jueves, 3 de octubre de 2024

LA BANSHEE

Corre, corre..., huye de tu pasado, de lo acontecido, de lo sufrido, olvida lo ocurrido. Corre sin frenar ante los obstáculos, el cansancio, la nostalgia (que a veces te invade) por el tiempo de la lentitud y la protección. Corre para llegar a un lugar donde los fantasmas no entren, donde sus voces se apaguen y desaparezcan sus murmullos y lamentos. El dolor, el miedo, todo lo pasado... son recuerdos que te siguen y persiguen sin respiro ni tiempo para respirar.

La vuelta a casa había sido un suplicio. Afinado en un rincón oscuro del barco, el viejo soldado intentaba dormir bajo la luz de la luna pero sus pensamientos se agolpaban en su cabeza. Febrero ​​es un mes de noches largas, pero para él, las largas noches no resultaron ser una ventaja a la hora de cumplir con las tareas asignadas. No fue hasta la medianoche cuando la oscuridad empezó a envolver realmente la ciudad de Derryard, con la luna llena arrojando su brillante luz plateada sobre las calles y las casas. Si había nubes o lluvia en el cielo nocturno, la oscuridad llegaba antes y proporcionaba una cobertura adicional a quienes la usaban para ocultarse de la observación.

Volver a casa no había tenido el resultado que esperaba. La paz y tranquilidad que buscaba no parecían y el pasado no terminaba de desaparecer. El eco de lo acontecido seguía orillando su alma y su cuerpo, escarbando en sus huesos y su carne, dejando cicatrices profundas. Estaba en casa, pero su hogar parecía distante y extraño, cansado por el viaje, en la habitación de un hotel barato que nunca había visto antes, oyendo los siseos del vapor afuera, y el crujir de la vieja madera del hotel, y pisadas en el piso de arriba, y todos los ruidos tristes posibles, y miraba hacia el techo lleno de grietas. No estaba asustado; simplemente era otra persona, un extraño, y la vida entera era una vida fantasmal, la vida de un fantasma.

Un muerto en vida. un muerto cuya carga le oprimía el pecho y el alma, un dolor que le impedía descansar y buscar la paz que tanto anhelaba. No hay casualidades sino destinos. No se encuentra sino lo que se busca, y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón. Porque si no, ¿cómo el encuentro con una misma persona no produce en dos seres los mismos resultados? ¿Por qué a uno el encuentro con un revolucionario lo lleva a la revolución y al otro lo deja indiferente? ¿por qué la paz que tanto anhelamos parece llenar el corazón de una persona y dejar vacío a otro? 

No éramos más que motas de polvo en una batalla imposible, como ahora. Apenas somos un recuerdo de lo que llegamos a creer que éramos. Ahora sé algo que entonces ni siquiera sospechábamos ninguno: no hay criatura alguna capaz de dominar el mundo. Ni siquiera los dioses se atrevieron a dominarlo por completo, nos dejaron jugar a nuestro antojo, aunque en ocasiones decidieran empujarnos en una u otra dirección.

Almas en pena. Banshees. Almas aquejadas de dolor y sufrimiento que vagan por las noches, buscando víctimas que compartan su sufrimiento, buscando redimirse. Flotando incorpóreas, la banshees se acercaban hasta la ventana de los moribundos. Pero también podían aparecer por las colinas cercanas, en cualquier recodo del camino, incluso llegaban tomar la forma de una lavandera, en algún arroyo solitario. En todo caso,almas torturadas buscando escapar de su dolor transmitiéndoselo a terceros, buscando nuevas víctimas para saciar su sed. Quienes afirmaban haberse tropezado con ellas, aseguraban que parecían levitar, sin tocar el suelo. Podía ser vista o solo escuchada, o tal vez aparecer en sueños. Pero era inconfundible su gemido o canto de profunda tristeza, o peor aún, su grito aterrador, capaz de helar la sangre del más valiente, cuando anunciaban la muerte de alguien. 

Y en la oscuridad de la noche, perdido en el horizonte el viejo soldado desapareció. Años más tarde, después de acaecido este suceso los habitantes del pueblo aseguran que los gritos de dolor pueden escucharse a medianoche. Entre otras, un coro de voces, de rostros pálidos y demacrados que, con los pies desnudos y sangrientos y arrojando gritos de horror, daban vueltas alrededor del pueblo creando una cacofonía de voces y lamentos que el viento transporta por los valles y montañas, recordando a los viajeros lo acontecido y lo ocurrido.

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