Pablo no sabía que hacía en aquel lugar. Era un restaurante de lujo recién inaugurado por el alcalde de turno en un pueblo alejado de la mano de Dios, pero eso no daba lugar a la escasez de hombres ricachones que paseaban en sus coches de último modelo y señoras disfrazadas con abrigos de pieles de animales que, desgraciadamente, formaban parte de un cortejo fúnebre mezclado con la pompa de la aristocracia.
Pidió el Menú: Ostras de Galicia, caviar, Faisán trufado, vinos de los mejores sitios de Francia y España, pescados recién sacados del mar, carnes de todo tipo de ganado ricamente engordado para la ocasión y postres que combinaban lo tradicional con las nuevas tendencias de Ferrán Adriá y otros cocineros.
Se acercó el camarero:
- ¿El señor tomará champán?
Pablo se levantó, cogió su chaqueta y soltó:
- Me largo. A mí lo que me gusta es la comida china.
No hay comentarios:
Publicar un comentario