martes, 28 de junio de 2016

EL MIEDO

El corazón desbocado golpe mi pecho intentando escapar de su prisión de huesos y carne mientras aumenta el ritmo cardiaco. La piel se eriza tensa, atenta a cualquier cambio en el ambiente, cualquier modificación que demuestra que algo pasa. Gotas de sudor frío recorren mi piel mientras la adrenalina desarrolla nuestra vigilancia, nos hace estar atentos a cualquier cambio y el cortisol ayuda a los músculos a liberar más azúcar. Ambos alertan para escapar, esconderse o enfrentar el peligro.

Tengo miedo. Sí. Lo que oyes. A estas alturas, con todo lo que llevo recorrido, tengo miedo.Estoy a la deriva, quiero buscar a ayudar, quiero que alguien me rescate, quiero que alguien me dé fuerza porque ya no puedo. Tengo miedo de seguir respirando y caminando porque cada minuto me estoy muriendo en vida. Me odio por no querer cambiar, buscar a alguien mas, que me evite ver a mi misma, pero a la vez, sé que sería un error, porque necesito repararme. Miedo al fracaso, la humillación, al rechazo, a sentirme solo...

Miles de ideas vienen a mi mente y se agolpan intentando dominar mis pensamientos. El inconsciente intenta ganar la partida al pensamiento racional. La energía usada en el pensamiento parece tener un origen químico. Un hombre inteligente, si sufre una deficiencia de yodo, se convierte en un idiota. No podemos suponer que el pensamiento del individuo sobreviva a su muerte corporal, ya que ésta destruye la organización del cerebro y disipa la energía que utilizaban los conductos cerebrales. Las ideas se agolpan y se entremezclan entre si, sin saber discernir lo racional de lo absurdo, la realidad de la imaginación.

Los miedos, los sueños, los anhelos, los sentimientos, Dios y la inmortalidad, los dogmas centrales de la religión cristiana no encuentran apoyo en la ciencia, es algo animal, instintivo que guía nuestra supervivencia. Todo conduce a demostrar que lo que consideramos como vida mental está unida a la estructura cerebral y a la energía corporal organizada. Pero, sin duda, la gente de Occidente continuará teniendo como verdadera esta creencia en la inmortalidad, porque es muy agradable, como también lo es el que nos consideremos virtuosos y, desde luego, consideremos malvados a nuestros enemigos. 

El miedo es la base del dogma religioso, como de tantas cosas en la vida humana. Russell sostiene que todo miedo es malo y dice que para él la vida buena está inspirada por el amor y guiada por el conocimiento, agregando que el conocimiento sin amor o el amor sin conocimiento, no pueden ayudar a construir una vida mejor. Animales racionales que nos guiamos por los instintos más básicos dejando que dominen  nuestra mente, confundiendo y deformando la realidad, mostrando nuestro temores, despertando nuestros instintos más primitivos que yacen escondidos en lo más profundo de nuestro ser.

En la Edad Media, si había peste en algún país, el pueblo se congregaba en las iglesias a suplicar a Dios que los librase de la peste, pero, pese a los ruegos, la peste se extendía rápidamente por la población. Este es un ejemplo de amor sin conocimientos. Pensamientos oscuros se agolpan en mi mente: la adrenalina está disparada. Estoy alerta, atento a cada rincón y cada oscuridad, viendo si algo está agazapado dispuesto a atacarme: el subconsciente juega con mi razón y la domina. El miedo despierta lo peor de nosotros, el miedo genera odio, odio que genera sufrimiento, ideas que nublan nuestro buen juicio y que acaban en conflictos. El miedo mata la mente. El miedo es el pequeño mal que conduce a la destrucción total. Miedo al cambio, miedo al diferente, miedo a lo desconocido... La última guerra nos dio un ejemplo de conocimiento sin amor. En cada caso, el resultado fue la muerte en gran escala. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mi y a través de mi. Allí por donde mi miedo haya pasado ya no quedará nada, sólo estaré yo.

 

jueves, 16 de junio de 2016

LA INDIA

La zona norte del inmenso territorio que, actualmente, ocupa la India, hacia el año 600 a.C., estaba dividida en más de doce Estados, constituidos en unidades políticas articuladas. En Kapilavastu, uno de los más pequeños, nació Gautama Buddha, fundador de una de las religiones con mayor número de prosélitos en el mundo, cuyo mensaje lleva al individuo a liberarse del sufrimiento, aniquilando el deseo para lograr la conquista del bien supremo, una estado de beatitud llamado Nirvana. Sin embargo, ya en el siglo V a.C., estos estados se habían reducido a cuatro, lógicamente, más fuertes y guerreros, formando el Reino de Magadha, con Pataliputra, su hermosa ciudad capital, situada estratégicamente para dominar todas las rutas comerciales del río Ganges.

Este fue el primer imperio, el que encontró Alejandro Magno en el año 326. Chadragupta Maurya, un joven indio que se hizo amigo de Alejandro, tomó muy en cuenta las enseñanzas del macedonio y puso en práctica sus métodos cuando Alejandro volvió a sus tierras. Chadragupta conquistó el trono de Magadha y se anexó todas las tierras al este del Indo y hacia el sur, ocupando la mayor parte de las zonas centrales del subcontinente. Su hijo Bindusara y su nieto Asoka ampliaron más y más su territorio. Asoka, conquistó Kalinga, en la bahía de Bengala, y se proclamó emperador.

La principal actividad del reino era el cultivo de la tierra al que aplicó un sistema muy elaborado para cobrar los impuestos, según se explica en el libro Arthasastra, atribuido a su ministro de comercio. Pero, en el siglo II a.C., muerto ya Asoka, el norte y el noreste fueron invadidos por grupos de bactracios y partos, de las satrapías del pasado esplendor seleucita. También llegaron otros grupos nómadas, los Kushan, que fueron particularmente importantes al extender su poder hasta Benarés. Los emperadores kushan y los feudos griegos adoptaron nombres sánscritos y la religión hindú, reforzando los antiguos lazos comerciales con Egipto y hizo los mismo con el naciente poder de Roma. Plinio, en sus escritos, se quejaba de que este comercio de especias, joyas, muselinas y animales exóticos, hacía que los romanos gastaran 550 millones de sextercios al año, en oro.

Bajo dominación británica y holandesa

India fue tierra de conquista para varios pueblos, pero alcanzar estas tierras por mar era un verdadero desafío. Los primeros en llegar fueron los portugueses, aunque debieron transcurrir casi cincuenta años antes de que Vasco de Gama, bordeando el Cabo de Buena Esperanza, anclara en Calcuta, en el año 1498. Luego, desembarcaron holandeses y británicos. La reina Isabel, en el año 1600, estableció la Compañía de Comercio con las Indias Orientales y, desde ese momento, comenzó una larga historia hasta que Gran Bretaña logró su completa conquista. La fundación de la East India Company a fin de siglo, sus iniciales fracasos comerciales y su reorganización y relanzamiento en 1708 sentaron las bases de la colonización inglesa en India y del poderoso Imperio británico. Cuando los comerciantes ingleses llegaron a la India, la misma estaba dominada por el Imperio maratha (Confederación maratha), organización política fundada por el príncipe Shivaji, cuyo gobierno había logrado debilitar la hegemonía mongola.

A comienzos del siglo XVII, la compañía Neerlandesa de las Indias Orientales estableció muchos puertos comerciales en la costa sudoeste, sudeste y Ceylán. Las guerras anglo-holandesas del siglo XVII transformaron a Holanda en una potencia naval y comercial dominante en Asia. Así las cosas, las hostilidades entre ingleses y holandeses continuaron durante todo el siglo XVII, y recién se fueron a calmando después de la “Revolución Gloriosa” (1688), cuando el príncipe holandés Guillermo de Orange ascendió al trono inglés, lo cual trajo cierta paz entre los Países Bajos e Inglaterra.     

Para el año 1700, la Compañía había obtenido nuevas posiciones en el litoral oriental del subcontinente: Madrás, Bombay y Calcuta. Estas fortalezas se convirtieron en verdaderos bastiones comerciales, donde se reunían tanto mercaderes indios como británicos a realizar sus operaciones. La extensión de los privilegios a Bengala, región que se convertiría en el centro del poder de la Compañía, por parte del emperador mogol en 1717 supuso un nuevo estimulo para el comercio británico en el subcontinente.   

La Guerra de Sucesión Austriaca y la Guerra de los Siete Años dieron lugar a un enfrentamiento directo entre Francia y Gran Bretaña por el dominio colonial, que se saldó con la victoria británica como líder indiscutible en el comercio europeo de la India. En 1876 Disraeli, por aquél tiempo, Primer Ministro, declaró: La India es la joya más preciada de la corona británica. Y proclamó emperatriz a la Reina Victoria. Calificando al territorio como la “joya de la corona”, daba cuenta de sus enormes riquezas, mismas que permitieron que su conquista se llevara a cabo con los recursos extraídos mediante su explotación, e incluso sirvieran para financiar la conquista de África. Entre 1870 y 1890 se completó la ocupación de otras áreas aledañas al territorio hindú, como Afganistán, Birmania, Cachemira, Beluchistán (Pakistán), Malasia, Ceilán y varias islas más.

Los ingleses fortificaron sus establecimientos industriales y comerciales, incluyendo el establecimiento de tropas y guarniciones “en salvaguarda de sus intereses”. Es como que los ingleses fueron entrando, se fueron quedando, de pronto ya estaban allí y los indios ya ni siquiera eran sus anfitriones. Contribuyó a que eso ocurriera que los rajputs (las clases patriarcales del centro y norte de la India) carecían de pensamiento político y no tenían una visión de país ni objetivo de consolidación como nación. El sometimiento definitivo de la India se produjo entre 1815 y 1818.

India independiente

La India se convirtió en un estado soberano, democrático y republicano en 1947, pero la larga disputa con los musulmanes, en 1956, se proclamó la República Islámica de Pakistán. Eso sí, ambas integradas en la Commonwealth.

Pero no todo fue sobre ruedas. El territorio total de Pakistán estaba dividido en dos partes, separadas por 1.700 kilómetros, Pakistán Oriental y Pakistán Occidental; además, por motivos religiosos, debieron emigrar millones de personas. Hubo guerras contra la India por el Estado de Cachemira. Finalmente, el Pakistán Oriental pasó a llamarse Bangladesh, cuya independencia se logró en el año 1971, por la intervención del ejército indio y la rendición de las fuerzas pakistaníes.