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viernes, 28 de marzo de 2014

NO PASARÁN. LA BATALLA DE MADRID

Hoy finalizó la Batalla por Madrid. 

La capital de la República resistió 870 días sitiada (2 años y medio!) soportando bombardeos indiscriminados y ausencia de víveres, hasta que finalmente cayó en 1939, ante las tropas del golpista general Francisco Franco y sus aliados alemanes e italianos.

En 1937, en plena contienda, Madrid se defendía del paso de los nacionales y en las calles de la ciudad se colgaban pancartas con frases de conocidas figuras, como Dolores Ibárruri y su "No pasarán", que vociferó a través de las ondas de la radio.

Para la historia, el cartel desplegado en el castizo arco de la calle Toledo de la Plaza Mayor, con una frase que ya es un icono para cualquier resistencia antifascista a nivel mundial.

Un 28 de marzo, en 1939, las tropas del general Francisco Franco entraron en Madrid después de dos años y medio de asedio de la ciudad. La caída de la capital tuvo lugar justo cuatro días antes de la derrota definitiva del bando republicano en la Guerra Civil. Durante el conflicto, Madrid estuvo situada en pleno frente de guerra, por lo que la ciudad sufrió a una destrucción muy severa, sobre todo en los barrios situados en la zona más occidental.

Un poco de historia

Madrid el día 6 de noviembre era una ciudad desahuciada. las tropas de franco habían llegado a Carabanchel alto y campamento. ante el inminente peligro; el gobierno republicano se trasladó a Valencia dejando al general Miaja como encargado de la constitución de una junta de defensa, ordenándole que resistiera hasta conseguir una concentración de fuerzas en el valle del Jarama que cortase las comunicaciones y aislase a las vanguardias del ejército franquista. durante la madrugada del día 7 de Noviembre, el general Miaja y Vicente Rojo, a quién había nombrado jefe del Estado mayor de la Defensa, inician una vertiginosa carrera para la localización de los recursos humanos y materiales existentes y la organización de la defensa.

La ciudad vive una intensa actividad propagandística por parte de partidos y sindicatos, que propugnan la resistencia de la ciudad. En la madrugada del día 7 el general Miaja y Vicente Rojo posicionan las tropas y dictan las primeras órdenes para defender la ciudad. Rojo supone que el ataque principal será por el sector comprendido entre los puentes de Segovia y Toledo: Las Brigadas Mixtas recién creadas, consideradas como fuerza de choque, serían colocadas en los lugares más sensibles.

En la zona de Usera se destruye una tanqueta de las tropas franquistas y al examinar el interior, entre las ropas de un oficial muerto, se encuentran unos documentos que son considerados de gran importancia por el teniente coronel Manuel Trucharte: era un copia de las órdenes de Varela para el ataque a Madrid.

Fijadas las cualidades de las fuerzas que iban a atacar la plaza y las posibilidades de todo tipo que en ellas concurrían, sólo nos resta sintetizar su orden de batalla, que era el siguiente:
Jefe: General don José Varela.
Tropas de primer escalón:
  • Ala izquierda: Columna 1. Tte. Coronel Asensio (la misión de la esta columna sería ocupar los edificios comprendidos por el Paseo de Moret, paseo de Rosales, calle del Marqués de Urquijo y calle de la Princesa para la base de partida del ataque a Madrid entrando por la Casa de Campo y el parque del Oeste ocupando la Cárcel Modelo y el cuartel de don Juan)
  • Columna 4. Tte. Coronel Castejón 
  • Columna 3. Tte. Coronel Barrón ( la misión de esta columna sería ocupar las calles de Marques de Urquijo, paseo de Rosales, Calle Ferraz, plaza de España y calle princesa trasladándose al aeródromo de Cuatro vientos, entrando por la Casa de Campo)
  • Ala derecha: Columna 2. Tte. Coronel Delgado Columna 5. Tte. Coronel Tella
Estas cinco columnas ofrecían una composición similar, a base de tres unidades de choque cada una (fuerzas moras o del Tercio), una batería de 75 o 105 y una compañía de Zapadores. Estaban a las órdenes del coronel Yagüe, jefe del Tercio de Extranjeros.

Tropas de segundo escalón:
  • Columna 6. Comandante Alonso.
  • Columna 7. Teniente coronel Bartomeu.
Tenían igual composición que las columnas de primer escalón.

Tropas de tercer escalón:

De composición más variada y con mayor dotación de Artillería y de unidades de base política: Falange y Requeté. Sus unidades se hallaban dislocadas en forma dispersa, cubriendo puntos sensibles de la retaguardia y en las líneas del Jarama y del Tajo. Con ellas se formarían dos nuevas columnas, las 8 y 9.

Tropas no encuadradas en las Columnas:
  • Columna de Caballería. Teniente coronel Monasterio. Disponía de escuadrones de
  • sables, 2 de armas de acompañamiento y una batería.
  • 2 Tabores de Regulares.
  • 16 Baterías de artillería 65, 105 y 155.
  • Compañías de carros de combate (1 de ligeros y 2 de pesados).
  • 2 Compañías de Zapadores.
  • Varias baterías de morteros de 81, ametralladoras antiaéreas, Mehaznias,
  • compañías de marinería y fuerza de la GC. Aviación de caza y bombardeo
  • (efectivos desconocidos).
  • Servicios diversos.
Podrían concurrir a la maniobra, además de las fuerzas citadas, las unidades que se estaban organizando en Toledo y Talavera y reservas o unidades encuadradas en el frente de la serranía.

Las columnas del norte y el oeste, fueron detenidas en Somosierra y el Puerto del León por las milicias y las pocas unidades militares fieles. Por el suroeste el rápido y sangriento avance a través de Extremadura y el valle del Tajo, podía haber llegado a las puertas de Madrid a finales del verano de 1936, pero Franco decidió desviarse hacia Toledo en una acción propagandística de “liberar” el Alcázar asediado. 

Las columnas de Varela y Yagüe llegaron a los pueblos más próximos a la capital y al extrarradio (Villaverde, Carabanchel, Cerro de los Ángeles…) Y ahí es cuando el Gobierno de Largo Caballero se marcha de Madrid, porque no creían que la ciudad pudiese aguantase la embestida.

La reacción popular bajo la consigna del “No pasarán”, que popularizó la dirigente comunista Dolores Ibárruri, organizó la resistencia con la ayuda de los pocos militares de carrera que eran fieles a la República, destacando Miaja y Rojo. Se producirá un alistamiento en masa de los obreros y jóvenes de los partidos y sindicatos, se constituye el 5º Regimiento en Francos Rodríguez... La única experiencia militar que unos pocos tenían era el asalto al Cuartel de la Montaña en los primeros días de la sublevación. La mayoría no sabían nada de guerra y tuvieron que hacerla a vida o muerte.

Del 7 al 23 de noviembre, fueron 16 días terribles los que duró la batalla de Madrid. Hubo muchos muertos en el frente de la casa de Campo, Usera, el Puente de los Franceses, Moncloa y la Ciudad Universitaria. También en los bombardeos sobre la población civil que inauguró el ejército franquista. Pero se produjo el milagro: Madrid resistió. Aquello sí que fue empoderamiento popular: las masas llegaron a hacer suya la razón de la esperanza.

La Quinta Columna

Así como al hacer la valoración de los medios propios juzgamos necesario decir algo del Estado Mayor y de la Junta de Defensa, ahora, en este análisis del factor adversario, nos sentimos obligados a considerar un elemento nuevo que aparece por vez primera en la historia militar, condicionando la situación de manera premeditada y organizada. Tal es la Quinta Columna.

En todas las guerras hubo quintas columnas; pero su incorporación al arte de combatir como factor integrante de la maniobra y de acción encuadrada en los planes es realmente una innovación que aporta a la belicología la Guerra de España. Forman la Quinta Columna los elementos que, encubiertos en el campo adversario, se mantienen positivamente organizados para participar de manera activa en la lucha, en condiciones de tiempo y espacio previstas, tan pronto como suene la hora de la decisión, tanto en las acciones que la preceden como en la rápida explotación del éxito, cuando éste se alcance.

Actúa esencialmente en el interior del campo enemigo y principalmente en su retaguardia, de tal modo que se desarticulen la organización, las posibilidades materiales de lucha y el manejo de los medios, se interfieran las comunicaciones, se desgaste o abata la moral, se reduzca la potencialidad y todo, en fin, quede desbaratado de una manera acorde con las tropas operantes para hacer más fácil, voluminosa, rápida y decisiva la derrota. Realmente es una columna operativa con fuerza y poder para actuar por la espalda sobre las tropas organizadas que mantienen noblemente la lucha en el frente.

No se trata de simples espías o saboteadores, de agentes desmoralizadores, ni de meros agitadores, sino de una malla fuertemente tejida, que se tiende sobre todas las actividades en las cuales se pueda restringir o anular la capacidad de acción, el poderío de las columnas combatientes o el de los comandos.

Esa Quinta Columna, que ya estaba montada en Madrid desde antes del comienzo de la guerra, según han revelado sus propios componentes, había fracasado al iniciarse el conflicto y durante los cuatro primeros meses de actividad bélica; pero ahora, cuando se trataba del asalto a Madrid, podía entrar en juego de manera decisiva, haciendo imposible que el Gobierno lograra lo que aún podía conseguir: la conservación de la capital.

Pues bien, en el caso de la defensa de Madrid, el peligro de la Quinta Columna resultaba patente, y no porque lo hubieran descubierto los defensores, sino porque el adversario lo había hecho público desde el comienzo de la guerra, a través de su prensa y propaganda; manifiesto y grave error, que provocó represalias sobre los sospechosos de pertenecer a ella.

En lo que se refiere a la batalla de Madrid, los indicios de que dicha columna estaba alerta se manifestaron el mismo atardecer del 6 de noviembre; pero su actividad quedó rápida y automáticamente cortada, por iniciativa de las tropas de Milicias que permanecían en los cuarteles de la capital. Después, durante la batalla, en razón del curso favorable que tuvo para los defensores, la actuación de la Quinta Columna careció de eficacia operativa, aunque supo mostrarse muy activa en algunos períodos, tratando de provocar la desmoralización y las deserciones entre los combatientes, así como desarrollando actividades informativas al servicio de las tropas atacantes.

De la existencia y presencia de la Quinta Columna tuvo el Comando de la Defensa información abundante y constante. Se reveló también a través de innumerables hechos de los que se hablará oportunamente, entre los que destacan el incidente de la Embajada de Finlandia y la explosión en la estación Diego de León del metropolitano.

Era notorio que potencialmente y aunque no estuvieran encasilladas, pertenecían a ellas muchas gentes de las derechas políticas y sociales residentes en Madrid; mas no por esto fueron objeto de represalias. Algunos fueron denunciados con fundamento, o por simples sospechas; los organismos de control los fichaban como «desafectos» y las fuerzas de orden público los vigilaban.

Otros permanecieron encarcelados durante la guerra o gran parte de ella sin más consecuencias; algunos, más hábiles, podían circular y actuar libremente con documentación que lograban a través de los amigos que ignoraban aquella circunstancia, o que aviesamente les facilitaban los propios quintacolumnistas incrustados en organismos militares y civiles, centros políticos de izquierdas, sindicatos, industrias, etc.; constituían una verdadera plaga que habría de salir a la superficie en los momentos de crisis.


Casa de Campo

El día 8 de noviembre se realizó un intenso bombardeo de la orilla izquierda del río Manzanares, entre el puente de san Fernando y el puente de la Princesa. La resistencia de los republicanos impiden a las columnas de Asensio y Barotomeu avanzar, aun así han tomado la mayoría de los puntos estratégicos del parque: Casa Quemada, el Cerro de Garabitas, Cerro de las Canteras y Cerro del Cementerio.

La Casa de Campo donde sufrió más fue en su patrimonio monumental, destruyéndose edificios tan emblemáticos como la Iglesia de la Torrecilla, la propia Torrecilla, la Casa de Labor, el Cementerio, la Casa de Vacas, el Cuartel de la Guardia Civil de Rodajos, las instalaciones del Hipódromo y Tiro Pichón y las casas en general que ocupaban los guardas y porteros que de alguna manera quedaron afectadas y después de la guerra reutilizaron el material que quedaba de ellas.

En el conocido como Vértice Paquillo, antes de pasar propiamente hoy a la Casa de Campo desde el Batán pues están en la zona de parque al otro lado de las vías del tren, encontramos los restos de dos bunkers. También veremos restos de edificaciones militares en las proximidades del puente de La Culebra. En el cerro Garabitas, en torno a la zona actualmente ocupada por la torre de vigilancia forestal, podemos apreciar lo que fueron líneas de trinchera:  Este cerro fue elegido por el bando nacional durante la Guerra Civil para bombardear Madrid entre los años 1936 al 1939.

Parque del Oeste

El Parque del Oeste cuenta con apenas cien años de historia, siendo uno de los más bellos y singulares de Madrid. Seguramente la mayoría de las personas que pasean por él desconozcan que durante la Guerra Civil el parque se convertiría en primera línea de frente de batalla, quedando dividido en dos zonas, estando las trincheras y las alambradas de ambos contendientes separadas en algunos lugares por escasos metros.

Este ahora plácido lugar sería escenario de intensos y sangrientos combates durante la Batalla de Madrid en noviembre de 1936, siendo uno de los lugares elegidos por las fuerzas del general Franco para realizar su ataque frontal sobre la capital. Por este parque habrían de subir alguna de las unidades que posteriormente tendrían que avanzar por las calles del barrio de Argüelles hacia el centro de la ciudad. La tenaz resistencia de los defensores de Madrid hizo fracasar este ataque, pero no impidió que los atacantes ocuparan diversas zonas del parque, donde permanecerían hasta el final de la contienda, registrándose durante ese largo periodo numerosos combates y golpes de mano que pretendían desalojar de sus posiciones al contario, o bien consolidar las propias. Tras tres semanas de lucha los asaltantes no conseguirían su objetivo, pero si conseguirían ocupar parte de la Ciudad Universitaria, así como del Parque del Oeste. Tras el intento fallido de asalto de noviembre del 36 el parque quedaría repartido entre ambos contendientes, continuando los combates y escaramuzas, con mayor o menor intensidad, durante prácticamente todo el transcurso de la guerra, lo que acabaría convirtiendo este apacible lugar en un auténtico campo lunar como atestiguan las imágenes tomadas tras la contienda. La gran mayoría de monumentos y otras construcciones, salvo puntuales excepciones, quedarían destruidos durante la guerra, y sus ruinas serían demolidas tras la contienda. Curiosamente algún monumento sobreviviría a la guerra, pero no así al nuevo régimen que ordenaría destruirlo. El parque sería nuevamente replantado, y nuevos monumentos ocuparían el lugar de los desaparecidos.

Fortines en el parque del Oeste


Ciudad Universitaria

Las tropas insurgentes llegaron a los barrios del sur de Madrid en noviembre y desde entonces comenzó el asedio de la capital que duró hasta el final de la guerra y que situó su frente estable en la Ciudad Universitaria.

La lucha se concentró primero en la Casa de Campo, luego en la Universitaria y contó con la llegada a la Facultad de Filosofía y Letras de la XI Brigada Internacional, al mando de Kléber, que preparó allí su cuartel general. Los enfrentamientos fueron cada vez más potentes y las tropas moras llegaron a la Escuela de Arquitectura. Poco a poco se consolidó esa posición que permitió a los atacantes avanzar hacia el Asilo de Santa Cristina, la Casa de Velázquez y la Escuela de Agrónomos. Desde allí, alcanzaron el Clínico.  La previsión era inaugurar el Hospital Clínico en el mes de octubre de 1936, coincidiendo con el primer centenario del traslado de la Universidad Complutense de Alcalá a Madrid.

En abril de 1936 el Clínico estaba prácticamente concluido, pero el estallido de la Guerra Civil convirtió el edificio en un frente de guerra en el mes de septiembre, cuando los dos bandos se enfrentaron en el límite noroeste de Madrid.  La batalla duró desde el 15 hasta el 23 de noviembre de 1936, tras varios intentos fallidos de cruzar el Manzanares. Los edificios del campus se disputaron entre ambos bandos causando numerosos desperfectos en las facultades y en sus bibliotecas. El Hospital Clínico San Carlos quedó prácticamente destruido por la crueldad de la batalla, los soldados iban matando planta por planta y habitación por habitación, lo que propició muchísimas bajas.

El día 17 de noviembre se produjo el segundo momento decisivo del avance de las tropas atacantes. A primera hora de la mañana la aviación atacante castiga la zona de paseo de Rosales, Moret y las dos orillas del Manzanares. La columna de Asensio, desde la Escuela de Agrónomos, tomó el Asilo de Santa Cristina y atacó por primera vez el Hospital Clínico, edificio en cuyo interior se luchó de forma encarnizada.

El 16 de noviembre, y después de tomar la Casa de Velázquez, la columna del general nacional Asensio Cabanillas toma la Escuela de Ingenieros Agrónomos, y posteriormente se adentra en la Facultad de Filosofía y Letras, importante punto de control por poseer una de las más grandes bibliotecas de España en aquel tiempo. Sin embargo, la XI Brigada Internacional no iba a permitir esto, y combatió a los sublevados en el interior del edificio. Los libros fueron absolutos protagonistas en esta fase de la batalla, pues muchas estanterías fueron utilizadas como parapetos, pudiéndose ver hoy en día las marcas de balas en algunos ejemplares. Desatada a lo largo de las cinco plantas de la Facultad, la batalla por la conquista de este punto de control se saldó con una victoria republicana, quedando instaurado el cuartel general de la XI Brigada. Los nacionales, al mando de Asensio, no se rindieron, y alargaron la batalla en el edificio durante varios días más. Las aspilleras, hechas con libros, fueron un factor bélico determinante para la defensa de este sector por parte del bando republicano. La guerra continuaría por otras Facultades, siendo Filosofía un fuerte punto de resistencia para los gubernamentales.

Con los bombardeos de las últimas fases del conflicto, el Ejército Popular de la República, además de Emilio Kléber y su XI Brigada Internacional, resistieron atrincherados antes del derrumbamiento total de los frentes, en marzo-abril de 1939. Moncloa, y las Facultades de Medicina y Filosofía, fueron los últimos reductos del ejército republicano, antes de verse superados por el empuje de los sublevados.

Tras la Guerra Civil, el 40% de la estructura del edificio fue destruida, conservándose el salón de actos y los módulos aledaños. Así, se pudo proceder a la reconstrucción de la Facultad de Filosofía y Letras. 
Trincheras republicanas en Ciudad Universitaria (1937) 


Tetuán

Tetuán, barrio obrero de Madrid, de traperos, comerciantes; cobijo de aquellos que partieron a la Guerra de África en 1860, del que hace honor su nombre, aunque no llegara a hacerlo su deseada entrada a la capital. De los que lucharon por España en la Guerra Civil (1936-1939), aquellos que ponían la mano en el fuego y se quemaban, pero aguantaban, hacinados en 30 metros cuadrados. Y mismo cobijo para los que vienen, ahora, con propósito de echar raíces. Barrio de culturas.

El cine pasó a ser también sede para la celebración de mítines políticos de cualquier signo, lo que de vez en cuando originaba alguna trifulca en las inmediaciones. Por el Europa pasarían intelectuales como Unamuno, pero sobre todo políticos, como La Pasionaria, Santiago Carrillo, Francisco Largo Caballero o José Antonio Primo de Rivera, que expusieron desde aquel escenario encendidos discursos, que dan cuenta del convulso momento que vivía la República.

Especialmente significativo fue para la Falange, ya que fue éste el escenario de un importante discurso de su líder el 2 de febrero de 1936. Aquel fue el día en que se cantó por primera vez el “Cara al sol”, ante un aforo “completamente lleno” en un acto que se simultaneó con otro en el Cine Padilla, donde comenzó el propio José Antonio, antes de trasladarse a Bravo Murillo: “Si después del escrutinio trataran los enemigos de España de asaltar el poder, Falange, sin fanfarronadas pero sin desmayo, estaría en su puesto, como ayer, como siempre”, clamó desde las tablas.

Poco antes, en 1934, el socialista Francisco Largo Caballero ya había hecho en el Europa un llamamiento a la revolución, y meses antes del inicio de la contienda volvió a insistir sobre el mismo escenario: “La transformación del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas (…) estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia”.

Al comienzo de la Guerra Civil, el Cine Europa fue inmediatamente incautado por milicianos anarquistas, y convertido en Ateneo Libertario de Tetuán y cuartel de las milicias confederales. En sus sótanos se instaló una de las checas más temidas de la capital, organizada para controlar la represión contra los sublevados, y a su mando se colocó el pistolero anarquista Felipe Emilio Sandoval Cabrerizo, “el doctor Muñiz”, a quien se atribuye la matanza de la Cárcel Modelo. Curiosamente, uno de los últimos asesinatos de Sandoval fue el del bibliotecario de Chamberí y afiliado a la CNT, Florián Ruiz Egea, acusado de quintacolumnista. En la actualidad, Ruiz Egea da nombre a la Biblioteca Pública ubicada en Raimundo Fernández Villaverde.

Cine Europa


Después del asalto y la toma del Cuartel de la Montaña, en los días siguientes al 18 de julio de 1936, los integrantes de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC) de Cuatro Caminos requisan el Convento y Colegio Salesiano de la calle Francos Rodríguez nº 5, del que habían huido los religiosos salesianos temerosos por sus vidas, ante las iras de las milicias populares en respuesta al alzamiento militar contra la República. Tras esta requisa las Milicias se instalan en el mismo, tomando el nombre de Quinto Regimiento.

Aquella tarde Tetuán fue víctima de la aviación fascista. Parte de esta memoria visual se conservó en el conocido como "el archivo rojo" (en referencia al general Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa y principal artífice de la defensa de Madrid). Se trata de un conjunto de más de 3.000 fotografías creado por la Junta de Defensa de Madrid con el fin de denunciar los desastres de la Guerra Civil.

En la mañana del miércoles 16 de diciembre de 1936, 31 bombarderos y 25 cazas nacionales fueron avistados en el norte de Madrid. Volaban más bajo que de costumbre.

Los madrileños no tardaron en identificar a parte de los aviones que conformaban la temible formación aérea. Entre ellos se encontraban los bombardeos Junker 52.

Conocidos como las "pavas" o las "tres viudas", por volar en formación de tres, los grandes trimotores alemanes transportaban en su interior bombas de gran peso, con un inmenso potencial destructor.  Cuando la escuadra de 20 aviones republicanos ("los chatos") les dio alcance, muchos contemplaron asombrados la intensa batalla aérea entre los cazas de ambas aviaciones que tuvo lugar entonces en el cielo de Madrid. 

Los vecinos de Tetuán tenían otra tarea más urgente que llevar a cabo: buscar a sus familiares y amigos entre los escombros de sus viviendas y calles. 

Bombardeo de Tetuán

Durante la Guerra Civil la plaza de toros se utilizó como depósito de pólvora. Una degradación que llevó a que en agosto de 1936, se produjese una enorme explosión que la destruyó por completo. En el abandono estuvo hasta los años 80, cuando se erigió en el solar un edificio de viviendas en forma de U, en el 297 de Bravo Murillo. Pese al paso del tiempo, y a la desaparición de muchos de los que entonces asistieron a tardes de gloria taurina en Tetuán, no son pocos los que aún hoy se refieren al lugar como “la plaza de toros”.
Plaza de Toros de Tetuán


Las imágenes y la información del bombardeo tuvieron un eco importante en la sensibilidad artística y obra de varios pintores. Entre ellos, en Picasso.

Para la composición de la viñeta 17 del grabado Sueño y mentira de Franco, expuesto junto al Guernica en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937, el pintor malagueño se inspiró en una de las sobrecogedoras fotos del bombardeo de Tetuán, en la que el cuerpo de una mujer y su hijo sobresalen entre otras víctimas (Moreno, 2018).

Picasso no fue el único artista en llevar la huella del bombardeo de Tetuán a la exposición de 1937. Los pintores Jesús Molina García de Arias y  Santiago Pelegrín mostraron en la capital francesa sus respetivas obras: Madrid, Tetuán de las Victorias y Bomba en Tetuán. La primera de ellas forma parte hoy en día de los fondos del Museo Reina Sofía, y la segunda se puede contemplar en el Museo Nacional d'Art de Catalunya.

Tetuán comenzaría a ser tenida en cuenta tras la Guerra Civil con El Plan General de Ordenación Urbana de Madrid debido a su estado de destrucción, convirtiendo el Paseo de la Castellana en eje de unión con el centro y sus alrededores.

Dichos refugios se diseñaron contiguos, con un tamaño de 55 metros cuadrados, puertas blindadas y salidas independientes a unas antecámaras comunes con escaleras de acceso. El muro de contención quedaba justo debajo del altar mayor, protegido por otro muro de hormigón armado.

El refugio estaba pensado para albergar en caso de bombardeo a los 70 miembros de la congregación (más otros 30 “habitantes eventuales”). El proyecto, quizá poniendo paños calientes, especificaba que en caso de producirse un bombardeo “habiendo gran número de feligreses en el templo”, estos podrían escapar por una de las cuatro salidas de la iglesia a la calle para dirigirse al refugio más cercano.

Final de la contienda

27 de febrero de 1939.  Los gobiernos de Gran Bretaña y de Francia reconocieron oficialmente al de Franco y Manuel Azaña, que había pasado ya a Francia tres semanas antes, dimitió como presidente de la República.

Y lo hizo dirigiendo una carta al presidente de las Cortes de la República, Diego Martínez Barrio, un documento histórico excepcional:

"El reconocimiento de un Gobierno legal en Burgos por parte de las potencias, singularmente Francia e Inglaterra, me priva de la representación jurídica internacional para hacer oír de los Gobiernos extranjeros, con la autoridad oficial de mi cargo, lo que no es solamente dictado mi conciencia de español, sino el anhelo profundo de la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Desaparecido el apartado político del Estado, Parlamento, representaciones superiores de los partidos, etc., carezco, dentro y fuera de España, de los órganos de Consejo y de acción indispensables para la función presidencial de encauzar la actividad de gobierno en la forma que las circunstancias exigen con imperio. En condiciones tales, me es imposible conservar ni siguiera nominalmente mi cargo al que no renuncié el mismo día que salí de España porque esperaba ver aprovechado este lapso de tiempo en bien de la paz.

Pongo, pues, en manos de V.E., como presidente de las Cortes, mi dimisión de presidente de la República, a fin de que se digne darle la tramitación que sea procedente"

Era la última expresión de dignidad del político vencido, de quien buscaba, sin conseguirlo, "una paz en condiciones humanitarias, para ahorrar a los defensores del régimen y al país entero nuevos y estériles sacrificios"

Y frente a él, el vencedor, Franco, los militares, las autoridades civiles y la Iglesia católica con su "rendición sin condiciones", el aniquilamiento del régimen republicano y de sus partidarios.

Azaña murió en el exilio, el 3 de noviembre de 1940; Franco, en la cama de un hospital, cerca de su casita de El Pardo, 35 años después.



Madrid que tan bien resistió, fue entregada por la traición de un golpe de Estado interno en 1939, que pretendía negociar la rendición con Franco. La Junta de Casado, Mera y Besteiro, quebraron la estrategia de resistencia de Negrín que estaba convencido de que, más pronto que tarde, estallaría el conflicto europeo y de esta forma se ligaría la suerte de la República Española a la de las democracias europeas. No se equivocaban en el análisis: seis meses después, con la invasión nazi de Polonia el 1 de septiembre de 1939, comenzaría la que sería la Segunda Guerra Mundial. Pero en España ya había llegado la victoria, no la paz. 

Siempre estarán en mi recuerdo todos aquellos
que dieron su vida por defender la libertad,
uno de los ideales más bellos
por el que el ser humano debería luchar

Por las calles y los barrios
Se levantan barricadas
Donde se organizan los proletarios
con banderas rojas, amarillas y moradas

No pasarán vuelven a gritar
eterno grito de lucha y resistencia
sinónimo de rebeldía y desobediencia
eterna batalla por librar

porque la única lucha perdida es la que se abandona
porque la sangre es el carburante de la historia
porque no olvidamos, tenemos memoria
porque los nietos de los obreros no perdonan

por todos aquellos que buscan a sus familias que bajo el suelo están
donde reposan sus huesos mutilados bajo las losas de la necedad
todos aquellos que fueron ellos presos y fusilados al alba gritando NO PASARÁN
siempre estarán en nuestra memoria, su legado y memoria pervivirá

Recordad siempre la triste verdad
que los herederos de esos asesinos hoy gobiernan el estado
a pesar de que ganaron la guerra ellos nos dirán
humanamente quizás nosotros hayamos ganado

1 comentario:

  1. Una frase que hemos podido ver en Grecia cuando se manifestaban en contra de los recortes impuestos por Europa y que muy pocos jóvenes conocen en España

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