sábado, 26 de junio de 2021

EL ACORAZADO POTEMKIN

Hoy es el aniversario del motín de los marineros del acorazado Potemkin. Denunciaban los crímenes de Estado y exigían el fin de la guerra.

La brutal represión del Domingo Sangriento, que dejó un saldo de cientos de muertos y heridos, fue la chispa que encendió un reguero de huelgas y motines abanderados por los soviets (organizaciones o consejos obreros que operaban en fábricas y ciudades). El ejército también se implicó en varios actos de protesta, como la sublevación protagonizada por los marineros del acorazado Potemkin.

Extenuados tras la guerra japonesa y hartos ya de soportar las pésimas condiciones de vida a bordo del barco, el 14 de junio, durante unas maniobras cerca de la isla de Tendra en el mar Negro, los marineros del Potemkin se amotinaron por el pésimo estado del rancho y tras matar a los oficiales se dirigieron al cercano puerto de Odessa para apoyar a los insurgentes que desde hacía días se estaban enfrentando a los cosacos y las tropas del zar. Cuando llegaron a puerto, el Potemkin se sumó a la lucha y llegó a disparar contra algunos edificios del gobierno, pero la flota del Mar Negro había recibido la orden de zarpar desde Sebastopol con órdenes de hundir el insurrecto buque y el Potemkin salió huyendo hacia Rumanía. El gobierno de Bucarest los acogió de mal talante y devolvió el buque a la marina rusa. Algunos de los amotinados volvieron a Rusia (donde se les juzgó con severidad) y el resto se desperdigó por Europa.





La revolución de 1905

El estallido revolucionario de 1905 sirvió de precedente y referente al de 1917. Fue fruto del malestar que provocó la crisis económica que azotaba Rusia (crisis de subsistencias, desempleo), y del descontento causado por la derrota militar frente a Japón.

El hecho que desencadenó el proceso revolucionario ocurrió el 9 de enero de 1905, cuando una muchedumbre (200.000 personas), desarmada, compuesta por obreros, campesinos, mujeres y niños, dirigida por el pope (sacerdote) Gapón, posible confidente de la policía y colaborador del régimen, se encaminó hacia el Palacio de Invierno, residencia del Zar en San Petersburgo.

Pretendía hacerle llegar una serie de peticiones: convocatoria de una asamblea constituyente, mejoras salariales, jornada de ocho horas, libertad de sindicación, etc.

Por respuesta obtuvieron una violenta represión que se saldó con más de mil manifestantes muertos. Este acontecimiento ha pasado a la historia con el nombre de "Domingo Sangriento".

La reacción de los habitantes de San Petersburgo se materializó en una oleada de protestas, acompañada de la paralización del sistema productivo como consecuencia de las huelgas y motines. En San Petersburgo y Moscú surgieron las primeras asociaciones de obreros y campesinos, los "soviets" (comités de obreros).

El acorazado Potemkin

En junio de 1905 la marinería del acorazado Potemkin, anclado en el puerto de Odessa (Mar Negro), se sublevó contra sus oficiales, iniciativa que se extendió a otras unidades de la marina y del ejército.

El Potemkin fue un acorazado (buque de guerra de gran tonelaje) de la Flota rusa del Mar Negro. El buque se hizo también famoso por la sublevación de su tripulación contra sus opresivos oficiales, el 27 de junio de 1905. Este hecho fue visto posteriormente como un paso inicial hacia la revolución rusa de 1917, y se convirtió en la base histórica para la película muda de Sergei Eisenstein "El acorazado Potemkin". La chispa que hizo estallar el motín fue iniciada por el infante de marina Ippolit Giliarovsky, quien amenazó con tomar represalias contra varios miembros de la tripulación que se negaban a comer la carne, en la que se habían descubierto gusanos, tras ser embarcada desde la torpedera N267, que actuaba como buque de enlace y correo. Al parecer Giliarovsky reunió a dichos marineros en una zona en cuyo suelo se había extendido una lona impermeable, y donde esperaban infantes de marina armados. Los marineros asumieron que iba a celebrarse una ejecución en grupo, y se abalanzaron sobre los infantes desencadenando así el conflicto armado entre de oficiales y marinos de guerra. De un total de 800 hombres a bordo, sólo sobrevivieron 31.

La chispa que hizo estallar el motín fue iniciada por el segundo de a bordo, Ippolit Giliarovsky, quien amenazó con tomar represalias contra varios miembros de la tripulación que se negaban a comer borsch, una sopa de remolacha que elaboraban con carne parcialmente podrida e infestada de larvas de mosca. La carne había sido traída por el buque torpedero "Ismaíl", que actuaba como buque de enlace y correo. Al parecer Guiliarovsky reunió a dichos marineros frente al alcázar en una zona donde esperaban infantes de marina armados. Los marineros asumieron que iba a celebrarse una ejecución en grupo y se abalanzaron sobre los infantes. Guiliarovsky fue asesinado después de que hiriera mortalmente a Grigori Vakulinchuk, uno de los líderes de los amotinados. Los marineros asesinaron a siete de los dieciocho oficiales del buque, entre ellos al capitán Yevgueni Gólikov. Luego organizaron un comité compuesto por veinticinco marineros y liderado por Afanasi Nikolayevich Matushenko para que dirigiera la nave.

El comité decidió navegar a Odesa ondeando una bandera roja, a cuyo puerto arribaron a las 22:00 horas de ese mismo día. En la ciudad se había declarado una huelga general y se estaban produciendo algunos disturbios mientras la policía trataba de calmar a los manifestantes. Al día siguiente los amotinados del Potemkin rechazaron desembarcar marineros armados para ayudar a los huelguistas a hacerse con el control de la ciudad, pues preferían esperar la llegada de otros acorazados de la Flota del Mar Negro. Más tarde ese mismo día capturaron un transporte militar que había llegado a la ciudad. Las revueltas en Odesa continuaron y gran parte del puerto de la ciudad fue arrasado por el fuego. En la tarde del 29 de junio el entierro de Grigori Vakulinchuk se convirtió en una manifestación política en toda regla y el ejército trató de emboscar a los marineros que asistían al funeral. En represalia por ello el acorazado disparó dos proyectiles de 152 mm contra un teatro en el que se iba a celebrar una reunión de militares zaristas de alto nivel, pero ninguno hizo blanco.

Los amotinados del Potemkin tomaron al final del día 30 de junio la decisión de navegar al puerto rumano de Constanza, Rumanía, para aprovisionarse de comida, agua y carbón. Los rumanos se negaron a facilitar los suministros y el comité del acorazado ruso decidió navegar al puerto de Feodosia, en Crimea, donde esperaban conseguir lo que necesitaban. El Potemkin fondeó allí el 5 de julio pero el gobernador de la ciudad tan solo aceptó darles comida. A la mañana siguiente los amotinados trataron de robar varias barcazas de carbón, pero fueron emboscados por la guarnición del puerto, que mató veintidós de los treinta marineros implicados en el robo. El comité del Potemkin tomó esa tarde la decisión de regresar a Constanza.

El Potemkin alcanzó su destino a las 23:00 horas del 7 de julio y los rumanos aceptaron darles asilo si deponían las armas y rendían el acorazado. Antes de desembarcar, Matushenko ordenó abrir las válvulas Kingston del Potemkin para hundirlo en el puerto.

Tras hundir al Potemkin Afanasi Matushenko vivió en el exilio en Rumania, Suiza, Estados Unidos y Francia. El 28 de junio de 1907, Afanasy Matyushenko con un pasaporte a nombre de Fedorchenko volvió a Rusia, desembarcando en Odessa. El 3 de julio de 1907 Matyushenko fue arrestado en Nikolaev, Ucrania, en una investigación por robo. Fue identificado en la prisión de Odessa, donde fue identificado por uno de los presos. Se decidió juzgar al ex líder del levantamiento de Potemkin por un tribunal militar en Sebastopol.

El juicio fue breve y la sentencia la pena de muerte. Los abogados estaban indignados ya que el Manifiesto del 17 de octubre del Zar Nicolás II abolió claramente las condenas a muerte en casos cometidos antes del 17 de octubre, incluido el levantamiento de Potemkin. Al amanecer del 20 de octubre de 1907, la sentencia se llevó a cabo en el patio de la prisión de Sebastopol.

Ante este aluvión de protestas el zar se vio obligado a transigir e hizo algunas concesiones, que se recogieron en un Manifiesto Imperial emitido en octubre de 1905.

El acorazado Potemkin fue reflotado con facilidad, pero el agua salada había dañado sus máquinas y calderas. Fue remolcado a Sebastopol, a donde llegó el 14 de julio.​ El 12 de octubre de 1905 el acorazado fue renombrado "Panteleimón" en honor a San Pantaleón. Antes de su retirada del servicio recibió los nombres de "Potemkin-Tavrícheski" (13 de abril de 1917) y "Boréts za svoboduel" (Luchador por la Libertad) el 11 de mayo de 1917.

El acorazado fue puesto en la reserva en marzo de 1918 pero los alemanes lo capturaron en Sebastopol en mayo del mismo año. Fue entregado a los Aliados en diciembre de 1918 tras la firma del armisticio alemán. Los británicos destruyeron sus máquinas el 19 de abril de 1919 cuando abandonaron Crimea para evitar que los bolcheviques lo usaran contra los rusos blancos. Durante la Guerra Civil Rusa (1917-23) el buque estuvo en manos de ambos bandos, pero fue abandonado por los "blancos" cuando se retiraron de Crimea en noviembre de 1920. El "Boréts za svobodu" fue desguazado a comienzos de 1923, aunque no desapareció de la lista de buques de la armada rusa hasta el 21 de noviembre de 1925.

En 1955 se le cambió el nombre de la Escalera Primorsky por el de Escalera Potemkin en honor al 50º aniversario de la sublevación del acorazado Potemkin.

 

El legado de la revolución de 1905

El gobierno ruso se vio impotente para frenar la oleada de protestas, por lo que el zar Nicolás II decidió ceder en algunas cuestiones introduciendo una serie de reformas, contenidas en el conocido como Manifiesto de Octubre. Aceptó conceder algunas libertades políticas, una ley electoral, que se crease una asamblea más o menos representativa, la Duma, aunque con poderes legislativos muy limitados, ya que el zar podía vetar sus leyes, y una serie de medidas laborales y sociales como el reconocimiento de los derechos sindicales o la jornada laboral de diez horas. También aceleró la paz con Japón. Pero eran medidas muy tímidas en relación con la situación explosiva que se comenzaba a vivir en Rusia. Los soviets siguieron actuando, destacando el de San Petersburgo. Los soviets propiciaron en noviembre la sublevación de los marineros de la base naval de Kronstadt. También el campo continuó revuelto.
El zar declaró la ley marcial y puso en marcha el aparato del estado para reprimir a la oposición. En el campo se destacaron en esta tarea las denominadas Centurias Negras. Se encarceló a los miembros del soviet de San Petersburgo. Muchos líderes de la oposición fueron deportados a Siberia, mientras que otros huyeron a Europa occidental.

La respuesta del zar -el Manifiesto de octubre- consistió en anunciar una reforma política y la creación de una asamblea representativa, la Duma. También se realizaron algunas mejoras en las condiciones de vida y laborales de obreros y campesinos.

La revolución de 1905 sirvió de enseñanza para la de 1917. Sirvió para depurar y esclarecer la estrategia del movimiento obrero y en concreto de los bolcheviques. La figura del zar salió deteriorara de 1905. En la mentalidad popular comenzó a derrumbarse un mito: el padrecito zar que velaba por la prosperidad de los súbditos, aunque aveces estuviera engañando por el mal gobierno.


Eisensentein y el cine

Un 22 de enero de 1898 nacía en Riga Sergei Eisenstein, el director ruso que cambió la forma de entender el cine. El artista firmó obras maestras del cine 'El acorazado Potemkin', 'Octubre' y 'La huelga', todas ellas con un montaje que no se había visto nunca hasta la fecha.

En el Ejército Rojo entró en contacto con el teatro al trabajar como responsable de decorados y como director e intérprete de pequeños espectáculos para la tropa. Su experiencia como director de escena del Teatro Obrero (1920) lo impulsó a estudiar dirección teatral en la escuela estatal, donde desarrolló una personal concepción del arte dramático basada en la yuxtaposición de imágenes de fuerte contenido emocional.

Su primer contacto con el cine fue el rodaje de un pequeño cortometraje incluido en el montaje de la obra teatral El sabio que llevaba por título El diario de Glomov. Empezó a interesarse activamente por el nuevo medio artístico y rodó el largometraje La huelga (1924), con una famosa secuencia en que utilizó la imagen de ganado sacrificado en el matadero intercalada con otra de trabajadores fusilados por soldados zaristas.

La película se estrenó el 21 de diciembre de 1925 en el Teatro Bolshói. Según el testimonio del propio director, el montaje se terminó momentos antes de la proyección del filme y el último rollo lo empalmó con su propia saliva.

El acorazado Potemkin (Bronenósets Potyomkin, 1925) no es solamente la película más importante de Eisenstein (era su segundo largometraje) y la más representativa de todo el cine revolucionario soviético sino que se erige como una de las más notables e influyentes del periodo silente y, en opinión de numerosos historiadores, la mejor. Por supuesto es uno de los filmes más analizados y comentados de la historia.

Nació como uno de los ocho episodios de un proyecto sobre la fallida revolución de 1905 pero ya en Odessa el director letón reescribió casi totalmente el guion, que se separó bastante del inicial, más fiel a los acontecimientos históricos y centrado en este episodio. El rodaje duró poco más de una semana y durante el mismo Eisenstein y su operador Eduard Tissé experimentaron con objetivos, focos, plataformas para mover las cámaras, planos desenfocados... La película tuvo un gran éxito en el extranjero, siendo prohibida en algunos países acusada de revolucionaria.

El desarrollo de este episodio revolucionario es, en realidad, una metáfora de la Revolución Rusa con la representación de las clases que sostienen el zarismo en el barco (los militares aristocráticos y los oportunistas, el clero, los intelectuales que se pliegan al poder como el médico, los indiferentes y los cobardes) y los grupos revolucionarios (el pueblo movilizado como marineros) y sus aliados (la pequeña burguesía en el puerto, las mujeres, los oprimidos...).

Sergei Eisenstein

viernes, 11 de junio de 2021

LÁPIDAS INVISIBLES

La primavera hizo su aparición. Las flores florecieron lentamente tras las nieves del invierno dando nueva vida y esperanza a la tierra que renacía como cada año. La vida siempre volvía después de la muerte, era un ciclo eterno que nunca se rompía. El campo retoma su color verde anunciando una nueva estación y, con ella, nueva vida y nuevos brotes de esperanza que dan calor a la tierra y los corazones. 

Un camino polvoriento recibía a los visitantes rodeado de un castañar, con ejemplares secos y con sus frutos esparcidos por el suelo. Las hojas creaban un tupido manto marrón y verde que animaba a pasear durante largas horas por su caminos y veredas, dejando pasar el tiempo y disfrutando de ese momento. 

Un grupo de personas paseaban admirando el paisaje. Un observador despistado podía haberlos confundido con viajantes o turistas que aprovechan el buen tiempo para salir de su rutina y disfrutar de la naturaleza. Pero nada más lejos de la realidad. 

La tierra y los paisaje siempre ocultan historias, historia pasadas y silenciadas por el tiempo y por aquellos que sufrieron.  Pero nunca del todo olvidadas.

....

El pequeño grupo de personas se arremolinaba dentro del camión. Hacía bastante frío y el viento contribuía a crear una sensación gélida cuando soplaba. La humedad tampoco ayudaba y, aliada con el frío, traspasaba la carne y los músculos haciendo tiritar a los hombres que estaban dentro del camión. Las mantas y las ropas no servían para nada, ya húmedas y gastadas, se convertían en inesperados aliados de un tiempo gélido y lluvioso.

Frotándose las manos, o apurando un cigarro, el pequeño grupo intentaba entrar en calor como podía. Pero el frío no era tan importante: era una molestia pasajera, algo molesto pero nada grave. Sabían cómo iba a acabar el día  y el frío no era su mayor preocupación. 

En eso pensaba Manuel mientras observaba el paisaje, consciente de que sería la última vez que lo vería. Los pequeños momentos siempre son los mejores, aquellos que quedan guardados en nuestra memoria y que nos retraen a mejores épocas y a situaciones felices.  Momentos que siempre volvía, paradójicamente, en los peores momentos.

Su familia recibiría su última carta ese mismo día, misiva que auguraba su final, final que ambos sabían y asumían sin miedo ni vergüenza. Sus últimas palabras serían leídas en silencio y en voz baja, sin que los vecinos y viandantes se percataran. El miedo, el dolor, y la rabia imperaban con un silencio incómodo en los pueblos y ciudades, mientras sus víctimas bajaban la cabeza e intentaban no cruzase con las iradas acusatorias de aquellos que ganaron o que por miedo señalaban a los vencidos y los perdedores. El mensaje, escueto pero firme, sería leído en secreto y guardado en un cajón esperando tiempos mejores, pero sin caer en el olvido, latiendo fuertemente en la memoria.

(Dedicado a los que lucharon por la libertad)

NO ME ARREPIENTO DE MI LUCHA

Aquí yazco en una cuneta por mi lucha, por conservar una democracia por defender a mi pueblo a mi familia... A la gente que quiero. No me arrepiento de haber dejado la vida. Es mi legado. 

Nunca el fascismo entendió nuestro mensaje. De no pasarán. No pasaron por encima de nuestro corazón y alma ni por encima de nuestras creencias de libertad. No pudieron acabar con la esencia del pensamiento. 

Sigo aquí para que el mundo vea y juzgue la vergüenza de unos cobardes que quisieron aniquilar al ser humano y su libertad. No sufráis compañeros y compañeras. Por nosotros. Siempre estaremos en vuestros corazones y en la lucha. 

Siempre caminando a vuestro lado. Si algún día mis restos vuelven a mi tierra a mi gente. Gritad.... LIBERTAD.

El martillo impacta la aguja del fusil mientras la explosión de la pólvora empuja con fuerza los proyectiles, balas de infame jauría que, con un objetivo directo, arrojadas fuera de los cañones pasean seguras y firmes durante su trayecto, hiriendo de muerte al viento. Los proyectiles impactaron en  la carne, sacando sus colmillos de acero, desgarrando el cuero, hiriendo los huesos, sedienta de sangre y hambrienta de carne. Muerden los tejidos con rabia y arrancan el pecho a las arterias para causar hemorragia, disfrutando mientras observan impasable cómo los últimos alientos se diluyen con el viento, desapareciendo mientras el silencio vuelve a ocupar su espacio, roto por ese momento puntual.

Y todo quedó en silencio. Los cuerpos se desplomaron sin vida, y no notaron el impacto del tiro de gracia del sargento mientras un grupo de soldados se afanaba en cavar una gran fosa. Se podía ver en sus rostros el cansancio y el esfuerzo al sacar la tierra. Tenían prisa y no querían perder mucho tiempo.
...

Una pequeña fuente blanca recibía a todos los viandantes. El agua fluía sin interrupción desde su hallazgo y, seguramente fluiría mucho más tiempo. Civilizaciones y asentamientos se crearon alrededor de esta pequeña fuente, que había permanecido impasible con el paso del tiempo, alimentando pueblos y leyendas. 

El agua es sinónimo de vida y de esperanza. Siempre que fluya la vida surgirá a su alrededor y aliviará la sed de viajeros y visitantes. Y al igual que necesitamos agua y alimentos para vivir, la memoria nos ayuda a marcar nuestra camino. El olvido y la amnesia siempre son enemigos y peligroso, nos impiden aprender y nos precipitan a caer en los mismos errores.

El agua alimenta a la tierra, tierra que guarda tesoros y vida. Vidas violentas y olvidadas por el tiempo, pero no por aquellos que sufrieron. Tierra donde están enterradas la dignidad y los restos de épocas pasadas, olvidadas por la mayoría, pero nunca por aquellos que sufrieron y fueron perseguidos. nada ni nadie muere mientras haya alguien que siga recordándote.

La excavación iba lenta. La labor de retirar la tierra era bastante compleja, pues no podían permitirse dañar los tesoros que albergaba bajo ella. Los rostros atentos de los testigos y curiosos miraban impasibles la labor de los forenses y de los voluntarios. Las lágrimas secas ya después de tanto tiempo volvieron a fluir por los rostros marcados por el dolor, la pena y la rabia acumulada después de tanto tiempo. 

Después de tanto tiempo y silencio forzoso, volvían a encontrarse con aquellos que perdieron hace ya tanto tiempo. Aquellos que fueron silenciados y perseguidos, pero nunca olvidados  Heridas nunca cerradas que deforman los rostros y recuerdan historias de un pasado demasiado cercano.