miércoles, 18 de febrero de 2015

REIVINDICANDO LA INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA

Reivindicar la Institución Libre de Enseñanza es un deber y una obligación moral para todos aquellos que luchamos para cambiar el mundo. El papel de esta Institución fue un halo de esperanza en un pueblo analfabeto, domesticado bajo el yugo de la educación controlada por la iglesia y por el estado, que permitió durante un breve periodo de tiempo sembrar las semillas de rebeldía intelectual necesarias en todas las civilizaciones y sociedades.

LEVÁNTATE Y PIENSA

Podríamos resumir el lema y el papel de dicha institución en una sola frase: Levántate y piensa. adquiere conocimientos. Cuestiónatelo todo. Levántate y piensa: es necesario mirar a tu alrededor, observar, pensar y preguntarte por qué. Esa es la base de la rebeldía ¿por qué funciona esto así? ¿por qué tengo que aceptarlo?... es la revolución intelectual, la que dice no me da la gana, no me gusta, no quiero hacerlo y la que cimienta la base de todas las revoluciones.

Esta educación crítica parte de la profunda insatisfacción que genera una sociedad injusta y de la voluntad de transformarla. No hay educación liberadora si no pensamos que hay algo de lo que liberarse, no hay educación transformadora si no se siente un deseo y una posibilidad de cambio social. No es necesario estar de acuerdo en un mismo modelo ideal, ni siquiera tener una alternativa global ya diseñada, sino compartir una orientación utópica para superar las limitaciones del presente, y creer que la educación no puede ni debe rehuir sus responsabilidades.

La Institución Libre de Enseñanza fue fundada en 1876 por un grupo de catedráticos (entre los que se encontraban Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón), apartados de la Universidad por defender la libertad de cátedra y negarse a ajustar sus enseñanzas a los dogmas oficiales en materia religiosa, política o moral.

El proceso educativo buscaba establecer un sentido de armonía que conjugaba la educación intelectual, la educación física, la educación estética, la educación social, la educación religiosa (en el sentido de respeto a las creencias), y todas estas dimensiones en el sentido de una educación moral que formara seres humanos íntegros, se combatía la mentira y la hipocresía.

Ello los obligó a proseguir su tarea educadora al margen de los centros universitarios del Estado, mediante la creación de un establecimiento educativo privado, cuyas primeras experiencias se orientaron hacia la enseñanza universitaria y, después, a la educación primaria y secundaria.

LA HISTORIA DE LA INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA

Francisco Giner de los Ríos
La Institución surgió como una entidad paralela a la educación oficial. “La Institución libre de Enseñanza es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político; proclamando tan sólo el principio de la libertad e inviolabilidad de la ciencia, y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del Profesor, único responsable de sus doctrinas.”

En el proyecto participaron Joaquín Costa, Augusto González de Linares, Hermenegildo Giner, Federico Rubio y otras personalidades comprometidas en la renovación educativa, cultural y social.

En su origen y esencia encontramos un proyecto de regeneración moral que no cambió a lo largo de sus años de existencia, el intento de crear el hombre nuevo perfilado idealmente en el proyecto de la filosofía krausista, capaz de enfrentarse con la situación moral del país, profundamente degradada; y lo que es más importante, de superarla y potenciar un nuevo modelo individual y colectivo, más racional, más ético y más humano. Es conveniente recordar que en aquella época las tres cuartas partes de la población española era analfabeta, que la educación continuaba siendo un privilegio sólo al alcance de los hijos de las clases acomodadas y que el tipo de enseñanza impartida era de carácter oscurantista y medieval, y con un férreo control de la Iglesia sobre ella.

El krausismo y la Institución Libre de Enseñanza sembraron la semilla de los mejores logros intelectuales de la España del primer tercio del siglo XX y todavía encontramos huellas de su paso en posturas intelectuales contemporáneas como el colegio concertado Siglo XXI, nacido en los años setenta del siglo pasado en Madrid, continuador de su tradición pedagógica. La introducción de estos métodos pedagógicos supuso una magnífica aportación. La mayoría de ellos conservan su validez, más aún teniendo en cuenta el desfase que caracteriza a la actual situación de la enseñanza en España, bastantes de cuyas deficiencias, cuando no aberraciones y demencias pedagógicas, fueron superadas por la práctica docente institucionista hace ya ciento treinta años.

A partir de 1881 empezaron a formar parte del cuerpo docente de la Institución profesores formados en ella (Manuel Bartolomé Cossío, que sucederá a Giner al frente de la ILE, Ricardo Rubio, Pedro Blanco, Ángel do Rego, José Ontañón, Pedro Jiménez-Landi...), cuya labor afianzará el proyecto institucionista y garantizará su continuidad.

EL LEGADO DE LA INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA

Desde 1876 hasta la guerra civil de 1936, la ILE se convirtió en el centro de gravedad de toda una época de la cultura española y en cauce para la introducción en España de las más avanzadas teorías pedagógicas y científicas que se estaban desarrollando fuera de las fronteras españolas.

La propia Generación del 27 fue, en cierta manera, una hija de la Institución Libre de Enseñanza y obra de ésta fue, sin duda alguna, alcanzar la sintonía cultural y científica con Europa poco antes de que todo este esfuerzo de modernización se viniera abajo con la Guerra Civil española, durante la cual se confiscaron todos sus bienes y la mayoría de los institucionistas tuvieron que exiliarse, mientras que los que se quedaron tuvieron que enfrentarse a la censura, la persecución solapada o abierta o el ninguneo de su labor. Los exiliados se dispersaron por Europa y sobre todo Hispanoamérica, donde ejercieron una labor fecundadora de la vida cultural de esos países. Hasta la guerra entre españoles de 1936, la Institución se convirtió en el centro de toda una época de la cultura española y en cauce para la introducción en España de las más avanzadas teorías pedagógicas y científicas extranjeras.

La labor del personal docente durante la II República fue encomiable y en concreto la de los miles de maestros y maestras que desarrollaron su labor en pueblos y ciudades. Su labor de ser, durante todos estos años, la vanguardia de la cultura y los valores republicanos les supuso un gran coste personal. Cientos fueron asesinados por los secuaces del golpe militar de 1936, y decenas de miles fueron expedientados y/o apartados durante décadas de su profesión. Los más afortunados sufrieron el exilio.

La educación emancipadora buscar formar ciudadanos con valores y principios humanistas trata de lograr la transformación del hombre para convertirlo en un hombre nuevo, un hombre con valores de cooperación, solidaridad y respeto desde sus cimientos.

La lucha por la Tercera república es la lucha por una educación que fomente el pensamiento crítico, que permita a los seres humanos desarrollarse intelectualmente, tomando conciencia de lo que son para así luchar por una sociedad más equitativa y humana.

La primera revolución siempre es la intelectual: sin la toma de conciencia, sin el desarrollo de un pensamiento crítico, nunca habrá cambios. Es la base en la que se sustenta nuestra emancipación y liberación.

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