martes, 17 de mayo de 2016

EL INFIERNO

Por fin es de noche. Desde el centro del firmamento una abominable mancha negra casi circular se desparramaba lentamente cubriendo la ciudad. Estoy viendo las estrellas, están muy lejanas y su luz tarda mucho en llegarnos. Lo único que vemos de las estrellas son fotografías viejas. La oscuridad va lentamente apoderándose de cada rincón, quitando la máscara de esta ciudad que se cree tan perfecta, mostrando su verdadero rostro, una ventana al infierno.

El infierno está aquí, entre nosotros. Detrás de cada pared, de cada ventana...Es el mundo detrás del mundo. Cada rincón, cada calle, cada casa... es un centro de exterminio privado y particular. La monotonía reina por las calles. La maldita monotonía.  Nada destruye más al hombre que la estupidez ignorante y la conformidad. 

Paseando por la calle, vuelvo a ver otra pelea de borrachos. Se increpan por no sé que y sus gritos rompen el silencio imperante. Desde la otra esquina, las chicas empiezan a mostrar su mercancía.
Paseo por un asqueroso barrio, de una asquerosa ciudad. Alcahuetes, palizas, drogas, violaciones... más de lo mismo. Maldita ciudad que destroza todo lo que toca. Esta ciudad podrida. Pudre todo lo que toca. Esta ciudad podrida. Aquellos que no puede corromper, los pudre hasta vaciarlos, tirando luego sus cuerpos a las aceras como cáscaras que se amontonan en un vertedero eterno y silencioso. 

El mundo está al borde la destrucción. Siempre lo ha estado y siempre lo estará. Es nuestra naturaleza. Nos matamos unos a otros en un bucle infinito que no tiene fin. Y si no participas en el juego, las propias reglas te obligan y te animan a a coger una pistola y volarte los sesos mientras el resto del mundo asiente en silencio, mostrando su conformidad. Los humanos somos así. Animales que hace poco que hemos bajado del árbol.

¿Quién crea el mundo? Quizás el mundo no se crea. Quizás nada se crea. Tal vez, simplemente, el mundo siempre está, ha estado y estará ahí. Empecé a entenderlo. Todo era un chiste. Me lo tomaba como si fuera un chiste, pero lo entendía. Veía las grietas en la sociedad, veía cómo los hombrecitos enmascarados intentaban que no se hicieran más grandes... Contemplé el verdadero rostro de esta sociedad y opté por convertirme en un reflejo, en una parodia de él. Nadie más entendió el chiste. Por eso me encontraba tan solo. 

¿Y dónde está ese Dios del que tanto hablan? Miré al cielo a través del intenso humo lleno de grasa humana y vi que Dios no se encontraba ahí. Vi esa oscuridad fría y vacía que se extiende hasta el infinito, vi que estamos solos. Vivimos nuestras vidas, puesto que no tenemos nada mejor que hacer. Más adelante, ya les buscaremos un sentido. Venimos de la nada; Tenemos hijos, que se encuentran atados a este infierno al igual que nosotros, y volvemos a la nada. No hay nada más. La existencia es algo fortuito. No hay ningún patrón salvo el que imaginamos cuando nos quedamos mirando fijamente durante mucho tiempo. No tiene ningún sentido, salvo el que decidimos imponer.

Me gustaría que toda la escoria de la Tierra estuviera en una sola garganta, y tener mis manos en torno a ella, mientras arde eternamente en el fuego fatuo y se hunde en la necedad y en la sangre y la mugre acumulada por el tiempo y la gente. Pero no merece la pena. Continúo mi paseo mientras observo que el mundo está siempre al borde de la destrucción. El mundo es un maldito retrete pero nadie se ha atrevido nunca a tirar de la cadena.

Nunca se han preguntado qué es el infierno. Es ver cómo todo lo que has creado y por lo que has luchado se desvanece en la nada, como el polvo en el viento.

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