Un patio del palacio de Trebisonda, ciudad costera del mar Negro, situada en la ruta de las caravanas, era el sitio elegido por dos jóvenes para practicar sus deportes favoritos, lucha, equitación, esgrima o arquería. Uno, era Ibrahim, joven pescador griego esclavizado por los turcos, pero educado por una acaudalada familia de Masima; Ibrahim era muy inteligente, culto y dominaba varios idiomas, y cuando este griego se convirtió al islamismo fue incorporado como miembro de la pequeña corte de Solimán, que era un joven príncipe otomano, juntos profundiza- ron sus conocimientos del Corán, de la historia universal, de la política, sin excluir la poesía. Además, el pueblo otomano exigía a sus príncipes que profundizaran en el arte militar, que aprendieran cómo se debía gobernar a un pueblo y, curiosamente, la tradición, les exigía que. dominaran un oficio: Solimán eligió la orfebrería. Era un orfebre excelente. A los 18 años fue nombrado gobernador de Manisa y, ahí, comenzó su acción de gobernante y, más tarde, a la muerte de su padre, tuvo un reinado notablemente largo- desde los 26 a los 72 años de edad -, durante los cuales acumuló tantos títulos como triunfos guerreros. Su padre era Selím, llamado el Terrible, un incansable guerrero que había consolidado un gran imperio, pero un día del año 1520, un correo trajo a Manisa, la noticia de su muerte. Entonces, empezó la carrera de un rey que, seguramente, en recuerdo del rey Salomón, su pueblo lo llamaba Kanuni, el Legislador y, también, la Sombra de Dios, el Protector de los Santuarios de la Meca y Medina; pero Occidente, que lo temía y respetaba, lo llamó Solimán, el Magnífico.
En 1453, cayó Constantinopla conquistada por las tropas de Mehmed II, fundada por Constantino I, ciudad heredera de Bizancio, fundada en el 658 a.C., - hecho que estremeció Europa - y desde ahí, con el nombre de Estambul, Solimán ejerció su poder. Las primeras acciones del nuevo sultán fueron iniciar la construcción de un mausoleo y de una mezquita a la memoria de su padre y, sorpresivamente, ordenó liberar a 600 cautivos egipcios, lo que hizo creer a muchos que era un cordero; pero, muy pronto se propuso emular en Occidente las conquistas que había hecho Selím en Oriente, quien entró en Tabriz, la capital de la Persia chiíta, sometiéndola, y las ciudades sagradas árabes; dominó Irán, Irak y el norte de África, salvo Marruecos. Apenas transcurrido un año - en 1521-, Solimán inició sus campañas europeas y comenzó con la conquista de Belgrado; en el verano sitió Rodas, que estaba en poder de los Caballeros de San Juan, cortándole el paso hacia Egipto; tras 145 días de asedio cayó en su poder el formidable baluarte de la cristiandad. Solimán fue generoso y concedió dos semanas a los caballeros y a sus mercenarios para abandonar la ciudad. Curiosamente, en medio de sus batallas, porque él mismo era un diestro en las artes, tenía tiempo para sostener a los artistas. Un ejemplo notable es el arquitecto, Mimar Sinan, que durante su reinado construyó cientos de obras públicas - baños, puentes, sanatorios, mezquitas, colegios, sanatorios, mercados techados y acueductos, pero, sobre todo, la gloria de Estambul: la soberbia mezquita de Solimán. Sin embargo, Solimán se distinguió como un conquistador, un general que llevaba personalmente sus ejércitos a su única meta, el triunfo. El Imperio de la Sublime Puerta era una máquina bélica; con la caballería otomana de los Balcanes y la artillería pesada, se embarcó por el Danubio - rumbo a Hungría -, y en la llanura de Mohács, derrotó a los húngaros. Este triunfo atemorizó a Europa. Al morir Solimán , su imperio iba desde la frontera austriaca hasta el Nilo y desde Bagdad a Túnez y Argelia. No obstante, Solimán, fue un guerrero que llevó a sus pueblos los beneficios de la paz - la llamada Pax Ottomanica -, que construyó puentes y caminos por los que circulaban las caravanas, desarrolló oficios y extendió el comercio; por último, implantó algunos servicios sociales, lo que permite decir que fue el primer Estado Benefactor. Además, pese al aumento de las poblaciones, hizo posible que judíos, musulmanes y cristianos, vivieran en paz. El poder y sus continuos éxitos, y también los años, habían transformado el carácter de Solimán y. como muchos gobernantes absolutos, sufrió los síntomas que acarrea el poder dogmático, y fue cayendo bajo el influjo de dos de sus esclavos, que él mismo había elevado al poder: Su amigo de juventud, Ibrahim, que ahora era su cuñado y que, durante trece años, se desempeñó como Gran Visir y Roxelana, una cautiva rusa con la había casado. En 1541, hubo un incendio en el viejo palacio y Topkapi se transformó en el centro del poder; ahí llevó Roxelana todo el harén y sus intrigas para separar a Ibrahim de Solimán, finalmente, dieron su fruto. Desde una campaña militar, en Persia, llegaron noticias de que el griego se comportaba como si fuera sultán; a su regreso de la campaña, ambos amigos, cenaron juntos, pero a la mañana siguiente Ibrahim amaneció ahorcado. El turno siguiente fue para Mustafá, el primogénito de Solimán, tenido en una esclava circasiana. Según la ley del fratricidio, si Mustafá ascendía al trono, los hijos de Roxelana, debían ser ejecutados. Durante otra campaña militar en Persia, Mustafá era tan popular que sus tropas lo aclamaban y pedían que los dirigiera él, y no el sultán. También este hecho llegó a palacio. Pese a sus años, Solimán se presentó ante esa facción del ejército y ordenó que su hijo fuera estrangulado con la cuerda de un arco. Entonces, dos de los hijos de Roxelana entablaron un guerra civil resultando derrotado el mayor, que huyó, pero al que alcanzó la larga mano de Solimán, y fue ejecutado. Selim, el borracho, conquistó Chipre - se dijo - para apoderarse de sus vinos para sus fiestas, pero la cristiandad unida se le enfrentó y derrotó a la escuadra otomana en Lepanto - batalla en la que don Miguel de Cervantes y Saavedra, perdió un brazo -. Era el año 1571.
A sus 72 años, en 1566, Solimán encabeza un poderoso ejército hacia el Danubio, pero la marcha le resulta penosa y, además, debido a que un conde húngaro ha asesinado a uno de sus gobernadores, desvió la incursión hacia Szigervár, donde se había refugiado el rebelde, al mando a 2.500 soldados. Fue vencido por los otomanos. El conde se sometió y vestido de gala encabezó a los suyos para formalizar su rendición, pero el Sultán de Sultanes no pudo enterarse de su última victoria: en la noche anterior había. muerto. Nadie debía saberlo antes que Selim, que se encuentra en Anatolia. Tres semanas dura el viaje de regreso antes de recibir la honras fúnebres en la Mezquita de Solimán, el Magnífico. Nunca su Sagrado Imperio conocería un caudillo que llevó al poder otomano a su edad de oro.
Exelente
ResponderEliminarSolimán no accedió al trono a los 46 años de edad, fue a los 26. 46 es el número de años que duró su sultanato. Tal vez deberías esclarecer que quien tomó Constantinopla fue Mehmet II El conquistador, bisabuelo de Solimán.
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