viernes, 29 de diciembre de 2023

EL NEOLÍTICO

El Neolítico es el último periodo de la Prehistoria. Integra la Edad de Piedra, junto con los periodos Paleolítico y Mesolítico.

La palabra Neolítico proviene del griego neo, que significa “nuevo” y lithos, que significa “piedra”, y se refiere a las nuevas técnicas de fabricación de herramientas de piedra que caracterizan a este periodo.

Los periodos comprendidos dentro de la Edad de Piedra se vinculan con el desarrollo histórico de cada cultura o civilización, y su ubicación temporal puede variar según la aparición de determinados rasgos técnicos o culturales de cada sociedad. El periodo Neolítico se caracteriza por el desarrollo de la agricultura y la aparición del sedentarismo.

El inicio del periodo Neolítico puede ubicarse temporalmente entre el 8000 a. C. y el 4500 a. C., dependiendo del desarrollo histórico de la sociedad en cuestión. El fin del periodo se vincula directamente con la aparición de la escritura y las organizaciones políticas centralizadas que dan inicio a la Edad Antigua de la periodización tradicional, entre el 3000 a. C. y el 500 a. C., según la región.

En el área del Creciente Fértil (Levante mediterráneo, Mesopotamia asiática y Egipto), las transformaciones que dan origen al periodo Neolítico datan aproximadamente del 8000 a. C.; en India, Europa balcánica, sureste asiático y Mesoamérica, datan del 7000 a. C.; en China, del 6000 a. C. y en América del Sur, del 4500 a. C.


Características del Neolítico

El principal elemento que define al periodo Neolítico es la transición que hicieron algunas poblaciones humanas de una economía de subsistencia a una economía productiva. Este proceso implicó las siguientes característica:
  • Surgimiento de la agricultura
  • Domesticación del ganado
  • Desarrollo del sedentarismo
  • Crecimiento de la población
  • Descubrimiento de la metalurgia
  • División y diferenciación del trabajo
  • Producción de excedentes
  • Jerarquización social
Economía del periodo Neolítico

Durante el periodo Neolítico, la economía de las diferentes sociedades humanas pasó de ser una economía de subsistencia a una economía productiva. Esto quiere decir, que los grupos de humanos comenzaron a intervenir en los ciclos naturales de las plantas y animales para su mejor aprovechamiento. Nacieron así dos prácticas fundamentales para la vida del ser humano: la agricultura y la ganadería.

El origen de la ganadería está vinculado con la caza controlada. En principio, los grupos de cazadores-recolectores preservaban a los animales que se encontraban en edad reproductiva, para asegurarse el alimento futuro. Luego comenzaron a capturar animales y encerrarlos en corrales, para tener alimento disponible en caso de escasez. Más tarde, reprodujeron los rebaños que tenían cautivos, a través de la selección de los ejemplares más pequeños y dóciles.

La agricultura se desarrolló a partir de la recolección. Gracias a la observación del crecimiento de las plantas, algunos grupos humanos seleccionaron semillas, las plantaron y esperaron su crecimiento. Al principio, esto se practicaba de manera itinerante y en espacios para la siembra generados a partir de la quema y tala de zonas boscosas. El bajo rendimiento de estos terrenos llevó a estas sociedades a buscar espacios más aptos para la siembra y la cosecha. De esta manera, se crearon los primeros campos de cultivo de manera permanente.

En las zonas donde se dio el proceso de neolitización, se desarrollaron distintos cultivos:
  • En el Cercano Oriente, se cultivaban cereales (trigo, cebada y mijo), lino, habas, vid y olivo.
  • En China, los cultivos más comunes fueron el arroz, el algodón, el mijo y la soja.
  • En Mesoamérica, se desarrollaron cultivos de calabaza, chiles, maíz, palta y frijoles.
  • En los Andes Centrales, los cultivos más importantes fueron papa, mandioca, ají, calabaza, frijoles, lentejas y algodón.


Forma de vida en el periodo Neolítico

Tradicionalmente, los arqueólogos consideraban que la forma de vida sedentaria era una consecuencia directa del desarrollo de la agricultura y la ganadería. Sin embargo, a raíz de diversos hallazgos arqueológicos, muchos especialistas sostienen que el sedentarismo fue un proceso que se inició antes de la consolidación de las economías de producción de alimentos.

Las evidencias arqueológicas más antiguas de asentamientos semipermanentes datan de entre el 12000 y el 10000 a. C. Se cree que, debido a la abundancia de recursos para la caza, la pesca y la recolección de cereales, algunos grupos nómades fueron estableciendo campamentos durante periodos cada vez más prolongados. Desarrollaron sistemas para almacenar la comida y construyeron chozas de planta redonda, semienterradas, con techos de ramas, juncos y pajas.

Más tarde, con el desarrollo de los cultivos y la creación de rebaños de animales, el carácter estacional de la agricultura y el cuidado de la ganadería, llevó al establecimiento de una vida sedentaria de forma permanente. Estos primeros poblados, llamados aldeas, se establecieron en lugares fértiles, con acceso al agua y a las pasturas.

Organización social en el periodo Neolítico

La vida sedentaria en aldeas llevó al desarrollo de una organización social distinta que aquella que primaba entre los grupos de cazadores-recolectores. Las aldeas estaban integradas por varias familias tenían sus rebaños de animales y sus campos de cultivo. Las familias cooperaban para la realización de tareas agrícolas, la defensa del poblado, la búsqueda de materiales y la construcción de viviendas y fortificaciones.

Luego, las nuevas actividades económicas y la vida sedentaria dieron origen a la diferenciación de tareas y, en consecuencia, a una división del trabajo por oficios o especialidades. Los especialistas eran artesanos hábiles en la fabricación de los diferentes tipos de herramientas de piedra, cerámicas, tejidos y metales.

Estas primeras aldeas eran de población escasa. Sin embargo, a medida que aumentó la producción de alimentos, fue posible almacenar excedentes. La mayor disponibilidad de alimentos llevó a un importante crecimiento demográfico.

Con el crecimiento de la población y la especialización de tareas aparecieron las primeras ciudades. El desarrollo urbano trajo aparejado la jerarquización de la sociedad. Esto quiere decir que en las ciudades, se desarrollaron diferencias sociales entre las personas según las tareas que realizaban. Los especialistas, como los comerciantes y los artesanos, ocupaban una posición superior a la de los campesinos, que producían los alimentos para toda la comunidad.

Además, aparecieron los primeros grupos que se dedicaban exclusivamente a tareas políticas y religiosas, y se ubicaban en lo alto de la escala social. Los sacerdotes dirigían el culto y mandaban la construcción de templos y la entrega de ofrendas a los dioses.

Los funcionarios se encargaban de la organización política de la ciudad, la administración de bienes y la gestión de los excedentes producidos.



Religión en el periodo Neolítico

En Göbekli Tepe, Turquía, se encontró el santuario más antiguo del mundo.
Las sociedades del Neolítico divinizaban las fuerzas de la naturaleza, especialmente a aquellos elementos que afectaban el desarrollo de la agricultura y la ganadería. El sol y la lluvia comenzaron a tener un lugar central en los ritos y las ceremonias religiosas.

Además, crearon esculturas antropomorfas (de apariencia humana) con las que representaban a sus antepasados o a diferentes fuerzas que adoraban, como la fertilidad.

Durante este periodo, el enterramiento de los muertos se convirtió en distintivo social entre los rituales de las diferentes poblaciones. Según las diferentes creencias, se inhumaba el cuerpo de diferentes maneras; por ejemplo, en el suelo rodeado de objetos de la vida cotidiana, o dentro de cestos o urnas de cerámica.

Con la aparición de las ciudades, el culto comenzó a estar dirigido por sacerdotes. Su rol era el de mediar entre los hombres y las divinidades, y por esto recibían tributos y ofrendas de toda la población.

Este rol central llevó a los sacerdotes a obtener una posición social prestigiosa que los diferenciaba del resto de la sociedad. Desde este lugar, se convirtieron en líderes de su comunidad y se encargaron de la dirección de los asuntos cotidianos.

Arte del periodo Neolítico

Las pinturas neolíticas utilizaban colores monocromáticos.
En las pinturas rupestres del periodo Neolítico se representaban imágenes figurativas de animales, seres humanos, símbolos y diferentes escenas de la vida cotidiana, pintadas con tonos monocromáticos.

Además, en las diferentes construcciones megalíticas se realizaban grabados en las piedras. Las cerámicas eran pintadas con motivos geométricos.



Arquitectura neolítica

Las sociedades neolíticas construyeron dólmenes y cromlech de piedra.

Las diferentes poblaciones del Neolítico utilizaron bloques de piedra para levantar construcciones gigantes, a las que los arqueólogos denominan monumentos megalíticos o megalitos.

Los especialistas creen que estas construcciones eran utilizadas como espacios sagrados o santuarios. En muchas ocasiones, estos espacios eran también utilizados como cementerios. Además, se cree que también pudieron ser utilizados como marcas a través de las cuales las diferentes comunidades reclamaban el territorio y reforzaban su identidad grupal.

Existieron diferentes tipos de megalitos:
  • Dólmenes. Un dólmen es una construcción formada por varias losas de piedra, clavadas en la piedra en posición vertical, con una losa de cubierta apoyada sobre ellas en posición horizontal. El conjunto forma una cámara y, en muchas ocasiones, se encuentra rodeado de montículos te tierra o piedras que cubren el montón y forman, así, una colina artificial.
  • Menhires. Un menhir es un megalito poco trabajado. Se trata de la ubicación artificial de una piedra de gran tamaño en un espacio determinado. Algunos menhires presentan grabados, otros están esculpidos con alguna forma particular. Su tamaño puede variar desde pequeñas rocas ubicadas de una manera particular, hasta monolitos gigantes de más de 10 metros de altura.
  • Crómlech. Los crómlech son megalitos formados por piedras clavadas en el suelo, en forma de círculo o una elipse. Las piedras suelen ser de gran tamaño y cercan un terreno.
Artesanía y materiales del periodo Neolítico

Hacia el 6000 a. C., se comenzaron a producir vasijas de cerámica para agua y alimentos.
Durante el periodo Neolítico, las diferentes poblaciones perfeccionaron las técnicas de trabajo de piedra y crearon técnicas de trabajo para nuevos materiales, como la cerámica y los metales.
  • Piedra pulida. La técnica del pulido implicaba frotar la piedra hasta darle forma y sacarle filo. De esta manera, se lograron armas más eficaces y nuevas herramientas. Vinculado al desarrollo de la agricultura, se crearon morteros para moler los granos, hoces para cosechar los cultivos y azadas para mover la tierra.
  • Cerámica. El método del modelado de cerámica consistía en apilar rollos de arcilla hasta alcanzar la altura deseada, para luego alisarlos y darles forma con las manos. Se dejaban secar las piezas y luego se cocían en un horno de alta temperatura. Por último, se las decoraba con motivos geométricos, grabados o pintados.
  • Metalurgia. Hacia el 4000 a. C., se inventó por primera vez en el Cercano Oriente la fundición de metales. La fundición se realizaba en recipientes de arcilla que permitían fundir el metal a altas temperaturas. Luego, el metal se volcaba en moles de tierra o piedra que tenían la forma del objeto. Los primeros metales que se trabajaron fueron el oro, la plata y el cobre, y fueron utilizados para hacer joyas, herramientas, adornos y armas.

Sitios arqueológicos del periodo Neolítico
  • Çatalhöyük, en Turquía, es uno de los asentamientos mejor conservados del Neolítico.
  • Algunos de los sitios arqueológicos característicos del periodo Neolítico son:
  • Jericó, en la actual Palestina, es el asentamiento amurallado más antiguo que se conoce. Hacia el 8000 a. C., estaba formado por viviendas y graneros de adobe y piedra, y rodeado por un muro de 800 metros de largo y seis metros de alto.
  • Çatalhöyük, en la actual Turquía, es uno de los asentamientos mejor conservados del periodo Neolítico. Los especialistas aún debaten si algunas de las construcciones tenían un uso público ritual o si, en cambio, se trataba en su totalidad de viviendas privadas. Se cree que este asentamiento llegó a albergar a más de 10.000 personas, y fue habitado entre el 8000 y el 5700 a. C.
  • Eridu, en el actual Irak, fue una ciudad fundada hacia el 5400 a. C. Algunos especialistas consideran que fue el centro urbano con jerarquización política y social más antiguo del mundo. En el sitio se han encontrado los restos de un santuario sobre los cuales se fueron construyendo más de 17 templos a lo largo de los siglos. El último templo data del 3800 a. C., y adoptó la forma de pirámide escalonada.
  • Göbekli Tepe, en Turquía, es el sitio donde se encuentra uno de los más antiguos santuarios del periodo Neolítico. Se cree que data del 9600 a. C., y que, por algún motivo desconocido, fue del todo abandonado hacia el 8000 a. C., luego de ser deliberadamente tapado con tierra. Su descubrimiento en 1994, revolucionó los estudios sobre el periodo, ya que se trata de un rasgo de vida sedentaria lejano al desarrollo de la agricultura y la ganadería en la zona.
  • Los dólmenes de Sorginetxe y de Aizkomendi, en la actual España, son monumentos megalíticos del final del periodo Neolítico, que se construyeron como espacios rituales y marcas de reclamo territorial por las comunidades locales.
  • Stonehenge, en Inglaterra, es uno de los megalitos cromlech más conocidos. Se cree que la construcción se realizó hacia el 2500 a. C., aunque anteriormente el lugar era utilizado como cementerio. El sitio estaba unido por un camino de 3 kilómetros a un asentamiento, construido también de manera circular, en el que llegó a haber unas 300 viviendas.


EL MESOLÍTICO

 PANORAMA GENERAL DEL MESOLÍTICO

1.1 Concepto del Mesolítico

Desde los principios del Holoceno las comunidades de cazadores-recolectores que poblaban el Viejo Mundo comenzaron a transformar sus modos de vida hasta tal punto que prehistoriadores han reconocido una nueva etapa cultural: el Mesolítico, que significa “Edad de piedra”.

El Mesolítico venía a ser un periodo de transición entre el Paleolítico y el Neolítico. Este periodo representaba una fase intermedia en la historia de la humanidad, pues los seres humanos aún subsistían de la caza y de la recolección, pero habían adoptado conductas más evolucionadas que les conducirán hacia el modo de producción Neolítico.

Actualmente la imagen asociada a las comunidades mesolíticas del pasado ha adquirido su propia personalidad, no son simplemente gentes en una fase de transición al modo de producción neolítico. Las comunidades mesolíticas pueden asimilarse al modo de comportamiento cultural que los antropólogos denominan “sociedades cazadoras-recolectoras complejas”.

Las sociedades cazadoras recolectoras complejas se caracterizaban por:
  • Se encuentran perfectamente sincronizadas con la naturaleza.
  • Poseían plena capacidad para la búsqueda de alimento.
  • Vivían en perfecta comunión con su mundo.
  • Poseían profundas inquietudes personales y sociales.
El período del Mesolítico se caracterizó por:
  • La transición. Fue un período de transformación entre los cazadores-recolectores de la etapa Paleolítica y los agricultores de la etapa Neolítica.
  • El trabajo de la piedra. Se destacó la innovación en el trabajo de la piedra, como el pulido y el tallado elaborado, también llamado microlito, que consiste en la utilización de una piedra de un centímetro de largo tallada de manera elaborada de modo que tiene filo en uno de sus laterales.
  • La vida sedentaria. De esta época provienen los primeros vestigios de construcciones edilicias y asentamientos poblacionales.
  • Los ritos funerarios. También de estas sociedades provienen los primeros vestigios de ajuares sepulcrales de personas que tenían poder o un alto nivel social. Los cuerpos de los fallecidos eran enterrados con ofrendas o accesorios personales de valor, lo que sugiere que se practicaban ceremonias o ritos espirituales.
  • La pintura. Si bien existía el arte rupestre durante el Paleolítico, en esta etapa surgieron las figuras humanas, además de animales, pintadas en el interior de las cavernas. Las escenas muestran grupos de humanos practicando cacería o algún ritual.
  • Los utensilios. Se encontraron evidencias del trabajo en cerámica, como vasijas decoradas con trazos geométricos simples, rocas pulidas y perforadas utilizadas como accesorios y piedras filosas que servían como cuchillos.


1.2. El medioambiente: El Holoceno

La aparición de las poblaciones mesolíticas se enmarca a principios del Holoceno y más concretamente en sus dos primeras fases: Preboreal y Atlántico.
  • Preboreal
Los principios de Preboreal mostraron un aumento drástico de temperaturas y precipitaciones que impulsó un clima templado y húmedo propio de un momento interglaciar muy acusado.
  • Atlántico
Representó una mejoría climática más profunda que culminó en el llamado el Óptimo Climático Atlántico. Este momento ocurrió en el año 5.700 BP y las temperaturas llegaron a ser entre 0,5 º – 2º superiores a las actuales. Nada quedaba ya de los tiempos de la última glaciación.

La subida de las temperaturas acabó con el manto de hielo permanente que había formado el inlandsis escandinavo. La morfología del continente cambió para dar lugar a los perfiles que hoy conocemos:
  • La desaparición de los hielos glaciares permitió la aparición de la Península escandinava y del Mar Báltico. 
  • La subida del mar inundó las franjas litorales y la línea de costa apareció tal como es hoy en día. 
  • La inundación provocó la insularización de Gran Bretaña y acabó con lo que restaba del Doggerland, que acabó sumergida de manera definitiva bajo las aguas del actual Mar del Norte.
  • La mejoría climática relacionada con la subida de las temperaturas y de las lluvias originó un cambio en las comunidades vegetales y animales. La nueva templanza húmeda interglaciar modificó la zonación latitudinal, las cronozonas ecológicas y la distribución de las especies. 
  • Los cambios vegetales fueron:
  • Las regiones de tundra y estepa fría retrocedieron en extensiones y acabaron confinadas en las tierras del norte. 
  • La colonización forestal se extendió por el continente, con el incremento de coníferas en las regiones septentrionales, la expansión definitiva de los caducifolios por las latitudes medias y la consolidación plena del bosque mediterráneo en la cuenca mediterránea. 
  • Durante el Atlántico la mejora provocó un incremento de la biodiversidad vegetal, de la riqueza taxonómica de especies, los índices de productividad y la cadena de producción. 
  • Las modificaciones en la vegetación dieron lugar a profundos cambios en la distribución de las especies animales.
Los cambios animales fueron:
  • La extinción de los grandes animales de la tundra.
  • El confinamiento de manadas de reno en las actuales regiones subárticas.
  • La expansión generalizada de especies templadas menores, pequeños mamíferos de talla pequeña.
  • La propagación de numerosas especies animales, sobre todo de pequeños invertebrados. 
  • El resultado fue un incremento de la biomasa animal que tuvo su trascendencia para los modos de subsistencia de las comunidades mesolíticas.
1.3. La cultura material: el microlitismo geométrico.

La característica principal de las industrias líticas del periodo fue la generación de los microlitos geométricos. 

Los microlitos geométricos eran pequeñas laminillas con una morfología geométrica nítida, que representaban el último paso del largo proceso de microlitización.

Su probable invención parece estar en el sur de Francia y muy pronto se produjo su rápida extensión por todo el continente: norte de Francia, Países Bajos, Alemania, Inglaterra y cuenca del Mediterráneo.
Su importancia es tal que existen varias clasificaciones tipológicas pero más allá de matices los tipos principales son 4:
  • Triángulos.
  • Rectángulos.
  • Trapecios.
  • Segmentos de círculo (con forma de media luna).
En todos los casos se trata de piezas con un dorso trabajado mediante retoque abrupto, en un lateral opuesto a un lado de filo natural.

Esta morfología estricta de los microlitos geométricos requería procedimientos de tallas especiales. La base principal para su producción era un modelo de lámina bastante larga pero estrecha, que se fracturaba en piezas pequeñas aplicado una técnica sencilla pero práctica: la técnica del microburil. Bastaba hacer una pequeña muesca en un lado y agrandarla con ligera presión hasta que alcanzaba el tamaño suficiente para conseguir quebrar la lámina con la más leve presión de los dedos. Era una técnica muy sencilla pero perfecta para estandarizar la producción y producir piezas similares. Esto no impide cierta variabilidad tipológica que ha dado pie a interpretaciones funcionales, diferenciando triángulos escalenos, triángulos isósceles, trapecios simétricos y asimétricos, medias lunas o segmentos, etc…

La mayoría de las hipótesis apuntan que los microlitos geométricos sirvieron como puntas de proyectil pues su minúsculo tamaño los hacía disfuncionales sin pensar en su adhesión a soportes orgánicos. Se han postulado dos fórmulas:
  • Como puntas de proyectiles.
  • Como barbas adheridas a los laterales de los vástagos.
En cualquiera de los dos casos los geométricos podrían representar nuevas prácticas de arquería.
La contrapartida a los diminutos geométricos se hallaba en una serie limitada pero importante de instrumentos macrolíticos cuyas grandes dimensiones y peso les convertía en perfectos para tareas contundentes. La mayoría de las piezas macrolíticas se suelen interpretar como instrumentos para tareas relacionadas con la madera o con la remoción de tierras: azuelas, hachas, tajadores, … usados para la tala, desbaste, cavar hoyos, etc…

Los instrumentos de la industria ósea principales fueron las puntas dentadas  barbeladas con una función similar a los arpones. Las mejores muestras de industria ósea del Epipaleolítico proceden de las culturas nórdicas y centroeuropea, cuyos yacimientos revelan un repertorio variado de elevado grado de pericia técnica y adaptación predeterminado a la función según el tipo de presa. La contrapartida se halla en la culturas mediterráneas, que presentan una industria ósea limitada con un nivel técnico más simple, quizás porque se contaba con una materia prima alternativa abundante en los bosques: la madera.

1.4. Los medios de subsistencia: la revolución de amplio espectro

Los modos de subsistencia de las comunidades mesolíticas se basaban en un aprovechamiento integral de todo tipo de recursos alimentarios, que proveían una dieta variada compuesta por una muestra amplia de animales y plantas.

La caza mayor de herbívoros representó la principal parte de la dieta. Esta dieta se complementaba con la caza menor: pequeños mamíferos y aves.  La principal estrategia para ampliar la base alimentaria fue la intensificación de ciertas prácticas alternativas: La recogida de moluscos.
  • La pesca en los ríos.
  • La pesca marina.
  • La recolección de vegetales.
Tenemos buena prueba del aprovechamiento de recursos acuáticos en los yacimientos llamados concheros, acumulaciones ingentes de restos arqueológicos, entre los que sobresalen de manera muy especial las conchas matinas. 

La ampliación de la base alimentaria permitió un aprovechamiento integral de las múltiples posibilidades de entorno ambiental, que tuvo una honda repercusión en los modos de supervivencia de los seres humanos.

El arqueólogo estadounidense Kent Flannery acuñó un concepto clave: “La Revolución del amplio espectro”. La Revolución del amplio espectro representaba un estadio previo necesario en la Historia de la Humanidad para la llegada del modo de producción del Neolítico. Hoy en día esta idea resulta cuestionable ya que la ampliación de la dieta no significó en todos los casos una mejora de esta.

1.5. La organización social: nomadismo y necrópolis

Durante el Mesolítico la movilidad de los cazadores-recolectores se restringe como norma generalizada, adoptando un nomadismo restringido comparado con el continuado peregrinar de sus antepasados del Paleolítico y Epipaleolítico.

Las pruebas apuntan a la limitación de los radios de movilidad residencial, mediante la aparición de campamentos de habitación permanente o semipermanentes, tanto al aire libre como en cuevas, que sirvieron como lugares residenciales para buena parte del año. 
La reducción del grado de movilidad residencial no condujo a una vida estrictamente sedentaria ni a la aparición de poblados permanentes, ocupados de manera ininterrumpida En las latitudes del centro y norte del continente el establecimiento de este tipo de asentamientos fue posible gracias a sus entornos privilegiados:
  • Zonas de elevada productividad ambiental.
  • Una amplia gama de recursos.
  • Presentaban unas condiciones de predicibilidad suficientes para conocer con antelación tanto los movimientos como la densidad de los recursos.
La mayoría de los campamentos de larga duración se instalaban en lugares estratégicos que tenían un radio de acceso inmediato a distintos ecosistemas, permitiendo así controlar los recursos de caza, pesca y recolección.

La ocupación prioritaria de enclaves privilegiados y la instalación de campamentos semipermanentes desemboco en un proceso paulatino de concentración demográfica y de incremento de la población.
Las tendencias de incremento de la población, presión demográfica y necesidad de intensificación productiva mediante la búsqueda de alimento pudieron provocar con el paso del tiempo una situación de competencia por los recursos naturales. Esto llevó a:
  • Un incremento de la territorialidad.
  • Un incremento de la competencia ir el control de los recursos y la posesión de territorios.
  • Un incremento de los conflictos entre grupos próximos.
El hombre del Mesolítico mantuvo una nueva conciencia ante la muerte que obedece a un cabio sociológico profundo de honda trascendencia ideológica. Los enterramientos se convierten en una práctica habitual en muchas culturas mesolíticas, lo que representa una preocupación por los difuntos antes desconocida. En varias culturas se aprecia un paso más, motivado por la aparición de enterramientos agrupados a modo de necrópolis. La costumbre del enterramiento agrupado trasciende la mera preocupación individual por el difunto para otorgar al ritual de la muerte de una repercusión colectiva de manera que se produce una socialización compartida, comenzando por la apropiación ritual del terreno que acoge a los antepasados. 

En los entornos de las sociedades sedentarias inmersas en un marco de intensa competencia por los recursos naturales las prácticas de enterramiento colectivo son un instrumento eficaz para reivindicar la propiedad del territorio.

En las necrópolis mesolíticas más complejas quizá podría percibirse un paso más en la complejidad cultural: los indicios tímidos de una diferenciación social de tipo vertical. 




2.-  EUROPA ATLÁNTICA.

2.1. Los concheros portugueses

Las costas meridionales portuguesas fueron ocupadas hace 10.000 años por una de las culturas de concheros más representativa, siendo cazadores-recolectores complejos con una economía de amplio espectro y costumbre de enterramiento en necrópolis. 

Se instalaron en parajes llanos y arenosos de las llanuras aluviales del tramo final del río Tajo y la comarca del Sado, siendo una zona ideal para instalar campamento de carácter semipermanente. Los yacimientos más conocidos son Cabeço da Arruda, Moita do Sebastiao y Cabeço da Amoreira, constituyendo campamentos residenciales de larga duración, y contando con cabañas sólidas, sobre base de cantos rodados, conchas y tierra batida. Presentaban muros alzados sobre postes y se cubrían con ramas impermeabilizadas con arcilla, y en el interior se excavaron hoyos a manera de hogares, aunque algunos podrías ser silos o basureros.

El instrumental lítico comprendía muescas, denticulados y raederas, aunque las piezas más numerosas eran microlitos geométricos trapezoidales y triangulares, que servían probablemente para cazar. El instrumental óseo se limitó a punzones, puñales, mangos, hachas, compresores y cinceles, aunque seguramente fabricaron bastantes utensilios de madera, que no se han conservado.

En los concheros portugueses se acumularon desechos de huesos de grandes ungulados herbívoros, pequeños mamíferos y aves, restos de pescado de río, conchas de moluscos marinos y caracoles terrestres. La caza se centró en el ciervo, jabalí, corzo, bóvidos, zorro, lobo, mustélidos, pequeños lagomorfos (conejo, liebre) y varias especies de aves. También se recolectaban lapas, bígaros, berberechos, vieiras, almejas, ostras, mejillones y cangrejos, y la pesca de especies de rio como el estuario y especies de mar con restos encontrados de tiburón, raya y atún. Los únicos testimonios de la recolección vegetal lo encontramos en posibles piedras para moler, algunos restos de bellota y piñones. Los estudios isotópicos en los huesos humanos y los análisis dentales ratifican una dieta mixta y equilibrada de recursos marinos y terrestres.

En sus necrópolis se totalizaron varios centenares de inhumaciones individuales aprovechando depresiones naturales o excavando pequeñas fosas con los cadáveres depositados en decúbito supino o lateral, con ajuares de conchas perforadas, útiles, restos de ocre y desechos de animal. No existían elementos de distinción en las tumbas con lo que representaba una sociedad igualitaria de tipo horizontal, y la presencia de fosas en el interior de algunas cabañas, parece indicar la importancia de los antepasados en la vida cotidiana de las familias.

2.2. Los concheros asturienses

En la región cantábrica limitada entre el oriente de Asturias y el occidente de Cantabria surgió hace 9.000-8.500 años la cultura de conchero Asturiense, localizando un centenar de concheros en cuevas y abrigos, en una franja litoral de 40 km de longitud y 5 km de anchura. 

Mantuvieron su modo de vida en cuevas y no desarrollaron rasgos complejos, ni asentamientos avanzados, ni enterramientos colectivos en necrópolis, puede que por las limitaciones naturales que ofrecía el terreno abrupto de la región.

Su industria lítica era en su mayoría instrumentos de piezas macrolíticas tallados sobre núcleos y grandes lascas, siendo el útil más característico el “pico asturiense” (tallado toscamente sobre cantos rodados de cuarcita con un extremo distal terminado en punta roma y el extremo proximal sin tallar), que podría haber servido para desprender las lapas de las rocas y desenterrar tubérculos. También se conservan muescas, denticulados, raederas y unos pocos raspadores, buriles y perforadores. El utillaje microlítico es mínimo, al igual que el utillaje óseo compuesto por unas pocas agujas, leznas, punzones sencillos, huesos biapuntados y algún bastón de mando.

Su economía se basaba en la caza de ciervo, corzo, rebeco, jabalíes y la intensa recolección de moluscos litorales (lapas, bígaros, mejillones, ostras y erizos de mar). También realizaban prácticas de pesca en las desembocaduras de los ríos con palangres y trampas de ramas y cañas, aunque los restos de lenguado encontrados indicarían que realizaron pesca en alta mar. La recolección de vegetales pudo ser notable, aunque no se han encontrado restos de materias vegetales, pero si restos de madera de roble y abedul.

Hay diferentes versiones entre arqueólogos que apuntan a que los poblamientos de los concheros pudieron ser campamentos temporales para el marisqueo, o bien, basureros de otros campamentos residenciales ocupados durante largas temporadas. Los enterramientos son pocos, representados por inhumaciones simples en fosas con el cadáver rodeado de adornos personales, instrumentos líticos y huesos, siendo el mejor testimonio, el yacimiento de la cueva de Los Canes, con 3 fosas con 4 individuos, con restos de conchas como ajuar.

2.3. Los concheros bretones

Esta cultura mesolítica se localizaba en las costas francesas de Bretaña, en campamentos al aire libre con cabañas levantadas con materiales poco consistentes, con algunos hogares y hoyos excavados como silos para el almacenamiento.

La principal dieta de esta comunidad provenía de la caza de ciervo, corzo, jabalí, y de la pesca de salmónidos, lábridos, ciénidos, e incluso focas, rayas y tiburones. La caza de aves también represento una de sus fuentes de recursos con capturas de anátidas, rapaces, palomas, cigüeñas, aves marinas y pingüinos. La proximidad a la costa facilito la recolección de moluscos marinos como lapas, mejillones, caracoles de mar, ostras y almejas, y aunque no hay muchas pruebas de recolección vegetal, se encontraron restos de avellana y semillas de peras silvestres.

Las necrópolis más relevantes se encuentran en Téviec y Hoëdic (dos pequeñas islas a pocos kilómetros de los acantilados de Morhiban), donde el ritual consistía en inhumaciones en pequeñas depresiones u hoyos en las que se depositaba al difunto en posición decúbito lateral con las piernas replegadas y espalda algo sobreelevada. El cadáver estaba acompañado por un ajuar de collares, brazaletes de conchas marinas, asta de ciervo, algunos útiles y restos de ocre. En Téviec se hallaron algunas tumbas cubiertas por una especie de túmulo con restos de hogares probablemente rituales, que acogieron ofrendas a base de mandíbulas de ciervo y jabalí, y también objetos de carácter artístico (huesos decorados con incisiones cortas paralelas, siendo la mejor pieza, una mandíbula de pez con un motivo en cuadricula).

Lo más llamativo de la necrópolis bretonas es la diferenciación de sus ajuares en niños (se les enterraba con ajuares sencillos), en varones (se les enterraba con conchas de molusco Trivia europea) y en mujeres (se les enterraba con una concha llamada Littorina obtusata). La tumba de un joven enterrado en Téviec tras una muerte violenta (tenía restos de microlitos incrustados en los huesos y una fractura en la mandíbula) tuvo un tratamiento funerario relacionado con un personaje de prestigio. La riqueza de los ajuares depositados en tumbas de algunos niños sugiere que gozaban de una posición privilegiada en la sociedad, o que podían haber permanecido a clanes o familias destacables, y hubieran adquirido privilegios hereditarios. Algunas tumbas colectivas se abrían y se cerraban de manera periódica, lo que confirma la existencia de clanes familiares que agrupaban a miembros de su linaje.

Análisis de isótopos de los huesos humanos sugieren que hombres y mujeres tuvieron formas de alimentación distintas, ya que las mujeres consumieron menos recursos marinos, porque su alimento principal provenía de la caza. Algunos prehistoriadores creen que mujeres de poblados del interior, se trasladaron a poblados de la costa para contraer matrimonio, constituyendo una buena medida para evitar la endogamia social y una estrategia viable para la supervivencia.

2.4. Los concheros escoceses

La presencia de concheros se atestigua también al otro lado del Canal de la Mancha, en costas de Gran Bretaña, Irlanda e Islas próximas. 

El conchero de Morton fue un campamento estacional, donde las huellas de postes revelan levantamientos eventuales como parapetos de tipo más bien precario. La dieta en este yacimiento estaba basada en la pesca de bacalao, abadejo, rodaballo, esturión y salmón. 

No menos conocido son los concheros de la isla escocesa de Oronsay (en el archipiélago de las Hébridas), siendo 5 concheros de apenas 4 Km2 con pruebas de explotación sistemática de peces marinos (gálidos). Cada conchero se ocupó en estaciones distintas, quedando sin determinar, si en tal isla había un poblado permanente o solo acogía visitas breves para pescar y cazar.

3. EL MESOLÍTICO EN CENTROEUROPA.

3.1. La cultura Tardenoisiense

Hace 8.500 años BP, en el periodo climático del Preboreal, la Cultura Aziliense comenzó a desvanecerse para dar paso a complejos culturales que representan el Epipaleolítico Pleno o Geométrico, siendo el más representativo el Tardenoisiense (término procedente del yacimiento francés Fere-en-Tardenois). 

Esta cultura se extendió por buena parte del suroeste y noroeste de Francia, regiones colindantes de Luxemburgo, Suiza y Alemania Meridional, conservando el hábitat en cuevas, aunque también se levantaron campamentos al aire libre junto a llanuras arenosas cerca de ríos.

Los campamentos debían estar formados por chozas de materiales orgánicos perecederos. La presencia de hoyos de un metro de diámetro con restos de huesos se ha interpretado como lugar de almacenamiento. Para los arqueólogos estos lechos arenosos no resultan muy aprovechables, ya que los sedimentos son muy perniciosos (la tierra disgrega los huesos provocando su desaparición). Por ello poco se conoce de las prácticas alimenticias, pero parece sensato pensar en el ciervo como principal fuente de sustento.

El instrumental lítico se caracterizó por la impronta microlítica de carácter geométrico (triángulos isósceles) siendo la pieza más representativa, la Punta tardenoisiense (trapecio tallado sobre laminilla con técnica microburil, con retoque abrupto en un lateral y en la base, dándole forma de triángulo isósceles).

Se conocen enterramientos como inhumaciones individuales, en ocasiones cubiertas por piedras grandes y con ajuares poco vistosos. En el yacimiento de Pesse (Países Bajos) se encontró los restos de una robusta piragua labrada en un tronco de pino de 3 x 0,45 m, datada en 8.500 BP, y en Noyen-sur-Seine (antiguo canal del rio Sena), también se encontró una piragua datada en 7.600 BP.


3.2. La cultura Maglemosiense

El Epipaleolítico en tierras centroeuropeas está representado por las Culturas de los bosques o Culturas Forestales (clasificación establecida por el prehistoriador anglosajón Vere Gordon Childe), dando uniformidad a grupos culturales que tenían en común su adaptación al mundo boscoso en latitudes próximas a Bélgica, Norte de Alemania y Dinamarca. 

La cultura más conocida fue la Maglemosiense, (término procedente de la lengua danesa “magle mose” que significa “gran pantano”) y que se extendió desde Dinamarca hasta tierras limítrofes de Alemania. Muchos asentamientos se hallaban junto a las orillas del mar, de tal modo que fueron anegados por la subida del mar.

Estas comunidades vivieron en campamentos al aire libre próximos a cursos de agua (lagos, lagunas o costa) y esta ocupación cerca del agua responde a la idea de aprovechar la elevada productividad ambiental, la exuberante riqueza y amplia diversidad de recursos. Existían campamentos en el interior ocupados temporalmente como cazaderos estivales. La mayoría de los yacimientos ocupaban una extensión en torno a 40-20 m2 y no se han revelado huellas claras de cabañas, ni estructuras aparentes más allá de hogares sencillos, poco consistentes, levantados con materiales frágiles y perecederos. En yacimientos como Ulkestrup Ost, Holmegaard y Svaerdborg, poseían cabañas de planta rectangular o trapezoidal con unas dimensiones medias de 6 m2, donde se usaban técnicas para impermeabilizar toda la estructura, cubriéndola con cortezas y ramas de abedul y pino.

El repertorio industrial lítico se componía de microrraspadores, microburiles, microperforadores, laminillas microlíticas varias, puntas de dorso curvo, piezas geométricas (triángulos y trapecios). Existía también una especie de azuela tallada, piqueteada o abrasionada, con los extremos cuidadosamente afilados, que sirvieron como filos contundentes para tallar madera.

En la industria ósea recurrieron a punzones, anzuelos, arpones y puntas dentadas. Las bandas que ocupaban el mismo territorio tenían sus propios arpones y puntas, claramente diferenciadas de las usadas por sus vecinos (las comunidades de la isla de la actual Dinamarca utilizaban arpones losángidos con dientes marcados en la mitad distal, mientras que las comunidades del interior próximas a Alemania usaron puntas estilizadas con muchos diente pequeños o uno solo en el extremo).

Los arqueólogos recuperaron fragmentos de trampas elaboradas con madera de cerezo en el yacimiento de Ageröd V, que usaron al parecer para capturar peces o anguilas, y en el yacimiento de Loshult, se hallaron vástagos de flechas en madera de pino, con microlitos pegados con resina. En los yacimientos de Vinkel y Holmegard, se desenterraron flechas con ranuras ahuecadas para pegar microlitos, y arcos de 1,50 metros de altura tallados en madera de olmo.

Parte de la alimentación procedía de la caza de animales forestales como ciervo, jabalí y corzo, aunque en algunos yacimientos del norte de Alemania y Dinamarca se han llegado a encontrar restos de alce, bóvido, caballo, zorro, lobo, nutria y castor. También la caza de aves represento un complemento menor compuesto por capturas de perdiz, paloma, cuervo, patos, cisnes y pingüino, y este mismo patrón se utiliza en la pesca con captura de lucio, tenca, gobio, brema, perca y anguila. Pero lo más llamativo fueron sus gustos por los mamíferos marinos como ballena, delfín, orca y foca, revelando una insólita habilidad en la pesca de alta mar. Estudios realizados en yacimientos insulares daneses como Mullerup a partir del colágeno de los huesos humanos indican que los recursos del mar llegaron a representar el 40% de la dieta de estos pobladores, llegando a ser más pescadores que cazadores.

El arte fue muy poco representativo con un centenar de puntas de hueso, con simples decoraciones geométricas, y algún canto de sílex o en ámbar, como la cabeza de un alce tallada, localizada en el yacimiento de Egermake.

3.3. El Mesolítico de las Islas Británicas

El tecnocomplejo inglés contemporáneo al Maglemosiense se conoce como “Long Blade” y su conocimiento es bastante discreto:  un repertorio instrumental en lascas con abundantes microlitos y con las láminas grandes, engrosadas y anchas como las piezas más representativas. 

En las zonas inmediatas de Los Países Bajos y Bélgica se desarrolló el tecnocomplejo Tjongeriense, también conocido de manera insuficiente, y caracterizado por las Puntas de Tjonger. Hechas sobre láminas convexas y base estrecha despejada por retoques o truncatura. 

Estos dos tecnocomplejos solo aportan una idea muy artificiosa de las comunidades que poblaron los límites occidentales de la gran región de las Culturas forestales. 

En las Islas Británicas, las comunidades epipaleolíticas mantuvieron modos de vida similares a sus antepasados y estuvo representado por esta cultura en un yacimiento clave llamado Star Carr. 
Este yacimiento emplazado en campos de turba de Yorkshire, hace 11.000 años se hallaba en un entorno muy distinto, junto a las riberas de un lago interior. Las excavaciones dieron con un poblado al aire libre característico de latitudes templadas y en una superficie de 300 m2 aparecieron una serie de cabañas distribuidas sin orden aparente. Las cabañas pudieron cobijar unas 25 personas a pesar de no contar con estructuras consistentes. En la actualidad entre arqueólogos todavía no hay consenso en cuanto a si era un campamento permanente o temporal, y en cuanto si su ocupación era estival o invernal.

En las cabañas aparecieron numerosos instrumentos líticos (raspadores, buriles, muescas, denticulados, perforadores, y utillaje microlítico). La herramienta microlítica característica es la Punta creswelliense (larga lamina apuntada con retoque abrupto en un lado para enmangar y retoque distal en la punta). También se hallaron piezas macrolíticas como: bolas perforadas (de finalidad desconocida) hachas y azuelas (posiblemente para el trabajo de madera)

En la industria ósea llama la atención los casi dos centenares de arpones y puntas dentadas, y grandes azadones de cuerna que pudieron usarse para remover tierra o para ceremonias. Aunque lo más llamativo de la cultura material de Star Carr fue los restos de madera y fibras vegetales, ya que las excelentes condiciones de preservación de la turba que oculto el lugar han conservado: pequeños trozos de corteza de abedul, un fragmento de un zagual (remo, tallado en madera de abedul), y una especie de plataforma de tablones de madera junto a la ribera del lago (para impermeabilizar el terreno para evitar la anegación y acomodar el acceso al lago para el tránsito por la orilla).

Restos de ciervo confirman la importancia de este animal en la dieta, complementado con otros animales como alce, corzo, jabalí e incluso uro. La presencia de restos de perro apunta a la posibilidad de domesticación y su empleo como animal de ayuda en la caza. Se detectaron restos de 14 plantas comestibles que indican la relevancia en la recolección vegetal, compuesto principalmente por nenúfar blanco, epilobio, centonodia, espino blanco y camarina, entre otros. Las excavaciones han comprobado grandes concentraciones de carbones que podrían indicar labores de roza para limpiar el terreno (incendios deliberados entre final de primavera o inicios de verano, para eliminar secas cañas inflamables próximas al agua, mejorando así el acceso al lago y regenerar los pastos para asegurar la llegada de animales en la temporada siguiente).

Un yacimiento muy parecido se encuentra en Irlanda, el Mount Sandel, campamento al aire libre de cazadores-recolectores del 9.000-8.500 BP, en el cual, se han conservado huellas de cabañas de planta circular con numeroso hoyos de postes de madera. La yuxtaposición de hoyos demuestra que las cabañas se rehicieron varias veces, lo que induce a pensar que parece una ocupación prolongada o reocupación de un modo regular cada cierto tiempo. Sus habitantes mantuvieron una dieta variada basada en la caza del jabalí y el ciervo, así como la pesca de anguila, trucha, salmón y la recolección de frutos secos como, la avellana.

3.4. La cultura Ertebolliense

En Dinamarca apareció hace 8.000 años, la cultura Ertebolliense (recibiendo el nombre por el yacimiento de Ertebolle), ocupando el norte de Jutlandia y las islas entre el estrecho de Dinamarca y la Península Escandinava. 

Su concentración de poblados era al aire libre cerca de la costa (aproximadamente a 15 km) y con elevada riqueza de recursos, ocupando la extensión de los poblados, unos 15.000 m2, con áreas abiertas con hogares, hoyos o depresiones, donde las áreas funcionales se establecen a partir de desechos que se acumulan en derredor.

Se ha registrado un amplio abanico de instrumentos líticos (raederas, buriles, muescas, denticulados, perforadores y varios microlitos geométricos trapezoidales), y también industria macrolítica (azuelas o tajadores para tallar madera, y hachas para cortar árboles y desbrozar los terrenos). Las huellas de esas hachas han sido reconocidas en troncos hallados en turberas danesas, que conservaron señales de profundos tajos provocados por estas herramientas.

Hay instrumentos tallados en hueso y asta (punzones, espátulas, puntas, arpones, anzuelos y peculiares peines dotados de mango). Los arpones tienen diferentes variedades (con fuste rectilíneo, curvo o irregular, con 1 o 2 hileras de dientes, con un solo diente de gran tamaño, una docena de dientes, una larga hilera de minúsculos dientes). La diversidad de los arpones respondería no solo a la variabilidad funcional relacionada con la captura de presas, sino a las pautas de identificación territorial, étnica o tribal que varía en cada territorio, permitiendo dividir el Mesolítico final sur en 3 regiones, Jutlandia, Islas Danesas y Escania.

Gracias a las excelentes condiciones de preservación de los yacimientos de turbera, se ha conservado instrumental que prueba una rica artesanía de madera, que servía para elaborar instrumentos de caza, de pesca y de navegación. Arcos tallados en madera de olmo (yacimiento de Tybrid Vig), trampas de pesca a modo de empalizadas submarinas (yacimiento de Oleyst), dos barcas casi completas (yacimiento de Tybrid Vig) de laterales lisos y redondeados, popa cuadrada, 10 metros de eslora y 0,5 metros de anchura, pudiendo albergar de 6 a 8 personas con sus aparejos. En una de ellas existía una piedra de 30 Kg que serviría de lastre y los remos estaban decorados con elegantes grabados de dibujos geométricos (rombos, zig-zag y cuadrados), rellenándose las incisiones con pigmento marrón. Las barcas sirvieron, tanto para el transporte como para la pesca de la anguila.

La economía de este pueblo estaba basada en la caza del ciervo, jabalí, corzo, alce, uro, gato montés, lince, zorro y lobo entre otros. La caza menor contemplo capturas de pequeños mamíferos (marta, castor, nutria), pero se centró sobre todo en capturas de aves (cisne, pato, ganso, garza, cormorán, gaviota y pingüino). La proliferación de concheros revela la importancia de la recolección de moluscos marinos (lapas, bígaros, berberechos, ostras y mejillones) en la dieta. La relevancia de los moluscos (y la recolección de vegetales) podría haber sido sobre todo estratégica, ya que suponen recursos seguros y fáciles de recolectar, para momentos cruciales o críticos del año, por déficit o carestía de caza.

La fuente alimenticia más importante resulto ser el pescado, ya que en los yacimientos se han reconocido restos de 30 especies de peces. En los yacimientos costeros las prácticas habituales se concentraron en la pesca de baja y alta mar, con capturas de anguila, gobio, lenguado, abadejo, bacalao, foca, marsopa, ballena azul, ballena blanca y hasta delfín (aunque estos últimos animales probablemente fueron aprovechados tras quedar varados en la costa). En los yacimientos interiores se practicaba la pesca fluvial con capturas de tenca y carpa. Los resultados parecen justificar la pesca como una actividad estacional y labor compleja a tenor de los aparejos encontrados en los yacimientos como, anzuelos, redes, nasas, lanzas, arpones, trampas y empalizadas marinas para la pesca masiva aprovechando la marea baja. Estudio basados en análisis de los huesos humanos dan como resultado, que el 70-90% de los alimento procedían del pescado, por lo que los pueblos estebollienses fueron ante todo pescadores.

Las costumbres funerarias estebollienses fueron representadas en necrópolis como las de Vedbaek en Dinamarca y Skateholm en Suecia, donde el ritual más habitual era la inhumación individual en posición decúbito supino, con modestos ajuares cubiertos de ocre. Se utilizaron otros ritos como cremaciones, los cenatofios y construcciones simulando barcas de madera, y en ciertas tumbas se hallaron ajuares ricos, llenos de colgantes, útiles, astas y huesos de mamíferos o peces (como ofrendas alimenticias). La tumba más impactante se halló en Vedbaek, donde en una fosa sencilla aparecieron los restos de una joven de 18 años con su cráneo rodeado por más de 200 dientes, con pequeños retales de tejido de lo que fue su vestimenta, junto al cuerpo de un recién nacido, cuya hoja de sílex de la cintura demostraba que era varón. Era la tumba de una madre con su hijo fallecido en el parto, el cual, reposaba sobre los frágiles huesos de un ala de cisne.

En las tumbas danesas hay cadáveres humanos próximas a tumbas de perros, lo que parece indicar una relación de propiedad y afecto por lo que serían animales de caza o compañía. También se encontraron signos de violencia en cadáveres como en el yacimiento de Skateholm (varón con una flecha clavada en la pelvis) y en el yacimiento de Vedbaek (varón con una punta ósea atravesada en su garganta). También resulta relevante huellas de enfermedades como artritis y las caries, ya que el espectro de patologías de las necrópolis danesas revela muchas deficiencias de salud y contrasta con las necrópolis de regiones mediterráneas, que si bien presentaban patologías relacionadas con la caries, poseían un estado general más saludable.

Las expresiones artísticas no eran abundantes, pero se obtuvieron unos pocos objetos de interés, siendo el más relevante un asta de ciervo pulimentadas en forma de Y, con decoración grabada en rombos y hexágonos, enmarcando dos figuras de peces alargadas y esbeltas, encontrado en el yacimiento sueco de Sjöholmen. Pero, la prueba más importante de los patrones de intercambio fue la presencia de restos cerámicos en el último periodo de esta cultura (cuencos de tipo globular con base puntiaguda y pequeñas escudillas ovales), que aparecieron en los poblados estebollienses a merced de intercambios comerciales con comunidades neolíticas próximas. En algunas de estas cerámicas se han reconocido restos microscópicos de pescado y hierbas, por lo que parece un indicio de las primeras tareas culinarias.

4. EL MESOLÍTICO NÓRDICO

4.1. Las culturas Fosna y Komsa

El deshielo definitivo del inlandsis escandinavo registrado a inicios del Holoceno  proporcionó la ocasión oportuna para la colonización humana de las tierras septentrionales del continente. 

Entre los años 11.500-9.000 BP el deshielo descubrió un territorio virgen y unos páramos inhóspitos que con el paso del tiempo comenzaron a cubrirse de vegetación. En el 10.000 BP llegaron pequeños grupos de cazadores del sur que visitaban las costas de manera breve a través de embarcaciones como las conocidas en Dinamarca. Por entonces las masas compactas de hielo cubrían el norte y sur (a lo largo de 1.200 km), pero quedaba libre una estrecha franja costera aprovechable para la navegación.
Los colonizadores noruegos procedían del territorio maglemosiense danés y el rastro de sus expediciones es muy visible, ya que un rosario de yacimientos cubre el amplio litoral noruego, desde su extremo meridional hasta el septentrional, datados en 9.500 BP. A los colonizadores meridionales se les clasifican en la Cultura Fosna, mientras los septentrionales constituyen la Cultura Komsa. 

Las expediciones consistían en traslados temporales de pequeños grupos de caza, que costeaban las costas noruegas en estaciones templadas para aprovechar la temporada de caza del reno. Los cazadores se instalaban en chozas perecederas levantadas en lugares estratégicos (encaramados en colinas dominando costa, lagos y corredores naturales) con excelente control del territorio inmediato. 

Se han reconocido numerosos huesos de mamíferos marinos, lo que induce a muchos arqueólogos a pensar que las incursiones tenían el propósito principal de la pesca marina. 

El instrumental con el que contaban eran las clásicas láminas y laminillas, raspadores, buriles y unas pequeñas puntas lanceoladas con típico pedúnculo para encajar en vástagos. En épocas avanzadas aparecieron anzuelos y hachas de piedra, y los campamentos parecían ser más estables.

4.2. La cultura Kunda

Los primeros rastros de colonización humana en tierras del Báltico y Rusia noroccidental se remontan hacia los 10.000 BP. Las masas heladas del inlandsis escandinavo llegaban hasta las aguas de un lago interior, que correspondería con el Mar Báltico. Las riberas orientales ya contaban con pinares, praderas, bosques perennifolios, ríos, lagunas y lagos. 

La llegada de los primeros grupos humanos se pudo producir desde Polonia y desde Ucrania, y no tardaron en ocupar la región del Báltico hasta el Golfo de Finlandia conformando la Cultura Kunda. 
Sus campamentos se levantaron sobre terrazas fluviales constituidas por cabañas perecederas y mínima organización interior. 

El instrumental lítico estaba compuesto por laminitas apuntadas y pedunculadas para su enmangue, llamadas Puntas Kunda. Los talladores usaban una técnica peculiar por presión, muy útil para trabajar las deficientes materias primas de la región. Entre el material óseo había punzones, puñales, puntas dentadas, azagayas con ranuras provistas de sílex, y arpones de una sola hilera de dientes.

4.2. La cultura de Nizhneye Veretye

Tras la colonización humana de los bosques boreales rusos hace 9.500 años, la población se consolidó con poblados estables al aire libre, bien organizados, y cubriendo grandes extensiones cerca de terrazas fluviales, lagos y lagunas. 

El yacimiento de Nizhneye Veretye se trata de un poblado al aire libre de 1.500 m2 junto a orillas de un lago, con cabañas de planta rectangular, con hogares en el interior y exterior, y con hoyos que podrían haber servido de silos de almacenamiento.

Los instrumentos líticos habituales eran raspadores, buriles, cuchillos y microlitos, y puntas pedunculadas talladas con técnica de retoque por presión (similares a las usadas por los pueblos kunda). También se usaron piezas de mayor tamaño como hachas y azuelas con filos anchos, lados redondeados y empuñadura corta. El utillaje en hueso o asta presentaba arpones de varios tipos, puntas barbeladas, puntas dentadas, arpones de pequeños dientes y cuchillos (algunos con mango dentado e incisiones decorativas). 

Los utensilios más llamativos fueron tallados en madera y conservados en yacimientos de turbera como el de Vis, donde se encontraron 3 arcos de conífera bastante avanzados, con curvatura sencilla y compleja, y que en algunos casos superan los 2 metros de longitud. También se utilizaron una especie de esquíes (parecidos a los usados por los pueblos yakutios de la Siberia actual) uno de ellos con una cabeza esculpida de alce (que pudo ser decorativo o para mejorar la estabilidad). En la comarca pantanosa de Antrea se encontraron redes, flotadores y plomos, que podrían formar parte de una red de pesca de unos 30 m de longitud, realizada a base de cortezas vegetales.

En cuanto a sus necrópolis, la mejor representación lo encontramos en el yacimiento de Oleneostrovski Mogilnik (región rusa de Carelia) con 400 tumbas (excavadas 170 por los arqueólogos) donde algunas carecen de objetos y otras poseen el cadáver rodeado de uno o varios centenares de elementos. Parece interpretarse como distintivos de tipo horizontal, ya que a los hombres se les enterraba con collares de dientes de animal, puntas, alfileres de hueso y cuchillos de pizarra, mientras que a las mujeres se les enterraba con collares a base de incisivos de castor. Pero hay un factor distintivo que va más allá, en cuanto a la acumulación de estos objetos, que varía en función del prestigio y relevancia del individuo. Llamativo es la aparición de 9 cadáveres junto a esculturas de seres humanos, serpientes y alces (pudiendo ser, según los prehistoriadores, objetos exclusivos de chamanes), con una particular distribución, ya que las tallas de alce solo aparecen en las tumbas de la zona norte, mientras que las tallas de seres humanos y serpientes aparecen en la zona sur, indicando posiblemente que podrían ser dos clases distintos de la comunidad.

5.  EL MESOLÍTICO EN EL MEDITERRÁNEO Y LOS BALCANES

5.1. El Epigravetiense geométrico

El inicio del Holoceno no provocó grandes modificaciones en los modos de vida de las comunidades mesolíticas que ocupaban la cuenca occidental del Mediterráneo. Este periodo se conoce como Epipaleolítico o Epigravetiense geométrico por la presencia generalizada de tan pequeños microlitos en todos los yacimientos.

Este parece ser el rasgo connotativo de unas comunidades por lo demás arraigadas en las antiguas tradiciones:
  • Su hábitat parece ser en cuevas, aunque hay algunos yacimientos al aire libre.
  • La subsistencia alimentaria sigue centrándose en la esfera forestal, principalmente ciervos y complementado por cabras.
  • Los radios de movilidad, tanto residencial como logística, continúan siendo bastante limitados.
  • La industria microlaminar es la norma habitual.
En el levante de la península ibérica tiene relevancia el “Complejo geométrico de tipo Cocina” que tiene como referente a cueva de La Cocina.

Este contexto se extiende por el corredor mediterráneo yel valle del Ebro, a lo largo de numerosos yacimientos en cuevas.

La industria lítica se caracteriza por una depurada tecnología laminar, geométricos de tipo trapecio, láminas retocadas, muescas, denticulados y raspadores, En su fase final los trapecios son sustituidos por triángulos-

La base de la subsistencia se mantenía en la tónica del Epipaleolítico microlaminar: la caza de ciervo, corzo y jabalí en tierras bajas y de rebeco y cabra en tierras altas. Se complementaba con una caza menor de conejos. 

La recogida de moluscos adquirió importancia en algunos concheros del litoral valenciano: El Collado d la Oliva, Almanora, y la cueva del volcán del Faro.

La rápida evolución de las comunidades mesolíticas de la región se aprecia también en la cueva de Franchti, en el Peloponeso, y ocupada desde tiempos epipaleolíticos. En torno al año 8.000 BO los habitantes de  lugar decidieron intensificar la recolección de vegetales y la pesca marina. En torno al año 7.000 BP hubo un cambio radical en la forma de vida: la presencia de trigo y cebada, de huesos de veja y de cabra, de objetos de piedra pulimentada y de cerámica muy simple, son signos de nuevos tiempos ya vinculados al Neolítico.

5.2. La cultura de Lepenski Vir.

Hace 8.000 BP sobrevivían en tierras interiores del continente comunidades mesolíticas residuales. En concreto a la altura de un imponente desfiladero en el Danubio que se conoce como las Puertas de Hierro hay varios yacimientos que  resultaron ser un refugio ideal para grupos cazadores-recolectores mesolíticos. 

Los poblados como Lepenski Vir comprendían una gran acumulación de cabañas (de entre 5-30 m2) en las terrazas próximas al agua, con la entrada orientada hacia el rio, con planta trapezoidal con frente curvo. Se alzaron con un zócalo de piedra en todo su perímetro y los suelos se cubrieron con tierra apelmazada (argamasa compacta de caliza) por encima del suelo originario. Vigas de madera hincadas permitían soportar la estructura de la cubierta, formada por un entramado de madera y vegetales, y en el interior de las cabañas se excavaron pozos grandes y alargados, junto a hogares delimitados por bloques de piedra caliza. En el centro se colocaron bloques de piedra de unos 20-30 cm que representaban unas sencillas imágenes de rasgos semihumanos (pareciendo ser híbridos entre humanos y pez, con cejas espesas, nariz abultada y grandes labios).

El instrumental lítico contaba con unas pocas piezas de raspadores y laminas truncadas, pero en cambio, la industria ósea era abundante y diversa compuesta por puntas y picos tallados a partir de cuernas, y algunos de ellos con decoraciones geométricas, bandas y áreas rellenas de incisiones oblicuas.

La dieta de estos pueblos responde a economías de amplio espectro y sus restos prueban la caza de ciervo, corzo, jabalí, auroch, zorro y ciertas especies de aves. Pero el pilar más importante de Lepenski Vir fue la pesca en rio de carpa, esturión y siluro (pez gato). Los estudios isotópicos en los huesos humanos hallados en sus necrópolis confirman que el 60-88% de su dieta dependía de los recursos acuáticos, y la presencia de caries indica una dieta baja en carbohidratos y alta en proteínas.
En la necrópolis de Vlasac con más de 80 tumbas y en la de Shela Cladovei con más de 50 tumbas, se utilizaba el ritual de inhumación en fosas sencillas con el cuerpo depositado en decúbito supino. No hay pruebas de diferenciación de privilegios, ni por motivos de edad o sexo, y los ajuares suelen ser modestos (colgantes trenzados con moluscos). Cerca de algunas tumbas humanas hay tumbas propias para perros, lo que vuelve a confirmar el especial cariño hacia estos animales que sirvieron como acompañantes no solo para la caza.

Los poblados consistentes y las necrópolis próximas revelan unas comunidades estables con un rango de movilidad reducido, sedentaria o semisedentaria. Se maneja la hipótesis de que conocieran prácticas para el almacenamiento para la supervivencia invernal (periodo en que se sufre carestía de pescado en la región). La dependencia por recursos fluviales inestables (por las migraciones estacionales del esturión) y otros periodos de crisis, podrían ser causantes de algunos conflictos internos relacionados con huellas de muerte violenta en cadáveres hallados en la necrópolis de Échela Cladovei.

La rápida evolución de las comunidades mesolíticas de la región se observa en la cueva de Franchti (en el Peloponeso, ocupada desde tiempos epipaleolíticos). En torno a los 8.000 BP los habitantes intensificaron la recolección de vegetales, como estrategia para compensar la pérdida de territorios de caza, o como medio para obtener alimento de manera más diversificada. Utilizaron otras estrategias claves para reducir riesgos y ampliar la dieta, como la pesca marina próxima al litoral o en alta mar (atún), lo que implicaba una notable pericia técnica, habilidad y capacidad para tallar embarcaciones adecuadas (nada sorprendente ya que en la cueva se encontró restos de obsidiana procedente de la isla de Melos a 150 km de distancia). En torno al 7.200 BP hubo un cambio radical, ya que se encuentran restos de trigo, cebada, huesos de oveja y cabra, objetos de piedra pulimentada y cerámica muy simple, signos de nuevos tiempos vinculados al Neolítico.



EL PERIODO EPIPALEOLÍTICO

  1.  El concepto Epipaleolítico

El periodo comprendido entre los años 14.000 y 11.500 BP representan el final del paleolítico y el inicio de una nueva etapa.

No hay mucho consenso sobre la dimensión de los cambios culturales que se produjeron en este momento, ni siquiera en la terminología a utilizar. 

Hay algunos historiadores que califican a las comunidades humanas que poblaron el continente después del 14.000 BO bajo el término “Epipaleolítico” (posterior al Paleolítico), aunque otros las denominan bajo el término “Mesolítico” (Periodo de la piedra media).

Las dos posturas responden a las diferencias en las tradiciones historiográficas de investigación:

  • El término Mesolítico es preferido sobre todo por los prehistoriadores de la tradición anglosajona: los funcionalistas británicos y los procesalistas norteamericanos. 

Defienden que las comunidades humanas del Mesolítico se caracterizan por incorporar importantes cambios culturales con un propósito de buscar la mejor adaptación posible a una naturaleza cambiante.  Esta interpretación tiene como premisa clave la consideración de la cultura como una estrategia adaptativa que permite al ser humano afrontar con éxito la supervivencia. 

  • Los paleolitistas, implicados con la tradición francesa, prefieren el término de Epipaleolítico porque prioriza una imagen de continuidad cultural respecto del Paleolítico, limitando la dimensión de los cambios en el paso a los nuevos tiempos. En su opinión existen importantes pruebas arqueológicas, sobre todo en los capos de la tecnología y cultura material, para sostener que no hubo cabios drásticos de adaptación humana sino una prolongación sostenida de los modos de vida.

Cada una de estas propuestas aporta pruebas interesantes para comprender qué sucedió en este periodo de la Prehistoria:

  • El enfoque continuista implícito en el término Epipaleolítico permite comprender los rasgos de perduración tecnológica que se aprecian en la industria lítica, como la supervivencia del instrumental microlítico y de puntas cinegéticas que recuerdan las tradiciones líticas del Paleolítico superior final. 
  • El enfoque rupturista inherente al térmico Mesolítico permite la comprensión de algunos interesantes cambios registrados en los modos de subsistencia:
  1. La ampliación de la dieta mediante la diversificación de la base de recursos alimentarios.
  2. La restricción de la movilidad residencial.
  3. La restricción de los territorios de explotación de recursos.
  4. La desaparición de las expresiones artísticas tradicionales. 

Para otros especialistas las culturas de este periodo pertenecen a la primera fase del Mesolítico, conocida como Mesolítico inicial, una fase previa de experimentación que condujo hacia las comunidades del Mesolítico pleno del posterior Holoceno.

1.2. Medioambiente: el final del Tardiglaciar

El Epipaleolítico comienza con el principio del episodio climático del Alleröd hacia el 14.000 BP.

El clima se caracteriza por las altas temperaturas y la elevada humedad. Esta templanza climática llevó a transformaciones profundas en el medioambiente:

  1. La deglaciación parcial del inlandsis finoescandinavo. 
  2. La subida del nivel de las aguas del mar,
  3. La inundación de zona de la plataforma continental de tierra.
  4. La modificación de las cronozonas ecológicas, lo que provocó el retroceso de la banda subártica hacia el norte con sus paisajes de tundra y estepa fría.

De manera bastante inmediata se produjo un deterioro climático profundo provocado por la disminución de las temperaturas y de las precipitaciones. El enfriamiento seco acabó deteriorando el clima a lo largo de los mil años siguientes y convirtió el final del Alleröd, 12.900 BP, en un momento bastante riguroso. 

El proceso de deterioro ambiental no se paralizó y continuó hacia el Younger Dryas, finalizando con un regreso a las condiciones rigurosamente glaciares, con una bajada drástica de la temperatura y una disminución de la humedad. 

Durante el Alleröd y el Younger Dryas se produjeron otros cambios ambientales profundos:

El retroceso de los hielos generados por la deglaciación originó una acusada transferencia de agua hacia el océano, que supuso una notable subida del nivel marino y la anegación de buena parte de la plataforma terrestre. Esto provocó escasas consecuencias en el Mediterráneo pero en el Atlántico se produjo la desaparición de amplios territorios de la costa francesa y la desaparición de una plataforma situada entre las Islas Británicas y Dinamarca (Doggerland).

Las comunidades vegetales también acusaron las profundas transformaciones de este periodo:

  • El incremento de las precipitaciones a comienzos del Alleröd aportó el grado de humedad necesario para la regeneración vegetal y provocó la subida de las bandas de los ecosistemas. 
  • La tundra experimentó la regresión hacia latitudes septentrionales, enmarcada por bosques boreales y coníferas.
  • Los bosques caducifolios comenzaron a colonizar las latitudes medias, alternando on llanuras de gramíneas.
  • Las estepas continentales de las regiones orientales dieron paso a un mosaico más variado como la estepa arbolada.
  • El bosque mediterráneo y matorral xerófilo se extendió por el arco mediterráneo. 

Las comunidades animales también se vieron afectadas:

  • Las grandes especies de mamíferos asociadas a las temperaturas glaciares, paisajes de tundra y estepa  emigraron a latitudes septentrionales como los renos.
  • Los mamut, rinoceronte lanudo y el oso de las cavernas iniciaron un proceso de extinción inducido debido a su limitada capacidad de adaptación.
  • Proliferaron otras especies de ambiente templado y preferencia forestal: los ciervos, los corzo, …

1.3. La cultura material: la microlitización.

Las industrias del Epipaleolítico tienen numerosos puntos en común con las industrias del Paleolítico superior final, principalmente con:

  • La proliferación del instrumental sobre laminillas.
  • La relevancia tipológica de puntas microlíticas con retoque abrupto de dorso.
  • La sistematización de las técnicas de producción laminar basadas en núcleos prismáticos y piramidales.

En líneas generales la característica más notable de las industrias epipaleolíticas fue la generalización de los microlitos. Los microlitos son piezas de reducidas dimensiones talladas sobre laminillas, que ofrecían una silueta normalizada en función de la aplicación de técnicas de talla regularizadas. Su aparición se remonta al Solutrense y su uso se generaliza en los primeros tiempos del Magdaleniense. El Epipaleolítico supone un avance más del proceso de microlitización al aplicar técnicas microlíticas a instrumentos convencionales como raspadores, buriles y perforadores. 

Las piezas microlíticas más numerosas fueron las laminillas de dorso, piezas que presentan una morfología rectangular, a veces levemente apuntada, fabricadas de forma muy normalizada usando métodos de talla prismática o piramidal. Las piezas apuntadas microlíticas constituyeron probablemente puntas de caza para su potencial adhesión a los extremos de los vástagos, realizados en hueso o madera, que servían como lanzas y de manera más previsible como flechas. 

Las puntas microlíticas del epipaleolítico podían pertenecer a dos modelos:

  • El primero lo conforman laminillas con un lado dotado de un dorso, es decir, modificado por delicado retoque abrupto, que presentaba una delineación curvada. La mejor expresión de este modelo son las puntas azilienses que aparecieron ya en el Paleolítico superior final, como las puntas creswellienses de Gran Bretaña. El modelo perduró hasta finales del mesolítico con variantes como las puntas sauveterrienses y tardenoisienses de Francia.
  • El segundo modelo de punta microlítica lo conforman las laminillas con la base pedunculada en su extremo proximal. La mejor expresión de este tipo se halla en las puntas ahresburgienses y swiderienses. La variedad de puntas microlíticas respondía previsiblemente a distintas técnicas de caza, tal vez en función del tipo de presa o de la táctica de captura. Pero también una expresión de tipo territorial pues las laminillas de dorso resultaron típicas de las culturas del suroeste continental, mientras las puntas pedunculadas se generalizaron sobre todo por latitudes centro europeas.

Laminillas y puntas microlíticas eran piezas pequeñas de una apariencia delicada muy ligera, en apariencia frágiles pero en verdad muy prácticas para sus fines. Debido a sus pequeñas dimensiones no hay que pensar para cazar o pescar, formando pequeños dientes o puntas terminales adheridas con resinas a vástagos de madera y hueso. 

El Epipaleolítico se caracteriza además por un retroceso sustancial de la industria de hueso y asta. Las piezas más significativas son los arpones azilienses y las puntas barbeladas ahrensburgienses, que posiblemente tenían una misma finalidad relacionada con la caza.

Epipaleolítico: puntas Azilienses, Museo de Toulouse, Francia.

1.4. Los modos de aprovechamiento económico

Los sucesivos cambios ambientales que tuvieron lugar durante el Alleröd y el Younger Dryas, tanto en las poblaciones animales como vegetales, condicionaron la caza y la recolección de las comunidades del Epipaleolítico.

Los renos migraron hacia el norte por lo que su caza se limitó a las zonas más septentrionales. Su sustituto fue el ciervo lo que obligó a una adaptación en la caza pasando de la caza de grandes animales de la tundra a animales boscosos de talla media. 

En líneas generales los yacimientos de la mitad meridional revelan un incremento sustancial de las cacerías de las especies templadas boscosas, encabezadas pro ciervo y complementadas con corzo y jabalí.

La caza mayor proveyó la base principal de la dieta epipaleolítica, pero hubo otras fuentes menores de alimentación que ya se habían comenzado a explotar en el Magdaleniense: los alimentos procedentes de ríos y mares.

En muchos yacimientos azilienses se han recogido conchas litorales de dos variedades:

  • Bivalvos (Patella).
  • Caracolillos o bígaros (Littorina).

En otros yacimientos se han recuperado conchas de molusco de tierra (Hélix), que acreditan tarreas de recolección de caracoles terrestres. 

En varias cuevas se han recogido vertebras de peces de río que avalan la pesca del salmón y la trucha. 

Es posible pensar que la regeneración vegetal permitiera contar con un potencial alto de tubérculos, semillas, frutos secos y frutas, pero a ciencia cierta son pocos los restos reconocibles. 

1.5. Los modos de organización social  

EL marco medioambiental que surgió en el Alleröd provocó posiblemente cambios en la organización de las comunidades epipaleolíticas. El incremento del bosque y la aparición de entornos en mosaico acabaron por compartimentar el territorio, de modo que los grandes espacios abiertos, llanuras, estepas y tundras, dejaron paso a biotopos locales más reducidos y cerrados, bosques caducifolios, bosque de ribera, matorrales, que presentaban mayor dificultad de movimientos. 

Los pueblos epipaleolíticos acusaron la restricción de los movimientos por el territorio de dos maneras: 

  • Redujeron la movilidad residencial entre campamentos permanentes.
  • Restringieron sus radios de adquisición de materias primas, caza y recolección.

Los hábitos nómadas a larga distancia que habían practicado los antiguos cazadores de la época glaciar, basados en el desplazamiento de campamentos residenciales, siguiendo las grandes manadas de renos por las grandes llanuras, se limitaron a las tierras más septentrionales del continente.

En las latitudes de Centroeuropa y Mediterráneo los pueblos del Epipaleolítico fueron adoptando costumbres menos migratorias, un nomadismo restringido, reduciendo la movilidad residencial de sus campamentos base, limitando el radio de acción de los territorios de caza y disminuyendo las áreas de captación de materias primas.

Los estudios antropológicos consideran que la intensificación de la territorialidad suele ir asociada a otros factores sociodemográficos como la delimitación estricta de territorios locales, el aumento de la competencia por los recursos, las tensiones sociales dentro y fuera de la comunidad y el incremento de la conflictividad social. Pero nada de esto se observa en los restos de esta época. 

Durante la mayor parte del Epipaleolítico las industrias principales se extendían por territorios extensos, a modo de grandes regiones con pautas culturales homogéneas. Pero a finales del periodo las grandes unidades culturales desaparecieron para dar paso a un caleidoscopio cultural más complejo, heterogéneo y diversificado.

La regionalización cultural que comenzó a vislumbrarse hacia el Alleröd coincidió con algunos cambios bruscos en el mundo de las mentalidades. La prueba más reveladora de la crisis de los antiguos códigos sociales paleolíticos fue la desaparición del magnífico arte rupestre de los tiempos Magdalenienses. En el Epipaleolítico no hay rastro alguno de representaciones rupestres ni del exuberante arte mueble sobre industria ósea- Esta crisis del gran arte paleolítico se rastrea en el Magdaleniense superior final, pero fue en el Epipaleolítico cuando prácticamente se produjo su desaparición, mostrando un cambio absoluto en la concepción del universo mental de las comunidades humanas, que tuvo implicaciones en las pautas de solidaridad comunitaria y en fórmulas de identidad colectiva.

EPIPALEOLÍTICO EN EUROPA OCCIDENTAL

2.1. La cultura Aziliense

El Epipaleolítico en la Cornisa Cantábrica y Suroeste de Francia está representado por la Cultura Aziliense, nombre procedente del yacimiento Mas d’Azil en el Pirineo oriental francés.

Los orígenes azilienses se remontan al 11.500 BP en cuevas francesas como Mas d’Azil, La Madeleine, Laugerie-Basse, La Tourassem, Rhodes II y Balma de l’Abeurador. En la cornisa cantábrica la ocupación aziliense se encuentra en Los Azules, (Asturias oriental), El Pendo, Cueva Morin, El Valle (Cantabria) y Ekain (País Vasco). 

Los niveles azilienses enlazan con niveles magdalenienses con una clara continuidad en materia de población que convierte a las comunidades azilienses en sucesores culturales de los grupos glaciares.

La tecnología instrumental representó la herencia industrial del Magdaleniense, y de este compromiso resulto la combinación de útiles tradicionales (raspadores, buriles, muescas, denticulados, raederas) y nuevos modos de talla microlíticas. La microlitización permitió obtener versiones reducidas de instrumentos clásicos como raspadores circulares, de disquitos o de botón, microburiles, microperforadores, pero también permitió una nueva generación de laminillas como las microgravettes (piezas alargadas con retoque de dorso rectilíneo en un lateral) y las puntas azilienses (piezas alargadas con retoque de dorso curvo).

El instrumental óseo es relativamente pobre y tallado con técnicas bastante sencillas compuesto por punzones, azagayas, espátulas, pequeñas esquirlas con dos extremos (pudiendo ser anzuelos) y arpones. La morfología del arpón aziliense difiere del magdaleniense, por su silueta fusiforme, sección aplanada y dientes recortados en una o dos hileras. Los hay que carecen de perforación en la base, otros con perforación circular y los más típicos presentan perforación en ojal. Habitualmente carecen de decoración, pero hay ejemplares con motivos sencillos no figurativos y con decoraciones geométricas detalladas, y algunos de estos arpones pudieran haber tenido una utilidad ritual o simbólica, que para su utilización en la pesca. 

El ciervo continuó siendo el principal objetivo de caza, seguido del corzo y el jabalí, y en zonas montañosas, la cabra y el rebeco jugaron un papel importante en periodos estivales. En la recolección se intensifico la recogida de moluscos marinos (pequeñas lapas, bígaros, ostras y mejillones) y en la pesca se intensificaron las capturas de salmones y truchas. También encontramos pruebas de la incorporación de prácticas de pesca marina (sencillos palangres colocados durante la pleamar, anzuelos suspendidos por lajas de piedra, redes emplazadas en pequeños estuarios). El consumo de vegetales es desconocido salvo los datos arqueológicos en el yacimiento pirenaico de Balma de l’Abeurador, donde se hallaron restos carbonizados de varias leguminosas como lentejas, guisantes y garbanzos.

Los enterramientos son poco conocidos y se limitaron a sencillas inhumaciones individuales de cuerpo entero con un pequeño ajuar formado por restos de ocre, objetos líticos, arpones, conchas marinas y unos cantos naturales decorados con pinturas y grabados. Las únicas expresiones artísticas fueron pequeños guijarros planos decorados con motivos geométricos básicos, con manchas, puntos, líneas, cruces y zig-zag, y pintados en tonos negros o rojizos. El yacimiento francés de Mas d’Azil cuenta con 1.400 de estas piezas y tan sólo una docena en la Cornisa Cantábrica. Esta simplicidad estética posee un código sociológico, ideológico y espiritual cuyo significado es difícil de descifrar, pero que seguro era un elemento importante en la sociedad y espiritualidad de los pobladores.


-Arpones azilienses. Aziliense antiguo: 1-2 (nivel 5); Aziliense clásico: 3-4 (nivel 3f); 6-7 (nivel 3e); 8-9 (nivel 3g) de la cueva de Los Azules (Cangas de Onís) / 5 Arpón del Aziliense antiguo de la cueva de La Lluera I (Oviedo).  

2.2. La cultura Sauveterriense

La cultura Sauveterriense recibe su nombre de la región francesa de Sauveterre-la-Lemance, donde se sitúa el yacimiento más conocido, Martinet. 

El núcleo de esta cultura ocupó el valle del río Garona, desde los Pirineos hasta el Atlántico, aunque se expande por el litoral mediterráneo francés e incluso llega a parte de la cuenta del río Ródano, llegando incluso hasta los Alpes italianos.

Los yacimientos se encuentran en cuevas aunque en la zona más occidental se han detectado varios lugares al aire libre lo que revela su interés por la vida en poblados de chozas levantadas con materiales endebles.

El repertorio instrumental incluyó raspadores microlíticos, muescas, denticulados y piezas microlaminares. La pieza más representativa es la Punta de Sauveterre, laminilla apuntada fusiforme con retoque abrupto en uno o dos lados, que se usó como una punta de proyectil para la caza. 

La principal fuente de alimentación procedía de la matanza de la manada de ciervos que complementaban con capturas mas oportunistas de jabalí y corzo.  En las zonas más montañosas de Los Pirineos y del Macizo central la caza de la cabra y rebeco ofertaron un importante agregado a la dieta. 

La fase final de esta cultura puede considerarse propiamente mesolítica porque aparecen en grandes cantidades los microlitos geométricos, hasta el punto de que la mitad de los útiles son triángulos isósceles y escalenos.

EPIPALEOLÍTICO EN CENTROEUROPA

3.1. La cultura Federmesser

Esta cultura se remonta a tiempos glaciales en el año 12.000 BP, aunque se consolida en el año 11.500 BP en el norte de Francia, Bélgica, Países Bajos y Alemania.

El tipo básico de hábitat fue el asentamiento al aire libre, una diferencia sustancial con la ocupación en cuevas que caracterizó las latitudes meridionales del continente. 

El referente más conocido es el yacimiento alemán Niederbieber (en un promontorio junto a las aguas de un afluente del Rhin). Su conservación se debe a que fue sepultado por las cenizas de una erupción volcánica. Poseía una planta de 10.000 m2 con 7 áreas habitacionales de hasta 100 m2 y no presentan huellas claras de cabañas, aunque se supone que eran chozas alzadas con materiales perecederos poco consistentes. Lo que sí han quedado son las huellas de hogares que permiten conocer de una manera aproximada como se distribuían las viviendas.

El instrumental contaba con raspadores microlíticos, buriles, muescas y denticulados, aunque su herramienta característica era la Punta Federmesser (laminillas apuntadas de dorso curvo y retoque abrupto lateral, que representan el horizonte de puntas de dorso típicas del Epipaleolítico inicial, recordando a las puntas azilienses).

La industria ósea es muy pobre donde tan sólo se usaron una pocas puntas lisas o dentadas, posiblemente para cazar ciervos, aunque restos de huesos hallados en el yacimiento prueban además la caza esporádica de caballo, bóvidos, alce, rebeco, cabra, corzo y castor. En ciertos lugares se han hallado restos de pescado (lucio) y en el arte mobiliar cuenta únicamente con plaquetas de motivos esquemáticos y algún diente grabado.

En las latitudes centroeuropeas la base de la alimentación  siguió siendo la caza de herbívoros. Dependiendo de la localización de los yacimientos o bien podemos encontrar que cazaban renos, en el caso de las zonas bajo el dominio de tundras y estepas frías, o ciervos y corzos en el caso de los yacimientos localizados en las tierras altas en donde se comenzaba a observar un incipiente crecimiento forestal. 

3.2. La cultura Ahrensburgienses

Hace 11.000 años BP la Cultura Federmesser dio paso gradualmente al horizonte cultural llamado Ahrensburgiense, con orígenes situados en las regiones del Mar del Norte, donde se acabó extendiendo por franjas del territorio entre Bélgica, Alemania y Polonia. Incluso se extiende también por la región de Dogger (plataforma de tierra emergida entre Gran Bretaña y Dinamarca que se sumergió posteriormente al subir las aguas) y suroeste de Gran Bretaña, por entonces unida al continente. 

El término procede del yacimiento alemán de Ahrensburg (Hamburgo). Este yacimiento representa el hábitat tipo: campamentos al aire libre, formando poblados a orillas de lagos, ríos o costas. Dada la cercanía al agua muchos yacimientos quedaron cubiertos de turba, permitiendo la preservación de objetos elaborados  en madera y fibras vegetales.

Su utillaje comprendía raspadores microlíticos, muescas, denticulados y raederas, pero su punta para la caza más conocida es la Punta de Ahrensburg (laminilla alargada con truncatura oblicua en el lateral y pedúnculo retocado en el proximal, y clasificada en la tradición de puntas pedunculadas del Epipaleolítico antiguo). En su última etapa aparecieron los geométricos, predominando sobre todo los trapecios.

En la industria ósea eran comunes las puntas dentadas y los arpones (de fuste grueso con hilera de perfilados dientes ganchudos y de fuste delgado y dos hileras de dientes alternativos por lado “Puntas Bremme”). Pero la pieza más llamativa fue tallada en madera y trenzadas con fibras vegetales, como el hallazgo del yacimiento alemán de Stellmoor, donde se encontró al arco más antiguo conocido, datado en 10.000 años BP y que seguro que sirvió para lanzar algunas de las flechas talladas en vástagos de pino de 85-100 cm de longitud. En la zona pantanosa de Friesack (cerca de Berlín) se recuperaron fragmentos de redes de un flotador tallado en corteza de abedul, interpretado como restos de un artilugio de pesca de grandes dimensiones,y en el yacimiento de Duvensee, se halló el resto de un remo (zagual) de 9.000 años BP, demostración clara de pericia en el manejo de embarcaciones.

Esta cultura se distinguió por las manifestaciones de arte mobiliar, que aunque no teniendo un repertorio muy prolífero, resultó interesante dentro del marco de pobreza generalizada del arte en el Epipaleolítico. Las representaciones se limitaban a motivos geométricos grabados en bastones perforados y puntas barbeladas, conformando hileras continuas a partir  de incisiones rectilíneas, ondulaciones, zig-zag y rombos. En yacimientos orientales las decoraciones de los arpones no eran solo geométricas, sino que también incluían motivos naturalistas estilizados de animales e incluso humanos.


Distribución del Ahrensburgiense

3.3. La cultura Swideriense

La cultura Swideriense apareció durante el Younger Dryas. Es una cultura originaria de Polonia. en la desembocadura del río Vístula, en el Mar Báltico, se extendieron tierra adentro hasta las montañas de los Cárpatos y zonas esteparias de las tierras altas del Dniéper. 

Estas comunidades levantaron campamentos al aire libre bastante extensos, con cabañas levantadas con materiales perecederos. Las únicas huellas que se conservan son agujeros de postes y algunos hogares. 

El yacimiento más representativo es el yacimiento de Swidry Wielkie, que se sitúa en las llanuras polacas del interior.

El repertorio instrumental reunía raspadores, buriles, muescas, láminas y su peculiar pieza, la Punta de Swidry (laminillas apuntadas con pedúnculo y retoque abrupto inverso localizado en punta y borde).

El utillaje de asta de reno se componía de arpones de 1 o 2 hileras de dientes y peculiares piezas llamadas hachas de Lingby. 

La base de la alimentación en estas latitudes todavía era el reno que se complementaba en ciertos lugares con animales de mayor talla como el auroch. 

Sus tradiciones perduraron hasta los 8.000 años BP con una serie de tradiciones locales conocidas como Postswideriense.

EPIPALEOLÍTICO EN LA CUENCA MEDITERRÁNEA

Los cambios medioambientales de principios del Alleröd no tuvieron grandes repercusiones en las riberas mediterráneas. Los grupos humanos ocupaban angostos corredores litorales, próximos a cadenas montañosas, donde sus capacidades de movilidad se limitaban a traslados a lo largo de la costa y pequeñas subidas estacionales a montes cercanos, de modo que las redes de comunicación e intercambio cultural seguían el corredor costero.

Las suaves temperaturas de inicios del Alleröd favorecieron la extensión del bosque y del matorral mediterráneo, un tipo de vegetación esclerófila y xerófila acreditada por las investigaciones paleobotánicas y polínicas.

Las comunidades cazadoras-recolectoras de la cuenca mediterránea se califican de manera genérica como cultura Epigravetiense o Epipaleolítico microlaminar. Pero hay prehistoriadores que rechazan esta clasificación y propinen una imagen de regionalización cultural caracterizada por la siguiente serie de fascies industriales: Epipaleolítico microlaminar, Laboriense, Valorguiense, Romanelliense, Clisuriense y Epigravetiense oriental. 

Pero más allá de la variabilidad industrial de las puntas, la mayoría de yacimientos epipaleolíticos de la cuenca mediterránea presentan una serie de rasgos comunes que avalan un comportamiento adaptativo similar en esta amplia región:

  • Las cuevas fueron el hábitat generalizado.
  • Muchas cuevas de la costa se ocuparon como campamentos residenciales, en lugares estratégicos para la caza de manadas de ciervos.
  • La proximidad inmediata de las serranías litorales permitía desplazamientos breves para realizar cacerías de animales de montaña, sobre todo cabra y rebeco, previsiblemente durante a temporada estival.
  • Los repertorios industriales también presentan varias semejanzas:
  • La presencia de raspadores, muescas  denticulados.
  • La abundancia del industrial microlaminar de dorso abrupto.
  • La limitada producción de la industria ósea.
  1. Epipaleolítico microlaminar.

El Epipaleolítico microlaminar del levante español se ha reconocido en las cuevas de Nerja (Málaga) y Les Mallaetes (valencia).

La industria lítica se caracterizó sobre todo  por la presencia de numerosos raspadores y útiles microlaminares con clara influencia del magdaleniense. Los especialistas insisten en la existencia de dos fases:

  • Una de rasgos propiamente epigravetienses, reproducida en Les Mallaetes.
  • Otra de influencia aziliense, reconocible en yacimientos catalanes como Sant Gregori.

La materia prima fue local, lo que prueba una reducida movilidad residencial y una reducción de los territorios de captación, habitual en los procesos de regionalización. 

La caza de ciervo constituyó la base de la alimentación, que se complementaba con la caza de cabra, conejo o la ingesta de moluscos, en particular el mejillón.


  1. Valorguiense.

Se extiende por las tierras del Languedoc y la Provenza, tomando el nombre del yacimiento de La Baume de Valorgues, situado en la cuenca del Ródano.

La industria lítica se caracterizó por las raederas cortas, láminas truncadas de dorso retocado, laminillas y unas peculiares puntas fusiformes llamadas Puntas de Istres.

La industria ósea ofrecía clara continuidad con el magdaleniense y se caracterizó por la azagaya de sección redondeada y base aplanada.

La dieta se basó en la caza de ciervo, caballo, bóvido, jabalí y conejo. 

En la fase más avanzada aparecieron los geométricos, adelanto transicional hacia el periodo propiamente mesolítico en la región.

  1. Laboriense.

El laboriense se registró en ciertas zonas de sureste francés y toma su nombre del yacimiento de La Bourie.

La industria lítica estaba compuesta por raspadores y láminas de truncatura y de borde abatido, pero la pieza más significativa fue una punta microlítica hecha en laminillas alargadas con dorsos rectilíneos y base truncada cóncava, llamada punta de Malaurie.

La presencia de puntas azilienses incorpora esta cultura en la órbita aziloide.

  1. Romanelliense.

El Romanelliense italiano toma su nombre del yacimiento Grotta Romanelli, que se sitúa en Apulia, aunque su mejor ejemplo es la Grotta dell’Uzzo, en Sicilia. 

El registro material presenta numerosos raspadores circulares, laminillas de dorso y la punta romanelliense, que consistía en una laminilla apuntada con retoque de dorso,

En algunos yacimientos romanellienses aparecen incluso puntas azilienses, que avalan los contactos con la región del norte.

  1. Epigravetiense oriental.

El Epipaleolítico de las costas mediterráneas orientales es muy poco conocido y se concentra en apenas media docena de cuevas en Grecia.

Los datos más interesantes proceden de la cueva de Franchti, en el noroeste del Peloponeso.

El repertorio industrial reconocido en esta cueva resulta convencional: laminillas talladas a partir de la técnica de microburil, muescas, denticulados, raspadores y geométricos.

La dieta se basaba en la caza de ciervos aunque complementada con la caza de jabalí. Se puede observar una importante recolección vegetal, particularmente frutas y leguminosas: almendras silvestres, peras, algarrobas amargas, lenteja, avena y cebada.

  1. Clisuriense.

Se sitúa en la región balcánica en donde el yacimiento más representativo es Las Puertas de Hierro, en la cuenca del Danubio.

En esa zona existe un gran número de yacimientos lo que se interpreta como una zona de refugio para determinadas comunidades de cazadores-recolectores.

La industria lítica se caracteriza por los raspadores unguiformes y las hojitas de dorso, muy similares a los útiles hallados en otras culturas mediterráneas. 

La dieta se sostenía en la caza de ciervos y jabalíes, junto con la captura ocasional de cabras y rebecos. Como suplemento tenemos la pesca de carpas y esturiones. 

Los yacimientos se mantuvieron ocupados en el periodo mesolítico bajo la cultura de Lepenski Vir.

  1. EL PRÓXIMO ORIENTE

La cultura Kebariense

La evolución cultural en el continente africado y en el Próximo Oriente desde finales del Tardiglaciar no tuvo nada que ver con la evolución cultural que hemos visto en el continente europeo.

Las culturas del Epipaleolítico reconocidas para el Próximo Oriente tienen una cronología entre el 17.000 – 14.000 años BP, de forma que son contemporáneas del Paleolítico superior en Europa y tienen lugar durante los momentos de la glaciación registrada en el hemisferio norte. 

El Epipaleolítico del Próximo Oriente se conoce como cultura Kebariense. El Inicio de este periodo, hace 20.000 años BP, coincidió con el empeoramiento del clima, que sufrió el retroceso de las temperaturas y de la aridez. 

La presencia humana está atestiguada por una treintena de yacimientos dispersos por Palestina e Israel. Las gentes kebarientes habitaron cuevas y lugares al aire libre de tamaño dispar, sobre todo en las zonas llanas próximas a wadis (cauces de ríos) y en menor medida en promontorios elevados, ideales para el control de manadas.

La tecnología industrial se basaba en la producción de laminillas. Sobre todo micropuntas de base truncada y de dorso curvo.

La producción de útiles óseos fue muy limitada, apenas unas pocas puntas, punzones y bruñidores. Resultan llamativos unos artilugios líticos que se vinculan tradicionalmente con labores de molienda, aunque la arqueología no ha detectado restos de cereales o leguminosas silvestres en los yacimientos.

Su dieta se basa en la caza de herbívoros: gamos, cabras y gacelas. También se recurrió al marisqueo: los moluscos litorales como complemento de la dieta.

En torno a los 14.500 años BP apareció el Kebariense geométrico que coincidió con una mejora climática en la región.

El Natufiense: la primera cultura mesolítica.

La cultura Natufiense apareció hacia el año 14.000 BP en la región del Próximo Oriente que discurre por el corredor levantino formado por Palestina, Israel, Líbano y la vertiente occidental de Jordania. 

Se trata de la primera cultura mesolítica, que se adelantó 3.000 años a la aparición del Mesolítico en Europa. Esta asincronía entre el Próximo Oriente y Europa se mantendrá varios milenios.

Su nombre se debe al yacimiento del Wadi-en-Natuf. Los yacimientos más relevantes son:

  • Hayonim en Palestina.
  • Ain Mallaha en el río Jordán.
  • Jericó en el Mar Muerto.
  • Mureybet en el Éufrates.

Vemos la cultura Natufiense en este tema y no en el siguiente por su cronología que podemos limitar grosso modo entre los años 14.000-12.000 BP, por lo que se trata de un horizonte estrictamente contemporáneo de las sociedades epipaleolíticas europeas.

El Natufiense representa el inicio hacia el largo proceso de neolitización del Próximo Oriente. Es una cultura plenamente inmersa en el universo de los cazadores-recolectores pero que incorporó algunas modificaciones sustanciales en el modo de vida tradicional:

  • Campamentos sedentarios a modo de poblados que se interpreta como el primer paso hacia el sedentarismo.
  • Recolección intensa de cereales. Esto nos hace suponer que comienza el conocimiento del ciclo de las plantas.
  • Grandes cuencos y manos de molienda vegetal en piedra pulimentada. Aparece una nueva técnica: el pulimiento de la piedra.

En los inicios del Natufiense la región de Palestina e Israel presentaba un mosaico ambiental bastante heterogéneo, que conjugaba pequeñas llanuras litorales, florestas mediterráneas, bosques caducifolios y coníferas en las faldas montañosas, parches de estepa arbolada, praderas de gramíneas y rebordes desérticos. El territorio era recorrido  por manadas de gacelas, ciervos y equinos y presentaba una notable riqueza vegetal de gran productividad, sobre todo gramíneas y leguminosas silvestres. Todo ello a pesar de que el clima comenzaba a padecer un sensible deterioro vinculado con el retroceso de la lluvia. El incremento de la aridez provocó cambios en la riqueza u distribución de plantas y animales, favoreciendo la concentración en torno a los puntos de agua.

Se caracterizan por ser campamentos al aire libre con una extensión variable. No se aprecia organización interna acondicionamiento del poblado, salvo ciertos pavimentos rudimentarios de piedras circulares y redondeadas en algunos casos. 

Las cabañas de los poblados presentaban una planta modesta, próxima a los 10 m de diámetro máximo, de forma circular o elíptica, levantada sobre una base perimetral de una hilada de altura compuesta por piedra seca o una mezcla de arcilla endurecida con mortero. El basamento sostenía paredes de material orgánico, zara, cañas, barro, sobre postes hincados en tierra, que ofrecían consistencia al muro y sostenían la techumbre. Los suelos interiores se recubrían a veces de colorante rojizo, contando apemas con unos hogares de piedra entre la tierra apisonada. En ciertas cabañas se excavaron hoyos de cierta profundidad, revocados toscamente de barro, así como cubetas delimitadas por hileras de piedra, que podrían haber servido como fosas culinarias o silos para el almacenamiento del grano.

En cuanto a la industria lítica destacaron las piezas microlíticas, sobre todo segmentos geométricos. Estas piezas podrían haber servido como puntas de caza, y tal vez como dientes de hoz para recolectar plantas silvestres pues hay laminillas con filos mellados y lustres superficiales. Se contaba además con muescas, denticulados y  perforadores.

El repertorio en hueso lo formaban punzones, azagayas biapuntadas, anzuelos, arpones de una hilera de dientes y mangos de hoz. Estos últimos rectilíneos y tenían una acanaladura para insertar las laminillas de sílex que servían como dientes. Pero entre las herramientas más sorprendentes se hallaban unas piezas macrolíticas realizadas con una técnica hasta entonces desconocida: el pulimento. La piedra pulimentada se utilizó para confeccionar morteros, molederas, molinos y alisadores. Que podrían ser usados en las distintas tareas para procesar vegetales como la trituración del grano. El pulimento sirvió además para realizar cuencos y grandes recipientes de piedra con una cuidada superficie pulida: algunos tan pesados que sólo son útiles en campamentos sedentarios, otros son poco profundos pero con la suficiente capacidad para almacenar agua o productos agrícolas.

No menos insólito son los restos de materias primas exóticas halladas en las viviendas, como ciertos fósiles y las piedras alisadas de ágata natural, quizá de carácter ornamental. 

En materia de adorno personal sobresalen numerosos colgantes decorados, a base de dientes, huesos de animales y conchas de la variedad llamada Dentalium.

El pueblo natufiense recurrió a una economía de amplio espectro que procuraba el aprovechamiento de numerosos recursos alimentarios. Pero la base de esta economía era la caza mayor, sobre todo de gacelas, aunque también cabra salvaje, caballo, bóvido, jabalí, zorro, liebre, tortuga y varias especies de aves. Los restos de peces avalan las actividades de pesca de agua dulce y las conchas marinas corroboran las tareas de marisqueo litoral. Los restos de los pólenes y carbones aseguran el consumo de plantas y semillas, en particular cereales silvestres: escaña, escanda y cebada. También leguminosas como la lenteja o el guisante. Así como semillas de pistacho, bellota, almendra y uva.

De la relevancia de la recolección vegetal informan indirectamente las múltiples herramientas para su recolección y procesado: hoces, morteros y molederas de distintos tamaños. La presencia de varios hoyos excavados en el suelo podría confirmar incluso la utilización de silos de almacenaje para granos y semillas. La variedad de las fuentes alimenticias respondía a una dieta amplia y diversificada, pero quizá no del todo óptima, pues las pruebas realizadas a partir del esmalte de los dientes humanos revelan una serie de deficiencias nutricionales propias de las épocas de carestía, que entre otras consecuencias, provocó un descenso de la estatura humana con el paso del tiempo.

La existencia de numerosos enterramientos constituye otro rasgo típico del Natufiense. Hay inhumaciones bajo el suelo de las viviendas pero también en zonas anexas al poblado a modo de auténticas necrópolis o cementerios. Como ejemplo tenemos la necrópolis de Ain Mallaha.

Los natufienses prodigaron el arte mobiliar en una medida desconocida en los puebles precedentes de la región. Entre las imágenes más interesantes se hallan ciertos motivos geométricos grabados en los morteros, por lo común grandes líneas incisas sobre los bordes exteriores,. No menos relevantes son los mangos de las hoces, que cuentan con representaciones naturalistas de animales esculpidas de manera sencilla, como refleja la cabeza de gacela del yacimiento de Nahal Oren. Dentro del arte mobiliar figuran también unas esquemáticas cabezas humanas con rasgos anatómicos muy simples, trazados a partir de incisiones profundas, tal como sucede en el yacimiento de Ain Mallaha.