencia en el pueblo. Las tropas fueron obligadas a mantener la resistencia o iniciar el contraataque a cualquier precio. La Guerra Mundial en la URSS se convirtió en la Gran Guerra Patriótica, aunó el sentimiento nacional y a la que se supeditaron los esfuerzos para conseguir la victoria. 


En las potencias del Eje se intentó, en los primeros meses, que la población no sufriera los efectos de la contienda. 

En Alemania, los ciudadanos no soportaron ningún tipo de restricción. La estrategia de Hitler de realizar una guerra relámpago estaba relacionada con la necesidad de victoria rápida, ante la superioridad material de los aliados, que le permitiera acceso a las materias primas para la industria. El Estado no acaparó todos los resortes de la economía, así que se mantuvo la iniciativa privada, aunque en todo momento estuvo supeditada a las necesidades nazis. La economía se benefició por el expolio de los países ocupados: se incrementó la producción de petróleo en Hungría, en Noruega se puso en marcha una importante industria de aluminio y de Polonia se desviaron grandes cantidades de minerales para la industria germana. 

En otros casos, países denominados neutrales colaboraban con Alemania. España aportó productos alimenticios y wolframio. Franco pagaba la ayuda de Hitler en la guerra civil. La falta de hombres en la industria, requeridos para engrosar el ejército, no fue suplida con mujeres alemanas, en parte por la ideología nazi, pero también porque usó mano de obra forzosa de prisioneros, miembros de razas consideradas inferiores o alemanes opositores. La sociedad nacida de la victoria nazi implicaba unidad de pensamiento, con lo que se exacerbó el totalitarismo y la marginación y eliminación de cualquiera que disintiera. 


Italia tuvo que imponer restricciones a la población en los primeros meses de guerra. Mussolini unió su destino a Hitler convencido de la superioridad alemana y su victoria. Sin embargo, la actuación de los dirigentes italianos fue menos previsora que la de sus correligionarios e hicieron gala de una mayor improvisación. El régimen italiano mantuvo el totalitarismo que había presidido su actuación desde la subida del Duce al poder y continuó ejerciendo la represión contra los opositores de forma sistemática. 

Japón tenía graves problemas con el suministro de productos, especialmente petróleo, que compraba a EE.UU. La ocupación de territorios en Asia facilitó la llegada de materias primas a la industria japonesa. A estas carencias se unía el problema de mantener a una población sin recursos alimenticios adecuados, base de la justificación de su expansión colonial. La sociedad japonesa estaba educada en una férrea disciplina. Sus enfrentamientos bélicos en las últimas décadas se habían saldado con victoria, lo que unido a su avanzada tecnología militar y su concepto de honor y patriotismo los hacían enemigo difícil. Mantuvieron la unidad y estuvieron dispuestos a defender cada isla y casa hasta el final. Solo las explosiones nucleares doblegaron su espíritu de resistencia. El Consejo Supremo de Guerra dudó hasta el último momento aceptar la rendición por miedo al levantamiento del ejército y la oposición de la población que prefería su sacrificio en defensa del Emperador. Pero Hirohito aconsejó la aceptación. A pesar de esta decisión, hubo militares que, desperdigados por las islas del Pacífico, se negaron a aceptar la derrota y se mantuvieron en guerra hasta la década de los setenta. 


El colaboracionismo 

La victoria de las potencias del Eje llevaba implícito un Nuevo Orden con bases en la ideología fascista. Pero como sus victorias fueron temporales y su derrota final impidió su instauración, sus realizaciones fueron parciales y tuvieron diferente aplicación dependiendo de la nación ocupada, ya fuera considerada inferior o asimilable. Entre las naciones «inferiores», URSS y Polonia. En ambos, los alemanes buscaban la explotación del territorio y sus habitantes. En la URSS las tierras fueron consideradas propiedad de Alemania y sus ciudadanos utilizados como mano de obra servil, cuando no asesinados con la aplicación del terror. En Polonia la población fue tratada de forma inhumana; se les redujo el suministro de alimentos a la mínima, se prohibieron derechos fundamentales y parte importante de la población, incluidos niños, fueron desplazados a Alemania como mano de obra esclava. 


En el lado opuesto, países que los alemanes consideraban racialmente asimilables. Austria, cuyos dirigentes fascistas ocuparon puestos relevantes en el III Reich. En Dinamarca la ocupación se realizó de forma incruenta. La colaboración que se estableció, como en Bélgica y Holanda, fue circunstancial y basada en mínimos que facultara la continuidad de servicios básicos. Lo que no impedía la colaboración de aquellos que mantenían misma base ideológica. En Noruega tuvo lugar uno de los casos más representativos de colaboracionismo, el de Vidkun Quisling, dirigente del partido fascista noruego, cuyo apellido pasó a ser utilizado como sinónimo de colaborador o simpatizante nazi. Fue primer ministro de Noruega entre 1942 y 1945. 

En otros países preferían usar a partidos autoritarios y anticomunistas en la administración del país ocupado, lo que no impedía la colaboración estrecha con partidos fascistas. En Rumania, apoyaron al militarista conservador Antonescum, en lugar de a Horia Sima, miembro de la Guardia de Hierro fascista. En Hungría se mantuvo en el poder al regente Miklós Horthy, con un gobierno conservador. En 1944 el dirigente fascista húngaro del Partido de la Cruz Flechada, Ferenc Szálasi se hizo con el poder. Por su parte, Yugoslavia fue dividida en el estado croata, bajo dominio italiano, y la zona de Serbia, con administración alemana. 

La rápida derrota francesa dejó sin respuesta a una mayoría de franceses. Entre ellos, miembros del parlamento, que aceptaron la derrota y concedieron plenos poderes a Petain. El régimen autoritario de Vichy contó con importantes colaboradores como Pierre Laval, que alcanzó la presidencia del gobierno entre 1942 y 1944. La colaboración estrecha entre el gobierno de Laval y la Alemania nazi perjudicó a los miles de refugiados españoles que habían huido de la represión franquista. Laval pretendió anular el acuerdo entre México y Francia que permitía la salida de refugiados a América, con la pretensión de utilizarlos en los campos de trabajo alemanes. Su gobierno aprobó una disposición administrativa que incrementaba las dificultades de los españoles que quisieran salir de Francia y estuvieran en edad de trabajar. Los dirigentes de los partidos fascistas franceses no estuvieron en Vichy, sino colaboraron con la administración alemana en París, como Jacques Doriot, dirigente del Partido Popular Francés.

Petain

La colaboración incluyó en algunos casos la formación de ejércitos que combatieron junto con el alemán. Fue especialmente relevante a raíz del ataque a la URSS. En buena parte de los países ocupados o los que se declararon neutrales, pero eran afines a Alemania, se formaron ejércitos para combatir al comunismo: la Legión Walona en Bélgica, la División Vikingo en Noruega, la Legión de Voluntarios Franceses o la División Azul en España. 

Colaboracionistas

Japón llevó una política similar a la alemana. Explotaron territorios sin consideración. El discurso se basaba en el antioccidentalismo. No faltaron colaboracionistas o nacionalistas que apoyaron las tropas japonesas para conseguir la independencia de las metrópolis europeas, como el caso de Sukarno en Indonesia. De hecho, la descolonización de Asia tuvo su punto álgido con el fin de la Segunda Guerra Mundial. 

Las resistencias 

La diversidad en la colaboración con Alemania se repite en la resistencia que surgió en los países ocupados. Patriotas, defensores de la libertad, luchadores antifascistas, personas que habían sufrido la represión nazi formaron parte de los grupos de resistencia. Esta oposición al Nuevo Orden tuvo un momento clave en la invasión alemana de la Unión Soviética. Desde este momento, los miembros de los partidos comunistas de los países ocupados desempeñaron un papel fundamental en la resistencia y en la reconstrucción y reorganización política de sus países una vez finalizada la contienda. 

Las decisiones del Parlamento francés y la asunción de poderes de Pétain retrasaron la formación de la resistencia francesa que tuvo diferentes puntos de organización: la interior que se formó desde los primeros momentos de ocupación y tuvo en los “maquisards” los grupos más significativos; la exterior protagonizada por el General De Gaulle, quien se opuso a la claudicación y tomó el exilio. En Inglaterra constituyó “Francia Libre”, con objetivo de expulsar de suelo francés a las fuerzas de ocupación. Churchill le reconoció como “jefe de los franceses libres”. La Colaboración entre la interior y el exilio fue más intensa desde 1942. 


El dirigente de la resistencia interior, Jean Moulin, promovió, a principios de 1943, la unificación de los grupos en el Comité Nacional de la Resistencia; labor que continuó George Bidalut, tras la detención y asesinato del primero por la Gestapo. La actuación de la resistencia francesa fue dirigida a la realización de atentados y sabotajes y a la captación de información, clave para los ejércitos aliados, además de la publicación de folletos. De Gaulle supo incluir a Francia entre los países vencedores, con lo que pudo desempeñar un papel importante en la inmediata posguerra. 

Jean Moulin

En países como Italia y Yugoslavia la guerra desembocó, prácticamente, en guerra civil. En los primeros años, los italianos formaron la resistencia en el exterior, aunque desde el armisticio en septiembre de 1943, la resistencia partisana tuvo presencia destacada. El punto álgido es la constitución de la República Social de Mussolini en el norte del país, y su final en la rendición de los alemanes en abril de 1945. Las acciones más frecuentes de los partisanos consistieron en sabotajes contra las tropas de ocupación. 
Partisanos

En Yugoslavia los enfrentamientos entre resistencia y fuerzas que apoyaron a los alemanes fueron especialmente duros. La ocupación provocó la creación de un Estado croata dirigido por los ustachis de Ante Pavelic, líder fascista croata, controlado por el III Reich. En Serbia, los chetniks del coronel monárquico Dragoljub Mihailovic, apoyados por los alemanes se enfrentaron a la Resistencia partisana del comunista Joseph Broz, “Tito”. Este sería el vencedor y Yugoslavia se convirtió en el único caso de implantación de un régimen comunista en la Europa Oriental sin la intervención de las tropas soviéticas en su avance a Berlín. 

En Alemania, la resistencia al régimen nazi tuvo alcance limitado. La forma expeditiva con que los dirigentes se enfrentaban a cualquier tipo de oposición hizo que fuese prácticamente inexistente. Al estallar la guerra mundial en Alemania ya había 8.000 personas en campos de concentración. Según avanzaba la guerra y se vislumbraba la derrota, la disidencia se hizo más presente. El ejemplo más representativo fue el intento de asesinato de Hitler en el complot liderado por el coronel Claus Von Stauffenberg, la operación Walkiria. 


Represión y holocausto 

La brutalidad de los alemanes en la IIGM quedó patente en los países que ocuparon: torturas, ejecución de rehenes, trabajos forzosos, campos de concentración, experimentación con seres humanos, cámaras de gas... En Croacia, el líder fascista Pavelic promulgó, a semejanza de los nazis, leyes antisemitas y abrió el campo de exterminio de Jasenovac, con 80.000 personas asesinadas entre gitanos, serbios y comunistas. De la brutal represión no se libraron los alemanes: tras el fracaso de la operación Walkiria fueron ejecutadas 7.000 personas. Uno de los países que sufrió la represión de forma especial fue Polonia, donde el 20% de la población murió en la guerra. El general Hans Frank, gobernador del III Reich en Polonia, ejecutaba 100 rehenes por cada soldado alemán asesinado. Más de 200.000 niños polacos fueron utilizados como mano de obra esclava en Alemania. En el campo de Liblin fueron fusilados o gaseados miles de prisioneros soviéticos. 


En campos de concentración se realizaron experimentos médicos utilizando seres humanos como cobayas. Huesos, nervios y músculos fueron extraídos de los prisioneros para luego realizar trasplantes o injertos en operaciones que se realizaban sin anestesia; se experimentó sobre el efecto de determinadas drogas...

Japón no se quedó atrás en este tipo de experimentos. La Unidad 731, que llevó a cabo su actuación en Manchuria, estaba formada por unos 2.000 japoneses que formaban un grupo de investigación sobre las armas biológicas. Para sus estudios realizaron experimentos con humanos: disección en personas vivas, estudios sobre la agonía y la muerte, … A las atrocidades cometidas por la Unidad 731, se puede añadir la actuación de las tropas japonesas en buena parte de Asia: torturas, fusilamientos, represalias, violaciones… como en 1938 Nan-Kin (China), donde las tropas japonesas violaron unas 30.000 mujeres. Unas 200.000 asiáticas —filipinas, tailandesas, chinas, coreanas, etc.— fueron hechas prisioneras para ser entregadas como esclavas sexuales a soldados nipones durante la guerra. 



Mención aparte merece el Holocausto judío. El antisemitismo de Hitler estuvo detrás de su intento de hacer desaparecer a todo un pueblo. Las medidas represivas supusieron la emigración de Alemania de cerca de 250.000 personas antes del inicio de la guerra. Pero las victorias alemanas volvieron a colocar bajo su dominio a miles de judíos que vivían en las naciones ocupadas. Los dirigentes nazis pensaron, en un principio, en deportar a los judíos; aunque con la llegada de las derrotas la actuación contra los judíos se fue endureciendo hasta desembocar en la “Solución final”, que no era otra cosa que su completa eliminación. En la guerra con la URSS ya se pusieron en marcha medios de exterminio como asesinatos masivos mediante fusilamientos, ejecuciones sumarias mediante un tiro en la nuca o la utilización de camiones como cámaras de gas móviles. La eliminación racial o política realizada en los campos de exterminio aplicaba los criterios de mínimo coste y máxima eficacia. En total, unos 6 millones de judíos fueron asesinados.