sábado, 30 de noviembre de 2024

NOSOTROS

Te estaba esperando al final de la calle empapado bajo la lluvia. El tiempo pasaba y los segundos se convertían en minutos y en horas, lentamente observa su metamorfosis mientras la gente se convertía en  fugaces imágenes ante mis ojos, espejismo de la realidad que desaparecen cuando parpadeas por un instante. Las imágenes se difuminan hasta convertirse en meras sombras, dejando solo un foco de luz que ilumina nuestra presencia, estando solo nosotros, siendo sólo nosotros.

Me pierdo en tu mirada: un río metafísico que nadas como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impulso.Yo describo y defino y deseo esos ríos, tú los nadas. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, tú los nadas. Y no lo sabes, igualita a la golondrina. No necesita saberlo como yo, puedes vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden te retenga. Ese desorden que es tu orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que te abre de par en par las verdaderas puertas. Tu vida no es desorden más que para mí, enterrado en prejuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, déjame entrar, déjame ver algún día como ven tus ojos.

Todo el mundo tiene su historia de amor. Todo el mundo. Puede haber sido un fiasco o no, puede haberse quedado en agua de borrajas, hasta puede ser que ni siquiera haya existido, que haya sido puramente mental, pero no por eso es menos real. A veces, ves a una pareja que parece morirse de aburrimiento juntos y no te imaginas que puedan tener algo en común o por qué siguen viviendo juntos. Es porque en su día tuvieron su historia de amor. Todo el mundo la tiene. Es la única historia.

Cogido de tu mano, vamos sorteando la lluvia camino a casa. sin embargo, no importan las gotas que caen sobre nuestra piel y la ropa mojada. No importa la humedad en el ambiente y el ruído de los autos en la calle oscura.  El tacto de tu piel calienta mi alma, resguardándome del frío y la humedad que impregnan el ambiente. una sensación mágica que me hace creer estar en un sueño, en una ilusión.

Aceleramos el ritmo de nuestros pies mientras intentamos en vano no empaparnos, buscando resguardarnos bajo un portal pero no es necesario porque nuestra casa está cada vez más cerca. la lluvia deja de ser una preocupación ya, y solo quede este momento.

Momentos de frenesí, de sentimientos encontrados, de intimidad, de besos robados, de besos apasionados. De besos que a veces, arrancan el alma. De los besos que nos dimos. Momentos de lujuria desatada por sentir al otro sobre ti, momentos en los que no lo tienes, y fantaseas con volver a poseerlo, superando tus expectativas cuando de nuevo, esa fantasía se materializa.

Momentos en los que quieres tanto, que casi, no puedes respirar. Momentos de tocar el cielo un minuto, para después descender a los infiernos durante días.

El amor a menudo, está hecho de esos momentos por los que pasamos de puntillas, casi sin darnos cuenta y de los que sólo somos conscientes cuando los vemos alejarse, desprendiéndose de nuestras manos, rozando despacio las puntas de nuestros dedos, queriendo aferrarse a nosotros.

Quizá todos nuestros amores no sean más que simples ilusiones y símbolos; lenguaje errático mal escrito sobre vallas y pavimentos a lo largo del fatigoso camino que tantos y tantos han pisoteado antes que nosotros. Quizá tú y yo no seamos más que meros paradigmas, y esta tristeza que a veces nos envuelve nazca de la desilusión de nuestra búsqueda, cada uno a través y más allá del otro, vislumbrando momentáneamente, y de vez en cuando, la sombra que dobla la esquina un paso o dos antes que nosotros.

viernes, 29 de noviembre de 2024

INGLATERRA A INICIOS DE LA EDAD MODERNA:CENTRALIZACIÓN POLÍTICA Y RUPTURA CON ROMA

La Guerra de las Dos Rosas y la cuestión dinástica.Los Reyes Tudor. gobierno e instituciones

La Guerra de las Dos Rosas fue la violenta guerra civil con la que concluyó la Edad Media en Inglaterra, una lucha sin cuartel entre los nobles del país para hacerse con la Corona, dos familias los york y Los Lancaster, de la que salió beneficiada una tercera que logrará poner paz entre las dos al unirlas en matrimonio, la Casa Tudor y la figura de Enrique VII. Por delante la tarea de reconstrucción de un país muy mermado de nobleza, varias familias desaparecieron durante la guerra, solo el norte más distante de la guerra mantuvo un cierto control sobre el territorio.

El reino de Inglaterra incluía el principado de Gales, a excepción del norte donde existía el reino de Escocia: por otro lado, la isla de Irlanda aunque pertenecía la reino de Inglaterra de facto sólo controlaba una estrecha línea costera denominada The Pale, en torno a la capital Dublín. como en otras monarquías dos instituciones controlaban el poder, la Casa del Rey y el Consejo.

Por un lado la Casa del Rey (el entorno del rey), donde existían dos ámbitos, el público encabezado por un mayordomo mayor y el privado que a partir de la Edad Moderna incorporará un núcleo duro formado por los asesores del rey, la Cámara Privada, de donde surgirá en la segunda década del siglo XVI la figura del gentleman inglés.

Las reformas políticas de Enrique VII (1485-1509)

El Consejo actuaba como una institución a Consilium del rey, repleta de nobles y altos personajes del clero, además de personajes con fuerza en la anterior Edad Media que surgían de los oficios de armas. Aunque con múltiples tareas no estaban bien definidas, y sin ir más lejos una de ellas que era la judicial, en la que los reyes manejaban a su antojo en especial Enrique VII. Será su sucesor Enrique VIII el que ponga orden en esta institución limitando el número de miembros a 19 convirtiéndolo en el Consejo Privado del Rey. Este monarca la figura del secretario de Estado, que tendrá gran repercusión en cortes futuras, haciendo perder protagonismo a figuras medievales como el canciller o el guardián del Sello.

Tres grandes tribunales velaban por la justicia inglesa, el Tribunal de Pleitos Comunes en el campo civil, el Tribunal del Rey para los criminales y el Tribunal del Tesoro para los delitos económicos: dos nuevas cortes surgirán en el siglo XVI para complicar el panorama, Eduardo VIII y la Cámara Estrellada, una especie de tribunal de alta seguridad que se convertirá en arma de represión política y religiosa y con Isabel I el Tribunal de la Alta Comisión como tribunal eclesiástico y al servicio de la represión religiosa.

La administración de las fianzas corría a cargo de uno de estos tribunales, el del tesoro, denominado también Exchequer, Enrique VIII disminuyó sus competencias dejando solo los ingresos por aduanas y el resto de patrimonio real que el Parlamento había concedido de forma vitalicia a la Casa Real (además de los aduaneros, sedes episcopales vacantes, derechos feudales, multas, confiscaciones, etc) fueron a para a la cämra del Rey. Durante el reinado de Enrique VIII el trabajo fue aumentar la recaudación a costa de subir los impuestos y reforzando la eficacia.

El Parlamento inglés que procedía de la Curia Regis medieval, constaba de dos cámaras. Los Lores, que al final del reinado de Enrique VII contaba con más representantes religiosos (49) que nobles (43), y por otro lado la Cámara de representación ciudadana , Los Comunes, 74 representantes de los caballeros, dos por cada condado y 224 diputados de los ciudades elegidos supuestamente por todos los ciudadanos que pagaran impuestos, pero solo de las ciudades que los reyes habían concedido dicho privilegio. pero el rey controlaba las dos cámaras, sobre todo Enrique VII; que solo las convocó 7 veces para ratificar la iniciativa legislativa de la Corona en dos campos, nuevos impuestos o nuevas leyes. Con Enrique VIII se incrementó las consultas por motivo d elos impuestos extraordinarios para el Cisma con Roma. Isabel I lo convocó en 13 ocasiones pero bastante controlado, hasta que aparecieron los problemas económicos, donde el Parlamento ofreció mayor resistencia a las decisiones reales.

La organización territorial corría a cargo de los condados, al tener pocos efectivos reales en ellos, los reyes tenían que confiar en las figuras del Sheriff, con atribuciones de gobierno y judiciales y los jueces de paz, con misiones atribuidas por un tiempo delimitado,a través de la Edad Moderna los segundos ganarán terreno a los primeros.

Enrique VII (1485-1509)

Enrique VIII. Reforma y empire. El cisma de Enrique VIII

Enrique VIII (1509-1547) fue uno de los reyes más preparados de la historia Moderna de Inglaterra, a pesar de lo cual se dejó influenciar en el gobierno por el arzobispo de York, el culto renacentista Wolsey que controló la política desde el consejo del Rey. A partir de 1527 la Corona inglesa se vio envuelta en un enfrentamiento con el Papado romano, el detonante, el intento de separación de Enrique VIII de Catalina de Aragón, para casarse con la joven Ana Bolena. pero también existían otros motivos de discordia con la iglesia romana en especial entre los círculos luteranos que se extendían por las universidades en concreto Cambridge.

La Inglaterra donde en el siglo XVI, John Wyclift, había introducido nuevas ideas religiosa encaminadas a la Reforma, proseguidas por los humanistas como Tomás Moro que en 1516 escribe Utopía, un alegato a una nueva iglesia humanista y tolerante, con los sacerdotes (incluido mujeres) elegidos por los fieles. A ello podemos sumar la mala imagen del Papa romano, debido a su suntuosidad y transmitida en Inglaterra desde la Edad Media por los lolardos, perseguidos en Europa ya sentados en suelo inglés. Sin olvidar la lejanía geográfica de Roma, que siempre significó una especie de autonomía de la iglesia de Inglaterra.

Desde finales de los años veinte el divorcio del rey se había convertido en prioritario, pero existía muchos inconvenientes, ya que no había causas como la más habitual para conceder el divorcio, que era la falta de consumación del matrimonio, por otro lado Catalina tenía el fuerte apoyo de su sobrino Carlos V de enorme poder en Europa. En 1527 la victoria imperial en Italia alejó las pocas posibilidades de concesión del divorcio al rey inglés, con lo cual el cardenal Wolsey fue destituido, y Ana Bolena empezó a colocar piezas afines dentro del Consejo real, Tomás Moro como canciller, Thomas Cranmer o el ambicioso Thomas Cromwell todos influidos con ideas humanistas o evangélicas.

El siguiente paso se realizó en el parlamento, de fuerte sentimiento antirromano, que realizó diversas reformas para limitar el poder del papado en los asuntos de la Iglesia Anglicana. Cranmer por entonces arzobispo de Canterbury declaró nulo el matrimonio del rey con Catalina y confirmó el que se había realizado en secreto con Ana Bolena, por entonces en estado. El papa Clemente VII excomulgó al rey, finalmente en 1534 el Parlamento inglés aprobó la Ley de Supremacía, por la cual la Iglesia Anglicana se separaba formalmente de a católica romana, el rey será nombrado jefe supremo de la misma, declarando traidor al que negara dicha superioridad.

En ese momento comenzará una limpieza de católicos en Inglaterra, empezando por el propio Thomas Moro que abandonó el gobierno antes de dichas reformas o el obispo de Rochester ambos ejecutados. la mayor resitencia vino del clero monástico muy arraigado en Inglaterra, muchos abades fueron ejecutados y sus seguidores encarcelados. El mayor temor era por parte de los campesinos que trabajaban la tierra de la iglesia,  a partir de ese momento se tenía que iniciar una desamortización de las mismas y el futuro se tornaba incierto, la mayor resistencia fue por parte de las comunidades más alejadas de londres, rebeliones que fueron reprimidas de forma violenta como las de Lord Darcy o Robert Aske, líderes de la Peregrinación de Gracia, una revuelta del norte de Inglaterra contra la decisión inglesa, o en la isla de Irlanda con Thomas Kildare.

Cromwell se convertirá en el personaje más poderoso, manejando el Consejo Real se alejará de an Bolena, pronto condenada por adulterio, por sus oponentes que querían colocar a Jane Seymour como reina,esto sucedería en 1536. Este controló la vida real hasta final de la década de los 40, cuando el rey se mostró descontento con el último matrimonio con la alemana protestante Ana de Cleves, los nobles ingleses acusaron a  Cromwell de controlar la vida del rey y fue enviada al patíbulo en 1540. Después el monarca se casaría dos veces más.

En realidad el Cisma de la iglesia de Inglaterra tuvo más de decisiones políticas que religiosas, Enrique VIII era un declarado católico, y lo que se buscaba era una supremacía política de Inglaterra basada en la vieja idea católica del Imperio. incluso eran los últimos años de vida del monarca, el rey frenó muchas de las iniciativas de Cromwell o Cranmer dirigidas a una mayor separación. Tras la caída de Cromwelll se iniciará un regreso al catolicismo, bajo la influencia del obispo Gardiner, aunque acontecimientos internacionales como el entendimiento con Carlos V contra el enemigo francés también ayudarán. A partir de 1539 doctrinas como la inclusión de los Seis Artículos daban marcha atrás en el camino de religión, se entró en una época de fuertes tensiones religiosas, lo mismo se iba a la hoguera por negar la supremacía del rey en la iglesia anglicana, que por hereje de la iglesia católica.

 Enrique VIII (1509-1547)

Eduardo VI y María Tudor: la ambivalencia confesional. Vaivenes religiosos de dos breves reinados. 

Es evidente que tras las pocas o inexistentes diferencias doctrinales, había un trasfondo económico, la apropiación de bienes eclesiásticos de la Corona de inglaterra de los bienes religiosos. Durante esos años se expropiaron monasterios, conventos, iglesias, hospitales y un gran número de edificios en manos de la iglesia, las arcas reales se llenaron con más de dos millones de libras que tuvieron enorme repercusión económica y social. la verdadera reforma empezará con el hijo de Enrique VIII y Jane Seymour educado en el protestantismo, el rey Eduardo VI (1547-1553). Bajo la supervisión del incombustible Thomas Cranmer, dos personajes serán los encargados de las regencias del joven rey, Edward Seymour protestante moderado que detuvo a Gardiner orientando al país a un moderado protestantismo, las revueltas católicas acabarán con él en 1549, le sustituyó el calvinista John Dudley dando un nuevo giro a la religión del país. En aquel breve periodo de tiempo del rey niño (murió sin cumplir los 16 años), con las exigencias del calvinismo se impuso un rígido control y represión religiosa. Tras la muerte del rey, John Dudley intentó colocar reina a una bisnieta de Enrique VII, Jane Grey, los partidarios de María Tudor lo impidieron y acabaron con la vida del mismo.

María I (1553-1558) era coronada como la tercera reina en la historia de Inglaterra. Su intención al llegar a la Corona, la restauración del catolicismo pero con la prudencia necesaria para no alterar la vida de los ciudadanos con un fuerte sentimiento antirromano. Thomas Cranmer fue encarcelado en la Torre de Londres y Gardiner repuesto como canciller, además el proyecto de unión de María I y un hijo de Carlos V, abanderado del catolicismo, todo ello caldeó los ánimos y se produjo un levantamiento de nobles ingleses en 1554, con la pretensión de colocar a Isabel, hermanastra de la reina, en el trono de Londres. El levantamiento acabó con numerosos de ellos condenados a muerte por ejemplo la anterior pretendiente al trono, Jane Seymour.

Dos motivos intensificarán el catolicismo, la unión de la reina con el futuro Felipe II y la llegada del enviado papal, Reginald Pole, al arzobispado de Canterbury. pero ambos con la intención de restaurar un catolicismo reformado, abolieron las leyes anticatólicas excepto las referentes a las amortizaciones. la presión de los protestantes llevó a un giro en la política de represión, unos 300 acabaron condenados a muerte, por ejemplo el sempiterno Cranmer. Todo ello le valió el apelativo a la reina de Bloody Mary (María la Sangrienta). Todo ello hizo crecer con fuerza el anticatolicismo,además de otros efectos en la política internacional como la pérdida de Calais en 1558 y la llegada al trono de Escocia de los franceses tras la unión de María Estuardo con el heredero francés.

Eduardo VI y María Tudor

El reinado de Isabel I (1558-1603). Anglicanismo y orden parlamentario.

Isabel I y el triunfo del anglicanismo

A pesar de los vaivenes religiosos, la Corona inglesa restaurada tras la Guerra de las dos Rosas por Enrique VII, estaba preparada y fuertemente consolidada para efectuar los cambios necesarios. la llegada de Isabel I (1588-1601), hermanastra de la anterior e hija de Ana Bolena, provocó prácticamente el giro definitivo hacia el protestantismo, lo que se ha denominado en Inglaterra el anglicanismo. pese a la oposición de la Cámara de los Lores declarados católicos, sacó adelante la ley de Supremacía y Ley de Uniformidad, la primera por la cual la reina era de nuevo la máxima dirigente de la iglesia y la segunda de tiempos del duro Eduardo VI sobre un libro de oraciones. posteriormente realizó la limpieza de cargos poniendo a su disposición a los más adictos a su política y completó el sistema con un nuevo tribunal para juzgar los delitos eclesiásticos, el tribunal de Alta Comisión, para finalmente en 1563 concluir la Reforma con los Treinta y Nueve artículos, durante siglos la base del anglicanismo. en los cuales encontramos mezclados elementos protestantes, calvinistas e incluso católicos, lo más relevante la liturgia y escritura en inglés.

La Reforma tendrá consecuencias en la vecina isla de Irlanda, desde la edad Media se había conformado una población católica con la llegada a la isla de los "old english" sumado a los autóctonos, cuando empezaron a llegar los "new english" a partir de 1540 de mayoría protestante y a través del gobierno de Londres se empezaron a apoderar de las tierras. Ello llevará  al oposición interna basada en múltiples elementos tanto religiosos como económicos de unos pocos recién llegados (menos del 2% en 1603) contra una población agrícola.

Dos elementos jugaron a favor de la nueva religión, la necesidad de unión de Felipe II con Inglaterra y la habilidad mostrada por la nueva reina Isabel; en aspectos como por ejemplo manejar la llegada de María Estuardo, la reina escocesa católica y que podía aspirar por descendencia al trono inglés, como así demostraron una serie de intrigas en la corte que unían a María Estuardo con el duque inglés católico de Norfolk. A pesar del control que ejerció la reina, no pudo evitar el levantamiento entre 1569-1570 de nobles, con gran poder en el norte de la isla que acabó con la ejecución de más de 700 de ellos. la posterior condena del papa de Roma llevó a Isabel I a aplicar las leyes anglicanas para ratificar su posición de cabeza  de la iglesia anglicana y ejecutar al duque de Norfolk y expulsar al embajador español.

Estos incidentes ocasionaron la ruptura total de ambas religiones, los católicos se convertirán en una minoría perseguida, se alentó entre los anglicanos el miedo a atentados católicos y se recrudecieron las persecuciones, el simple acogimiento de un católico era considerado delito de alta traición. En la isla vecina de Irlanda se produjeron múltiples revueltas encabezadas por los católicos con la ayuda de España, detrás de ellas grandes intereses políticos.

En el otro extremo religioso los "puritanos", facciones de calvinistas que abogaban por una mayor pureza de la religión y que veían que en el fondo el cambio en Inglaterra tenía más de político que de religioso, no en vano se mantenía la misma jerarquía eclesiástica. Estos grupos inspirados en los presbiterianos escoceses basaban su política religiosa en otorgar la dirección a los más ancianos y elegidos por la comunidad. Contaban con grande apoyos en la Universidad de Cambridge, en el parlamento, en la Iglesia anglicana e incluso en círculos reales, su importancia deriva en que en el siguiente siglo XVII serán los abanderados de la lucha contra la Corona absolutista inglesa.

En cuanto a la política en general de la reina Isabel I podemos destacar su conservadurismo, sobre todo para limar las diferencias religiosas, rodeada de una serie de políticos partidarios de la política prudente sobre todo en el exterior, en concreto la familia Cecil, tendrá enorme repercusión con varios miembros en puestos relevantes, con Robert Cecil como máximo exponente en los años finales de la reina. Entre todos conseguirán no entrar en grandes disputas con el enemigo católico, españa. no en vano las únicas vinieron a partir de la incursión del corsario inglés, Francis Drake en los puertos españoles de Vigo o Cádiz, que supusieron el recrudecimiento del enfrentamiento anglo-español agravado en 1587 por la ejecución de María Estuardo, que serán los detonantes del enfrentamiento de las potencias a finales del siglo XVI.

Isabel I

Economía y Sociedad

La nobleza inglesa sufrirá continuas mermas, comenzando con la Guerra de las Dos Rosas, y las rebeliones abortadas del norte en 1536-1537, la posterior de 1569 y la del duque de Norfolk en 1572, todo ello favoreció el final del feudalismo y la salida a escenas de los sectores intermedios. La consecuencia, los cerramientos de campos de cultivo, para alimentar a la ganadería y de paso evitar los pastos comunitarios. todo ello favoreció los beneficios del mundo rural y el mercado, pero supuso un trasvase de personas de diferente condición, mientras al mundo rural acudían personas pudientes para hacerse con las tierras,a las ciudades llegaba mano de obra hambrienta,a ello contribuyó extraordinariamente los cambios religiosas con la amortización de tierras con la llegada del protestantismo. estos nuevos propietarios se denominarán "gentry" y serán los grandes apoyos que necesitan los reyes para el fortalecimiento de la Corona e iglesia anglicana.

Pero serán el caldo de cultivo para protestas de los más desfavorecidos, agravados por la desaparición de la caridad de los monasterios y conventos. Esto llevará a Inglaterra a ser pionera en los sistemas de protección: El parlamento pondrá en marcha en 1536 y posteriormente en 1597 leyes favorables a la asistencia a los necesitados que se organizarán desde las parroquias, financiadas con dinero público. Esto supondrá un doble rasero: se había convertido al pobre evangélico en un problema social que también repercutirá en la sociedad futura.

El crecimiento económico no sólo favoreció al mundo rural, las pañerías se desarrollaron y a su servicio se pusó la flota mercantil para la distribución de productos por el atlántico. Se pusieron en marcha las leyes de protección de los productos ingleses, que tantas repercusiones tendrán en el futuro dominio de los mercados mundiales. El mayor éxito vendrá del buque de Richard Chancellor, que atravesando helados mares se plantará en el Mar Blanco, al norte de Rusia, punto de comercio con ese país creando la Compañía de Moscovia, con un fuerte negocio de caza de ballenas. Fue la precursora de otras compañías comerciales inglesa que dominaran el comercio de la edad Moderna, y que se denominarán Compañías de las Indias: con un fuerte dominio de las pesquerías atlánticas y el comercio de las pañerías.

Fechas de interés

  • 1455: inicio de la Guerra de las Dos Rosas
  • 1460:Victoria de los York (Ricardo) en NortHampton
  • 1461: Ricardo muere en la batalla de Wakefield. Eduardo vence en Towton al ejército real y se hace coronar Eduardo IV
  • 1483: coronación Ricardo III
  • 1485. Enrique VII Tudor heredero de los Lancaster derrota a Ricardo III en Bosworth
  • 1505. Fundación del Cambrige Christ's College
  • 1517. fundación del colegio trilingüe del Corpus Christi de Oxford
  • 1518. coloquios de Erasmo de Rotterdam
  • 1532: El parlamento se enfrenta al gobierno de la iglesia en Inglaterra
  • 1533: el primado de canterbury declaró nulo el matrimonio de Catalina de Aragón y validó el de Ana Bolena. Acta de Restricción de apelaciones. Excomunión de Enrique VIII
  • 1534. cisma de Enrique VIII y acta de Supremacía
  • 1547. Sube al trono Eduardo IV
  • 1553: sube al trono María Tudor casada con Felipe II
  • 1558. restauración de la religión católica. sube al trono Isabel I
  • 1587. ejecución de María Estuardo
  • 1601: levantamiento de Londres
  • 1603: muerte Isabel I de Inglaterra
  • 1604. Tratado de Londres (entre Felipe II y Jacobo I Estuardo)

    jueves, 28 de noviembre de 2024

    ESTABILIZACIÓN Y DESARROLLO LIBERAL EN EL SIGLO XIX

    Las oleadas revolucionarias de 1820, 1830, y 1848 fueron movimientos populares acabaron con el absolutismo y el Antiguo Régimen e instauraron sistemas parlamentarios con igualdad ante la ley y sin privilegios estamentales. En todos los casos las revoluciones estallan justo después de una crisis de subsistencia (años de malas cosechas) y el desencadenante era algún abuso de los gobernantes absolutistas. 

    El nuevo orden internacional tras el Congreso de Viena 

    El 6 de Abril de 1814 firmó su renuncia Napoleón y en Francia se restauró la Monarquía. La Paz de París se firmó el 30 de mayo con un Tratado que no incluía demasiadas exigencias hacia Francia, favorecido por el apoyo al nuevo régimen monárquico francés; si bien ésta volvía a sus fronteras de 1792, obtenía algunos nuevos enclaves. Pero este Tratado anunció una segunda fase de la paz al comprometerse todas las potencias a enviar emisarios a Viena en el plazo de dos meses para completar los acuerdos del Tratado reunidos en un “Congreso General”; se trataba de configurar un nuevo ordenamiento para Europa. 

    En Viena se reunieron 90 soberanos reinantes y 53 plenipotenciarios de príncipes o Estados desposeídos que reclamaban su restitución. En el tratado de paz los aliados decían que había que procurar un equilibrio real y duradero en Europa, lo que se regularía en un Congreso sobre bases convenidas de antemano. Se defendía la tradición, la legalidad y la monarquía, pero ya nunca fue posible volver al pasado porque las fuerzas liberadas por la revolución dominaron para siempre la nueva época. A la par que las nuevas ideas conservadoras, se gestaron las liberales posrevolucionarias que fueron las grandes triunfadoras de la época, las democráticas y las socialistas junto a las nacionalistas. 

    Europa tras el Congreso de Viena (1815)

    El Congreso fue convocado por Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia. Entre los personajes más importantes, al lado del ruso Alejandro I y del austriaco Metternich, destacó el francés Talleyrand. Dio comienzo en octubre de 1814, y duró hasta la firma del acta final el 8 de junio de 1815. Prevalecieron las ideas de Metternich, que se resumen en el intento de no cambiar nada en el orden político; Austria además consolidó su posición en el norte de Italia y consiguió una salida al mar a través de las provincias Ilíricas. 

    Pero las fronteras que se aceptaron en Viena, con excepción de las de Polonia, fueron las defendidas por Talleyrand. Gran Bretaña fue la gran beneficiada, reconocida como primera potencia marítima. 
    Previamente había quedado acordado que Austria se anexaría el Véneto y la Lombardía; que Cerdeña recibiría Génova y Saboya; que Bélgica quedaría unida a Holanda, bajo un rey holandés y libre de Francia y Gran Bretaña; que la orilla izquierda del Rin formaría parte de la Confederación Germánica, repartida entre Prusia y Baviera. La Confederación Germánica (Deutscher Bund) fue una unión creada por el Congreso de Viena para sustituir a la Confederación del Rin que a su vez había sustituido en 1806 por decisión de Napoleón al Sacro Imperio; se pretendía así asegurar la estabilidad de los múltiples Estados surgidos de aquel Imperio; agrupó a 39 Estados alemanes soberanos bajo la presidencia de la Casa de Austria, siendo los de Austria y Prusia los más poderosos. 

    Talleyrand consiguió que Murat fuera sacrificado y el reino de Nápoles devuelto a los Borbones para satisfacer a España. Prusia y Rusia se repartieron Polonia; Rusia además consiguió Besarabia y Finlandia. 

    Suecia se anexó Noruega permaneciendo Bernadotte, como recompensa de su traición a Napoleón. Italia quedó repartida en siete Estados: los reinos de Piamonte y de Lombardía-Véneto, los ducados de Parma, Módena y Toscana, los Estados Pontificios y el reino de las Dos Sicilias. 

    El epílogo final fue la creación el 26 de septiembre de 1815 de la Santa Alianza; fue el zar Alejandro I quien propuso crearla. Junto con Francisco I de Austria y Federico Guillermo III de Prusia, pretendieron forjar un nuevo régimen de paz y gobierno cristiano en toda la faz de la tierra. El objetivo era conseguir una única nación cristiana con un único soberano, Dios. Era nada menos que el primer proyecto paneuropeo; en este caso sólo destinado a atajar la revolución; de hecho, en cada país se entendía de un modo diferente: en Austria era sinónimo de Constitución; no así en Rusia, donde el zar sintió pánico del contagio revolucionario de 1820. Pero Metternich prefirió una alianza meramente política, y así lo llevó a cabo el 20 de noviembre de 1815, tras los Cien Días y la llamada segunda Paz de París, para evitar cualquier alteración de la Europa de la Restauración: la Cuádruple Alianza entre Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra, a la que se incorporó francia en 1818; podría intervenir en cualquier país para detener los movimientos liberales o revolucionarios, dando origen así a la Europa de los Congresos. Pero la diferencia entre Gran Bretaña y las políticas reaccionarias del resto lo vuelve inoperante desde mediados de los veinte, dándose por finalizada la Alianza a la muerte del zar Alejandro en 1825. 

    Santa Alianza. Alejandro I de Rusia, Francisco I de Austria y Federico Guillermo III de Prusia

    Las Asambleas Generales que se produjeron por el sistema de Congresos impuesto en Viena, suponen el antecedente de la Sociedad de Naciones tras la Primera Guerra Mundial, y de las Naciones Unidas tras la Segunda. Fueron las siguientes: Aquisgrán 1818, que acordó la retirada del ejército aliado de Francia; Troppau, en octubre de 1820, ocasionada por la agitación revolucionaria en el Sur de Europa; éste se continuó en Laybach de enero a mayo de 1821, con la participación de Austria, Rusia y Prusia, porque los ingleses no quisieron intervenir y los franceses se mantuvieron al margen. En Verona, el 20 de octubre de 1822 se decretó la intervención militar extranjera en España para acabar con el Trienio Liberal, encomendada a Francia, iniciándose el 7 de abril del año siguiente. 

    La ocasión para materializarse las diferencias entre los miembros de la ya Quíntuple Alianza, y llegar a su final, se produjo por el caso griego, que entre 1821 (alzamiento contra Turquía), y 1829 (Paz de Adrianópolis), fue la primera divergencia de los aliados, manteniéndose Austria y Prusia neutrales mientras que Gran Bretaña y Rusia se comprometieron en 1826 a obtener la independencia griega, a lo que se adhirió Francia en el Tratado de Londres de 1827. A partir de ese inicio de disolución, en Inglaterra se siguió la política de no intervención. En América imperó desde diciembre de 1823 la doctrina “Monroe”, limitando la posible intervención europea en las antiguas colonias americanas a favor de la restauración de la antigua situación, como parecía imponer la época. Fue apoyado por Inglaterra, que declaró que no consentiría el restablecimiento de la soberanía española. 

    Finalmente, las revoluciones de 1830-1832 dieron al traste con este sistema internacional, produciéndose un gran impulso del liberalismo y un gran aumento del peso del nacionalismo.
     
    La restauración europea y los fundamentos moderados de las nuevas constituciones: los modelos parlamentarios francés y belga 

    Tras los avatares del continente en la época de la revolución francesa y Napoleón, se llegó a la conclusión de que no se podían obviar los avances revolucionarios, ni se podía mantener éstos tal y como se presentaron a primera hora. Llegaba el momento de la moderación de la revolución para estabilizarla. 

    En 1814, después de la primera abdicación de Bonaparte, los aliados consintieron la restauración de los Borbones en Francia en la persona de Luis XVIII, hermano de Luis XVI. 

    Luis XVIII

    Los aliados llegaron el 31 de marzo a París, y en dos meses, el 2 de junio, se promulgó la Charte o nueva Constitución, que fue redactada por el Senado napoleónico. Talleyrand obtuvo el voto del Senado para que el hermano del Rey estableciera un gobierno moderado y sensato. Así que la autoridad saliente, el Senado de Napoleón, otorgó legitimidad a la autoridad entrante. 

    El futuro Rey aceptó las bases aunque requirió alguna reforma en las mismas, y en Saint Ouen prometió y confirmó algunas conquistas revolucionarias que se incorporaron a la Carta Constitucional. Pero Luis XVIII murió en 1824 y le sucedió su hermano Carlos X (1824-1830), convencido restaurador del absolutismo. Se hizo coronar en la catedral de Reims. Quiso la restauración de los mayorazgos, justificándola desigualdad en la Monarquía; llegó a conspirar contra su primer ministro, Martignac. Era un proceso semejante a la restauración de los Estuardo tras la revolución inglesa. Llegando la revolución tras las Ordenanzas de Julio de 1830 por el peligro que se sentía de liquidación del sistema. 

    Carlos X de Borbón

    Fueron los políticos más relevantes de la monarquía de Luis Felipe tras la revolución de 1830 quienes abrieron el camino a la aplicación del modelo de gobierno parlamentario en Francia y de ahí al resto de Europa: Thiers introdujo de hecho un principio no escrito pero básico del mismo: la dependencia ante las Cámaras del propio Rey al escoger a sus ministros; propuso restaurar antiguas libertades violadas y para ello buscó al príncipe que ofreciera garantías políticas y constitucionales y más próximo posible al monarca depuesto: Luis Felipe era primo de Carlos X y, por lo tanto, Borbón. Se consiguió así la casi legitimidad para mantener una legitimidad monárquica ajena al voto popular. Dos días de barricada en 1848, acabaron con esta monarquía. 

    Si la época revolucionaria se caracterizó por el predominio de la Asamblea, la restauración se caracterizó por el reequilibrio de poderes a favor del Ejecutivo, en manos del Rey y, a partir de ahora, también del Gobierno responsable ante las Cortes y renovable: el “otro Ejecutivo”. En el desarrollo del poder Ejecutivo que sufrieron todos los procesos revolucionarios, fue decisivo el simple conocimiento de la práctica política en Inglaterra y el cambio en el mismo sentido en Francia desde las Cartas de 1814 y 1830, así como la Constitución belga de 1831, que fueron modelo de la Constitución española de 1837; y, desde luego, los nuevos diseños políticos de Constant, la difusión de la interpretación de Burke del sistema inglés, y el predominio del utilitarismo de Bentham y a los tratadistas franceses de La Restauración y de la Monarquía orleanista. 

    Es básico el robustecimiento de los poderes de la Corona, que ahora sí interviene en la vida de las Cortes con la disolución, suspensión y convocatoria, que sigue interviniendo en la legislación con la sanción o incluso el veto. La Asamblea Única se sustituye por un sistema bicameral; el sufragio pasa a ser directo y censitario; los antiguos secretarios del Rey, ahora ministros del Rey, tienen asiento en el Legislativo y pasan a ser ante ella responsables, aunque todavía lo recojan únicamente los reglamentos de las Cámaras. En definitiva, el cambio básico es la parlamentarización de la Monarquía que se introdujo por vía práctica. Ya había pasado la desconfianza hacia el Ejecutivo y había comenzado el temor hacia el excesivo dominio del Legislativo, que se incrementaría cuando tras 1848 parecía imparable el avance hacia la democracia y el socialismo. 

    El constitucionalismo europeo evolucionó entonces hacia una ambigüedad exigida por la presencia en el sistema constitucional de una autoridad tradicional, la Monarquía, que representaba el orden y la unidad de acción, en el sistema de avance imparable que significaba el liberalismo. Se empezó a ver en la soberanía nacional el instrumento de todas las revoluciones, y temieron por su permanencia frente a las tendencias sociales y democráticas. Monarquía y Liberalismo no parecían fácilmente conjugables hasta que surgió la nueva teoría durante la revolución. 


    La nueva cultura política tras la revolución francesa 

    Los “ismos”, tanto políticos como sociales, surgieron por Europa tras 1815. Fue causa relevante de ello el ejército napoleónico que destruyó el viejo orden. Europa se metía en lo que casi no comprendía: industrialización y democracia. Por eso Musset decía que 1793 (fin de lo antiguo) y 1815 (fin de lo nuevo) eran dos heridas en el corazón que ocasionaron las enfermedades del XIX. 

    Ante la extraordinaria ola revolucionaria producida desde finales del XVIII, surgieron los críticos de la revolución, y de entre todos ellos quizá el nombre y la crítica más destacada la de Edmund Burke, que acusó al pensamiento político de los filósofos de demasiado imprecisos y doctrinario, es decir, poco realista; a partir de ahí no se hizo esperar una reacción conservadora. 

    Edmund Burke

    En Inglaterra (Gran Bretaña desde 1707 y Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda desde 1801), la idea del orden natural adoptó la forma del laissez-faire. Su liberalismo se formó en torno a los utilitaristas de Jeremy Bentham, que comenzaron a destacar en 1810. Los utilitaristas eran profundamente racionalistas de tendencia ilustrada y prácticos, como su nombre indica; rechazaban la escuela de los derechos naturales por “metafísica”, ya que sólo confiaban en la ley positiva; contrarios absolutamente a Burke y a la tradición, proponían cambios radicales si era necesario, pero fueron evolucionando hacia los economistas políticos y la moderación.

    A su lado, tuvieron gran influencia en el liberalismo inglés los economistas políticos, íntimamente relacionados con los utilitaristas; fue en esta época cuando se desarrolló el pensamiento político que habían iniciado en su momento los fisiócratas franceses y Adam Smith. Ahora fueron los británicos los principales protagonistas: Thomas Malthus, David Ricardo, Say, Sismondi; pero fue David Ricardo quien marcó la cumbre de este pensamiento en 1817 con sus Principios de economía política y tributación (ley de hierro de los salarios, teoría del valor del trabajo en la que se inspiró Marx). 

    La izquierda política británica giró en torno a Godwin, Shelley y Mary Wollstonecraft, reivindicadora de los derechos de la mujer. Paralelamente, las dificultades del momento y el temor a una invasión francesa en la época napoleónica difundió una cultura popular exaltada de piedad y predicciones fatales; no dejaba de ser un romanticismo popular. 

    David Ricardo

    En Francia Joseph de Maistre y De Bonald lideraron la corriente conservadora más radical, los “ultramontanos”; rechazaron la idea de contrato social y creyeron en un régimen inevitable establecido por Dios; apoyaron la monarquía de derecho divino reanudando la tradicional unión del Trono y el Altar. De Maistre quiso acabar con el espíritu del XVIII y tuvo influencia en los socialistas como Saint-Simon, en su visión orgánica de la sociedad, o en Tocqueville. Igual que los ingleses sostuvieron que el orden social natural era el tradicional, el sancionado por la historia. Las Constituciones escritas las vieron como artificiales. 

    La Fayette seguía siendo enteramente revolucionario, y en el medio se situaban los monárquicos liberales que defendían una monarquía constitucional; unos según el modelo revolucionario, de primera hora, y otros que ya buscaban una solución moderada. Entre los liberales hubo un pensador decisivo en el diseño de la nueva ideología del liberalismo posrevolucionario y que dio larga vida a la Monarquía; es Constant, y su teoría del Poder Moderador, junto con Madame de Staël, quienes sostuvieron el constitucionalismo y la monarquía de gobierno parlamentario. 

    Constant y La Fayette

    En Alemania, la humillación sufrida a manos de los ejércitos napoleónicos originó el nacionalismo; los grandes del pensamiento alemán, Herder y Fichte, lo predicaron; además liderando intelectual y culturalmente la nueva época que comenzaba con la Restauración. Fichte sostenía que un pueblo culto debía tener un gran Estado. Herder glorificó el Volk, el pueblo, recuperando la cultura popular. El nacionalismo defendía la nación como persona social, por lo que las naciones tenían derechos también. Tanto conservadores como socialistas en Francia buscaron un nuevo orden, mientras en Gran Bretaña triunfaba un fuerte individualismo liberal. En Alemania Hegel fue el último de los clásicos de la filosofía alemana. Uno de sus discípulos fue Marx. Pero la paz de Viena no contó todavía con los trastornos sociales y económicos propios de la época, y el dominio conservador hasta 1830 llevó a descubrir los defectos de la burguesía, destacándose especialmente su indiferencia al sufrimiento de los pobres, su falta de sentido social. Se iban destacando los defectos del liberalismo, siendo el más evidente el que lo más humildes no tenían protector y cada uno debía resolver su propio problema. 

    Fichte, Hegel y Heder

    Así fue surgiendo el pensamiento social del siglo XIX, a raíz de la indignación que se producía en los pensadores sociales el que el trabajo fuera considerado como una mercancía, lo que convertía la libertad burguesa en explotación. El pensamiento social en el XIX se diversificó en tres corrientes: la liberal, la conservadora y la socialista; ésta luchaba por la igualdad real, económica y política. El propio socialismo antes de Marx fue una forma de romanticismo. Las revoluciones de barricadas, de 1830 y de 1848, ya fueron románticas.

    El desbordamiento liberal en las sucesivas oleadas revolucionarias y el surgimiento de nuevas naciones
     
    Trienio Liberal en España 

    Fue la revolución española de 1820 que repuso el liberalismo iniciando el Trienio, la que pareció dar la voz de salida a los movimientos liberales en Europa. El 1 de enero triunfó el pronunciamiento de Riego y el 10 de marzo tuvo lugar el manifiesto del Rey a la Nación. 

    Las Cortes ordinarias se reunieron en mayo. El 6 de julio juró el Rey, el 9 fue impuesta la obligación de jurar la Constitución y de enseñarla a través del púlpito y la escuela. De julio a septiembre se llevó a cabo la práctica constitucional ya con resistencias del Rey y la división liberal. La precaria situación económica, unida a la crisis internacional de precios, no ayudó nada a la estabilidad y consolidación del nuevo sistema. En el Trienio se produjo la división liberal; por una parte estaban los “doceañistas”, que habían estado exiliados tras la vuelta de Fernando VII en 1814 y habían tenido ocasión de conocer la nueva cultura política posrevolucionaria en Francia e Inglaterra, además del funcionamiento de las instituciones de la Monarquía de gobierno parlamentario (en Francia desde la Restauración de 1814 con la Carta Otorgada de Luis XVIII). 

    Por otra parte estaban los “veinteañistas”, los jóvenes que llegaban por primera vez a aplicar la Constitución ya mítica de 1812. Mientras los primeros fueron conscientes de que había que corregir el sistema que había fracasado en la Monarquía francesa de 1791 y en la española de 1812, y llegaron del exilio con un espíritu más moderado; los segundos pensaron que había que aplicar la Constitución sin ambages. La división se materializó en el debate surgido en septiembre de 1820, cuando Riego llegó a Madrid, acerca de la disolución del “Ejército de la Isla”. 

    En esta época eclosionó el debate político a través de la prensa, que se convirtió en elemento estructural de la vida política; y de las “sociedades patrióticas” que se reunían en los cafés. Gil Novales las definió como “clubs abiertos a la discusión política” y Artola como “especie de tertulia política de café que llegaron a ser una réplica incontrolada y popular de las Cortes”; hacían peticiones a las Cortes y protagonizaban la defensa constitucional. Se empezaron a ver como amenaza de radicalización, de tal modo que el 21 de octubre de 1820 una ley restringió su existencia y no recuperaron su vida anterior hasta el verano de 1822; en octubre, un decreto restableció la libertad de imprimir y publicar. 

    Entre las medidas más relevantes, destacan la ley de desvinculaciones, la ley de reforma de los regulares en octubre y el proceso desamortizador. Fue con estas medidas, especialmente con la última cuando se inicia el enfrentamiento de las Cortes con el Rey. Se repuso la Milicia Nacional. Ese enfrentamiento se materializó en el discurso de la Corona de la segunda legislatura que dio comienzo en marzo de 1821, el llamado discurso de la “coletilla”, que fue lo que añadió el Rey quejándose de sus ministros, manifestando la discrepancia con su Gobierno. 

    A partir de octubre de 1821 se produjeron una serie de alzamientos y asonadas de exaltados en Cádiz y La Coruña. Las últimas elecciones del Trienio se produjeron en febrero de 1822 y dieron como resultado unas Cortes exaltadas, lo que provocó una contrarrevolución beligerante. En junio se multiplicaron las partidas guerrilleras. En julio llegó el primer gobierno exaltado con Evaristo San Miguel. 

    Los gobiernos exaltados se sucedieron hasta que en abril de 1823 se produjo la intervención europea con la invasión de los 100.000 hijos de San Luis. Antes se había producido una división dentro de los exaltados, entre masones y comuneros, que la prolongaron en el exilio. Los primeros eran los anticipos de los futuros Progresistas que tenían ya una conciencia democrática y republicana.

    El 20 de octubre de 1822, en el Congreso de Verona, se decretó la intervención militar extranjera, encomendada a Francia, iniciándose el 7 de abril de 1823 al mando del duque de Angulema. En la huida hacia Cádiz, se declaró loco al Rey y se nombró una Regencia con poder ejecutivo, pero el 29 de septiembre 

    Fernando VII fue liberado por los franceses y volvió al absolutismo.

    Fernando VII y Rafael de Riego

    Las revoluciones de 1820 y 1830. El nuevo ciclo revolucionario 

    Hubo muchos descontentos tras la paz posnapoleónica y frente a las políticas reaccionarias de la Santa Alianza: entre ellos los nacionalistas, demócratas y algunos liberales. Existían numerosas sociedades secretas de carácter muy diverso, tanto revolucionarias como ultraconservadoras. Se suponía que los dos centros europeos importantes estaban en París y en Ginebra (el “comité director” y el “Gran Firmamento”); pero fueron los carbonarios los que más se aproximaron a esa “conspiración mundial” que temían los conservadores. Su programa más general (el primer círculo, “la iglesia”) se ceñía a pedir el sufragio universal e instituciones representativas, en otro nivel (el segundo círculo, “el sínodo”), pedían la democracia y la república, y en el círculo más elevado (“el areópago”) ya pretendían una dirección común a todos los movimientos europeos; en este nivel se conocía el comunismo de Babeuf, que era el credo secreto, y quizás a eso se refería el temor de la Santa Alianza. En los estados alemanes de la Confederación surgieron las ideas nacionalistas y el movimiento juvenil alemán.
     
    Desde 1815 hubo en Europa una “epidemia de conspiraciones” y entre los gobernantes de la Restauración surgió un miedo extremo a que se reavivara la hoguera de la revolución. A la amenaza revolucionaria española se sumó el progresivo triunfo en Francia de la izquierda. Resultado que ya en 1819 asustó a las todavía dominantes derecha y centro. 

    Grecia estaba bajo el dominio otomano desde siglos atrás. En 1821 se levantaron contra los turcos, influidos seguramente por la burguesía comercial culta que iba surgiendo, la sociedad secreta nacionalista que se habida formado y el propio patriarca griego de Constantinopla. En 1822 la Asamblea nacional proclamó la independencia y estableció una Constitución como la española de 1812 A partir de ese año y hasta 1827, la colaboración egipcia con los otomanos fue importante para que los griegos fueran derrotados. El tratado de Londres de ese año, significó la intervención europea a favor de Grecia que consiguió derrotar a la flota egipcia, y en ese año llegó la derrota turca de Navarino; sin embargo, la invasión de la zona por Rusia y Francia, llevó a los ingleses a iniciar negociaciones con el Imperio Otomano para evitar la caída de Constantinopla en manos rusas. En 1829 se firmó el Tratado de Adrianópolis por el que se reconocía la autonomía de Grecia, Serbia y los principados rumanos de Valaquia y Moldavia. Finalmente, en 1830, Grecia obtuvo la independencia. 

    Tratado de Adrianópolis (1829). Independencia de Grecia

    En los pequeños Estados Italianos, se produjeron levantamientos en los ducados de Parma y Módena contra el poder temporal de los Papas y contra Austria. Pretendieron acabar con el poder absoluto para proceder a la unificación. Pedían Constitución y Mercado Único. En julio de 1820 se produjo la revolución de Nápoles como eco fiel de la española, dirigida por los carbonarios. El rey de las Dos Sicilias, que prometió una Constitución, dejó que los austriacos aplastasen la revolución entre febrero y marzo de 1821, y que se manutuviesen tropas en el territorio. En esta última fecha, se produjo el alzamiento en el Piamonte que llevó a la abdicación del Rey Víctor Manuel, siendo nombrado regente Carlos Alberto, miembro de su familia; juró la Constitución española, pero pocos días después se volvió al viejo orden. 

    Fue ésta una preocupación especial de Metternich, que hacia vigilar a los revolucionarios de los distintos Estados; incluso colaboró con la policía papal. En Los Estados Pontificios se crearon las Provincias Unidas Italianas en 1831, pero no recibieron ayuda de Francia y fueron sofocados por Austria. 

    Los Estados Germánicos se reordenaron en la Confederación Germánica que agrupaba a 39 Estados, heredera de la Confederación del Rin. Fue iniciativa de Rusia y Austria para garantizar la seguridad en torno a un gobierno reaccionario; la única institución conjunta era la Dieta, un congreso de delegados que tenía su sede en Fráncfort am Main. Se decidió que la Confederación podría obligar a los Estados que habían otorgado cartas constitucionales a derogarlas si se previa peligro para los principios monárquicos. 

    En varios estados se movilizaron los estudiantes y formaron sociedades secretas para pedir unidad nacional y Constitución. Consiguieron las abdicaciones de los reyes de Brunswick, Sajonia, Hesse-Kassel y Hannover; pero Metternich consiguió detener el proceso con dura represión; había conseguido que la Dieta Federal aprobase el 23 de septiembre de 1819 los “Derechos de Carlsbad” por lo que se podían investigar las universidades, los profesores y las asociaciones de estudiantes, con severa censura para libros y periódicos. 

    Prusia, presionada por Austria, se resistió también a la revolución, pero canalizó las aspiraciones liberales y nacionales de algunos Estados con el Zollverein o unión aduanera de los Estados del Norte de Alemania, que fue fundamental en el desarrollo industrial. Se llevó a cabo en 1834 entre Prusia, Sajonia, Baviera y otros catorce estados menores; quedó fuera Austria, que presidía la Dieta, renunciando así a su posición de jefe de la Confederación. Acabó siendo la base de la unidad nacional En 1835 comenzó la construcción del ferrocarril, favoreciendo el libre tránsito de mercancías entre los Estados, y subsiguientemente el gran desarrollo de la industria aumentaron en Alemania. 


    En Portugal también se produjo entre agosto y septiembre de 1820 una revolución liberal, adoptándose las reglas electorales españolas para convocar Cortes Constituyentes; éstas se reunieron en 1821 y originaron la Constitución de 1822, fiel trasunto de la gaditana. Se organizó una monarquía constitucional bajo el rey Joao VI, con una Asamblea única. 

    Pero en 1823 fue restablecido el absolutismo, como en España. La Vila-Francada del 27 de mayo, dirigida por Saldanha acabó en Portugal con el régimen de Asamblea. Joao VI disolvió las Cortes y mandó convocar Cortes tradicionales. En 1826 murió el rey, y su primogénito, Pedro IV, emperador del Brasil desde septiembre de 1822, fecha de la independencia, otorgó la Carta Constitucional y abdicó la corona portuguesa en su hija Doña María de la Gloria. Introducía en ambos países, el modelo de Monarquía Constitucional de gobierno parlamentario, la moderación de la revolución, además de la excepción de reconocer por única vez en un texto constitucional del XIX el Poder Moderador del Rey.
     
    Esta carta fue suspendida por la vuelta de D. Miguel, hermano de D. Pedro, desde el exilio en 1828 a través de un golpe que restauró el absolutismo, comenzando así, como en España, una guerra civil que duró hasta 1834, entre los absolutistas seguidores de D. Miguel, y los liberales que apoyaron a María Gloria. En 1834 se restauró el liberalismo siguiendo el mismo proceso que en España: en 1836 se retomó la Carta de 1826 para reformarla en sentido avanzado en 1838; pero en 1842 fue restaurada en su forma primera tras la revuelta de Costa Cabral, y ya duró hasta la proclamación de la República en 1910. Polonia había sido dividida en el nuevo mapa europeo de 1815 en tres partes, austriaca, prusiana y rusa, y desde entonces se fue gestando un sentimiento nacional que llevó a la revolución en noviembre de 1830, favorecida por la movilización del Ejército hacia Bélgica. Este movimiento revolucionario dio origen a un gobierno provisional, una Constitución y la anexión de Lituania. Pero no tuvo el apoyo europeo, fue reprimida por Austria y Prusia y en septiembre de 1831 anexionada por Rusia. 

    En Rusia, concretamente en San Petersburgo, también se sublevó el 17 de octubre de 1820 una compañía del regimiento de la guardia imperial. Alejandro, partidario de algunas reformas, acabó entregándose a la política de Metternich, y cuando desapareció en 1825, dejó a su hermano menor Nicolás como heredero, lo que produjo revueltas y manifestaciones a favor del mayor, Constantino. Nicolás, durante su reinado, se dedicó a evitar la propagación de las ideas liberales, cerrando por completo las fronteras. 

    Los acontecimientos de 1830 en Francia se produjeron ya bajo el nuevo reinado de Carlos X que había sucedió a Luis XVIII en 1824. Desde 1826 en el ámbito económico se sumó una crisis de subsistencias por la incorporación a la revolución industrial. Las cuatro ordenanzas de julio de 1830 (supresión de la libertad de imprenta, modificación de la ley electoral limitando el derecho a voto, disolución de la Cámara y convocatoria de nuevas elecciones) ocasionaron el levantamiento de París. Los diputados que estaban en París nombraron rey a Luis Felipe de Orleáns. Así se inició el nuevo reinado burgués. 

    La revolución del 30 repercutió en Bélgica que aprovechó para separarse de la Holanda protestante, optando por caer bajo la influencia francesa. Se formó así un nuevo reino con las provincias de Flandes y Brabante. Hasta entonces les iba económicamente bien pero políticamente mal, porque el Rey holandés era absolutista y centralizador. 

    Los belgas pidieron en agosto, en Bruselas, independencia y Constitución, y optaron por Leopoldo de Sajonia-Coburgo, como Rey constitucional. Se formó un gobierno provisional y una Asamblea Constituyente que lideró esta petición. En junio de 1831, eligió el Congreso Nacional al candidato inglés a Rey, éste aceptó el poder del Parlamento, formándose un gobierno parlamentario. 

    Independencia belga de 1831

    El mapa de Europa se acabó de diseñar con la explosión del nacionalismo que fue desbaratando los imperios austro-húngaro y otomano. 

    En Inglaterra, entre 1780 y 1830 se fue desarrollando el proceso de concentración en fábricas de algunas industrias. En esa época, en el resto del país, la industria siguió realizándose en pequeños talleres. La gran transformación de la economía, de doméstica a fábricas de producción en serie, se produjo después de 1830; eso fue así tanto como por la eficiencia agrícola, como por la mejora de las comunicaciones, con caminos de peaje y canales, la disponibilidad de crédito y la movilidad de la mano de obra. La construcción del ferrocarril se expandió rápidamente tras la apertura de la línea Stockton-Darlington en 1825. La urbanización ocasionaba nuevas tensiones y la sociedad se polarizaba cada vez más por clases sociales. 

    Entre 1811 y 1822 se produjeron asaltos luditas contra las máquinas, alborotos originados por el hambre, revueltas campesinas, represiones sangrientas por el temor al ejemplo francés de la revolución. Fue el rápido crecimiento de las ciudades industriales, después de 1800 lo que originó el nacimiento de la clase obrera. Las aspiraciones de esta clase fueron articuladas por el denominado “cartismo”, organizado por las sociedades y sindicatos; pero todavía no era una clase obrera homogénea, pues la mayor agitación política provenía de los artesanos tradicionales y era organizada por ellos, por lo que se puede hablar de una “aristocracia laboral” y la masa obrera de las fábricas. 

    Ludismo

    La Ley de Unión de 1800 constituyó un momento más crucial en Gran Bretaña que la revolución francesa o la ley de la Reforma de 1832. Anunció el siglo XIX, incorporando Irlanda al Reino Unido y por tanto colocando los problemas irlandeses en primer lugar del programa político británico, ya que los 100 miembros que representaban a la provincia en Westminster estaban decididos a ejercer influencia decisiva. 

    Al igual que Inglaterra, el derecho al voto lo determinaba la posesión del dominio absoluto de 40 chelines, que en Irlanda pocos los poseían. Por eso la mayor proporción de los electorados condales lo formaban arrendatarios vitalicios, lo que hacía a los electores más dependientes de los terratenientes de lo que lo eran los votantes ingleses. Casi el 80% de la población irlandesa era católica, pero los católicos no tuvieron derecho a ser candidatos hasta 1829, aunque si electores. De las otras iglesias, la mayor era la presbiteriana en el Ulster. Existían asimismo diferencias económicas, frente a la cada vez más industrializada Inglaterra, Irlanda era predominantemente rural. En la estructura social, los grandes 
    terratenientes, a menudo protestantes y ausentes, arrendaban la tierra a arrendatarios, normalmente católicos, lo que agravaba las tensiones entre propietario y arrendatario. Primero porque el derecho a la propiedad lo tenían los terratenientes, en virtud de la ley británica, mientras que por la tradición irlandesa, los arrendatarios consideraban su tenencia convencional como un tipo de propiedad conjunta. En torno a estas tensiones, a las que se sumaban las diferencias étnicas y religiosas, giraba en Irlanda el conflicto social. 

    La Ley de reforma de 1832 significó la adaptación del Reino Unido a las exigencias parlamentarias; ésta era la situación: unas 500 personas, casi todos lores, elegían hacia 1820 a la mayor parte de los Comunes; desde 1780 había habido unos 24 proyectos de reformas de los Comunes que no prosperaron; se aprovechó la revolución de París para que la oposición Wihg presentara un nuevo proyecto, que fue aprobada por los Comunes pero rechazada al principio en la Cámara de los Lores que al final cedieron; así surgió la ley de 1832, que adaptaba el sistema inglés a las exigencias parlamentarias; corrigió los distritos electorales para adecuarlos a la verdadera población; y finalmente, duplicó el cuerpo electoral, concediendo el derecho a voto a todo aquel que viviese en burgo o condado y fuera propietario de inmuebles con renta mayor de 10 libras por año. 

    A raíz de esta ley se pudieron aprobar muchas otras de carácter social: así la abolición de la esclavitud, la de Educación, las leyes fabriles de 1833, la Nueva Ley de Pobres de 1834, la reforma matrimonial, la supresión del diezmo y desde 1846 el fin del proteccionismo sobre los cereales y el triunfo del liberalismo. 

    En 1847 se llegó a la ley de 10 horas por presión del cartismo.
     
    En Suiza el ejemplo francés influyó para iniciar la reforma cantonal en sentido liberal. 


    Desde la razón al espíritu: el romanticismo
     
    Rousseau fue el profeta del romanticismo. Luego, Kant, Fichte y Hegel profundizaron en la relación del espíritu humano y el universo. Con ellos se desecharon los sentidos como único medio del conocimiento, llegando a decir que el mundo exterior era un mero producto de nuestra imaginación, incluso la propia naturaleza sería una creación del alma. Los románticos se excusan en Dios y el destino que los ha hecho así. En ese nuevo culto al espíritu descubrieron las ventajas de la Edad Media frente al Renacimiento, la ventaja de las catedrales y castillos. 

    Entre 1810 y 1830 ejerció su máxima influencia el romanticismo: En Inglaterra, Wordsworth, Coleridge, Shelley, Byron, Keats fueron nombres célebres. Madame Stäel popularizó en Francia a los alemanes con su obra Alemania, y entre la María Estuardo de Schiller que llegó a Francia en 1820 y Hernani de Víctor Hugo que la revolucionó en 1830, el romanticismo también allí salió triunfante; se sumaron Lamartine y Alejandro Dumas, que con Hugo fueron los escritores más eminentes de la época; hay que añadir a Musset, Stendhal, Balzac y Sand como mínimo. En pintura, Delacroix y en música Chopin y Liszt que estaban en París, completan un panorama cultural apabullante, lo que no evitó la guerra entablada entre “románticos”  y “clásicos”; no en vano el romanticismo trastocaba todas las reglas. 

    Víctor Hugo sostuvo en 1830 en su obra Hernani, que el romanticismo era el liberalismo en literatura y que la libertad literaria era hija de la libertad política. Surgía así también la literatura nacional. Más adelante en su obra Cromwell, seguía diciendo que el romanticismo era el liberalismo frente al despotismo de sistemas creativos. Así que se estaba luchando por el romanticismo en plena era Metternich. 

    En Alemania, Goethe, que se convirtió en la figura más grande de la literatura alemana, finalmente denigró el romanticismo. Ya en los años cuarenta y cincuenta la generación más joven comenzó a criticar a los románticos y asimiló un romanticismo depurado. En cualquier caso, el romanticismo no siguió una misma corriente política: abarcó desde Chateaubriand que fue católico y monárquico hasta Víctor Hugo que llegó a ser republicano y liberal, e incluso revolucionario. No en vano se trataba de seguir los sentidos y la intuición frente a la razón y las reglas establecidas, y hacerlo todo apasionadamente. Era llevar a todos los ámbitos la defensa de la libertad frente a la autoridad. 

    Surgió el concepto de arte democrático popular. Se acudió también a países exóticos, surgieron personajes orientales, incluso la propia España, como tierra desconocida y casi salvaje sirvió de sustituta a Arabia, mostrando un gran desconocimiento de ella. 

    Finalmente, así como en música vivimos todavía de la época romántica: Beethoven, Haydn, Schumann, Schubert, Chopin, en pintura el romanticismo ha sido reemplazado sucesivamente por múltiples movimientos artísticos, como el naturalismo, el impresionismo o la abstracción. Del mismo modo, el romanticismo fue sustituido en la creación literaria por el realismo y el naturalismo; y en el pensamiento por el positivismo.

    miércoles, 27 de noviembre de 2024

    LA PENÍNSULA IBÉRICA EN EL CONTEXTO DE LA EUROPA POSNAPOLEÓNICA: LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL REVOLUCIONARIO

    Con el levantamiento de 1808, la ocupación francesa, la guerra y la revolución gaditana se inició un largo proceso que puso fin a las estructuras del Antiguo Régimen en la Península y que sentó las bases de nuestro modelo actual. Las importantes transformaciones que se produjeron fueron acompañadas de no pocas dificultades a lo largo de gran parte de la centuria. Diferentes textos constitucionales, pronunciamientos, cambios de régimen, guerras civiles, se sucedieron y contribuyeron a reforzar la imagen de un territorio peculiar, proclive al fracaso y con unos ritmos de cambio distintos de los del resto del continente. 

    La península en la Europa de la revolución de 1830 

    Los cambios en la situación internacional a partir de 1830, supusieron un duro golpe al absolutismo en la Península Ibérica. El triunfo de la revolución en Francia y la subida al poder de Luis Felipe, el “rey burgués”, parecían legitimar al liberalismo y colaboraron en el proceso de implantación del Estado liberal en los años centrales de la década. En 1830 y 1831 se produjeron levantamientos liberales, que fracasaron tanto en Portugal como en España, pero la vuelta de don Pedro desde Brasil y la enfermedad de Fernando marcaron el principio del fin del absolutismo miguelista y fernandino.

    En 1831, Pedro I abdicó de la Corona en Brasil y regresó a Europa, presentándose como Regente hasta que su hija María de la Gloria pudiese ejercer el poder. Se instaló en las Azores, restableció la Carta constitucional de 1826 e inició un gobierno reformista dirigido por Mouzinho da Silveira, con la intención de terminar con el Antiguo Régimen. Pero había que destronar a don Miguel y para ello fue precisa una guerra civil entre los liberales y los miguelistas. En mayo de 1834, muerto Fernando VII y con una reina regente enfrentada al absolutismo, y tras la firma en abril de la Cuádruple Alianza por parte de las cuatro monarquías constitucionales europeas, la balanza se inclinó del lado de los liberales. Don Miguel tuvo que partir unavez más al exilio y se restableció en todo el país un régimen constitucional bajo la Carta del 26. Sin embargo, los restos del miguelismo supieron aprovechar el descontento en algunos sectores rurales, provocando la aparición de focos belicosos entre 1835 y 1839. 

    En España, la cuarta boda del rey Fernando y los nacimientos de sus hijas Isabel (1830) y Luisa Fernanda (1832) plantearon un problema dinástico y a la vez político, pues en torno al heredero hasta entonces, Carlos María Isidro, se habían reunido los “ultras”. En los últimos años de vida de Fernando se asistió a una intensa lucha en la Corte en torno a la Pragmática Sanción, que legitimaba la subida al trono de la quesería la futura Isabel II. En el trasfondo estaba la lucha entre los absolutistas “ultras”, partidarios de Carlos,y los realistas y liberales moderados, que consideraban la regencia de María Cristina como una oportunidad para implantar un régimen liberal, sin caer en los extremismos del Trienio. Tras los sucesos de la Granja de 1832 y los cambios en el gobierno se pudo ver claramente el triunfo de esta alianza entre moderados. 

    Indultos, amnistías para los liberales exiliados, reapertura de universidades cerradas, fueron algunas de las decisiones del entorno de María Cristina, anunciando la puesta en marcha de la transición hacia el régimen liberal. La muerte del rey fue el golpe definitivo. Así lo interpretaron los absolutistas y aparecieron en distintos lugares del territorio partidas carlistas dispuestas a defender los derechos de Carlos V y el Antiguo Régimen. Era el comienzo de una sangrienta guerra civil. La primera guerra carlista (1833-1840) fue el telón de fondo de las reformas que iban a establecer las bases del nuevo régimen liberal posrevolucionario. 

    Fernando VII, María Cristina y Carlos María Isidro

    En 1834, en los dos países peninsulares se habían dado pasos hacia el régimen constitucional. En Portugal con el restablecimiento de la Carta Constitucional; en España con la promulgación del Estatuto Real. Pero con ambos textos se frustraron las esperanzas de muchos liberales. El Estatuto Real no era una Constitución, sino un “artificio político” obra de Martínez de la Rosa. Propugnaba un régimen basado en la soberanía del Rey y de la Cortes, si bien éstas sólo podían legislar a propuesta del monarca, quien también tenía la facultad de nombrar y cesar libremente al Presidente del Consejo de Ministros. El Parlamento era bicameral, con una Cámara reservada a la nobleza, los Próceres, y una cámara baja, la de los Procuradores del Reino, elegida por sufragio censitario. Se echaba en falta la mención a la soberanía nacional y la enumeración y garantía de los derechos individuales. Así, mientras se daban los primeros pasos para la transición al liberalismo, el gobierno tenía que hacer frente no sólo a una guerra civil contra los carlistas, sino también a una oposición liberal cada vez más radicalizada, a la que se empezaba a conocer como “progresista”. 

    Incidentes como el de Madrid en julio de 1834 o el pronunciamiento de Cayetano Cordero en enero de 1835 y sobre todo la ineficacia frente a los carlistas, pusieron en evidencia la incapacidad de los liberales moderados para controlar la situación. La Corona intento un acercamiento a los progresistas con la subida al poder de Mendizábal, cuyo gobierno es conocido sobre todo por su labor desamortizadora, pero fue incapaz de solucionar los problemas políticos a que se enfrentaba el régimen. Por ello los progresistas no dudaron en recurrir al pronunciamiento; finalmente, el motín de un grupo de sargentos en La Granja (agosto de 1836) obligó a la Regente a jurar la Constitución de 1812. 

    Primera Guerra Carlista

    Un renovado gobierno progresista convocó cortes constituyentes de acuerdo con las normas de la Constitución de 1812 y se elaboró una nueva constitución, aprobada en 1837. Ésta mantenía la soberanía nacional y algunos derechos individuales, fortaleciendo a su vez la posición del monarca que era el que convocaba y disolvía las Cortes y nombraba y separaba a los ministros. El nuevo parlamento era bicameral y los diputados eran elegidos por sufragio censitario. Esta nueva Constitución era un texto transaccional, que intentaba conciliar a las dos ramas del liberalismo, manteniendo un cierto equilibrio entre moderados y progresistas. Una Monarquía constitucional y un primer sistema de partidos quedaban esbozados, aunque la práctica política demostró muy pronto que el régimen liberal aún no estaba sólidamente asentado. De hecho, pronto se puso en evidencia que los militares iban a desempeñar un papel importante ante la debilidad del poder civil. Espartero y Narváez se convirtieron en los “espadones” de las dos tendencias del liberalismo español y protagonizaron junto con otro general, O’Donnell, la política española en los siguientes años. 

    Motín de la Granja (1837)

    El restablecimiento del régimen liberal en Portugal en 1834 no había terminado con las diferencias entre los liberales portugueses, bien al contrario, las discrepancias entre los moderados partidarios de la Carta, “cartistas”, y los defensores de la soberanía nacional, herederos de los “vintistas”, habían aumentado. De hecho en 1836, la tensión llegó a su punto álgido con un movimiento revolucionario en Lisboa, obligando a María II, reina desde hacía dos años, a poner en vigor la constitución de 1822. Durante cuatro años, los “septembristas”, nombre con el que fueron conocidos desde ese momento los liberales más progresistas en Portugal, controlaron el poder. Eran partidarios de eliminar el poder moderador del rey, de suprimir la Cámara de los Pares, del control del ejecutivo por las Cortes, de las elecciones directas y de la extensión del derecho de voto. Los intentos “miguelistas” y “cartistas” de desbancar a los “septembristas” llevaron a intentar una solución de compromiso que asegurase la monarquía constitucional. Se elaboró una nueva constitución, que entro en vigor en abril de 1838; pero su vida sería corta. La colaboración con los “cartistas” pasó factura a los septembristas que en las elecciones de agosto de 1838 aparecieron muy divididos, lo que facilitó la consolidación de un bloque liberal moderado que, apoyándose en Costa Cabral y a través de un pronunciamiento (1842) reinstauró la Carta Constitucional de 1826, texto en el que primaban los intereses de la élite social. Así Portugal retornaba a la vía liberal moderada pero la presencia de Costa Cabral, representante del sector más conservador al frente del gobierno, auguraba nuevos enfrentamientos. 

    La península en la Europa de la revolución de 1848 

    En la década de 1848, la sustitución del Antiguo Régimen por un Estado Liberal en la Península era ya irreversible. Durante los años 30 se habían realizado profundas reformas en el terreno económico, social y político, que debilitaron a los antiguos estamentos, privándolos de su posición privilegiada. Pero el régimen recién nacido arrastró algunos problemas desde el principio. El final de las guerras civiles entre liberales y absolutistas no significó la desaparición del uso de la fuerza como arma política. 
    Abrazo de Vergara entre Maroto (carlista) y Espartero

    En España, el abrazo de Vergara en 1839 anunciaba el final de la primera guerra carlista, que había marcado el desarrollo de la revolución liberal. Una de las consecuencias de la guerra fue la importancia que cobraron los militares en la política; tanto la Corona como de los partidos mostraron una tendencia a recurrir a los generales, que pasaron a constituir un elemento fundamental en los cambios políticos. La regencia de Espartero constituye un buen ejemplo de la nueva relación entre políticos y militares. La actitud de los moderados, convirtiendo al general Narváez en el valedor de María Cristina, constituyó la confirmación de la aparición de los militares en la dirección política. De hecho, cuando Espartero, debido a sus errores políticos, perdió el apoyo popular y de gran parte de los progresistas, fue el general Narváez quién terminó haciéndose con el control de la situación. Comenzaba el largo período conocido como “la década moderada” (1844-1854), que supuso una rectificación en clave conservadora de la revolución liberal. 
    Espartero y Narváez

    La reinado de Isabel II. Moderados, progresistas y demócratas 
    • La década Moderada (1844-1854)
    Los moderados tenían su base en la nueva burguesía mercantil e industrial y su ideario político era el liberalismo doctrinario, de raíz francesa. Entre los elementos esenciales de esta filosofía estaban la defensa de la propiedad privada como un principio absoluto y sagrado, el orden público y el centralismo. La nueva Constitución de 1845 respondió a estos principios. Se volvió a la soberanía compartida entre las Cortes y el Rey; se suprimió la Milicia Nacional; se fortaleció el poder del Gobierno, regulando los derechos de los ciudadanos; el Senado dejó de ser una Cámara electiva y se rompió con el equilibrio que se había alcanzado con la Constitución del 37 entre progresistas y moderados. La Ley Electoral dejó reducido el número de electores a menos de 100.000 personas. 



    El concordato de 1851 restablecía las relaciones entre la Iglesia y el Estado tras las medidas desamortizadoras. Se reconocía la religión católica como “única de la Nación”, con exclusión de cualquier otro culto, y el Vaticano renunciaba a revertir las desamortizaciones, mientras el gobierno se comprometía a sostener económicamente a la Iglesia en compensación, con lo que se fortalecía y complicaban los lazos que ligaban al Estado con la Iglesia en España. 

    La obra de los moderados se caracterizó por su sesgo centralizador y racionalizador. En todos los ámbitos se optó por una organización jurídica única para toda España, por el contrario, no fueron capaces de hacer funcionar el sistema y de dotar al sistema de estabilidad política. Divididos en tres tendencias ejercieron el poder con el apoyo de la Corona, marginando a la oposición progresista, que estalló en levantamientos en el 48, 54 y 68. 

    Los progresistas, la oposición a los moderados, tenían su base en los niveles inferiores de las clases medias urbanas, el artesanado y en amplios sectores del ejército. Reclamaban que todo el poder del Estado emanase de la voluntad nacional. Con Espartero en el exilio carecían de un líder claro, convirtiéndose la prensa en su principal portavoz. La revolución de febrero de 1848, que tanta repercusión tuvo en otros lugares de Europa, tuvo escasa repercusión en España. Si acaso, las jornadas de marzo y mayo en Madrid y otras ciudades sirvieron para que el partido moderado girase a la derecha. Su dureza le valió la admiración de las potencias conservadoras europeas. Por el contrario, la sospecha del apoyo de la embajada británica a los amotinados, provocó una ruptura diplomática. Narváez salió fortalecido de la crisis y gobernó de forma dictatorial durante nueve meses. 

    La derrota supuso un golpe para los progresistas, que vieron cómo se desgajaba por su izquierda la facción más radical, que comenzó a ser conocida como “demócratas”, y que pasarían a ser los defensores del sufragio universal, alejándose con el tiempo de la monarquía para propugnar la república como único régimen aceptable. 



    Las revueltas de la década de 1840 en Portugal 

    En Portugal, el pronunciamiento de Costa Cabral en 1842 había desembocado en un gobierno de “dictadura administrativa”. Al igual que su contemporáneo Narváez, su objetivo era modernizar el Estado desde el control y el orden y el ejercicio de su autoridad. Su actuación en el gobierno suscitó la oposición de todas las fuerzas políticas. En 1846 estalló la revuelta denominada “María da Fonte”, en origen un levantamiento popular ante nuevos impuestos, la realización del catastro y un decreto sanitario que prohibía enterrar en las iglesias. Esta revuelta es seguida sobre todo por los campesinos, clero y nobles de la zona del Miño.

     Revolución de Maria da Fonte

    Los septembristas secundaron el levantamiento con pronunciamientos en muchas ciudades importantes, en las que se formaron juntas revolucionarias. La generalización de la protesta provocó la caída de Costa Cabral constituyéndose un nuevo gobierno con sectores moderados del septembrismo y del cartismo, bajo la dirección del duque de Palmela. 

    Cuando, poco meses después, la reina forzó a dimitir a Palmela, sustituyéndolo por un nuevo gobierno de cabralistas, encabezado por el general Saldanha, estalló una revuelta general, la patuleia. Esta movilización urbana tenía detrás a septembristas, cartistas moderados e incluso miguelistas, y desembocó en una auténtica guerra civil. En Oporto se constituyó una Junta del Gobierno Provisional del Reino, un gobierno revolucionario presidido por el conde das Antas, que contó con el respaldo de parte del ejército. 

    Ante las dificultades para lograr una victoria clara, el gobierno de Lisboa solicitó la intervención de las potencias firmantes del Tratado de la Cuádruple Alianza. Barcos británicos y tropas españolas consiguieron la rendición de la Junta de Oporto a cambio de una amnistía y la convocatoria de elecciones. Siguieron meses difíciles, mientras los cabralistas se consolidaban en el poder, los septembristas perdían por su izquierda a los sectores más democráticos, que terminarían por agruparse en torno a las ideas republicanas. Sin embargo, el gobierno no tuvo ningún problema en controlar algún que otro movimiento más testimonial que otra cosa. 

    El fracaso de las revoluciones europeas del 48 vino a legitimar una vez más a los defensores de la autoridad. Sin embargo, Costa Cabral demostró ser incapaz de dar una salida a las ansias de “regeneración” a que se había llegado en el país. En abril del 51, con el pronunciamiento militar del general Saldanha, se abrió un largo período de estabilidad política. Saldanha buscó una unión en el centro del espectro político, aglutinando a los cartistas más flexibles y a septembristas moderados. Este grupo, conocido como Partido Regenerador y liderado por Fontes Pereira de Melo, protagonizó una alternancia imperfecta con el grupo más progresista o Partido Histórico, cuyo jefe era el duque de Loulé. La reforma de la Carta de 1826, con la primera “Acta Adicional” (1852), introdujo elecciones directas aunque sobre la base de un sufragio a un minoritario y reforzó algo los poderes del Parlamento. El inicio del “rotativismo” entre partidos y la política “fontista” de desarrollo económico aseguraron estabilidad y mejoraron el prestigio del Estado . 

    Costa Cabral

    La segunda fase del reinado de Isabel II (1854-1868)

    El reinado de Isabel II entró en una segunda fase que coincidió con el final de la década moderada. El Partido Moderado, dividido por cismas internos, con Narváez apartado de la política, y salpicado por escándalos económicos perdió casi todos sus apoyos. 

    Isabel II

    • Bienio Progresista (1854-1856)
    En 1854 un pronunciamiento militar, (la Vicalvarada) protagonizado por generales descontentos, encontró eco inesperado en sectores políticos progresistas y un fuerte apoyo de las masas urbanas, provocando la caída del gobierno y el final del predominio de los moderados en el poder. El Manifiesto de Manzanares, redactado por Cánovas del Castillo, fue decisivo en la radicalización y el éxito del movimiento, presentando un programa progresista con el que difícilmente podía estar de acuerdo el moderado O’Donnell. Se iniciaba el Bienio Progresista con una alianza entre los progresistas puros y los moderados y progresistas eclécticos, la naciente Unión Liberal, representados respectivamente por dos generales, Espartero y O’Donnell. A la izquierda quedaban la minoría demócrata y a la derecha los grupos neocatólicos y algunos carlistas, que protagonizaron nuevos levantamientos. 

    La Vicalvarada
    • La Unión Liberal (1856-1863)
    La elaboración de una nueva Constitución, claramente progresista, y medidas encaminadas a continuar con la reforma de las estructuras económicas y sociales a través de una nueva política desamortizadora, dirigida por Pascual Madoz, fueron los aspectos más significativos del bienio. La Constitución nonata de 1856 es importante a pesar de no llegar a entrar en vigor, por los contrastes que ponía de manifiesto frente a la anterior del 1845. En el 56 se abandona el doctrinarismo y se da respuesta a reivindicaciones progresistas: soberanía nacional, limitación del poder real, mayor peso y autonomía de las Cortes, Senado electivo, alcaldes de elección popular, Milicia Nacional… La Constitución se había convertido más que en una norma que contuviera las reglas del juego entre los ciudadanos, en el programa político del gobierno de turno. 
    Espartero, Narváez y O'Donell

    Las elecciones del 63 fueron la prueba del agotamiento del sistema. Los progresistas se negaron a concurrir, alegando no sin fundamento que los “obstáculos tradicionales”, es decir el gobierno y la Corona, no les permitirían ganarlas. Se iniciaba así la política de “retraimiento” de los progresistas y su progresivo acercamiento a los demócratas. Durante cinco años alternaron en el poder de moderados y unionistas; mientras, progresistas, bajo su nuevo líder el general Prim, demócratas y republicanos preparaban la revolución. A partir de 1866, prohombres unionistas, como Cánovas del Castillo o los generales Serrano y Dulce, se adhirieron al Pacto de Ostende, que sentaba las bases de un programa común revolucionario que planteaba un eventual destronamiento de Isabel II. La revolución estalló en Cádiz en septiembre de 1868, extendiéndose por el litoral mediterráneo, con participación no sólo militar, sino también civil. Cuando los sublevados, de la mano del general Serrano derrotaron a las tropas gubernamentales en Alcolea (Córdoba), la reina cruzó la frontera con Francia, poniéndose así final a su reinado. Desaparecía así uno de los principales obstáculos al funcionamiento en España del régimen liberal que parecía haber iniciado su consolidación en torno a 1840. El escaso o nulo respeto a su papel constitucional por parte de la Corona,el protagonismo del ejército en la vida política y la debilidad del sistema de partidos habían lastrado la revolución liberal. Llegaba la hora de dar su oportunidad a la revolución democrática. Se iniciaba un complicado período de seis años, conocido como Sexenio democrático (1868-1874). 

    Madoz y Mendizábal, ideólogos de las desamortizaciones

    El Sexenio democrático (1868-1874)

    Tras el triunfo de la Revolución de 1868 aparecieron en muchas ciudades Juntas revolucionarias, cada una con su programa político, aunque sería la de Madrid la que finalmente otorgara el mando al general Serrano,quien formaría un gobierno provisional, integrado por representantes de los diferentes grupos políticos que habían secundado la revolución. Serrano tuvo que aceptar el sufragio universal masculino y la libertad de prensa y los demócratas vieron como por su izquierda se escindía el partido republicano. Se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes que dieron la victoria a la coalición revolucionaria (progresistas, unionistas y demócratas monárquicos), aunque también estaban representados los republicanos de Pi y Margall, y los carlistas. Las discusiones en torno al nuevo texto constitucional pusieron en evidencia las enormes diferencias entre los distintos grupos. Los temas que suscitaron más debate fueron la forma de gobierno y las relaciones entre la Iglesia y el Estado. La Constitución finalmente aprobada estableció la soberanía nacional, un sistema bicameral con Senado electivo, y una monarquía parlamentaria y hereditaria, con poderes muy limitados. Pero lo más importante de esta Constitución, es su Título Primero, que recoge los derechos individuales de seguridad personal, inviolabilidad de domicilio, propiedad, libertad de pensamiento, reunión y asociación, libertad de culto y enseñanza… 
    Pacto de Ostende 

    Una vez elegida como forma de gobierno la monarquía, se designó como Regente a Serrano y se encomendó a Prim, jefe del gobierno, la búsqueda de un monarca dispuesto a poner en marcha el nuevo régimen constitucional. Era una cuestión complicada, pues cada partido propuso a su candidato. Finalmente resultó elegido por escaso margen el candidato de Prim, Amadeo de Saboya, lo que provocó nuevas tensiones en el seno de la coalición del 68. La muerte de Prim, asesinado pocos días antes de la llegada del nuevo Rey, acentuó las divisiones y progresistas y demócratas se escindieron en dos nuevos grupos políticos, los constitucionalistas de Sagasta y los radicales de Ruiz Zorrilla, partidarios de reformas más avanzadas. 

    La agitación social, las protestas de los sectores clericales, las tensiones con la camarilla, las partidas de carlistas pusieron en evidencia la debilidad del nuevo orden político fruto de la revolución de 1854. Espartero tuvo que dimitir y cedió el gobierno a O´Donnell, girando la política a partir de este momento en torno a la Unión Liberal. Este grupo, situado entre los viejos partidos Moderado y Progresista, protagonizando del 58 al 63, el gobierno más estables hasta entonces. Conciliando intereses, buscando un equilibrio entre libertad y orden y beneficiándose de la expansión económica y de una relativa paz social, O´Donnell y su Ministro de la Gobernación, Posada Herrera, intentaron gobernar con la anuencia de los gobernados, fabricando mayorías suficientes pero respetuosas con la oposición. Una serie de aventuras militares en el exterior (Guerra de Marruecos, México y Cochinchina) alentaron durante un breve período el espejismo de un nuevo empuje en el escenario internacional. Las disidencias entre los ministros y las fricciones con la Reina, forzaron la dimisión de O´Donnell y la vuelta de los moderados al poder. Durante su breve reinado (1871-1873), Amadeo no sólo tuvo que hacer frente al fraccionamiento político de sus posibles apoyos, sino también a la enemistad manifiesta de republicanos, alfonsinos y carlistas que pronto iniciaron una nueva guerra. 

    Los gobiernos se sucedían, incapaces de hacer frente a los crecientes problemas internos, entre los que destacaba un nuevo levantamiento carlista, y totalmente inermes ante la continuación de la guerra colonial iniciada en Cuba en octubre de 1868. Tras dos difíciles años, Amadeo de Saboya abdicaría mediante el envío de un mensaje a las Cortes. 

    Amadeo I de Saboya


    La figura del General Prim

    Recordar el atentado que dio muerte al General Prim en la calle Marqués de Cubas, llamada en aquel momento calle del turco.

    Alentó el Pacto de Ostende (1866) intentando derrocar a la reina Isabel II. El 19 de septiembre de 1868, después de proclamar el manifiesto España con honra apoyado por Práxedes Mateo Sagasta y Manuel Ruiz Zorrilla, con la ayuda de Francisco Serrano Bedoya y Juan Bautista Topete, desembarcó en Cádiz. Una parte del Ejército se dirigió a Madrid y Prim consiguió las adhesiones de ciudades de Andalucía, Cataluña y Levante. Formado gobierno provisional, presidido por Francisco Serrano, le encargó el Ministerio de Guerra.

    La Revolución de 1868 en España y la salida de Isabel II dio lugar a un gobierno provisional presidido por Serrano, y del que estaban también formando parte los otros generales sublevados. El nuevo gobierno convocó Cortes Constituyentes, que con una amplia mayoría monárquica, proclamaron la Constitución de 1869, que establecía como forma de gobierno una monarquía constitucional. Una dificultad inherente al cambio de régimen fue encontrar un rey que aceptase el cargo, ya que España en esos tiempos era un país que había sido llevado al empobrecimiento y a un estado convulso, y se buscaba un candidato que encajara en la forma constitucional de monarquía.

    En junio de 1869 asumió la presidencia del gobierno, sin abandonar el Ministerio. Presentó la candidatura de Amadeo de Saboya, que las Cortes aceptaron (noviembre de 1870).

    En el inmediato gobierno provisional presidido por Francisco Serrano, Prim se encargó del Ministerio de la Guerra; en las Cortes constituyentes defendió la definición del nuevo régimen como una monarquía democrática, que quedó plasmada en la Constitución de 1869. Serrano pasó entonces a ejercer la Regencia mientras se encontraba un rey para el trono vacante, sustituyéndole Prim como presidente del Consejo de Ministros. Desde ese cargo fue uno de los principales defensores de la candidatura de Amadeo de Saboya; pero unos días antes de que éste llegara a Madrid para iniciar su reinado, Prim murió asesinado en un atentado cuya autoría nunca ha podido ser esclarecida.

    Juan Prim

    La proclamación de la Primera República (1873-874)

    El mismo día de la abdicación, las dos Cámaras se reunieron y, pese a no tener mandato constitucional para ello, proclamaron la I República española. La República nacía en un contexto internacional poco propicio y marcada por la ilegitimidad de su proclamación. Los ecos de la Comuna de París de 1871 estaban aún muy cercanos y existía un fuerte recelo a todo aquello que sonase a revolución. EEUU y algunos pequeños países reconocieron enseguida al nuevo régimen, pero no así las grandes potencias europeas, como Francia, Inglaterra o Alemania. La República llegó de la mano de unas Cortes en las que los republicanos eran minoritarios, pues la mayoría correspondía a los radicales que habían optado por un cambio en la forma de gobierno para evitar el vacío de poder, pero incluso entre los republicanos había enormes diferencias entre los partidarios de una república unitaria, la que aceptaban los radicales, y los federales. En las elecciones constituyentes de mayo del 73 el “retraimiento” y la elevada abstención dieron la victoria a los republicanos de Pi y Margall. Este, presentó un proyecto de constitución de índole federal, en la que España se encontraría formada por varios estados, como describe su Título Primero. 

    Proclamación de la Primera República Española

    Era un proyecto novedoso en la organización del estado, que recogía lo ya estipulado por la Constitución del 69 en lo referente a derechos individuales. Texto modernizador y democrático no llegó a ser aprobado, debido al levantamiento cantonalista impulsado por los federalistas, pero de la que se hizo responsable a Pi y Margall que se vio obligado a dimitir. El levantamiento cantonal, la deriva de la guerra en Cuba y las guerras carlistas en el norte supusieron un duro golpe para los republicanos que tuvieron que recurrir al ejército y adoptar posturas conservadoras difíciles de conjugar con sus ideales. Los republicanos unitarios, Salmerón y Castelar, se sucedieron en la Presidencia de la República, dando un giro conservador y convirtiendo a los militares en árbitros de la situación, con la idea de que sólo así se podía restablecer el orden. Cuando en enero de 1874 se volvieron a reunir las Cortes, el general Pavía ocupó el Congreso impidiendo la elección de un nuevo Presidente del Poder Ejecutivo, por temor a una vuelta de los federales al poder. Castelar se negó a participar en el “gobierno nacional”, optándose por recurrir al general Serrano. 

    La República había terminado, aunque nominalmente duró un año más. Serrano gobernó con poderes dictatoriales, con la promesa de volver al orden constitucional del 69 aunque con la república como forma de gobierno. En realidad, el experimento democrático del Sexenio estaba liquidado y se habría un período de transición en el que el ejército y los alfonsinos preparaban la restauración monárquica. 

    Presidentes de la I República


    La península en la Europa del sur: regeneraçao, transformismo y caciquismo 

    En Portugal, desde 1851, la estabilidad fue la tónica en la vida política. El período de Regeneraçao, tenía la intención de convertir a Portugal en un país moderno. Los factores que propiciaron la estabilidad en Portugal fueron: una Corona discreta, una constitución (Carta del 26) que se fue actualizando mediante Actas Adicionales (1852 y 1885) y se mantuvo en vigor hasta la implantación de la República (1910), y el rotativismo político, o alternancia en el poder de regeneradores e históricos primero y de regeneradores y progresistas más tarde. A partir de los años setenta, fueron apareciendo en el panorama político partidos no monárquicos. En 1875 se constituyó el partido socialista y, ya en los ochenta, el movimiento re publicano se organizó también como partido político. El rotativismo, con sus limitaciones (caciquismo) funcionó con cierta tranquilidad hasta 1890, sin embargo, la regeneraçao no fue capaz de solucionar los problemas sociales y económicos del país. El descontento social iba en aumento (huelga de 1871), y la clase política se veía incapaz para solucionarlos, por lo que se produjo el colapso de la monarquía parlamentaria. En octubre de 1910 un gobierno republicano asumió el poder provisional en Portugal. 

    En España se alcanzó una cierta estabilidad política en el último cuarto del siglo XIX. El modelo de democracia parlamentaria, con división de poderes, bicameralismo, ministros responsables, partidos organizados y tendencia al sufragio universal frente al censitario, se extendió desde el mundo anglosajón a otras zonas del continente. En el Mediterráneo el experimento tuvo muchas limitaciones. En el caso español la estabilización, junto con la pacificación en el norte y en Cuba, vino de la mano de la “Restauración”. 

    La Restauración borbónica (1875-1923)

    El gran artífice de la Restauración española fue Cánovas del Castillo. Tras la experiencia democrática de la revolución del 68, Cánovas planteó una restauración de la monarquía, pero en ningún caso en la personade Isabel II, y un régimen representativo, en clave doctrinaria, pero con un nuevo partido liberalconservador. Cabeza del partido alfonsino desde 1873, Cánovas se ocupó de conseguir un respaldo lo más amplio posible para la causa del joven príncipe, en quien debía producirse la restauración monárquica tras haberse conseguido la renuncia de Isabel en 1870. Elemento esencial de esta búsqueda de apoyos, es el Manifiesto de Sandhurst (1 de diciembre de 1874), redactado por Cánovas y firmado por Alfonso, en la que se presentaba a los españoles el proyecto político de una moderada y conciliadora monarquía parlamentaria. 

    Alfonso XII

    El manifiesto encontró muy buena acogida, lo que hizo esperar a Cánovas una pronta restauración de forma legal, por medio quizás de unas Cortes extraordinarias. Sin embargo, el general Martínez Campos se pronunció en Sagunto (29 de diciembre de 1874) proclamando la monarquía en la persona de Alfonso XII y, aunque sin duda el método no era el que él hubiera escogido, Cánovas se puso al frente de un MinisterioRegencia, en el que no hizo exclusiones ideológicas. El nuevo Rey hizo su entrada en Madrid, en medio del clamor popular, el 14 de enero de 1875. 

    La primera tarea de Cánovas fue consolidar su jefatura política y definir las estructuras del nuevo régimen, creando un nuevo marco constitucional que conjugara los principios de 1845 con las libertades del 69. El anteproyecto constitucional, inspirado en el pensamiento de Cánovas, buscaba claramente el consenso y formulaba unas bases bastantes flexibles. Las Cortes de 1876, aprobaron el proyecto de Constitución, destinada a ser la de mayor vigencia en la vida política española, lo que se debió precisamente a su carácter ecléctico. Frente a la soberanía nacional del Sexenio, triunfó el principio doctrinario de la soberanía compartida por las Cortes con el Rey; sin embargo, en lo que se refiere a derechos individuales, el Título1º recogió con bastante fidelidad la herencia del Sexenio. La figura del Rey salía teóricamente muy reforzada por el papel medular que se le atribuía en el sistema y la materialización de su tradicional posición como jefe supremo del Ejército. Las Cortes serían bicamerales, con un Senado del que sólo el 50% era electivo, siendo el resto de los senadores representantes de los principales grupos de poder. En cuanto al procedimiento de elección de los diputados, se dejaba su definición para una ley posterior, lo que de hecho permitió restaurar el sufragio restringido (1878) y reimplantar el sufragio universal masculino más adelante (1890). En cuanto a la libertad religiosa, el Estado sería confesional, pero se reconocía la libertad de culto en el ámbito privado. 
    Cánovas y Sagasta

    Restaurada la Monarquía y aprobada la Constitución, Cánovas se encontraba con un problema que ya se había planteado en otros momentos del siglo XIX en España, la distancia entre los textos constitucionales y el funcionamiento político que preconizaban y la realidad social del país. Para solventar esta falta de sociedad civil y dar estabilidad al sistema de la Restauración pensó que debían existir al menos dos grandes partidos que aceptasen la legalidad constitucional y que alternándose de forma pactada en el poder diesen vida a la monarquía parlamentaria. Cánovas fundó uno de ellos: el Partido Liberal Conservador; el otro sería el Partido Fusionista, creado por Práxades Mateo Sagasta. El turno entre estos dos partidos caracterizó la política española desde 1876 a 1913. El funcionamiento del sistema era una adecuación a la realidad de lo previsto en la Constitución que convertía el gobierno parlamentario en una ficción. No eran los votos los que determinaban quien formaría gobierno, sino que el rey designaba al futuro jefe de gobierno de acuerdo con las fuerzas políticas y el gobierno organizaba y “ganaba” las siguientes elecciones asegurándose una mayoría en el Parlamento. Cuando el gobierno perdía el apoyo de su mayoría, el rey volvía a poner en marcha el “turno”. Personaje importante en este sistema era el cacique, miembro de la élite local o comarcal, encargado de cosechar votos en su territorio, donde actúa como intermediario entre el poder central y la realidad nacional. 

    Este mecanismo político que falsificaba el modelo, lo que algunos autores han denominado la “constitución formal”, no era algo privativo de España, sino que se dio en otros países del sur de Europa con problemas similares. Junto al rotativismo portugués, encontramos en Italia, desde 1876, el transformismo. Agostino Depretis, político procedente de la sinistra, promovió, en aras de la estabilidad, la creación de bloques parlamentarios por encima de las ideas y programas. 

    El “transformismo” no era plenamente representativo. Como en el caso español, los gobiernos “hacían” las elecciones, y mediante la presión administrativa y la manipulación electoral, lograban las mayorías parlamentarias que requerían. 

    La Restauración de Cánovas trajo estabilidad política y pacificó el país durante algunas décadas, permitiendo una modernización y desarrollo que transformaron la sociedad poniendo cada vez más en evidencia las limitaciones de un modelo que ya antes de que acabase el siglo empezó a mostrar síntomas de agotamiento.


    Turnismo de la restauración Borbónica