miércoles, 30 de mayo de 2012

BAKUNIN SOBRE LA LIBERTAD

El 30 de mayo de 1814 nace Mijail Bakunin, histórico dirigente revolucionario y pensador anarquista, en la aldea rusa de Pryamukhino, en el distrito de Torzhok, de la provincia rusa de Tver. Hijo de un terrateniente de ideas liberales, Mijaíl Bakunin estudió en la escuela de artillería de San Petersburgo y llegó a ser oficial de la guardia imperial. Enviado a una unidad militar en la frontera polaca, se ausentó sin permiso y a punto estuvo de ser juzgado por deserción. Tras abandonar el ejército, comenzó a interesarse por la filosofía, principalmente por la obra de los alemanes Fichte y Hegel, y fue a estudiar dicha materia en Moscú y San Petersburgo.

En 1870 fundó el Comité para la Salvación de Francia, asociación que dirigió la insurrección de la Comuna de Lyon. Durante la I Internacional, las diferencias entre sus ideas y el autoritarismo de Marx llevaron a la expulsión de los anarquistas del seno de la organización durante el congreso de La Haya, celebrado en 1872.

Durante sus trabajos en la Internacional trabaja para establecer secciones de la misma en Italia y España; además de ser un soporte de la Comuna de París de 1871, que fue brutalmente suprimida por el gobierno francés. Los desacuerdos de Bakunin con Marx, y que llevaron a la expulsión de la Internacional en 1872 ilustraron las divergencias entre los "anti-autoritarios" que pretendían la acción directa revolucionaria y la organización de los trabajadores para abolir el estado y el capitalismo; y los socialistas democráticos aliados de Marx, que buscaban la conquista del poder político por parte de la clase trabajadora. Los anti-autoritarios crearon su propia Internacional en St. Imier y adoptaron un programa anarquista y revolucionario.

Bakunin siempre aceptó los análisis de Marx sobre economía y clases sociales, admiró públicamente su genio, pero siempre criticó su vertiente autoritaria y el concepto de dictadura del proletariado aun cuando, según Marx, solo era un medio y no un fin. Bakunin se retira de la vida política activa en 1873 a Lugano, y muere en Berna tres años después.

Bakunin defendía la libertad del individuo, pero concebida socialmente. El hombre no podría ser verdaderamente libre sino lo era el resto de seres humanos. Otra de las ideas fundamentales de Bakunin era su rechazo total a la Iglesia como institución, aunque admitía la pluralidad de cultos, ya que la religión era una cuestión del ámbito de las conciencias individuales. La educación era contemplada como un instrumento de cambio social. Esta idea caló en el anarquismo. Entre los anarquistas siempre hubo destacados pedagogos, que defendieron un nuevo modelo de educación basado en las ideas libertarias, abriendo escuelas, editando libros y revistas pedagógicas. En relación con esto estaría, también, la preocupación que los activistas anarquistas dieron al desarrollo de la propaganda oral hacia los obreros, muchos de ellos analfabetos.

Bakunin perseguía la eliminación del Estado por considerarlo un instrumento represivo, la desaparición del ejército, innecesario una vez que ya no había Estado; y la creencia en la revolución campesina, hecha desde abajo, por las masas, de forma espontánea, sin participación de partidos políticos de ningún tipo. Estos postulados se basaban en el rechazo radical de Bakunin y del anarquismo, en general, hacia la política y cualquier tipo de autoridad. El anarquismo no consideraba a los obreros industriales como protagonistas exclusivos de la revolución. Bakunin apostaba por los campesinos, mientras que otros anarquistas valoraron también la importancia de otros sectores oprimidos, como los estudiantes y los jóvenes.

Una vez que triunfase la revolución, surgiría una sociedad sin Estado, sin poderes institucionales, que se articularía en torno a comunas autónomas, especie de pequeñas células organizadas en régimen de autogestión. Mediante el sufragio universal masculino y femenino se elegirían a quienes dirigirían las comunas. Éstas podrían federarse o separarse libremente de otras comunas, hasta constituir regiones o naciones, pero manteniendo siempre la capacidad de abandonar la federación en la que se habrían integrado. En las comunas la propiedad sería colectiva.

El ideal anarquista sería, en conclusión, el de una sociedad de hombres y mujeres absolutamente libres, que no obedecerían más que a su razón. Las comunas eran la constatación del rechazo anarquista hacia las grandes concentraciones fabriles y de población, resultado de la Revolución Industrial, ya que, se pensaba que en estas concentraciones era imposible el ejercicio constante de la soberanía verdaderamente popular.

El 1 de julio de 1876 fallecía en Berna. Se definió como partidario convencido de la igualdad económica y social, amante fanático de la libertad y buscador apasionado de la verdad.

Ser libre para el hombre significa ser reconocido y considerado y tratado como tal por otro hombre, por todos los hombres que lo rodean. La libertad no es, pues, un hecho de aislamiento, sino de reflexión mutua; no de exclusión, sino, al contrario, de alianza, pues la libertad de todo individuo no es otra cosa que el reflejo de su humanidad o de su derecho humano en la conciencia de todos los hombres libres, sus hermanos, sus iguales.

No soy verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad de otro, lejos de ser un límite o la negación de mi libertad, es al contrario su condición necesaria y su confirmación. No me hago libre verdaderamente más que por la libertad de los otros, de suerte que cuanto más numerosos son los hombres libres que me rodean y más vasta es su libertad, más extensa, más profunda y más amplia se vuelve mi libertad. Es, al contrario, la esclavitud de los hombres la que pone una barrera a mi libertad, o lo que es lo mismo, su animalidad es una negación de mi humanidad, porque - una vez más - no puedo decirme verdaderamente libre más que cuando mi libertad, o, lo que quiere decir lo mismo, cuando mi dignidad de hombre, mi derecho humano, que consisten en no obedecer a ningún otro hombre y en no determinar mis actos más que conforme a mis convicciones propias, reflejados por la conciencia igualmente libre de todos, vuelven a mí confirmados por el asentimiento de todo el mundo.

Mijail Bakunin

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