LAS MANOS

Las manos. Una toma de contacto con los demás, sentido del tacto que profundiza lo ya captado por la vista, el oído y el olfato. Invitación a un abrazo, a buscar el apoyo y el cariño del otro con una caricia que alivia nuestra alma eliminando las penas. Creadoras de arte, de poesía, de música... Las manos siempre fueron mi parte preferida de cualquier cuerpo. Notar como se mueve libremente entre versos y narraciones, pasando las páginas de un libro, sosteniendo un bolígrafo que se convierte en un apéndice que permite conectar nuestros pensamientos y alma con el papel, notar como rasgan la melodía de una canción, dotándola de sentido y sentimiento, llegando a la profundidad de nuestras almas y nuestros corazones, permitiendo florecer sentimientos y sensaciones ocultas a simple vista que tratan de escapar de nuestro cuerpo en una lágrima por nuestro rostro. Son capaces de sustituir a las palabras cuando nos quedamos mudos de asombro o de emoción, de transmitir cariño sin necesidad de palabras o de discursos elaborados: Solo ellas son capaces de hacer temblar cualquier otro lugar del cuerpo sin necesidad de pronunciar una sola palabra. Solo ellas tienen ese don de poder entrecortar la respiración cuando inician el camino ascendente entre las piernas. Las manos pueden hacerte perder el juicio cuando acaban haciendo parada en tu cuello. Cuando recorren los labios silenciándolos para callarlos con un beso. Las manos son las culpables de encender la piel simplemente intuyendo que se acercan. Son la dinamita preferida, capaz de hacer que el cuerpo se estremezca y que en la piel se quede impregnado ese recuerdo. Las manos siempre fueron mi parte preferida de cualquier cuerpo. Pero para que todo este hilo de sensaciones concurra, solo hay que cerciorarse de que están en el lugar del cuerpo correcto. Y sobre todo, sobre el cuerpo correcto.