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miércoles, 16 de abril de 2014

STOP DEAD PENALTY

Caminó por el largo pasillo de la cárcel. Sudaba. El calor le golpeaba en la cara como una bofetada pero seguía corriendo. No podía perder tiempo, de hecho, no estaba en condiciones de perderlo. Franqueó miles de habitaciones buscando a alguien, no sabemos a quien, pero sus ojos se movían con nerviosismo y jadeaba, intentando tomar aire.

- Se abre la sesión. La ciudad americana de Texas contra el ciudadano Leandro González.
La voz monótona, pero autoritaria, del juez hizo levantar murmullos entre la gente que asistía al juicio. Los murmullos empezaron a aumentar de tono e hizo que el juez llamara al orden, golpeando la mesa con el martillo.
El fiscal del estado empezó a leer la lista reacciones delictivas que, supuestamente, había cometido Leandro González: tráfico de armas, drogas, entrada ilegal en Estados Unidos…
George, su abogado, escuchaba atentamente las acusaciones. Por lo que le había contado su cliente, González llevaba viendo en Texas más de cinco años, había conseguido un trabajo como limpiador en una modesta clínica médica y estaba soltero.
Tenía los papeles en regla. Él mismo los había comprobado. Éste era otro de esos juicios xenófobos americanos.
Tras terminar la acusación del fiscal, George pidió la palabra y habló con voz clara:
- mi cliente es inocente hasta que se declare lo contrario- empezó- Esa es la máxima ley de la justicia; y un país, como los Estados Unidos de América, cuya base de su democracia es la justicia, debe actuar según rige ésta.
- ¡Yo le ví con un arma!- exclamó una voz anónima.
Se oyeron murmullos de aprobación entre el público. George suspiró y contraatacó:
- vivimos en un país donde cada ciudadano puede adquirir un arma de forma libremente, sin ningún control judicial o estatal. Les recuerdo que el estado de Texas es el estado con mayor número de armas por habitante. No es ningún delito, según las leyes federales, tener un arma en casa.
- Pero si lo es matar gente utilizándola.
- No hay pruebas concluyentes de que mi cliente utilizará el arma contra alguien. No había restos de pólvora.
- Seguramente porque la había limpiado después de cometer esos asesinatos.
Hubo un murmullo de aprobación en el público y surgieron voces que clamaban justicia y venganza.
El juez llamó al orden.
- El jurado popular realizará el veredicto. Pospongo la sesión cinco minutos.
Y golpeó suavemente la mesa.

Pasaron dos horas y se reanudó el juicio. El juez llamó al jurado popular. George observó que no había ninguna persona de color o hispana. Todos eran blancos. La esperanza se desvanecía, pero podía solucionar las cosas. Así lo hizo saber a su cliente.
- ¿Tiene el jurado un veredicto?- preguntó el juez.
El portavoz del jurado se levantó y leyó:
- Nosotros, en representación del estado de Texas, declaramos al acusado, Leandro González, culpable de asesinato a sangre fría., y exigimos el cumplimiento de la pena capital.
- En ese caso, condeno al acusado a morir en la silla eléctrica mañana a las 00:00 horas- golpeó con el mazo- se levanta la sesión.
George estaba nervioso porque no le habían dado tiempo a mostrar sus alegatos de inocencia de su cliente. El pobre tenía el rostro surcado de lágrimas mientras se lo llevaban esposado.

George corrió a ver al juez a las 18:00. Llevaba en su mano todas las pruebas de inocencia de su cliente. Se lo encontró en su despacho y explicó los motivos de su vista.
El juez observó los papeles y suspiró:
- Cierto que este hombre es inocente- dijo el juez- pero el pueblo ha hablado.
- ¿no puede hacer usted nada?-preguntó George.
- Ya no es competencia mía- dijo el juez- pero puede intentar para la ejecución si llega a tiempo.
George cogió su coche y se dirigió a la prisión de las afueras. Al llegar, saltó del vehículo y corrió hacía la prisión.
Al entrar preguntó por su cliente y le dijeron que le había llegado su hora.

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